Hasta siempre

Valentín Campos Paredes de Taormina (Marruecos)
Desde la humildad hasta la sabiduría

Al decidirnos a hablar de ti, compañero y amigo, nos vienen a la mente tantas vivencias compartidas que necesitaríamos páginas y más páginas para poder manifestar la condición humana y generosa que te caracterizaba. La cultura adquirida en tu caminar por la vida, en esa mezcla hebrea, árabe y cristiana que fuiste capaz de transmitirnos, nos ha dejado una huella imborrable a todos los que hemos tenido el placer de conocerte y poder compartir tantas charlas, cafés y  alguna que otra caña,  también  risas, porque de esas también hemos tenido algunas.

    20 dic 2009 / 11:38 H.

    Nos preguntamos si habrá condición humana más noble que esa humildad que te caracterizó, porque el ser humilde, decías, es saber en todo momento dónde tienes que llegar y cómo hacerlo respetando siempre a los demás. Eso te llevó a ser sabio, porque así aprendiste, pero siempre decías que la sabiduría no es sólo adquirir conocimientos, sino compartirlos con los demás; de lo contrario, ya no lo sería y estaríamos ante el egoísmo y la ignorancia.
    Compañero,  cuánto aprendimos de ti. Amabas la naturaleza: cuántas fotos echaste a las plantas, bichos… Conocías al ser humano y lo aceptabas con sus defectos y cualidades. Escuchabas a quien te pidió consejo, siempre tenías tiempo para cada uno de nosotros. Nos gustaba sentarnos en el “diván” de la conserjería en la que te encontraras, era una faceta tuya junto a la de ser inquieto, curioso, mago, investigador, generoso… En definitiva, una persona íntegra.
    Nos sentimos orgullosos de haberte tenido tan cerca, pero también un poco más huérfanos por no tenerte ya a nuestro lado. Siempre nos quedará tu palabra, tus pensamientos y tu saber. Desde la Universidad  y desde la Sección Sindical de FETE-UGT de la UJA, sabemos que andarás entre nosotros para siempre, porque nos resistiremos siempre  a olvidarte.
    Desde aquí, también  les mandamos un fuerte abrazo a tu esposa e hijos, a quienes les acompañamos en el sentimiento…. Y guárdanos un sitio en donde estés, pues sabemos  que anhelabas el Paraíso.
    Carmen López Cabrera. Sección Sindical FETE-UGT de la Universidad de Jaén.

    Prudencia Requena Cortés de Lopera
    Vivió y aprendió con la dureza de la Guerra Civil

    El pasado día 20 de mayo, fallecía, a los 92 años, la loperana Prudencia Requena Cortés. Desde entonces, no pasa ni un día sin que sea recordada por sus familiares, amigos y vecinos, pues, ante todo, era una persona buena y caritativa a la que le gustaba ayudar a todo el que se lo pedía. Sus padres fueron el célebre herrero Juan Requena y Prudencia Cortés. Fue la más pequeña de una familia de seis hermanos: Francisco, Julián, Juan, Emilia, Antonia, Pilar y Prudencia.
    La infancia de Prudencia Requena Cortés transcurre en Lopera y, con 18 años, se fue a trabajar a Madrid y, allí, le cogió el estallido de la Guerra Civil. Entonces, tras el asesinato de Calvo Sotelo, la familia con la que estaba y con la que veraneaba en Biarriz, se marchó a Francia y se fue con ellos. Después, estuvo en Pamplona hasta que  pudo regresar con su familia a Lopera. Siempre recordaba lo accidentado que fue el viaje de regreso desde Pamplona a Lopera, pasando por Portugal y bordeando el frente hasta que llegó a Sevilla y, de allí, a Córdoba, ciudad en la que la esperaba un primo suyo. Fue la última parada en la ruta antes de llegar a su municipio natal.
    Durante la contienda, se escribía con el Teniente Coronel Redondo, ya que fue Madrina de Guerra e impartía catequesis a los jóvenes que se quedaron en Lopera. Asimismo, participó en el lavadero de ropa de los soldados que montó Pepa Navarro en su casa, pues los soldados, decía, estaban comidos de piojos. Al finalizar la Guerra Civil, trabajó en Madrid y en Inglaterra, en casa de unos señores.
    Cuando se jubiló, volvió de nuevo a su Lopera querida. Prudencia era una lectora empedernida y le encantaba hacer crucigramas.
    Todos los viernes le hacía una visita a su sobrina Francisca Brunam “La Paca del Correo”. Allí, Prudencia Requena pasaba la tarde y disfrutaba de muy buenos momentos junto a ella. Hoy en día, su sobrina la echa mucho de menos.
    Fue una ferviente devota de la Virgen de la Cabeza y, sobre todo, de Nuestro Padre Jesús, del cual conservaba de su familia una imagen tallada con más de 300 años de antigüedad. El pasado 14 de septiembre se cumplía uno de sus deseos: sus sobrinas Prudencia y María hacían entrega en su nombre, a la parroquia de Lopera, de la imagen de Nuestro Padre Jesús Nazareno.
    Aunque era una persona que tenía sus rarezas, a la hora de la verdad no tenía nada suyo y siempre estaba dispuesta para todo y a dar lo que se necesitase. Fue también una excelente modista y, durante un buen tiempo, se dedicó en Lopera a confeccionar vestidos y trajes que los loperanos le encargaban. Todos los días, recitaba oraciones y rezaba el Santo Rosario. Su persona siempre estará presente como un grato recuerdo en los corazones de los suyos, ya que nunca podrán olvidar su bondad, humildad y generosidad.
    José Luis Pantoja.

    Ángel García Galdón de Santisteban
    “Fue un hombre bueno y honesto”

    Ya casi han pasado dos años, pero su ausencia se nota, cada día más. El próximo 9 de enero, se cumplirá el segundo aniversario del fallecimiento de Ángel García Galdón, natural de Santisteban del Puerto, aunque villanovense de adopción. Llegó a la ciudad de las Cuatro Villas cuando sólo tenía cinco años y allí, también, le sorprendió la muerte. Se fue por una insuficiencia pulmonar, una dolencia que se le agudizó en sus dos últimos meses de vida.
    Son muchas las cosas que se podrían recordar de su persona. Tuvo una vida larga. Se marchó casi con 96 años. Aun así, su memoria era letal. No olvidaba detalle alguno y eran muchas las anécdotas que contaba acerca de la Guerra Civil. Recordaba los nombres de las batallas, el de sus compañeros y mandos de aquella época.
    Ángel García Galdón estuvo casado, durante sesenta y cinco años, con su mujer, Dolores Soria. La amó hasta el último día de su vida. Su relación era ejemplar.
    Sentía una fe incondicional por la patrona de la ciudad, la Virgen de la Fuensanta. Además, fue un gran amante de la fiesta taurina y le gustaban, sobre todo, los maestros de su época, como Manolete o el Cordobés. Estudió en las llamadas escuelas rurales y adquirió un firme bagaje cultural.
    Pero lo que mejor definió a Ángel Galdón fue su calidad humana. Su bondad, humildad y honestidad a la hora de afrontar las dificultades que le puso la vida. También se caracterizó por tener una mentalidad muy abierta para su edad, ya que disfrutaba al ver cómo su mujer se hacía un hueco en la sociedad al estudiar. Su familia y amigos no lo olvidarán. Juan José Fernández.

    Manuel Ruiz Sosa de Coria
    “Recordando a Manolito”

    De un tiempo hacia acá, van desapareciendo los que fueron mis grandes amigos en los viejos tiempos que estuve involucrado en el mundillo del fútbol. Fui, durante nueve temporadas, secretario general del Real Jaén y parece que fue ayer. Eran tiempos en que por el club blanco sólo apostaban los socios y algunos colaboradores y existían escasas ayudas oficiales. Se imponía la obligación de tener que sacar jugadores de la propia cantera y era muy difícil dar con entrenadores que tuvieran ese pensamiento. Contigo, Manolo, acertamos de pleno. Con la colaboración de los llorados Antoñete y Juande y alguno más, se pudo demostrar que Jaén tenía cantera. Te entregaste a ella sin descuidar jamás al primer equipo. Nunca exigiste tu salario. Para ti, primero eran “tus niños”, como solías llamar a tus jugadores, y tú esperabas hasta que hubiese dinero para ti.
    ¡Qué épocas aquellas! Cuántas vivencias con amigos como Rafalito Cabrera, Antoñete, Fernando Arévalo, ya desaparecidos también, Pepe Vica y un sinfín de amigos más que vivíamos el fútbol con intensidad y valorábamos la amistad. Lo mismo nos dedicábamos a captar socios, que a ver jóvenes jugadores por la provincia, que viajábamos con el equipo por las rutas andaluzas y más allá.
    Más que amistad, nos tratábamos como una familia unida al Real Jaén. Las tertulias contigo eran inolvidables, sobre todo las del París, con el recordado Blas y la extinta Peña Cantera. De todos aquellos años que compartiste en nuestro Jaén se podría escribir un libro muy gordo.
          Ahora te has marchado casi sin avisar, tan espontáneamente como tú eras para tus cosas. Pero siempre te seguiremos recordando allá donde estés, porque has dejado un vacío inmenso en el fútbol y en nuestros corazones. Un recuerdo que deseo llegue hasta tu Coria del alma, para que Dolores y tus hijas Loli y Manoli sepan que, a pesar de la distancia, hemos llorado este trance de amargura junto a ellas. Tu amigo Modesto García García.

    Eugenio Ojeda García  de La Carolina
    “Va por ti, papá; me siento muy orgulloso de ti”

    Papá, han pasado ya siete interminables meses sin tu presencia. Está siendo una auténtica pesadilla para todos. No ha habido ni un solo día que no hayas sido recordado por uno u otro motivo, o por mil a la vez. Todos nos resistimos a asumirlo. Te has ido demasiado pronto. Nos haces muchísima falta.
     Y ahora llega el mes de diciembre, tu mes. Tu huella es imborrable todos los días del año, pero, especialmente, este mes era para ti muy señalado. Y es que, en este momento, reflejabas en su máxima expresión algo que te caracterizaba sobremanera, tu humanidad. A estas alturas ya estabas haciendo lo posible y lo imposible porque tu mujer, tus hijos, tus nietos y tus nueras fueran todos uno. Has sido único en muchas cosas, pero en eso has sido un auténtico “crack”. Cuando veías a tu familia unida, se te notaba una felicidad que desbordabas por los cuatro costados y nos contagiabas a todos de ella. Estas Navidades serán otra historia, las Navidades del año 2009 marcarán un antes y un después en nuestra familia… ya no estás tú y ya nada volverá a ser como antes. Si de mí dependiera, daría un salto al calendario desde ahora hasta el 2 de enero.
    Siempre nos has querido unidos y lo conseguiste hasta la misma hora de tu partida, el día 5 del mes 5 a las 5 en punto de la tarde… maldito número. Todos, absolutamente todos, al pie de tu cama. Era lo que querías, era lo mínimo que te merecías, tenernos ahí.
    Papá, tengo muchísimos recuerdos inolvidables tuyos, pero hay uno que te quiero recordar. Tú sabías, desde el primer momento, sobre tu terrible enfermedad, que te llevó en sólo unos meses. Sin embargo, nunca jamás quisiste preocuparnos con ello, lo llevaste con una entereza tremenda. Tanto es así que lo sabías que tu gran obsesión era que yo volviera de Colombia para poder despedirte de mí, porque era el único que te faltaba. Cada noche, cuando me acuesto y cierro los ojos, te veo levantarte de la cama del hospital, el 16 de marzo, a mi regreso de América, y abrazarme mirándome a la cara, expresando con tu mirada esa tranquilidad de haberte despedido ya de todos tus hijos.  No sé de dónde sacaste la fuerza, pero me cortaste hasta la respiración… hoy día se me corta sólo de pensar que no se puede repetir ese abrazo.
    En pocas fechas llegará también la recogida de aceituna. ¡Cuánto echaré de menos esas “peleíllas” que echábamos en las olivas! Lo que daría yo por estar discutiendo contigo ahora qué día empezar, ¿recuerdas?  Será la primera cosecha sin ti. Andrés, Antonio y Ugeño te las están cuidando muy bien, puedes estar tranquilo… No nos está comiendo la hierba.
    Tengo que decirte también que esa Plaza del Ayuntamiento ha quedado huérfana sin ti. Ese Paseo Molino de Viento echa de menos tus “caminatillas”. Como me decía Fernando: “Siempre recordaré a tu padre viéndolo caminar por ese paseo y extendiéndome esa mano bonachona”. Todo el mundo te recuerda muy gratamente, como no podía ser de otra manera. Has sido un señor de los pies a la cabeza. Uno de los objetivos que tengo yo en esta vida es parecerme, aunque sólo sea un poco, a ti, porque con ello seré una gran persona.
    El otro día observaba unas fotos tuyas y recordaba cómo justo antes de tu partida, cuando ya ni vocalizabas, mirabas a Luisito, tu biznieto, con sólo unos meses, y le decías: “el mejor”. Estoy seguro de que hasta él se acuerda de ti. Es el último de los Ojeda al que le dio tiempo a conocerte y te aseguro que has dejado en él un digno sucesor, porque le pasa exactamente igual que a ti. Siempre tiene una sonrisa en la cara, un gesto en la cara para alegrarle el día a todo el mundo.
    Ha pasado relativamente poco tiempo, pero, por más que pase, no acabaré de acostumbrarme a vivir sin ti, papá; es más, me resisto a ello. Has sido un ejemplo para todos. En ti se han conjugado bondad, humildad, lealtad… Tú sí que eres el mejor. Me siento muy, muy, pero que muy dichoso y orgulloso de mi padre… Don Eugenio Ojeda García. Papá, te quiero.
    Tu hijo Juan.

    Luis Gutiérrez Tejero de Andújar
    “Estarás junto a mamá y al lado del Señor”
    Hace ya seis largos años que me dejaste, pero, a pesar del tiempo transcurrido, no ha pasado un solo día sin que yo no te haya recordado.
    Te recuerdo, papá, como a un hombre trabajador y servicial, buen esposo y padre. Me acuerdo de nuestra vida en común, allá en mi lejana tierra que, en parte, fue la tuya, porque fue donde trabajaste muchos años, donde conociste a la que con el tiempo sería tu esposa y mi madre y donde yo formaría parte de vuestra vida.
    Recuerdo nuestra vida en común no sólo allí, sino también en tu Andalucía natal, una tierra a la que por mediación tuya y de mamá yo he llegado a querer como propia. Recuerdo a un hombre que me ayudó y estuvo a mi lado tanto en lo bueno como en lo malo, en todas aquellas cosas emprendidas por mí y, aunque, a veces, yo sabía que no compartíamos la misma opinión, no por eso dejaste de estar ahí apoyándome.
    Me entristezco al pensar que, a veces, sobre todo, en los últimos tiempos de vida en común, no supe tomar las decisiones apropiadas, bien por orgullo o por dejarme llevar por los acontecimientos y no estar a la altura de las circunstancias. Permití que ciertas cosas nos distanciasen, aunque no dejé de quererte con todo mi corazón. Quiero que sepas, viejo minero, que tu nieta está hecha toda una mujercita y que le hablo a Alba de ti muy a menudo y le cuento mil cosas y anécdotas de nuestra vida.
    Y quiero que sepas, papá, aunque me imagino que siempre lo has sabido, que te he querido con todo mi  corazón y que si el Señor tiene un sitio, un lugar para la gente buena, tú estarás a su lado junto con mamá. Hasta siempre. Manuel Gutiérrez Fernández.