Hasta siempre

Rupert John Cornford de Cambridge (Inglaterra)
Un luchador por la libertad muerto en Lopera

Pronto se cumplirán 76 años de la muerte en Lopera del que fue un luchador por la libertad: el joven poeta Rupert John Cornford, una persona comprometida con una causa.
Nació en Cambridge (Reino Unido), el 27 de diciembre de 1915, en el seno de una familia acomodada y muy conocida dentro del ámbito cultural y económico de Inglaterra.

    25 nov 2012 / 10:49 H.

    Su padre, Francis Macdonald Cornford, fue un respetado catedrático de Filosofía Antigua de la Universidad Cambridge, autor de conocidos ensayos y manuales de Filosofía y gran aficionado a la música. Su madre, Frances, también escribía poesía y era nieta, por línea materna, del naturalista Charles Darwin, famoso por su teoría de la evolución de las especies. Rupert John Cornford estudió en su ciudad natal, primero en la Stowem School y, más tarde, en el Trinity College de la Universidad. Se graduó en Historia con las máximas notas. En Cambridge fue uno de los líderes del movimiento estudiantil universitario. Con tan solo 18 años se afilió al Partido Comunista Británico con total entrega y compromiso político y publicó en la revista “Cambridge Review” un artículo demoledor titulado “Left” (izquierda), en el que se enfrenta claramente a los escritores burgueses. Aquellos eran tiempos en los que muchos intelectuales se agrupaban en torno al marxismo como una forma ideal para llegar a la emancipación social, sexual y literaria.
    Cuando vino a España, dejó atrás un hijo de dos años, James, fruto de su temprana relación con Margot Heinemann, hija de un humilde minero galés, que fue la gran pasión de su vida, comunista como él, profesora y escritora. Con ella mantuvo una interesante correspondencia durante su estancia en España y es depositaria de su diario personal. Margot Heinemann escribió también arrebatados versos de amor y de guerra. Expresa su amargura en el poema titulado “Lamenta nuevas pérdidas de un modo nuevo”: “...tenía tanta vida y juventud. ¿Por qué hubo de morir, / el que tenía la mejor cabeza, quien tanto trabajó, / movido por su propia fuerza interna, a quien yo tanto amé?”. Cornford, efectivamente, murió demasiado pronto.
    Con él se perdió un poeta genial, un soldado apasionado, pero se ganó el mito en el que se convirtió el joven luchador por la libertad. En el verano de 1936, con el estallido de la Guerra Civil, Cornford viajó a España con la intención de participar activamente en el conflicto. En el mes de diciembre de ese año pasó a formar parte del 121 Batallón de la XIV Brigada Internacional, de la que el escritor y periodista inglés Ralph Fox era su comisario político. Cornford murió el 28 de diciembre de 1936 en la Batalla de Lopera al recibir una ráfaga de ametralladora que lo alcanzó cuando intentaba ayudar a un compañero. Su cuerpo nunca se encontró.
    Murió un día después de haber cumplido los 21 años. A lo largo de su vida publicó interesantes obras y artículos en revistas americanas e inglesas. Lopera le levantó, en su honor y en el de su amigo Ralph Fox, un pequeño monumento en el Pilar Nuevo y bautizó el parque donde está erigido el monumento como Parque de los Poetas Ingleses, un lugar hasta el que siguen peregrinando, año tras año, sus familiares, compatriotas y gentes de otras nacionalidades que acuden a rendirle su reconocimiento y pequeño homenaje.

    Por José Luis Pantoja Vallejo,
    de Lopera


    LOLI Ruiz Fernández de Cazorla
    Buena madre y esposa que dio mucho amor

    Querida familia Bayona. Permitidme unas palabras para expresaros nuestro más sentido pésame, en nombre de mi familia y en el mío propio. Nos unimos a vosotros en el dolor y la soledad por la pérdida de vuestra querida madre y esposa de mi maestro, Dolores Ruiz, Loli para todos nosotros. Creo que no hay palabras que suavicen vuestra dolencia, pero sí a través del sentimiento: “No guardes un sentimiento, abre tu corazón y lánzalo a los cuatro vientos”, pero para los que nos damos cuenta de que nos falta alguien, el tiempo nos muestra la soledad. A veces la soledad se hace camino.
    Y alguna vez aprendemos la lección, a golpe de renuncia. Con los ojos cerrados. Cautelosos, con más amor que renuncia, alguna vez incluso, con las alas de la niebla, con el silencio quebrándose en los dedos, y nos viene a la luz, a las pupilas y estalla y nos alumbra.
    Aunque mucho nos pese el dolor de haber perdido a un ser querido. Los que sentimos la necesidad de creer en un ser supremo, donde todo sale de él y donde todo a él va, nos reconforta.
    Siempre nos acordamos de Dios cuando todo va mal, ¡esto es cierto! Pero también tenemos que hacer un paréntesis para agradecerle el lugar natural que es su creación, incluido el hombre.
    Debemos darle las gracias por estar en la vida, por conocer a personas, como nuestros padres que nos han dado la vida, nuestros hermanos y nuestros amigos. Demos las gracias por haber conocido a Loli Ruiz, por habernos deleitado con su presencia, por haber sido capaz de amarnos y no tener rencor por nadie, por habernos regalado el don de la amistad y los valores del comportamiento humano, ella siempre estará con nosotros, porque ella vive a través de sus hijos. Buena madre y fiel esposa. Porque a través de sus hijos sus genes siguen viviendo. Gracias por todo Señor. Venga de ti la paz, la luz, la gentileza, al roce de una mano en otra mano: Estalle el mundo en júbilo y belleza y cada extraño sea nuestro hermano.
    Para ti, Loli, que nos escuchas con el sentido del alma. Nos dejas en un otoño de gris claro donde las ramas dejan caer sus hojas en la alfombra de la rosaleda, es el tiempo de la rendición del árbol, con la llegada del viento reductor, que en torbellino violará su ocre inmaculado. San Agustín nos habla del don del cielo: “Si por un momento vieseis la alegría que invade mi alma, al contemplar la maravilla de este paraíso alfombrado de felicidad, donde los ángeles se expresan con una dulzura infinita, y cuando os llegue la hora definida, que Dios os tiene otorgada a cada uno de vosotros. Resplandeceréis ante la mirada del Hijo de Dios. Quien os mostrará la belleza ante la cual las bellezas palidecen”.
    No es verdad que todo termina, no, nunca termina lo que es eterno, ni puede tener fin la inmensidad. Loli no se va para siempre, ella ya está en ese cielo, con su joven nieto Franc, de la mano, donde todos nos hemos de encontrar, para recoger el premio de esta vida. A veces, no es más la gloria del final conseguido, sino haber sido capaz de recorrer el camino hasta el final. Grabándonos en nuestra memoria que el final siempre es: ¡El punto de partida!
    A Loli que siempre me quiso como a un hijo, le  dedico esta lira titulada “A una madre”:
    Decir madre es decir amor y vida,/ abrir al horizonte la mirada,/ sentir que en el silencio y en la nada/ su mano va cubriendo nuestra huida./ Es volver a la infancia alborozada,/ es tornar brevemente a la cordura,/ admirar en un soplo la figura/ que desprende su imagen sosegada./ Decir madre es privarse de amargura,/ apartar de la mente la agonía/ y guardar en el seno la valía/ de sentir cada instante su bravura./ Yo que afirmo en el alma la ternura/ que brota de su blanco pensamiento,/ en la dicha proclamo con el viento/ ese gozo que ensalza su armonía/ y el orgullo que inflama mi alegría/ al decirle a una madre lo que siento.  

    Por Ángel Ríos Jorquera,
    de Barcelona


    Pedro Felgueras Martínez de Villanueva del Arzobispo
    Buen amante de los toros y del fútbol

    Coincidiendo con la festividad de Todos los Santos, el pasado 1 de noviembre nos abandonaba Pedro Felgueras Martínez,  en Villanueva del Arzobispo. Pedro estuvo casi toda su vida trabajando profesionalmente en la fábrica de San Miguel Arcángel, donde permaneció 27 años, hasta que, hace dos años, el 14 de agosto, le llegó la ansiada y merecida jubilación, aunque poco tiempo pudo disfrutar de ella.
    Pedro padecía asma desde hace más de 30 años, una enfermedad que le sobrevino como consecuencia de padecer una neumonía, pero esto no le impidió poder hacer una vida normalizada y cumplir con su trabajo diario.
    Finalmente, en la madrugada del pasado día 1, un infarto fulminante acabo con su vida en presencia de su esposa Amalia Martínez. La vida profesional de Pedro comenzó en los desaparecidos García Franco, donde estuvo varios años hasta que, finalmente, recaló en la factoría San Miguel Arcángel. Su trabajo siempre fue de fogonero, es decir, operario que manejaba el funcionamiento de las calderas. Ya en sus últimos años, antes de la jubilación, ejerció también como guarda de las antiguas dependencias de la factoría villanovense.
    Este  trabajo lo compaginaba con otras tareas en el campo y en la huerta, sobre todo con su primo Juan Pedro Felgueras, en su huerta, junto al río Guadalimar, en el término de Sorihuela.
    Desde su jubilación, era raro no verlo apostado junto al jardinillo delantero de su vivienda, en la Ronda Mirasol donde residía, y él te brindaba siempre un adiós. Dejó viuda, Amalia Martínez; dos hijos, Pedro y María Victoria, y dos nietos, Raúl y Marina. Pedro era un gran amante de los toros y el fútbol, y como nos decía su hijo Pedro, cuando los echaban por la televisión, esta siempre era para el.
    Pedro Felgueras, además de amigo, fue compañero en el trabajo, por ello aún recuerdo con añoranza aquellos ratos de charla cuando coincidíamos y el trabajo nos lo permitía. También recuerdo cuando ibas al trabajo en tu Derby Contri, en esas mañanas frías de invierno.
    Hasta que, finalmente, te liaste la manta a la cabeza y te decidiste a comprar un coche, de esos que no necesitan carné y te movías por el pueblo conduciéndolo.
    Este año tenías ya sembrados seis kilos de ajos en una huerta, en el paraje del Cortijo Blanco, donde, además, tenías pensado sembrar todo lo típico de una huerta de verano, aunque el fatídico infarto echó al traste todas esas ilusiones de jubilado que tenías y tu vida.

    Por Juan José Fernández,
    de Villanueva del Arzobispo


    Manuel Pérez Mesa (canalejas hijo) de Jaén
    Se apaga una poderosa voz del cante jiennense

    Se ha ido uno de los artistas flamencos más significativos en los últimos cuarenta años de nuestra capital: Manuel Pérez Mesa “Manolo Canalejas”. Cierto que no era cantaor profesional, mas sí un verdadero artista. Y no llegó a la profesionalidad porque su carácter responsable no se lo permitió.
    El nombre artístico de “Canalejas de Puerto Real” se imponía en su interior antes de subir a un escenario con el peso y la responsabilidad de intentar siempre dejar en buen lugar a su progenitor. Ha sido un cantaor que alternó con figuras de la talla de Rafael Romero, Juan Manuel Ramírez Sarabia “Chano Lobato”, Antonio Núñez “Chocolate”, Miguel de Tena, Carmen Linares, Carlos Cruz, Rosario López, Mariana Cornejo, José Heredia “Joselete de Linares”, Diego Clavel, “Niño Jorge”, “Pansequito del Puerto”, José el de la Tomasa”, Rubito de Pará hijo, entre otros, por citar a los más populares en este menester, y ha sido acompañado por guitarristas como Juan Carmona “Habichuela”, José Luis Postigo, Paco Cortés, Antonio Carrión, Patrocinio hijo, José Rojo, Laura González, Antonio Gómez, Juan Ballesteros, Enrique de Melchor, Paco Aguilar, Perico el del Lunar hijo...
    El dominio de su repertorio era lo suficientemente amplio para ser considerado como el de un cantaor que conocía la mayoría de los estilos flamencos, aunque en sus actuaciones se limitaba a cantes como los fandangos de Lucena, los estilos de ida y vuelta a compás de bulerías, estilo este último en el que también introducía canciones con aires acupletados, aires mineros y muy especialmente las tarantas-tarantos, así como las malagueñas, las soleares de Alcalá y Cádiz, y con mucho dominio los villancicos flamencos.
    Siempre se ha distinguido por resaltar la esencia artística de su progenitor, y aunque nació en Jaén, el eco melismático y el compás flamenco pertenecía y recordaba los aires gaditanos de Puerto Real con entremezcla de la idiosincrasia jiennense, es decir, un mínimo reposamiento del cante en relación con el aire alegre-salinero de sus familiares porteños.
    Respetaba un escenario como lo han venido haciendo los profesionales más sobresalientes de nuestra música. Mas esa responsabilidad la fue asumiendo conforme se iba asegurando de sus buenas actuaciones en los Pregones Flamencos de la Navidad de la Peña Flamenca de Jaén —en su inicio, a mediados de los setenta— junto a Rafael Romero y Rosario López, con las guitarras de Perico el del Lunar hijo y Rafael Villanueva, y por su prestante enjundia flamenca adquirida en las reuniones familiares navideñas.
    Es a partir de entonces cuando va cogiendo confianza y comienza a demostrar la amplitud de su repertorio flamenco. En este tipo de encuentros lo hemos podido escuchar por serranas, cañas, siguiriyas, alegrías, fandangos de su padre y los diversos estilos citados anteriormente.
    El amplio colectivo de socios y simpatizantes de la Peña Flamenca de Jaén, así como amigos y admiradores de su arte, en estos momentos nos encontramos un poco huérfanos por su muerte, aunque consideramos que su memoria perdurará ante la serie de grabaciones en directo que conservamos de sus actuaciones en los citados pregones flamencos, en actuaciones de la Peña y en determinados festivales “Pepe Polluelas”, así como las del disco “Jaén canta a la Navidad”, o “Cantaores de Jaén”, de la Federación Provincial de Peñas Flamencas.
    Sirvan estas sucintas líneas desde la Peña jiennense para perpetuar su memoria y evocar con agradecimiento los grandes momentos artísticos vividos con él. Descanse en paz.

    Por el colectivo de la Peña Flamenca de Jaén


    LUis Aldehuela Gómez de Andújar
    Su pintura es la esencia de la montería

    El pasado 1 de noviembre se cumplió el primer aniversario de la muerte del pintor Luis Aldehuela Gómez. Un iliturgitano que agrandó con su arte los paisajes serranos de Andújar y la esencia de la montería, una forma de caza que se remonta a la Edad Media.
    Luis Aldehuela tuvo, desde su nacimiento, muy cerca el arte. Su padre, Manuel, tenía un taller de escenografía —uno de los pocos que había en España— y era director de la Escuela de Cerámica. Después de dar sus primeros pasos en las escuelas de aquellos maestros “de toda la vida”, y en la de Rafael Morales de la calle los Hornos y estudiar en el Instituto de Segunda Enseñanza, vino la disciplina que le marcó la Guerra Civil, que pasó en la Alpujarra granadina, en donde tuvo que dibujar, en más de una ocasión, retratos de Manuel Azaña, presidente de la II República Española. Tras la guerra, se marchó a Madrid a estudiar en la Escuela de Bellas Artes y en el Museo del Prado, para aprender los entresijos del dibujo y la pintura. Se encauzó muy pronto hacia lo figurativo y se interesó por el realismo y el naturalismo, pero nunca quiso saber nada de las vanguardias. En aquellos años de formación coincidió con José Guerrero en Madrid y con el también excepcional pintor Pascual de Lara, con quien hizo el cartel de la Virgen de la Cabeza de 1952. Luis Aldehuela montó su estudio de pintor en Andújar, en la Corredera de San Bartolomé, en una casa regionalista a lo Aníbal González. Allí, con la luz de un patio andaluz y con la sombra y el colorido de un limonero, tuvo su centro de creación.
    Luis Aldehuela contabilizó más de cien exposiciones en Madrid y otras ciudades, entre las décadas de los años cincuenta y setenta. Su temática: bodegones, naturalezas muertas, retratos, paisajes, la fauna de Sierra Morena en su hábitat, conejos, perdices, ciervos, gamos, el urogallo en Asturias, la cabra montés en Gredos, escenas monteras con las rehalas y el podenquero. También tocó lo taurino de una forma magistral. No podemos olvidar la temática religiosa con obras que se puede contemplar en las iglesias de San Bartolomé y Santa María de Andújar o el santuario de la Virgen de la Cabeza. Fue un magnífico pintor impresionista, y se puede ver hoy cuando se profundiza en sus cuadros, llenos de luz y de aromas. Su “maestro” predilecto era Velázquez y, en segundo lugar, admiró a Sorolla. La escultura no le fue ajena. Aldehuela esculpió una “Oración en el Huerto de Getsemaní” de la parroquia de la Divina Pastora de Andújar, un “San Antonio” en la de San Bartolomé, y el jabalí “Solitario” en el Coscojal. Se nos fue Luis Aldehuela, pero nos quedan su recuerdo y su pintura.

    Por la Asociación de Amigos
    del Patrimonio,
     de Andújar