Hasta siempre
Juan de Dios Ramírez de La torre de Jaén
“No te olvidamos”
Abuelo: Ya han pasado tres años y, por mucho tiempo que pase, no te olvidamos. Me arrepiento de tantas cosas que no hicimos. No fue culpa de nadie. Las cosas pasan por un motivo, pero yo todavía no sé cuál es. Para nosotros, eres más que un padre, más que un abuelo, más que un hermano. Eres más que todo eso, y digo eres, porque para nosotros todavía sigues vivo, aunque no te podamos tocar, ni ver. No nos hace falta porque sabemos que estás con nosotros, aunque, ¿te confieso un secreto? Muchas veces necesito verte, abrazarte, que me hables. No sabes la falta que me hace.

“No te olvidamos”
Abuelo: Ya han pasado tres años y, por mucho tiempo que pase, no te olvidamos. Me arrepiento de tantas cosas que no hicimos. No fue culpa de nadie. Las cosas pasan por un motivo, pero yo todavía no sé cuál es. Para nosotros, eres más que un padre, más que un abuelo, más que un hermano. Eres más que todo eso, y digo eres, porque para nosotros todavía sigues vivo, aunque no te podamos tocar, ni ver. No nos hace falta porque sabemos que estás con nosotros, aunque, ¿te confieso un secreto? Muchas veces necesito verte, abrazarte, que me hables. No sabes la falta que me hace.
Quiero que estés conmigo para que me guíes, me apoyes, me aconsejes, pero, por mucho que quiera, ya nunca te tendré aquí. Me hubiese encantado verte envejecer al lado de la abuela, los dos cogidos de la mano, felices y juntos. También me encantaría verte con tus nietos. No te haces una idea de cómo están creciendo, pero sé que nos ves. Cada día que pasa, Juande se parece más a ti. Muchas veces, cuando oigo a mi hermano hablando, me recorre un escalofrío porque tiene tu forma de hablar, de expresarse. Nerea está grandísima, ya mismo hace la comunión. De quien te tienes que sentir orgulloso es de tu hija María, hace lo mejor para la familia, siempre ayudando a los demás. Pero, qué nos íbamos a esperar de tus hijos si los has educado lo mejor. Tu hija Eva está muy bien. Lo tiene todo, una casa, un trabajo y, lo más importante, dos razones de vida con nombre y apellidos, papa y yo. Ya sabes cómo soy, todos los días estás cuando te necesito, todas las noches te escucho y, aunque no te vea, sé que estás conmigo. Poco a poco, aprendemos a vivir sin ti. Cuando bajo al bar, te recuerdo detrás de la barra con tus clientes, más clientes que amigos. Tú eras así, tenías amigos hasta en el último rincón del mundo. Nunca negabas la ayuda. Eras generoso y, aunque te defraudases, siempre dabas oportunidades. Te echamos mucho de menos y recuerda que eras un trozo de nuestra vida que nos quitaron. Pero, por mucho que haya pasado, siempre estarás en nuestro corazón. Por mucho que suframos, riamos o lloremos, nunca te podremos olvidar, porque en cada lágrima o risa, estás con nosotros. Ya no estarás solo, ya que tienes a tu lado a un gran amigo, Rodri, mucha fuerza para su familia en estos momentos. Te queremos. Por tu nieta Marta. Alfonso Serrano Miñán de Linares
“Tus amigos te vamos a echar de menos”
Mí querido amigo: ¡Nunca pensé que nos dejarías tan pronto! Y, menos aún, en un momento en el que la vida te había vuelto a sonreír, tras superar importantes problemas de salud. Ahora, cuando tenías al alcance de la mano esa tan merecida jubilación de la que tanto habíamos hablado y de la que íbamos a disfrutar juntos. Pero me consuela pensar que Dios, sencillamente, no ha querido prescindir por más tiempo de tu grata compañía y te ha llamado a su lado, para poder disfrutar Él también de tu ejemplar humanidad.
Porque Alfonso, tú siempre has sido una bellísima persona, en el sentido integral de la palabra, poniendo en todas las facetas de tu vida, tanto personal como profesional, el listón muy alto. Así que, por supuesto, tus innumerables amigos te vamos a echar mucho de menos, pues, en parte, nos dejas huérfanos y, a partir de ahora, tendremos que aprender a vivir sin tus llamadas, que demostraban sincera preocupación; sin tus fraternales consejos, tu caballerosidad y contagiosas ganas de vivir, que nos han hecho tanto bien y han dejado tantas y tan profundas huellas en todos nosotros. Tan solo, amigo, quisiera despedirme con un hasta luego, nunca con un adiós definitivo, porque, como creyente, tengo la certeza de que algún día nos reencontraremos y de que tú me estarás esperando con un gin-tonic en la mano y una sonrisa franca y abierta iluminándote el rostro, para que, de nuevo, cogidos del brazo, volvamos a dar largos paseos, plenos de afecto y confidencias bajo las eternas puestas de sol del más allá. ¡Tu melitona!
Por Amelia Palacios Pérez.
Lola López Ruiz de Jaén
Vivió a “su manera”
Cuántas veces nuestra entrañable compañera y amiga Lola nos decía que hay que vivir y dejarse de pamplinas. Nunca nos hubiéramos imaginado la manera de marcharse de nuestro lado. Fue una fatalidad y desgracia, hace dos meses, por noviembre. Un accidente inexplicable, cerca de su casa, ha acabado con sus ganas de vivir. Cuando me enteré, no me lo podía creer, al igual que los compañeros, que se quedaron desconcertados: “¿Qué Lola ha fallecido, cómo es posible, cómo ha sucedido?”. Sabíamos que estaba delicada de salud y que le costaba trabajo desempeñar sus tareas en la cocina. No podía hacer ciertas cosas, así que siempre estábamos pendientes de ella, tratando de corregirla y llamándole la atención de manera que pudiera ejercer lo mejor posible su labor. En otros trabajos, como de telefonista, intentaba hacerlo lo mejor posible. Era buena comunicadora, amable y con don de palabra. Trabajara donde trabajara, “a su manera”, disfrutaba de su trabajo y trataba de superarse cada día. Para ella, sentirse útil era fundamental. Sabía que la buena marcha de cualquier actividad dependía de todo el equipo de cocina, y ella pertenecía a dicho equipo.
¡Cuántos momentos hemos pasado de alegría, de bromas sanas, de habladurías y cotilleos disfrutando del entusiasmo y la manera de ver la vida tan natural como la veía y la vivía nuestra Lola López! Es verdad que aunque estábamos casi siempre encima de ella,… “Lola, ten cuidado de no comer cosas que te puedan perjudicar”, “ve al médico para que te haga un chequeo y te cure ese catarro; que te vea el especialista los pies tan hinchados —debido a la retención de líquidos y problemas de circulación—”, “no abuses de ciertas cosas que sabes que te pueden perjudicar”… Y aunque estaba cansada de escucharnos una y otra vez, ella se enfadaba, pero enseguida se le pasaba el enfado y seguía disfrutando de lo que estuviera haciendo, eso sí “a su manera”; y a su manera vivió y disfrutó lo que mejor pudo en estos 55 años de vida que la misma vida le brindó. Su carácter abierto, alegre y comunicativo hacía de ella una compañera donde todos disfrutábamos de sus anécdotas, de sus chascarrillos, de los horóscopos, de acontecimientos interesantes, y es que Lola sabía cosas de las revistas y de la televisión. Se reía con esa risa de bonachona —era todo corazón— y nos contagiaba su manera de ser, y aunque tratábamos de pincharle, en el buen sentido de la palabra, sin embargo, aunque se molestaba, al minuto continuaba como si no hubiese pasado nada. Luchadora para seguir hacia adelante contra viento y marea, contra quienes intentaban entorpecer más su camino. Podía caerse una y otra vez, pero al mismo tiempo se levantaba una y todas las veces que hiciesen falta.
Era muy conocida en nuestra ciudad, sociable y fácil de hacer amistad. Potenciaba muchísimo el trato con la gente; con su gran y afable corazón se desprendía de lo que tenía y te lo ofrecía. Una palabra de consuelo, una mirada de empatía, un apretón de manos para darte ánimo y fortaleza, un saber escuchar para que pudieras expresar tus preocupaciones, tus ilusiones. Cuando le decíamos algo que pudiera molestarla, ella, como una “niña grande” de corazón bondadoso, nos decía: “¡Disfrutad de la vida y dejaros de pamplinas, la vida hay que disfrutarla; vivir a tope cada momento!”. Supo disfrutar. “Menos enfadarse y despotricar de unos y otros y más divertirse y pasarlo bien, que la vida son cuatro días”; “a mí que me quiten lo bailado”; “lo que hayas hecho está hecho, y si es para bien tuyo y de los demás, mejor que mejor”. De este modo, nos daba motivos para vivir el día a día.
Sé que nos vendrán miles de recuerdos y anécdotas. Un hermoso brindis y agradecimiento que les hacemos como homenaje desde el dolor, el silencio, el respeto, la sonrisa, la admiración, la oración, el gran honor de haberla conocido y de compartir momentos agradables y menos agradables. Ella era muy devota de Santa Rita, y siempre pedía para que no nos faltase el trabajo y la salud. Ahora las dos estarán desternillándose de la risa de las ocurrencias que Lola le cuente. Ella sabrá alegrarnos y darnos fortaleza. Una “ángela de la Guarda” en medio de este mundo tan necesitado de bondad. Gracias por todo lo bueno que hemos aprendido de ti y por ser tú misma allá donde te hayamos encontrado. Un fuerte beso y abrazo, desde la grandeza de la Tierra y la inmensidad del Cielo. Por Diego Molina Sarmiento, en nombre de tus compañeros de las Residencias de Santa Teresa y López Barneo.Manuel Martínez Montes de Jaén
“Cariñoso, sencillo y jovial”
La centenaria Cofradía de la Divina Pastora de las Almas, de Jaén, está de luto. Una vez más, tiene que lamentar la pérdida de otro gran e insigne cofrade: nuestro querido y buen hermano Manuel Martínez Montes. Cristiano fiel y consecuente; cofrade bueno y comprometido, que le valió, recientemente, y a pesar de su juventud, el prestigioso nombramiento de “Cofrade Honorario,” recibiendo la insignia de oro de la hermandad.
Manolo y su forma de ser, cariñoso, jovial, simpático, sencillo y abierto, nos ha dejado un vacío insustituible dentro de la vida cotidiana de nuestra venerable cofradía, que él siempre vivió de cerca al lado de la imagen de su devoción, encomendando su fe y veneración por todos aquellos que no han querido ni quieren saber nada de religión, ni de tradiciones, ni costumbres, fomentando y dando ejemplo del orgullo que supone ser y sentirse “pastor jaenero”; y así, estamos seguros, ha querido y ha sabido transmitirlo e inculcarlo a sus tres maravillosos hijos.
Por muchas horas que pasen, por muchos días que transcurran, por mucho que nos digan “el tiempo lo cura todo”, la sensación en nuestro interior sigue siendo de consternación, perplejidad, desasosiego y tristeza, demasiada tristeza y desesperanza.
Manolo, definitivamente, ya no está con nosotros. No lo podemos tocar, ni tampoco podremos oír su simpática voz. No ha sido un espejismo, ni siquiera un mal sueño, es una triste realidad que desequilibra el ánimo y pone a prueba la capacidad humana de sobreponernos ante circunstancias y pérdidas tan traumáticas e inesperadas. Es un gran dolor el que su familia siente; el que sus fieles amigos y compañeros soportan; es un gran dolor el que sus hermanos cofrades perciben; es una gran tristeza la que por su pérdida, Jaén entero, también siente y nos parecerá que todo está perdido para siempre.
Ya han pasado 15 días y es el momento de empezar a reponerse, momento en que su familia más cercana, sobre todo, su madre, Capilla y su querida esposa Rosa; cómo no, sus tres hijos, Manuel, Carlos y Pablo; sus dos hermanos, Miguel Ángel y Rosario; sobrinos, cuñada y primos, empiecen a conciliar la pena con la cruda realidad.
Y es cierto, no queda más remedio que afrontar el destino con entereza, afrontarlo desde la perspectiva, el ánimo y el coraje que nos ofrece el amor, el recuerdo, las vivencias, los buenos momentos... Cientos de maravillosas situaciones donde todos hemos compartido con Manolo lo importante de vivir deprisa por si acaso la vida se quisiera acabar pronto. Porque un amor sincero no morirá jamás. La memoria de las personas que eran queridas vivirá siempre en nuestros corazones. Y eso es más fuerte que cualquier abrazo, más importante, incluso, que cualquier palabra. Y ahora, ya con el corazón algo más frío y atemperado, es cuando mejor entendemos los misterios de la Divina Providencia. Desde nuestra fe, sabemos que nuestros seres más queridos no mueren, sino que renacen a la vida eterna para gozar del privilegio de presenciar la infinita belleza del rostro de Dios Padre Todopoderoso, allí en el redil eterno del cielo, queriendo la Virgen María acercarlo hasta su maternal regazo para preservarlo de las calamidades y las miserias propias de las enfermedades incurables, entendiendo providencialmente que la dignidad de las personas sobrepasan la razón y el entendimiento. Desde allí, velará incondicionalmente por todos los suyos, sobre todo, por su esposa y sus tres hijos, guiándolos e inculcándoles la ilusión y la fuerza necesarias para fraguarse un provechoso futuro y abrirse un camino en la vida que, por sí solos, deberán aprender a vivir y afrontar.
¡Ánimo!, ¡mucho ánimo! a sus seres más queridos, mucha fuerza para afrontar esta adversidad; quizás no existan por ahora palabras que puedan consolaros, pero no os preocupéis que pronto aparecerán y sosegaran vuestro corazón y vuestra mente, porque vendrán directamente del cariño expresado en los momentos vividos en cada recuerdo, esos que prevalecerán siempre.
Recibid un fuerte y fraternal abrazo, en nombre de toda la familia pastoreña jaenera y un fuerte beso, en el mío propio. Por José Enrique Solas Hernández, secretario general de la Cofradía Divina Pastora.
El amigo, el arquitecto y el rociero
Nunca imaginamos que escribiríamos estas palabras en homenaje a nuestro querido amigo Manolo Martínez, que en paz descanse. Una complicación hospitalaria inesperada, fría y brutal, tras una intervención, hizo que ya no estés físicamente entre nosotros. Fue un duro golpe para todos nosotros, pero nos llena de fuerza vernos hoy capaces de seguir el camino. Queremos tener un recuerdo para toda tu familia y amigos, os deseamos a todos ánimos para continuar adelante. Nuestro amigo Manolo era lo que hemos dicho en el título, pero era muchísimas cosas más. Era nuestro amigo, y de muchísimos más, era arquitecto, era rociero y devoto de la Pastora y, mucho más importante para los suyos, cariñoso esposo, buen padre e hijo, buen hermano y gran amigo. Te has apartado de tu Rosa cariño, de tu querida madre Capilla, de tus hijos Manuel, Pablo y Carlos, de Rosario, de Miguel Ángel…de todos nosotros…
Nuestra pobre pluma no da la talla de Jorge Manrique, ni de Lorca ni de Miguel Hernández, para expresar el dolor que sentimos por tu inesperada ausencia, pero nuestro dolor sí es como el de los grandes poetas, sus muy bellas elegías no expresan más dolor que el que sentimos por tu ausencia. Ya no viajaremos más contigo al Rocío y a Doñana, ni a Segovia, ni a Gredos, ni a lejanos destinos, ni por los bellos pueblos de nuestra provincia: Villacarrillo, Iznatoraf, Arjona, Úbeda, Baeza, Sabiote, Quesada, Martos, Linares, Porcuna, etcétera.
Eras un vitalista que emprendiste muchos caminos con tus amigos y nunca más nos dirás “ni po…”, como en Sevilla. Ya no te volveremos a ver bailar en Almedinilla como dios Baco al que encarnaste magníficamente porque fuiste ese dios, o en las fiestas con tus amigos en Martos, o en las de Fin de Año, o en tu casa de la Yuca, o en todas las ocasiones en que siempre tenías una sonrisa, o una broma cariñosa para tus amigos … y un piropo para tus amigas. Tenías el carisma de las personas que manifiestan lo que piensan, disponen sin imponer, y que animan y acompañan siempre. ¿Dónde estás? Ya no te veremos en los Monteros, en el Santo, o en el Pato Rojo, o en el París, o en el Virutas y tantos otros… No desayunaremos contigo en el Beluga las mañanas en que estabas trabajando en tu estudio profesional cercano.
La semana pasada inauguraron el nuevo complejo deportivo de La Guardia de Jaén, en el que juega tu hijo al fútbol, y al que tú dedicaste muchas horas de tu trabajo y de tu inteligencia para que quedara bien tu obra, y no estuviste allí, en persona, aunque te dedicaran una placa y un afectuoso recuerdo. Con la desaparición de Manolo hemos sentido la pérdida de un gran amigo y una buena persona que, sin duda, va a perdurar en nuestro recuerdo para siempre. Nadie, ni nada, va a mitigar el profundo dolor y la angustia del alma que sentimos. La vida es demasiado dura y cruel, y nos deja vivir sólo con el recuerdo de tu sonrisa. Rosa, las lágrimas no se nos secan, y sabemos que donde tú estés, estará tu Manolo cariño en tu corazón, y estará presente nuestro buen amigo. Gracias por habernos dejado compartir vuestra vida y ahora su recuerdo y tu compañía. Un abrazo, y hasta siempre.
Por Víctor Aspás y tus amigos.
“Te quedas sin palabras”
Es triste y muy duro tener que dirigirte a un amigo en pretérito y a título póstumo. Te quedas sin palabras y desconcertado, pensando cómo es posible que esto suceda, pero así es, estas cosas suelen suceder y, casi siempre, cuando menos te lo esperas.
Esto es lo que le ha sucedido a mi amigo Manolo. Le han arrancado la vida de las manos y se lo han llevado, y te preguntas lo injusta que es a veces esta vida. Qué decir de Manolo. Era un buen amigo, una persona que siempre estaba cuando lo necesitabas, para el trabajo, para la tertulia, para echar una mano en lo que hiciera falta, y cómo no, para tomar unas cañas el día que apetecía o encartaba. Daba gusto estar con él.
Tenía ese don que solo tienen unas pocas personas privilegiadas, que es el de caerle bien a todo el mundo, y eso le pasaba a él, con cualquiera que estuviera, y en las circunstancias que fuera, siempre tenía esa frase que te animaba o te consolaba o, como se dice coloquialmente, sabía dar en el clavo, jamás ponía mala cara ante nada. Yo, que le conocía desde hace más de treinta años, puedo decir con orgullo que tenía el honor de formar parte de su círculo de amigos. Por eso me cuesta y tengo que hacer un enorme esfuerzo para dedicarle estas líneas.
Un día te despiertas y desayunas con la noticia de que uno de tus mejores amigos ya no está entre nosotros, y te preguntas qué ha pasado, cómo es posible si Manolo estaba bien, cómo le puede haber pasado esto a él, y sí, le ha tocado. La vida lleva acompañada tristemente una lotería que nadie quiere que le toque y que a Manolo injustamente le ha tocado demasiado pronto. Llegamos a la fuente de esta vida con la sed inagotable de querer estar bebiendo siempre, y de pronto, el manantial se te seca en los labios y no te deja beber más, negándote lo que más se aprecia en este mundo, la propia vida.
A los que somos cristianos y creyentes como yo, tu amigo Gregorio, y sé que tu también lo eras, nos queda el consuelo de que nos ayudará a soportar el dolor y el vacío que dejas, de que estarás bien allá donde estés ahora, porque Dios, ese Dios todopoderoso que te ha llamado antes de la hora, “habrá tenido sus razones para hacerlo”, aunque creo que sin pensar en el dolor que aquí dejaría.
A ti, quien en la tierra pusiste los cimientos y edificaste tu vida en torno a tu familia y tus amigos, desde la fe, el amor y el cariño a tus semejantes, te toca ahora, desde donde estés, construir esos mismos cimientos en esa vivienda eterna para que, llegada la hora de emprender ese viaje que tú ya has iniciado, encontremos el camino que nos volverá a juntar.
Pero antes de que ese día llegue, desde aquí, desde nuestra efímera vida, y como estoy seguro de que nos estas viendo, quiero que sepas que no te hemos olvidado y que te recordaremos siempre. Te mandamos un fuerte abrazo.
Por tu amigo Gregorio Vílchez Garrido.