Hasta siempre
Enrique Castellano Delgado de Jaén
“Estamos orgullosos de formar parte de tu vida”
Se nos fue, se nos fue Enrique Castellano: “el cazador el de las pinturas”. Unas vez más, esa mala enfermedad se llevó a una de las personas más sincera, humana, y dadivosa que he conocido en mi efímera vida: mi tío Enrique.
“Estamos orgullosos de formar parte de tu vida”
Se nos fue, se nos fue Enrique Castellano: “el cazador el de las pinturas”. Unas vez más, esa mala enfermedad se llevó a una de las personas más sincera, humana, y dadivosa que he conocido en mi efímera vida: mi tío Enrique.
Los que te amamos, porque nunca te olvidaremos, nos sentimos plenamente orgullosos de haber formado parte de tu vida. Siempre estabas en tu sitio, nunca te hemos oído unas malas palabras, un mal gesto; siempre a tu manera, hacías que las cosas fueran mas fáciles.
Te fuiste como has permanecido entre nosotros: sin dar un ruido, rodeado de tu enérgica mujer Juani y de tus amadores hijos, Manolo, Juana María, Rosi y Enrique.
Quiero dar, desde estas emotivas líneas, un beso muy grande a mis primos y tía, pues siempre habéis permanecido juntos, como una gran familia, pero desde el conocimiento del mal que hurgó en mi tío, habéis estados más unidos que nunca. Sentíos muy orgullosos.
Cuando un ser amado se empieza a ir, los seres queridos siempre pedimos al cielo que nos acompañe un poco más, pero contigo lo rogamos con más fuerza que nunca porque te lo merecías. Pero llegó tu hora y te fuiste respetuosamente a la otra vida. Lidiaste con todas tus fuerzas para seguir entre nosotros para no hacernos sufrir porque tú eras así, siempre pensando en los demás antes que en ti.
Descansa porque te lo mereces. Te lo has ganado. Empieza a disfrutar en tu nueva vida, la Divina Pastora te espera con los brazos abiertos para amplificar su rebaño, disfruta y reencuéntrate, con tu hijo Antonio y con la gente que en su momento echaste muchísimo de menos cuando se apartaron a ti. Siempre te recordaré. Por Carlillos (Juan Carlos Berrios)
Pedro Sánchez García de Bailén
“Aún es pronto para hacernos a la idea de que ya no estás”
Cuando aún es pronto para hacernos a la idea de que ya no estás con nosotros, cuando aún a diario lloramos tu partida, nos piden que hablemos de ti. Y a nosotros nos parece imposible, en unas pocas líneas, resumir una vida que tú siempre llevaste con suma sencillez, pero que para todo el que te conoció ha sido la de un hombre bueno y generoso. Te gustaba decir que eras “natural de Bailen” y, emocionado, volvías siempre a visitar a tíos y primos. Quizás sean emoción y entusiasmo las palabras que mejor definen tu carácter, junto con una voluntad recia capaz de superar todas las dificultades.
Con emoción has vivido los hitos más importantes de tu vida privada; con entusiasmo, la preparación de eventos y viajes familiares a Pamplona, a Madrid a ver a las hijas ausentes. Disfrutabas tanto los preparativos.
Has sido un trabajador incansable, emprendedor, inquieto, impulsor de proyectos imposibles, soñador, nada era difícil, nada había que dejar para mañana.
Fuiste adorador veterano constante ejemplar, número uno de tu amada Cofradía de La Entrada Jesús en Jerusalén, donante de sangre hasta el límite permitido, colaborador en Cáritas, en la parroquia. Participabas incansablemente en los preparativos para la procesión del Corpus, así como en la Cofradía de la Virgen de Guadalupe, patrona de Úbeda.
Hemos sido testigos de tu fe sin fisuras, de tu devoción a la Virgen, pero, sobre todo, de tu amor al prójimo en el sentido más evangélico. El próximo, ya fuera familiar, hijo, amigo o desvalido. Tus puertas estaban abiertas a todos. ¡Cuántas personas se habrán beneficiado de tu ayuda siempre desinteresada!
Cuando te llegó la enfermedad, no nos extrañó tu coraje para aceptarla sin una queja, tu entereza, tu capacidad de sacrificio para llevar con una sonrisa en tu rostro algo que debía de ser muy difícil: la inmovilidad física, ¡a ti precisamente! que eras todo actividad volcada en ayudar a los demás.
Y así, durante el largo mes de tu etapa final, nuestro consuelo fue poderte cuidar, tener cogida tu mano, y ver tu rostro en el que se reflejaba una expresión de paz y serenidad, que nos hizo, en la medida de lo posible, más suave la dolorosa despedida.
Tú decías siempre que tenías la “maleta preparada” y que estos últimos años los habías vivido como un regalo. Te gustaba la frase del místico Castellano: “A la tarde te examinarán en el amor”. Por eso, cuando llegó la noche del 29 de abril y te presentaste ante Dios con las manos llenas de buenas obras, seguro que recibiste muy buena nota. Desde allí cuida de nosotros para que también lleguemos. Muchas gracias por tu ejemplo de vida.
Por tu mujer Mª Luisa Bellón y tus hijos María Ángeles, Juana, María Carmen , y Gabriel Sánchez Bellón
CARMEN MEDINA MARTOS de Puente de Génave
Un recuerdo para mi primera profesora
Con treinta y tantos años, uno no recuerda muchas cosas, y más aún, cuando lo que quieres recordar pasó hace casi treinta y cinco años. Pero sí os puedo decir una cosa, una de las imágenes que más recuerdo de esa edad fue que, una mañana de septiembre, yo me encaminaba hacia la escuela, un lugar hasta entonces desconocido para mí, pero que estoy seguro que me hacía mucha ilusión. Recuerdo vagamente a compañeros que lloraban. Sus padres los intentaban consolar de alguna manera. Éramos chicos y chicas a los que el destino nos llevaba hacia el comienzo de nuestra vida intelectual.
Al entrar a clase, pude observar que una señora hablaba con alguno de los padres de mis compañeros. Esa señora, doña Carmen Medina, era e iba a ser nuestra primera profesora. En definitiva, nuestra segunda madre durante, al menos, un año.
Al sentarme en ese pupitre de madera, pude observar que el gesto de doña Carmen cambió radicalmente. Esa sonrisa que manifestaba al charlar con los padres se esfumó y con un fuerte golpe en la mesa nos puso a cada uno en su sitio. Algunos se callaron al instante, pero a los que lloraban les avivó el llanto y ella tuvo que ir uno por uno consolándolos. Seguro que pasaron muchos minutos hasta que doña Carmen pudo sentarse en su mesa y poder empezar a hablar ante aquella “manada” de chiquillos.
Como los recuerdos se me pierden en las primeras clases, sí quiero decir que doña Carmen supuso para mí la imagen de mi estancia en el colegio, pero no quiero decir sólo ese año, sino de toda mi vida escolar.
Doña Carmen fue una señora que nos infundó respeto, una señora que, con sólo mirarla, te dabas cuenta de que la vida significaba otra cosa, que esas broncas de nuestros padres eran simples arañazos comparados con las miradas de una profesora que, cada día que pasaba, me alegraba más de lo que me estaba transmitiendo. Con el paso del tiempo, me siento más orgulloso de haberme topado con una profesora con ese carácter.
Era una mujer a la que el tiempo le ablandaba el corazón pero, a la vez, esa mirada suya era como una gran bofetada a la que no podías pasar un día sin poderla observar. Se nos ha ido doña Carmen, se nos ha ido nuestra primera profesora, alguien a la que siempre recordaremos por muchas cosas, como por su manera de enseñar, la forma de decirte “cállate”, esa mirada penetrante que te hacía casi orinarte en los pantalones, pero que siempre recordaremos. Desde aquí mi recuerdo para mi primera profesora, alguien a quien nunca olvidaré.
Por Joaquín Castillo
Francisco Molina Aranda de Alcaudete
Palabras para Paco: “Has luchado sin medias tintas por mil y un proyecto”
Ayer, cuando quedaban pocas horas para que nos dejaras, te mandé un correo por esas cosas del trabajo. Si hubiera sabido qué poco me quedaba por compartir contigo, te habría llamado, te habría llevado a tomar un café y te habría dicho estas cosas que, ahora, y con todo el dolor de mi corazón, sólo puedo decirte a título póstumo. A título póstumo, pero delante de todos los que te quieren. Como están todos aquí, quiero que sean testigos y escuchen lo que no podía dejarme dentro. No sería de justicia dejármelo.
Para esta concejal de Cultura ha sido un privilegio compartir siete años de trabajo e ilusiones contigo. Para esta mujer, ha sido un honor ver cómo una persona se vuelca con el alma en todo lo que hace. Compromiso es una palabra que te define bien. Has luchado sin medias tintas por mil y un proyectos. Has trabajado sin horas por la Concejalía que presido. Te has dado por entero a mis propuestas y me has encendido la chispa de la ilusión y la esperanza en los momentos bajos. Sólo la falta de recursos y el tiempo le han puesto freno a los mil sueños que alentábamos, que alentabas.
Se me va a hacer muy difícil entrar a nuestro Ayuntamiento y no verte con el teléfono en una mano y el teclado del ordenador en la otra, la cámara de fotos siempre dispuesta a captar lo bueno. La sonrisa puesta. El tono de Andaluces de Jaén en tu móvil. Los folletos de Trama Musical en la mesa… Se me va a hacer muy difícil un Alcaudete 2000 sin ti, en este agosto que ya jamás será como los otros: estará vacío.
¿Por qué? Porque dejas huella, como todas las personas buenas. Y, por supuesto, el que deja huella duele, duele más que los otros. Pero la huella bien merece la pena y el dolor sí sirve para recordarnos por siempre tu vitalidad, Paco. Tu vitalidad de la feria, tu vitalidad de los conciertos, tu vitalidad de periodista pro-Alcaudete, tu vitalidad de buen padre. La misma vitalidad que, ayer, te llevó a la Sierra Ahíllos. El recuerdo de esa vitalidad, que ahora nos duele, suavizará la pena y, simplemente, hará que la huella, tu huella, siempre esté fresca.
Ha sido un honor conocerte y compartir unos años de mi vida contigo. Que todo mi cariño, y el de todos los que están aquí, te envuelva y te acompañe por siempre. Para siempre. Hasta la eternidad. Que la fuerza de nuestros corazones sea tu sudario.
Un abrazo muy fuerte, Paco.
Por Yolanda Caballero Aceituno, concejal de Educación y Cultura (Texto leído por la concejal en el funeral de Francisco Molina)
Rosario Obeso Martínez de Porcuna
Una gran mujer
Qué extraña orfandad recuerdo ahora haber sentido este pasado 4 de junio en mi casa de Porcuna al avisarme unos y otros y ver con mis propios ojos que en esa misma casa acababa de fallecer tras lenta y angustiada agonía mi madre política Rosario Obeso Martínez. Doña Rosario para todos. Y también para mí desde hace casi 50 años. Y eso que ella, en todo ese tiempo, ha sido para mí como mi segunda madre de verdad. Pero no supe llamarle de otra manera. Era mi doña madre. Y de ahí esa extraña orfandad que digo haber sentido al saber que había fallecido, y saber pues que me había quedado extrañamente huérfano y que ya no habría más madre doña Rosario en mi vida. Pero, con todo, será ahora, en estos próximos días, cuando yo mismo y gentes, de Porcuna y aún de fuera de Porcuna, empezaremos a notar de verdad cuánto nos ha sido arrebatado. Porque ha muerto una de las grandes mujeres de nuestra tierra. Pues, ¡qué gran dama! ¡Qué modelo de gran señora para todos! Y digo bien: para todos. Pues hay que recordar que fue durante medio siglo la leal esposa y compañera, el gran apoyo y la gran ayuda misma de quien fue declarado por Diario JAEN uno de los cien jiennenses del siglo XX, Manuel Santiago Estévez, ese gran médico porcunés que contribuyó decisivamente, en los años 40 y 50, a la erradicación de la enfermedad de la lepra en nuestra provincia. Pero, a más abundancia, doña Rosario, como mujer profundamente cristiana, fue madre coraje en la fe, la esperanza y la caridad para sus seis hijos (Mercedes, Julio, Julia, Antonio, Manolo y Joaquín Santiago Obeso), y para los descendientes de su hijos, y también para mí, ya digo, pues estoy casado con su hija Mercedes, y por supuesto fue de una generosidad sin límites con el prójimo más cercano, y por eso aún hay aún mucha gente, viviendo dentro o fuera de nuestra provincia, que la reconocen como su bienhechora. Y lo más admirable de esta gran mujer de Porcuna que tanto ha dado a tantos es que todo el mucho bien que ha hecho a los demás lo ha hecho con discretos silencios y siempre con la impronta de la abnegación y el cariño de una madre. Y por eso ahora, al faltarnos, vamos muchos a llorarla y a sentir durante mucho tiempo esa misma extraña orfandad que les recordaba al comienzo. Y en Porcuna hay a este respecto razones especiales para ello. Y la primera de todas, para mí, la eternidad de tiempo que ha supuesto para Porcuna la larga vida de doña Rosario. Tanto y tanto tiempo, que en el horizonte limitado de nuestras vidas ella fingía entre nosotros una ilusión de perennidad. Pues, si bien había nacido en Reinosa (Santander) hace 98 años, los últimos 70 años de su vida los ha vivido por entero en Porcuna. O sea que casi todos los porcunenses actuales la habíamos encontrado ya al nacer, y por eso doña Rosario nos ligaba y nos liga tanto al pasado, al subsuelo de la historia en que estamos implantados, donde se hincan nuestras raíces. Y por eso mismo ha sido para muchos porcunenses el gran órgano de nuestra continuidad como pueblo, pues esta gran mujer ha perdurado a lo largo de todas las vicisitudes y sobre el fondo de la permanencia se han venido y se han ido las cosas en los últimos tres cuartos de siglo en Porcuna. Y lo mejor, si cabe, es que ha sido ese gran órgano de nuestra continuidad hasta el final. Pues, por ejemplo, en los 14 últimos años de su vida, cuando ya viuda siguió viviendo en mi casa de ahora que ha sido su casa de siempre, en la recoleta Plaza de San Juan de Porcuna, aún tenía ella algo de gran paisaje porcunés, y parecía o nos parecía a todos que estaba ahí desde siempre, como la Sierra Morena y el Cabezo de Andújar que cierran al norte el horizonte porcunés.
Por eso yo he dicho a veces que lo mejor de doña Rosario, entre tanto bien como ha hecho a los demás, ha sido siempre ella misma, con ese saber derramar hacia todos el bien permanente de su presencia física y espiritual, dándonos con esa presencia suya tanta y tan buena compañía hasta el mismo final de su vida.. Y lo digo así, porque hasta el último minuto de su existencia, aún enferma del mal que la ha llevado a la muerte, nos ha seguido dando esa compañía, y con esa compañía nuevos motivos de envanecimiento. El último de todos, saber que está ya en el Cielo. En la gloria celestial de Dios. Pues si hay un Dios con una gloria celestial, allí debe ya estar ella, mi doña madre, doña Rosario Obeso Martínez. Descanse en paz.
Por Manuel Ruiz de Adana