Hasta siempre

Julián Estrella Moreno de Los Villares
“Su marcha dejó sumida en la tristeza a su familia”

Este querido amigo, jiennense de adopción, tuvo sus raíces en esta bendita tierra, en 1954. En su tierra natal, conoció a su esposa, María del Pilar Barranco, una mujer nacida en Martos.

    28 mar 2010 / 10:14 H.

    Julián Estrella Moreno se marchó voluntario al cuerpo de Artillería en Ceuta, donde permaneció por un periodo de trece años. Fue en este lugar donde tuvo a sus siete hijos.
    Su carrera militar fue impecable. Ascendió a teniente del Ejército y fue trasladado a Lérida. En la ciudad catalana residió durante tres años y, después, pudo, por fin, regresar a su tierra: la capital del Santo Reino. En esta ciudad puso fin a su vida profesional. Logró jubilarse con el grado de comandante de Artillería.
    El amigo Julián tuvo la suerte de rodearse de buenos amigos. Siempre fue un apasionado de las cosas de nuestro Jaén antiguo. Frecuentaba esta zona de la capital para tomarse sus chatillos, sobre todo, en las bares Casa el Conde, la Tasca Los Amigos y La Manchega.
    En estos lugares disfrutaba de interesantes tertulias.
    El pasado 20 de febrero, se marchó se nos fue para siempre. Su muerte dejó sumida en una enorme tristeza a toda su familia, incluidos sus doce nietos, y a todos los que le quisieron, que no fueron pocos.
    Todos os agradecemos vuestro interés y pesar por las condolencias recibidas. Muchas gracias.
    Por Vicente Hervás Ortega.


    Elisa Slcalá Marín de Lopera
    La primera mujer concejal del municipio loperano

    Doña Elisa, como se la llamaba en el municipio de Lopera, era hija de los maestros nacionales Juan Alcalá y Ramona Marín. De ellos heredó su pasión por el mundo de la cultura, como el teatro, la poesía, la música y todo lo que estuviera relacionado con el arte. Fue una mujer con grandes dotes de sensibilidad, cualidad que llegó a desarrollar, todavía más, a lo largo de su dilatada vida.
    Ejerció como telegrafista, título que obtuvo como auxiliar femenino de tercera clase del cuerpo de telégrafos. Este aspecto fue muy llamativo en su pueblo natal, ya que fue la primera mujer que aprobó la oposición. Se examinó en Madrid el 12 de enero de 1915. Unos meses más tarde, recibió el certificado de actitudes, que fue expedido por el director de la Escuela Oficial de Telegrafía, en Jaén, el 7 de abril ese mismo año. Su sueldo anual era de 2.500 pesetas.
    Elisa Alcalá Marín ejerció su profesión, durante algún tiempo, en el municipio cordobés de Villafranca.
    Otro de sus logros es que Elisa Alcalá fue, también, la primera mujer que ocupó un puesto de concejal en el Ayuntamiento de Lopera. Fue entre los años 1926 y 1929, en plena dictadura de Primo Rivera. Acudió en las listas del partido Unión Patriótica.
    Elisa Alcalá Marín mantuvo una gran amistad con el célebre sacerdote de Arjona don Basilio Martínez Rama, con el que se carteaba en verso, un ejemplo de su vasta cultura.
    Durante el periodo que don Basilio Martínez estuvo de capellán en Lopera con las hermanas de la Cruz, en 1928, el sacerdote escribió un suceso que quedó para la posteridad. Se recuerda en Lopera como “misa sin campanilla”. Mientras un sacerdote oficiaba la eucaristía, en la ermita de Jesús en el momento de levantar la Custodia, el monaguillo no encontraba la campanilla. Con gran desparpajo y sin miedo, empezó a mover la cabeza, a la vez que cantaba con gracia y salero el “tilín-tilín”.
    Durante la Guerra Civil, Elisa Alcalá dejó su impronta reflejada en varios artículos publicados en los programas de “Feria de los Cristos”. Fue también pionera al ser la primera mujer que escribió en este espacio, en el año 1944. Fue también una firme impulsora de las tradiciones de Lopera y, en especial, del “Mayo Perigallo”.
    A partir de los años cuarenta y hasta casi el final de sus días, fue la directora del Cuadro Artístico de Lopera, que representó varias obras de teatro, como “Manda a tu madre a Sevilla”, “La del manojo de Rosas”, “El centenario” o “El genio alegre”, no sólo en Lopera, sino también en otros puntos de la provincia de Jaén y Córdoba.
    Elisa Alcalá logró destacar en el mundo culinario y dejó para la historia un libreto de su puño y letra, en el que aparecen recogidas algunas recetas de repostería de la cocina tradicional loperana que el cronista de Lopera recuperó y publicó, el año pasado, con motivo del Día de la Mujer Trabajadora.
    En definitiva, Elisa Alcalá fue una mujer de su tiempo que supo adaptarse a todo tipo de cuestiones políticas, sociales y culturales y su memoria permanecerá siempre en el recuerdo más íntimo de todos los loperanos.
    Por José Luis Pantoja.


    Dolores Acuña López de Linares
    “Por siempre en mi corazón”

    Querida tía Loli:  No tengo palabras para expresar el profundo vacío y el inmenso dolor que nos ha dejado tu marcha. Eras alegría, bondad, apoyo, sosiego, paz, perdón, esfuerzo y otras tantas cualidades que te acompañaron a lo largo de tu vida y que, sin saber cómo, conseguías proyectar en los demás.
    Nunca observé en ti un mal gesto o un atisbo de reproche. Tu espíritu siempre fue conciliador. Fuiste buena persona, buena madre, buena esposa, una trabajadora incansable, luchadora incombustible, en definitiva, siempre estuviste dispuesta a tender una mano para auxiliar a todo aquel que lo necesitase.
    Tu simpatía, tu sonrisa, tus ojos chispeantes, tus buenas maneras; todo en ti irradiaba ternura. Era imposible no congeniar contigo, era imposible no quererte.
    Tu cara, de expresión dulce y tranquila, transmitía bondad y era el fiel reflejo de tu actitud ante este mundo.
    Tu comportamiento estaba exento de dobleces. Siempre fuiste fiel a tus principios, a tu forma de ver la vida y, aunque se presentasen momentos difíciles, de crispación o dolor, los mitigabas con resignación y la fortaleza que nos da la fe.
    Hoy nos queda tu recuerdo, la satisfacción de haberte conocido y damos gracias por los momentos que la vida nos ha permitido compartir contigo.
    Siempre estarás en nuestro recuerdo. Siempre te llevaremos en el corazón. Te hemos querido, te queremos y te querremos hasta la eternidad y la grandeza de ese cariño te mantendrá viva a nuestro lado. Estoy convencida de que tu gran fe, tu fervor, te han hecho merecedora de un lugar privilegiado en el cielo.
    Cuando en la noche mire hacia el firmamento y una estrella parpadee, pensaré que eres tú, que me tiendes la mano, que es tu sonrisa, que son tus ojos. Vela por nosotros y descansa en paz.
    Por tu sobrina Lolín Pérez.

    José Romera Carmonade Jaén
    “Querido Pepe, querido compañero, querido amigo”

    Aún recordamos cuando nos incorporamos al turno de Pepe. Todos y cada uno de nosotros, y por diversas circunstancias, nos fuimos incorporando a ese grupo. Pasaban los días y fuimos acoplándonos, aunque Pepe era el que guardaba más las distancias. Tal vez fuera esa sabiduría innata la que le hacía esperar el momento. El tiempo fue pasando y comenzó el principio, como dice la famosa frase, de una gran amistad y compañerismo. Entonces, empezaron las complicidades con el resto del turno, que fueron cada vez a más, esas complicidades y maneras que lo hacían único y tan especial. Ahora, en nuestra mente y en nuestras conversaciones, sólo afloran como recuerdos sus bromas con el móvil, su templanza y medida para hablar, sus consejos laborales, ¡se las sabía todas el tío!, lo que íbamos a cobrar, de las subidas, de los descuentos, de retenciones y vacaciones.
    Por las mañanas, echamos de menos esos bocadillos, aquellos desayunos que tanto le gustaban y, como tan bien describía, comida de obreros republicanos.
    Por las tardes, aunque hubiera mucho trabajo, siempre había momentos para un café o alguna broma de las que tanto nos hacían reír y, al terminar la jornada laboral, en el vestuario, nos despedíamos hasta el otro día. Siempre, con algún comentario sobre cómo había trascurrido la jornada, pero nunca faltaba una sonrisa.
    Las noches eran las más duras, pero, también, las más emotivas. Era el momento en el que todo el turno nos abríamos a los comentarios más personales,  como los relacionados con los cumpleaños, los aniversarios o los típicos problemillas que todos tenemos y sólo contamos cuando tenemos confianza y seguridad, porque así nos tratábamos, como una familia.   
    Él era un puro líder, pero sin creérselo, sin pretensiones. En la memoria, constantemente, tenemos su imagen y su huella. Siempre con su chaquetón, “como era un poco friolero” y sentado en la silla, en su rincón, al lado del televisor viendo el deporte que a él tanto le gustaba, su prudencia y su buena disposición a trabajar. Compañero de sus compañeros y amigo de sus amigos, estos que hoy te recuerdan con dolor por tu ausencia, pero que, con la mejor de las sonrisas, te decimos hasta siempre compañero Pepe Romera Carmona.
    Por el Grupo V, Celadores Urgencias Generales, Hospital Medico Quirúrgico de Jaén.

    Antonio Molina de Alcalá
    “Siempre respondía con una sonrisa que edulcoraba la vida”

    Siempre veía el pueblo de Alcaudete en la distancia, pero me encontré contigo y me cambió el concepto de sus hombres y de sus gentes. A Antonio Molina lo conocí en mi segunda vivencia municipal como un funcionario ejemplar del Ayuntamiento alcalaíno. Silencioso, trabajador, prudente y dedicado intensamente al duro oficio de la recaudación municipal. Proponía modos de adquirir recursos para las arcas municipales, formas y métodos de cobrar a los morosos y modalidades para facilitar el pago de los más débiles. A veces, le acompañé, en sus horas de ocio, como compañero de viaje a tierras granadinas para conseguir que su hijo Jorge fuera un buen músico, un especialista en el piano. 
    Hoy en día, cuando lo veo sobre el escenario dirigiendo la banda municipal e interpretando bellas composiciones y adaptándolas a los nuevos tiempos, me viene la figura de su padre, que siempre lo acompañaba a las actuaciones musicales. Era el primer fan en sus conciertos geniales y casi transmitía el afán a sus maravillosas manos, que tocan magistralmente el piano en las actuaciones de la Coral “Alfonso XI”. Esta agrupación atrajo a la familia de Antonio Molina, a su mujer, Toñi, y a sus hijos Jorge y David. Su segunda familia, la musical y la “amical”, que convivió y compartió con Antonio una etapa fundamental de su vida: la de la soledad compartida de la Fuente del Rey. Allí, recibió la generosidad ilimitada y el acompañamiento de los momentos difíciles de una enfermedad.
    Luego, te vino la sierpe sin sentido que envenenó tu cuerpo. Sí, sin sentido. Sí, porque no se sabía su origen y lo dejó descompuesto. No la podía comprender.
    Sin embargo, Antonio le ofreció la cara alegre, la sonrisa de su rostro que destellaba en los cristales de sus grandes y ovaladas gafas. Y no se anonadó ante aquella prueba de la vida. Siguió y contó con la entrega sin límite de su esposa, con la compañía de sus amigos, entre ellos, primó la amistad de Tere, Mari Carmen, Pepín y Juan, entre otros, además de sus hijos. Siguió vistiendo de blanco y aplaudiendo, en los domingos de invierno, los goles de Butragueño. Degustaba con sus amigos la rubia bebida que tan sólo le privaron en los momentos finales. No le faltaba el chascarrillo de sus compañeros coralistas, a lo que siempre respondía con la sonrisa gratificante que edulcoraba la vida.
    Te conocí ya en una etapa en la que me recordabas los tiempos que compartimos en el seminario de Baeza y te enorgullecías de figurar en la foto del equipo de trirreques de fútbol, cuyo portero era tu compañero de estudios y era nada menos que el famoso juez Baltasar Garzón. Me enseñaste muchas veces aquella fotografía en las frías tierras baezanas. Me comentabas tus inquietudes musicales de tu adolescencia y sobre los buenos amigos de tu ciudad natal, algo que pude comprobar en tu último adiós, porque allí se dieron cita todos. Me recordabas tus buenas maneras en la negociación laboral de tu puesto trabajo, sin aspavientos, reivindicando tu trabajo y agradecido con lo que conseguiste gracias a la ayuda de tus compañeros. Me impresionabas cuando me manifestabas que te ponías en las manos del Cristo Sanjuanero de la Salud. Me impresionaban tus amigos, tu mujer Toñi y los que te rodeaban por la sinceridad de las relaciones de amor que tenían contigo, siempre hasta apurar la última gota del cáliz amargo que te ha correspondido beber. Por eso, cuando me sonrías desde las alturas, me vienen estas palabras de un famoso ignaciano:
     “Porque el sufrimiento y la cruz pasarán,/ pero la alegría del aleluya / no sólo pasará,/ sino que será preludio/ de un aleluya más perfecto:/ el aleluya celestial que ya cantan/ los bienaventurados del cielo”.
    Es seguro que te aplaudiré cuando cante la coral, porque todavía no contemplo el hueco de tu ausencia.

    Por Francisco Martín.