Hasta siempre

Manolo Villajos Piña de Beas de Segura
“Estar orgulloso de un padre”

En una madrugada calurosa de julio de 1970, empezó mi andadura por este mundo y, en ese momento, cuando solamente lloraba, mamaba y hacía pedorretas, con tus carantoñas eras capaz de conseguir sacarme una sonrisa o una mueca de alegría. Conforme iban pasando los años aprendí a valorar a las per- sonas, el trabajo y  otras muchas cosas. Me acuerdo de cuando te decía lo que iba a ser de mayor: que si torero, médico o piloto. Tú a lo que más importancia le dabas era a que, en esta vida, había que ser buena persona, que la profesión no importaba.

    01 ago 2010 / 10:54 H.

    Apostabas por un buen corazón y no un manojo de ortigas. Cuánta razón llevabas. En ese espejo he mirado e intentado copiar todo de ti, tu alegría, que era un don y un legado que nos dejas; tu saber estar y, sobre todo, ser un padre ejemplar.
    Por si fuera poco, el día antes de tu fallecimiento, pude expresarte todos mis sentimientos. Para que luego digan que no hay un algo allí arriba. No sé por qué salió esa conversación. No todo el mundo se puede despedir de la forma en la que lo hice yo: diciéndote lo mucho que te quería, lo orgulloso que tenías que estar de haber dado una educación tan ejemplar a tus cuatro hijos, y que eras un crack, sí, un crack, porque, además, nos has dejado momentos inolvidables en tu cortijo, porque será siempre tu cortijo “La Venta Cabrera” y tu espíritu estará rondando por esos campos y todos los que te queremos echaremos unas risas recordando los momentos tan inolvidables que nos hiciste pa- sar. Gracias, padre, te quiero.
    Por Pedro Antonio Villajos.
    “La Alsina y Manolo”
    De recogerse la historia de los pueblos en un libro Manolo Villajos, tendría un capítulo. Durante décadas, a diario, recorrió el trayecto Beas de Segura-Jaén, con la “Alsina”. Además de conductor, fue amigo de los pasajeros, ayudante de los despistados y “escuchante” de conversaciones. Antaño, el autobús era la vida para muchos. Manolo era de esos tipos a los que jamás se los puede recordar con un cara triste. La mueca de la sonrisa permanente delataba que detrás había un hombre entregado a su familia, profesión y al prójimo. Era difícil verle serio cuando le decías: “Un billete para Úbeda”.
    De la infancia recordamos que, cada día, aparcaba el autobús y cogía el camino de casa. San Cristóbal lo devolvía sano y a salvo. Al día siguiente vuelta a empezar. Sólo faltaba a la cita en vacaciones y en las fiestas de San Marcos. El sustituto hacía el viaje y, mientras Manolo se divertía a lo grande, tal vez podría superarlo, pero en las formas, difícilmente.
    Unos paseos con su gorro, con el puro, la sonrisa por bandera, calle Angosto por delante, allí iba Manolo, el de “La Graells”. Una estampa que jamás olvidaremos y que, seguro, habrá alguien que la recuerde. Cuando el minuto de silencio se haga sigiloso al sonido de la trompeta, seguro que el Manolo “Sanmarquero” saldrá a relucir. Ahora, en plenas vacaciones de verano, nos sorprende su marcha en un día caluroso, como el propio calor humano que transmitía, siempre dispuesto a todo. Como a preparar “La Venta Cabrera” para una comida de amigos o de familia, para transportar la plancha en su furgoneta, para abrir o cerrar, o, simplemente, para recoger a los nietos. A Manolo la vida siempre le estará en deuda. Todos quisiéramos haber seguido disfrutando de su compañía, de sus recados, sabiduría y consejos y, sobre todo, de lo que era capaz de transmitir con sus sentimientos.
    Nos tendremos que conformar con recordarlo cuando se den las circunstancias de un vino en la venta o de un momento festivo.
    La cuenta atrás ha sido tan rápida que apenas se ha podido hacer historia. Porque tú das a la vida y, sin embargo, en muchas ocasiones, ella no te da. Quizás Manolo hubiera querido recoger más frutos. Pero con todo lo que ha sido capaz de dar, nos tendremos que sentir orgullosos por haberle conocido, por lo amable que fue con nuestros familiares en su “Alsina” del alma. Ahora lamentamos que este viaje no tiene billete de vuelta. Soñaremos lo contrario.
    Por Francisco Juan Torres Higueras. 

    Josefina Tarifa Portero de Baena
    “Tu luz brillará en nosotros”

    No hay amor más fuerte que el de una madre, ni vacío más grande para un hijo que el perderla. Por ello, resulta difícil escribir sobre tu madre cuando ya no está. Se agolpan sentimientos contradictorios. Unos de tristeza, porque se necesita tiempo para curarla. Otros de felicidad y orgullo, por todo lo que hemos vivido con ella y por lo mucho que nos ha dado. A nuestra madre, como a los padres de nuestra generación, le tocó vivir una infancia difícil y una adolescencia de privaciones. Sin embargo, se sintieron felices con la vida que tuvieron. Gracias al esfuerzo de ellos, nosotros disfrutamos de una vida mejor. Ahora, en su madurez, cualquier agradecimiento y reconocimiento hacia ellos sería insuficiente. Durante toda su vida nos han entregado mucho, sin pedir nada a cambio. Mamá, con estas palabras queremos recordarte, darte las gracias por todo y felicitarte en tu primer cumpleaños que pasamos sin ti. Gracias por la alegría que desprendías; gracias por enseñarnos a cocinar, por esas croquetas imposibles de igualar según tus nietos; gracias por esos ratos de tranquilidad y descanso que tus hijos encontramos en tus brazos, y tus nietos después; gracias por tu actitud luchadora ante la vida y por enseñarnos que no nos podemos rendir ante los problemas; gracias en definitiva por el amor a la vida que tenías y nos has trasmitido, y por tantas cosas más…
    Nos diste tanto, que no pensaste en ti y tu corazón se fue debilitando. Sin embargo, siempre asumías con resignación y entereza cualquier contratiempo. Llegó el día en que tuvimos que ser tus brazos y tus piernas, lo que hacíamos con orgullo y entrega. Cómo hemos disfrutado estos años a tu lado cuidándote y reviviendo tantos y tantos momentos. Te recordaremos sentada en tu sillón, conversando, leyendo, disfrutando de tus plantas, o meditando, entre otras, esa oración que tanto te gustaba: “Yo te ofrezco Señor la vejez de mi cuerpo. Mis músculos sin fuerza, que se van perdiendo. Mi agilidad apagada que quedó en el recuerdo. Mis ojos sin brillo, mis torpes movimientos. Mis piernas tan cansadas buscando siempre asiento. Mis manos tan gastadas de tanto que sirvieron en ayuda y caricias, a cuantos acudieron. Yo te ofrezco, Señor, la nada de este cuerpo, que fue ágil y fuerte, que fue joven y esbelto que pasó por la vida con miedos y silencios. Hoy desde este lugar en el que tú me has puesto y que sabes, Señor, que es mi mundo y mi tiempo y yo te ofrezco con amor la vejez de mi cuerpo”.
    Desde tu debilidad, qué lección más grande nos has dado de entereza y fortaleza de espíritu. Vivías cada jueves con ilusión la comunión que puntualmente te llevaban desde la Parroquia de San Roque. Cuántas veces hemos pensado lo feliz que se puede hacer a un enfermo con gestos como este. Ahora, en este primer cumpleaños sin ti, no importa que no podamos encender velas para celebrarlo, porque tu luz siempre brillará en nuestros corazones. Nos queda mucho que recordar y muchas cosas aprendidas. Recuerdos de la gran mujer que has sido, una madre y esposa maravillosa, llena de fuerza y vitalidad. Los que te conocían siempre han destacado de ti tu discreción y el gesto amable que tenías para todos.
    Nos has dado tanto amor que cómo olvidarte si es a ti a quien reconocemos en la personalidad de cada uno de nosotros. Ahora, siempre te veremos en la dulzura de María Isabel, en la responsabilidad de María Jesús, en la nobleza de Manuel, en la constancia de Cristina, en el carisma de Rocío, en la creatividad de Pablo, en la ternura de María del Mar, en el cariño de Marta, en el optimismo de Carlos y en la sensibilidad de Marina, tus nietos que tanto te quieren.
    Sabemos que nos escuchas porque, aunque te hayas ido, estás en cada latido, en cada sonrisa, en cada lágrima, en cada suspiro. Tu ejemplo, tus valores y tu esfuerzo siempre nos guiarán porque, aunque tu corazón se haya apagado, no perdemos a alguien cuando muere, sino cuando lo olvidamos y tú te has quedado para siempre en nuestros corazones. Debes sentirte feliz y orgullosa por la familia que has creado. Ahora seguiremos cuidando a papá y, con tu ayuda, estamos seguros de que tendrá la tranquilidad necesaria.  Por todo ello, hoy no podemos sino pensar en ti con una sonrisa y decirte: ¡Felicidades Mamá!
    Por tus hijos.


    Antonio Alcalá Venceslada de Andújar
    Tuvo grandes inquietudes intelectuales

    Este mes de julio, en el caluroso mes estival, se cumple el aniversario del fallecimiento de Antonio Alcalá Venceslada. Nos dejó en 1955,  con 72 años. Escritor, poeta, archivero, profesor y ensayista, pasó a la fama por ser autor del “Vocabulario andaluz”, publicado por primera vez en la imprenta La Puritana de Manuel Blanco, en 1934, y reeditado por Gredos y por  Unidad Editorial en 1999. Tal vez los estudiosos que más sepan de su obra y de su persona sean José Carlos de Torres,  Ignacio Ahumada y Francisco Manuel Carriscondo. Su hija Rosario afirma que destinó tardes enteras, meses y años a su preparación.
        Bachiller en Málaga y Jaén, estudió, en las universidades de Granada y Sevilla, Filosofía y Letras y Derecho. En 1915, ingresó en el Cuerpo Nacional de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos. Su primer destino fue Santiago de Compostela. Más tarde trabajó en Cádiz, Huelva y Jaén, donde se incorporó como profesor al Instituto Nacional “Virgen del Carmen”. También fue concejal y consejero del Instituto de Estudios Giennenses.
    Compaginó su trabajo con los medios de comunicación. Sus textos se publicaron, entre otros medios, en Diario JAEN, Diario de Galicia y ABC. En la capital, una calle y un colegio evocan su nombre y en Andújar fue nombrado Hijo Predilecto a título póstumo en 2005. Más vale tarde que nunca.
         Antonio Alcalá fue un hombre con una gran inquietud por el conocimiento, plenamente identificado con su ciudad del Guadalquivir, en su casa no faltaba en la mesa el ajo blanco, el gazpacho o la carne de monte. También se podía contemplar la cerámica típica de Andújar. Quiso mucho a Marmolejo, la villa blanca del agua.
    Por Juan Vicente Córcoles.

    Paco Vico Ruiz de San José de La Rábita
    “Si hubiese muchas personas como Paco,no habría problemas en el mundo”

    Uno muere en función de cómo ha vivido. Ahora hace un año, se fue sin darnos apenas cuenta. El tiempo nos trata según le tratemos a él: la ley de la reciprocidad. Siempre decía que si hubiese muchas personas como Paco, no habría problemas en el mundo. Su filosofía de vida era sencilla, coherente y honesta, muy honesta, donde no había un milímetro para dobladillos. La familia, el bien más preciado, secreto de sus éxitos y fuente del cariño que procesaba y recibía. Ayudaba a todos y en cada ocasión que se le pedía. Su generosidad y amistad no distinguía entre corbatas y sombreros de paja. Su Marqués de Cáceres y una buena comida, de las de siempre, a ser posible con jamón, placer gastronómico y tarjeta de visita para reuniones y momento para disfrutar de su compañía. Conciliador. Respetuoso. Admirable. Directo, la palabra protocolo no existía, ni la necesitaba en su vocabulario. Pero su vida fue dura y sacrificada, con sus valles y cimas, labrada con el trabajo diario y constante, donde sólo había un sentido a seguir, que era el positivo, salir adelante. Sabía de dónde venía, lo que le había costado llegar, ser y tener a él y los suyos. Nada podía con él porque sólo miraba la vida hacia un sentido, el positivo, el de salir adelante, inculcado desde su cuna de San José de La Rábita, donde sólo hay gente buena y buena gente. 
    Su trayectoria es un homenaje a la perseverancia, a la capacidad del ser humano de levantarse y reemprender la marcha, a la digestión y encaje de errores y tropiezos, a la constancia y contumacia en perseguir tus sueños y, también, una apología de la juventud mental y espiritual. Todos disponemos de un tiempo y una energía limitados. La vida lo sabe y decidió echarle un último pulso, el órdago que nadie desea y que pocos pueden superar realmente, porque es contranatura, porque no tiene lógica, justicia ni sentido. Si Dios existe, a veces se equivoca, se pasa un poco o se vuelve egoísta.
    No se creía más, ni menos ni igual que otro cualquiera, que no somos los hombres cantidades. Cada cual es único e insustituible; en serlo a conciencia ponía su principal empeño, posiblemente, sin saberlo. Si cada uno de nosotros lo fuera a conciencia, no sería una pobre fotocopia de nuestro destino, encontrar y protagonizar nuestro verdadero talento, carácter y esencial identidad lo cual se transforma en causa ambiciosa pero alcanzable, y lo hacía, posiblemente sin saberlo. El único poder en que creo es en el de la persona humana, en su chispa, voluntad e ingenio para conducirse dignamente por la vida, para aportar un poco de belleza y paz, para darle una oportunidad a la libertad y la amistad. Paco rebosaba humildad y se daba con generosidad infinita; por eso, recibía multiplicado por infinito, posiblemente sin saberlo.
    No llegué a conocer ningún tratante (qué vocablo tan entrañable) que no le admirara y respetara su saber, inteligencia y palabra, donde el pan era más hogaza que nunca y donde el vino era el más intenso que pudiese pensarse. Nos dejó sus máximas, opiniones, latiguillos cariñosos y saber, esa amplia y vasta cultura que da la calle, espacio donde tenía su oficina permanente y por el cual se le veía con ese caminar inconfundible. Aún me parece verlo por algún rincón de nuestra ciudad, lugar donde quería estar. Dejó una familia en mayúsculas, digna de ejemplo en todos los sentidos, en quienes da gusto ver sus expresiones fruto de sus enseñanzas que no sólo de la genética, los rasgos de Paco y de Concha, porque aquí se cumple que detrás de un buen hombre hay una gran mujer.
    Marco Rupnik dice que la muerte es una cosa muy seria, implica que hay que vivir. Entre bastidores, discreto y resignado, se esconde el tiempo, socio de juegos, exámenes y aventuras de su aliada la muerte. Vivir es una cuestión urgente. Amar, confiar, creer, esperar, conversar, perdonar, decidir, abrazar y actuar es urgente. Entre la realidad, con sus encargos y tareas, y la alternativa idealizada, siempre gana esta última. Entre la realidad llena de compromisos y deberes y la alternativa mitificada, se impone esta. Por tanto, en cuanto una voz interior susurre acciones y decisiones suficientemente ponderadas y asumidas, lo mejor es seguir sus dictados. En Occidente, educados en una visión lineal del tiempo, solemos estar a la gresca con él.
    Nos falta tiempo para perder el tiempo con la gente que queremos; ganar una tarde de recuerdos y preguntas con Paco era formidable, una mirada tranquila a los ojos amigos, una conversación sincera, una lección magistral sobre el valor de la palabra dada, sobre el respeto, sobre la familia, sobre el sentido común, sobre la vida… de esas que llegan al fondo del vaso y de la vida. La falta de tiempo para los demás no indica un problema de egoísmo, porque también nos falta tiempo para nosotros, para atender a lo que nos afecta de un modo más profundo, para vivir sin que se nos pase la vida. Nuestro tiempo no es sólo la época histórica en la que vivimos. Nuestro tiempo depende de los relojes que marcan nuestras horas. Buscar tiempo para nosotros es buscarnos a nosotros mismos.
    Con los años, la vida me ha ido ofreciendo una lectura alternativa del tiempo. Dice mi buen amigo Santiago Álvarez de Mon que en lugar de una línea recta, él observa un círculo, en cuyo interior pasado, presente y futuro se solapan y coordinan, caben los tres tiempos, ninguno pelea ni da codazos a los otros. Intuir y crear nuestro futuro, es el tiempo ideal para sobrevivir a las crisis severas. Cuanto mejor le tratemos, más sitio les hace al pasado y al futuro. Estar en paz con el presente facilita atender otros frentes y Paco, posiblemente, tenía hecho el trato en alguna servilleta o le había dado la mano, que este gesto es más poderoso que cualquier documento notarial.
    En términos de tiempo, no conozco mejores gestores que aquellos que no disponen ya de mucho. Es muy improbable que el tiempo que invertimos quejándonos nos ayude a alcanzar nuestras metas. El partido de la vida, sin saber cómo, cuándo, dónde ni con quién finaliza (el árbitro es un tipo bastante extraño y misterioso), jugado a tope, a por todas, con ganas, lo ganamos seguro. Aún no había finalizado, y Paco sí que conocía su resultado, sí que lo sabía.
    Te echamos de menos amigo. Hasta siempre, pajarito.
    Por Rafael Ceballos.