Hasta siempre

Alfonso Cruz Carmona de Lopera
Comprometido con su pueblo y sus gentes

El pasado 20 de abril del año en curso, se cumplían años de la muerte de mi padre, Alfonso Cruz Carmona. ¿Qué puede decir una hija de su padre? En mi caso, solo cosas, pensamientos y palabras buenas sobre él, porque es curioso, pero no hay un día que pase que alguien no recuerde algo de mi padre. En una celebración de Navidad, en el coro parroquial, en Semana Santa y no sólo en fiestas religiosas, aunque era una persona con una religiosidad muy profunda, sino también a la hora de colaborar contando anécdotas de su pueblo, por el que sentía un especial orgullo, sobre todo, cuando alguien le preguntaba de dónde era. Él respondía con mucho ímpetu: “Soy loperano”.

    20 may 2012 / 10:28 H.

    También, cómo no, tenía su carácter y, a veces, con genio, defendía lo que él pensaba que era la postura correcta ante cualquier cuestión que se le planteara porque no podía con las mentiras ni con las injusticias y se sublevaba ante cualquier situación que no viera correcta.
    Muy amante de su familia, siempre al pie del cañón para ayudar no solo a los suyos, sino también a toda persona que le pidiera ayuda. Aun a costa de su tiempo y del de su familia. De hecho, algunas veces, nos enfadábamos con él porque llegaba tarde a alguna reunión familiar y siempre respondía lo mismo: “Tenía que hacer este favor a un amigo, pero ya estoy aquí”.
    Donde no estuvo fue el pasado domingo, día 13 de mayo, un día muy importante para toda la familia porque hizo su Primera Comunión la más pequeña de sus nietas. Su nieta Ángela, la única a la que no pudo conocer. Para mí, en especial, ese día estuvo marcado por su gran ausencia, porque aunque sé que no estuvo presente físicamente, pero nos acompañó a todos.
    Hombre muy polifacético, le gustaba emprender cualquier actividad con energía, ya se tratara de ensayar con el coro parroquial, con el coro de los pensionistas, escribir cualquier artículo para la feria, al que era un asiduo, porque escribía todos los años, enviar un artículo para Diario JAEN... Y también hizo dos pregones para la Feria de los Cristos y para la Semana Santa. Fue una pena que se marchara tan pronto, porque, sabiendo cómo era, seguro que le habría gustado ver cómo cambiaba su pueblo, pasear por sus calles, hablar con los vecinos, y no parar de escribir y cosas sobre Lopera. Aunque parezca un poco tonto, cuando voy por la calle, algunas veces, voy pensando y hablando con él, comentando las reformas en tal calle y lo que me hubiera contestado.
    Lo que sí dejó fue una gran herencia en escritos, anécdotas y recuerdos en todos nosotros gracias a los cuales puedo referir a los más jóvenes, como a mi hija y a cualquiera de sus amigos o conocidos nuestros, cómo era mi padre y lo que pensaba y sentía. Hace poco, me eligieron secretaria del Consejo Pastoral de la parroquia y cuál fue mi sorpresa que, al pasar el acta de la reunión que tuvimos, al abrir el Libro de Actas, me impresionó ver su letra dando comienzo a dicho libro. Nunca pensé que coincidiríamos en algo juntos después de su muerte. Porque la verdad es que, para mí, es un orgullo parecerme tanto a él, físicamente y en el carácter. Conforme voy cumpliendo años, me asemejo más a él y eso, en el fondo, me llena de satisfacción y paz, porque, aunque le echo mucho de menos, parece que me consuela y se me hace más llevadera su ausencia. A mí y a toda mi familia, que ven en mí un trozo de la persona que fue mi padre.
    He escrito ya algunas cosas de mi padre, pero, ahora, he querido acercarme más a la persona que a lo que fue su biografía en cuanto a dónde nació, los estudios que realizó, los trabajos que desempeñó... porque siempre ha sido parte de todos los que le conocieron y, ahora, me he referido a cómo era en un sentido más personal. Cómo era con su familia.
    Antes me he referido a la herencia que dejó en escritos y objetos personales, pero, también, ha dejado unas hijas y nietas que intentan colaborar en todo lo que pueden y que, al lado de mi madre, con la que formó un matrimonio muy unido, siguen con las enseñanzas que nos inculcó de pequeñas y que, ahora, queremos transmitir a sus nietas. Mi madre nos ayuda en esta tarea y, así, mitiga también su ausencia, que es la que lo vive más cercana al no poder verle todos los días y convivir con él.
    Gracias a José Luis Pantoja, amigo incondicional de mi padre, por la oportunidad que me has dado para poder hablar de él, porque sé que tú también le echas de menos. En las veces que me has referido: “Voy a escribir sobre este tema y me he dado cuenta de que es una pena que no esté tu padre, para que me refiriera cualquier anécdota de lo que voy a hacer.” Ese es el mejor homenaje que le podemos hacer. Recordarle todos los días. Así estará siempre vivo en nuestra memoria. Hasta siempre, y gracias papá por tu ejemplo de vida.
    Por tu hija Mari Cruz Ansino.

    Antonio Munuera de Benatae
    Te queremos

    Nace en Benatae en 1929, hijo de Cándido y Bonifacia, familia muy relacionada con la agricultura y la ganadería. Cursa los estudios primarios en Orcera, al que asiste diariamente andando desde el pueblo natal para recibir las clases. En los últimos cursos, lo haría en bicicleta.
    Después, se traslada a Jaén para cursar el Bachillerato. Una vez superado y salvadas las correspondientes pruebas de acceso (el famoso “examen de estado”), en 1950, estudió en la Facultad de Veterinaria de Córdoba, en la que se licencia en 1955. Durante toda su trayectoria estudiantil, aprovecha las vacaciones para ayudar a sus padres en las tareas campestres y ganaderas, lo que, amén de ayudar a la economía familiar, le sirve para adquirir una gran experiencia e, igualmente, enriquecer su formación. Una vez licenciado en veterinaria, y realizada la milicia universitaria, ejerce como profesional libre en las Casillas de Martos, Segura de la Sierra y Puebla de Don Fadrique (Granada), lugares donde adquiere gran fama, fundamentalmente, por dos cualidades innatas que mantuvo hasta el final: la valentía con la que sometía y dominaba para su manejo y exploración clínica a los grandes animales y el privilegiado, según muchos compañeros, ojo clínico que le permitía conocer, con un alto porcentaje de acierto, la patología.
    Junto con esas apreciables características, cabe resaltar su destreza quirúrgica para la castración de cerdas y équidos, así como su  habilidad para la asistencia a partos distócicos de las hembras domésticas. Todo ello le hizo acreedor de fuente de consulta y asesoramiento para muchos compañeros. Por todo ello, se ganó el justo respeto y la consideración de los colegas. Aunque amante de todos los animales, por la oveja siempre sintió una especial atracción. Representaba su gran pasión ganadera, podría considerarse su mascota. Mientras las fuerzas se lo permitieron, siempre mantuvo un pequeño rebaño. También tenía en arrendamiento algunos ejemplares en muchísimos hatajos de la comarca, sin olvidar su principal explotación, que pastaba en la finca propia de Berjaga. En muchas ocasiones, los ovinos objeto de transacción o tratamiento sanitario los transportaba él mismo en su propio vehículo turismo. Le gustó mucho la compraventa de este animal y llegó a ser experto en el conocimiento de su manejo, alimentación, selección y enfermedades, gozando de una especial habilidad para el cálculo “a ojo” del peso vivo de los corderos, lo cual le valió, en más de una ocasión, tentadoras ofertas laborales.
    En 1962, concurre a las oposiciones al Cuerpo de Veterinarios Titulares, logrando plaza y siendo destinado a Chilluévar. Al año siguiente, contrae matrimonio con María Teresa García Idáñez y, un año más tarde, se traslada al municipio de Génave. Desde entonces, toda su vida laboral ha estado ligada a la Sierra de Segura, cuyos parajes, por recónditos que estuvieran, conocía a la perfección al haberlos visitado tanto en sus quehaceres.
    En 1966, obtiene destino por concurso de traslados en Orcera (que incluía también a Benatae). Tras una década, ocupa la titularidad en La Puerta de Segura, y asumía durante algunos años Torres de Albanchez, Villarrodrigo y  Génave, al no optar ningún compañero a ocupar esa plaza. En 1990, con la reestructuración de los servicios veterinarios oficiales en Andalucía, es adscrito al Servicio Andaluz de Salud, ocupando plaza como veterinario de salud pública en la zona básica de Orcera, abarcando los municipios de La Puerta de Segura, Puente de Génave, Torres de Albanchez, Génave y Villarrodrigo.
    Corría el año 1994 cuando se produce su jubilación, lo cual le genera bastante desánimo y abatimiento, al cambiar completamente su actividad cotidiana. Ello es comprensible a tenor de su ingente labor profesional que, hasta entonces, había mantenido. Tras jubilarse, pasó a residir en Puente de Génave, donde fue cuidado por los suyos con esmero y cariño hasta el final de su vida.
    Muchas personas le estarán agradecidas por las aportaciones profesionales o de otra índole que pudieran haber recibido de él, pero, quizá, nadie lo esté tanto en el ámbito profesional como su hijo Jesús, también veterinario, que suele comentar con cierta frecuencia: “Mucho de lo poco que he aprendido se lo debo a compañeros mayores, especialmente, a mi padre, quien me enseñó, entre otras cosas, algo que no está en los libros: la sociología de la profesión”.
    Nos dejó el 18 de abril de 2012. Descanse en paz. Tu familia siempre te recordará.
    Por tu familia.

    Juan Manuel González Terrones de Badalona
    “Dejaste un hueco muy grande”

    Mi querido hermano, mi niño, como yo te decía. Hace ya 5 años que nos dejaste, un 17 de mayo, una fecha que jamás podremos olvidar, pues nos dejaste hundidas de pena y dolor. 
    Dicen que no es más grande el que más espacio ocupa, sino el que más vacío deja y tú has dejado un hueco tan grande en nuestros corazones que jamás nadie lo llenará, sobre todo, el de la mamá. Ese está todo destrozado. No hay mayor dolor que la pérdida de un hijo. Me pongo en su lugar y sufro muchísimo por ella. Se que tú, desde el cielo, le das fuerzas para que siga en esta vida.
    Qué orgullosos estamos la mamá y yo de haberte tenido como hermano y como hijo. Con el tiempo, siento que aún te quiero más porque te siento conmigo. Siento que me proteges y me guías dándome fuerzas para seguir.
    Primero, nos separó la vida al irte a Barcelona y, después, mira lo que el destino nos tenía reservado. Te fuiste en la mitad de la vida, con esos 41 años tan bonitos. Cuántas cosas se han quedado sin hacer, cuántos besos, abrazos, llamadas... Tantas cosas que ya no haremos juntos. Cuánto te echo de menos y cuánta falta me haces. Siempre estarás en nuestros corazones. ¡Te queremos, mi niño!

    Por tu madre y tu hermana, María y Capi.

    Antonio Carrillo Gutiérrez de Jaén
    ¿Cómo puede describirse la bondad inteligente?

    Hoy, Antonio Carrillo Gutiérrez, el amigo de tantos y tantos buenos jiennenses, ya no se encuentra entre nosotros, al menos físicamente. Se encuentra en un mundo en el que todo es transparencia, un mundo en el que ya no se gravita en torno a nada, ni por nada ni por nadie; un mundo en el que, en todo caso, solo podrá sentirse la presencia de Dios.
    El pasado 16 de octubre, y en nuestro querido Diario JAEN, Antonio Carrillo Gutiérrez fue incluido, con una breve reseña, en su apartado “Emprendedores”. Es tanto y tanto lo que podría haberse dicho de Antonio, que, aún en un relato extenso, nos quedaríamos cortos.
    ¿Cómo puede describirse la bondad inteligente? ¿Cómo puede describirse la amabilidad, la gentileza, la amistad sincera, la inexistencia de hipocresía? ¿Cómo puede describirse la firmeza en el desempeño de una actividad empresarial y, a su vez, estar revestido de la más intensa generosidad?
    En una lejana Navidad, cuando a los obreros se les pagaba en sobres dinerarios y no con domiciliaciones bancarias, en la mañana de un 24 de diciembre, se procedía al llenado de los mencionados sobres con la paga extraordinaria y ocurrió lo que podría habernos estropeado el día y, lo que es más, la Nochebuena, que para nosotros, al menos, podría haberse convertido en mala, muy mala. Por tecnicismos que no recuerdo y que, sin duda, serían ciertos, no se le llenó el sobre a un obrero que se encontraba enfermo. Hubo sus más y sus menos entre alguien que quería llenar el sobre y el que, con el reglamento en la mano, no lo consentía.
    Aquella Navidad pudo convertirse en la más triste de cuantas se habían pasado en una empresa que siempre se destacó por la equidad y por un alto sentido de lo que era justo o injusto. Pero no, no fue la más triste gracias al impulso generoso de un joven que quiso renunciar a lo que, posiblemente, era su primera paga extraordinaria.
    —Aquí está mi sobre con mi paga extraordinaria. No lo he tocado. Aún no le he entregado el sobre a mi madre y ella está de acuerdo con lo que yo haga.
    Unos breves momentos de desconcierto, una lacerante limpieza de conciencias y la disputa entre los contendientes terminó.
    —Tú, Antonio, con este acto de renuncia a lo que es tuyo y solo tuyo has terminado con todas nuestras miserables polémicas.
    Por supuesto que Antonio Carrillo Gutiérrez, que fue el protagonista de aquel generoso acto, cobró. También cobró el obrero y aquella Navidad resultó ser la más hermosa y bella de todas cuantas he vivido.
    Antonio Carrillo Gutiérrez ya no se encuentra entre nosotros, pero, además del buen recuerdo y del ejemplo con el que nos ha regalado a sus numerosos amigos, ha dejado un hijo, Antonio Luis, con unas cualidades idénticas a su padre y que, sin duda alguna, seguirá sus pasos. Marisa, su madre, ayudará a que lo consiga.
    Por  Bernardo Ruiz López.

    Teresa Marín Marín de Ibros
    Una mujer muy caritativa con los necesitados

    Cuando este año, en su fiesta, la imagen de nuestra querida Remediadora, recorra en procesión nuestra calle Cachorro, va a notar cómo entre las manos que le arrojan a su paso pétalos de rosa, no están las de nuestra Teresa, “la Tere”, como cariñosamente se la conocía, ya que hace unos meses que nos dejaba. Tampoco estarán en sus balcones, colocados por ella, con el gusto y cariño que sabía poner en estas cosas, esas mantones de seda que, como colgaduras, eran un exponente más de su cariño a su Virgen querida de los Remedios. Cómo se afanaba cada año, pese a las limitaciones de su salud, en procurar esos pétalos de rosa y ese adornar para su Virgen los balcones.
    Nuestra Teresa era una amante apasionada de la Virgen María, la Virgen de los Remedios, en este caso,  y de la Virgen de Fátima. A ambas las tenía siempre en su corazón y, en su casa, entre flores. Quería mucho a la Virgen y nos quería mucho a todos, con un cariño grande y generoso. Nosotros también la queríamos todos, no solo su familia cercana, sino cuantos la habían conocido y tratado.
    Era muy caritativa para todos, sobre todo, para los más necesitados. Cuántos hechos conocemos y cuántas cartas hemos encontrado entre sus cosas de instituciones de la Iglesia agradeciendo su colaboración. Desde el cielo estará pidiendo por todos. Nosotros también le ofrecemos a ella nuestras oraciones y le brindamos  ese nuestro propósito de suplir sus manos con las nuestras en ese echar flores a la Virgen a su paso por su calle y en ese ayudar a los que ella ayudaba, aunque, ahora, todo, cómo no, va a estar envuelto en un sentido y profundo llanto por ella.
    Texto extraído de la revista de la Hermandad de la Virgen de los Remedios de Ibros.  
    Por Diego Marín Marín.