Hasta siempre
Recordando a un gran hombre
José Cuesta Águila de Jaén
En estos días se ha cumplido el primer aniversario de la muerte de Pepe Cuesta Águila, de aquella fatídica tarde, en la que el padre Pablo, durante la misa nos comunicaba que Pepe acababa de fallecer en Jaén.
Pepe había nacido entre olores y aromas de las semillas, esas semillas que son tan necesarias y tan vitales para la vida y que le habían acompañado desde su niñez bajo la atenta mirada de su abuelo, que fue quien le inició y le ayudó a dar los primeros pasos comerciales que luego seguiría durante toda su vida. Él, mejor que nadie, sabía que las semillas necesitan agua y calor para que germinen, y cada persona que conocía o trataba se convertía en un amigo para siempre.
Se puede decir que Pepe empezó a andar con un libro de contabilidad y una hoja de ruta de clientes que le llevaría a ser un hombre de negocios, emprendedor y dinámico para los asuntos comerciales. Pepe era una persona polifacética, de las que harían falta ahora mismo en España muchas como él, hombres de talento y valentía para crear puestos de trabajo.
Algunas veces me decía: “Juan, hay que hacer frente a la vida donde el destino te ponga y el destino reparte las cartas y cada uno tiene que jugarlas con su inteligencia y con arreglo a las circunstancias. Algunas personas van por la vida como una patinadora ciega y así el éxito es difícil”. Solo el correr de los años y su enfermedad de Párkinson pudieron retenerle de aquellos impulsos mercantiles que realizó siempre, ya que Pepe veía un negocio en cualquier cosa y en cualquier momento y lugar, era como un Rey Midas que todo lo que tocaba lo convertía en prosperidad, hasta cruzó el Atlántico y puso su ingenio en crear riqueza en tierras americanas. Cuando Pepe te abría la puerta de su casa, era como si entraras en un paraíso, porque lo primero que veías eran los preciosos cuadros que en vida pintó su mujer, Esperanza, que le había dejado como un recuerdo permanente, aunque Pepe no necesitaba nada para mantenerla viva en su memoria.
Los cuadros que pintara su esposa Esperanza, flores que brotaban en las paredes, con su vistosidad y colores, los mantenía vivos como si se regaran todos los días. Nadie se repone de la muerte de su esposa.
Le costaba mucho poder andar, sus pasos últimamente eran vacilantes, quién le iba a decir que las ruedas del destino, ese coche eléctrico que le llevaba a donde sus frágiles piernas no podían, le iban a jugar una mala pasada
A Pepe Cuesta lo tendremos siempre en nuestra memoria porque fue un hombre honesto, servicial, agradable, culto, cordial, atento…, era un buen conversador y le sobraban los discursos, amigo de los amigos y generoso hasta no poder más.
Las amistades y el afecto no caducan nunca, ni se pierden por la muerte del otro.
La tumba abre su boca para todos, pero cuando se trata de personas buenas se nota más y, en este caso de Pepe Cuesta, nos duele y es difícil olvidar, a pesar de que nuestra vida es fugaz, porque estamos hechos para morir y Pepe iba teniendo una edad en la que la muerte es un hecho posible.
Nunca te olvidaremos, siempre te recordaremos, porque por tu forma de ser te ganaste un hueco en el corazón del que tuvo la suerte de conocerte. Gracias, Pepe, por habernos proporcionado felicidad, por haber sido un buen amigo. Dicen que la muerte no nos separa de los seres queridos, que es hermana del sueño. “El sueño es una muerte corta. La muerte es un sueño largo”.
Tu amigo, Juan Castellano Sánchez
José Cuesta Águila de Jaén
En estos días se ha cumplido el primer aniversario de la muerte de Pepe Cuesta Águila, de aquella fatídica tarde, en la que el padre Pablo, durante la misa nos comunicaba que Pepe acababa de fallecer en Jaén.
Pepe había nacido entre olores y aromas de las semillas, esas semillas que son tan necesarias y tan vitales para la vida y que le habían acompañado desde su niñez bajo la atenta mirada de su abuelo, que fue quien le inició y le ayudó a dar los primeros pasos comerciales que luego seguiría durante toda su vida. Él, mejor que nadie, sabía que las semillas necesitan agua y calor para que germinen, y cada persona que conocía o trataba se convertía en un amigo para siempre.
Se puede decir que Pepe empezó a andar con un libro de contabilidad y una hoja de ruta de clientes que le llevaría a ser un hombre de negocios, emprendedor y dinámico para los asuntos comerciales. Pepe era una persona polifacética, de las que harían falta ahora mismo en España muchas como él, hombres de talento y valentía para crear puestos de trabajo.
Algunas veces me decía: “Juan, hay que hacer frente a la vida donde el destino te ponga y el destino reparte las cartas y cada uno tiene que jugarlas con su inteligencia y con arreglo a las circunstancias. Algunas personas van por la vida como una patinadora ciega y así el éxito es difícil”. Solo el correr de los años y su enfermedad de Párkinson pudieron retenerle de aquellos impulsos mercantiles que realizó siempre, ya que Pepe veía un negocio en cualquier cosa y en cualquier momento y lugar, era como un Rey Midas que todo lo que tocaba lo convertía en prosperidad, hasta cruzó el Atlántico y puso su ingenio en crear riqueza en tierras americanas. Cuando Pepe te abría la puerta de su casa, era como si entraras en un paraíso, porque lo primero que veías eran los preciosos cuadros que en vida pintó su mujer, Esperanza, que le había dejado como un recuerdo permanente, aunque Pepe no necesitaba nada para mantenerla viva en su memoria.
Los cuadros que pintara su esposa Esperanza, flores que brotaban en las paredes, con su vistosidad y colores, los mantenía vivos como si se regaran todos los días. Nadie se repone de la muerte de su esposa.
Le costaba mucho poder andar, sus pasos últimamente eran vacilantes, quién le iba a decir que las ruedas del destino, ese coche eléctrico que le llevaba a donde sus frágiles piernas no podían, le iban a jugar una mala pasada
A Pepe Cuesta lo tendremos siempre en nuestra memoria porque fue un hombre honesto, servicial, agradable, culto, cordial, atento…, era un buen conversador y le sobraban los discursos, amigo de los amigos y generoso hasta no poder más.
Las amistades y el afecto no caducan nunca, ni se pierden por la muerte del otro.
La tumba abre su boca para todos, pero cuando se trata de personas buenas se nota más y, en este caso de Pepe Cuesta, nos duele y es difícil olvidar, a pesar de que nuestra vida es fugaz, porque estamos hechos para morir y Pepe iba teniendo una edad en la que la muerte es un hecho posible.
Nunca te olvidaremos, siempre te recordaremos, porque por tu forma de ser te ganaste un hueco en el corazón del que tuvo la suerte de conocerte. Gracias, Pepe, por habernos proporcionado felicidad, por haber sido un buen amigo. Dicen que la muerte no nos separa de los seres queridos, que es hermana del sueño. “El sueño es una muerte corta. La muerte es un sueño largo”.
Tu amigo, Juan Castellano Sánchez