Hasta siempre
Antonio Rubio Rubio de Beas de Segura
“El Murciano, sanmarquero que pasará a la historia”
Amanece el día y, a través de las redes sociales, se difunde la noticia de la muerte de Antonio Rubio Rubio “El Murciano”, de Beas de Segura. Seguro que Antonio de internet no entendía, pero, paralelamente, se había convertido en protagonista. ¿Y por qué? Por su pasado sanmarquero, celebraba las fiestas del toro ensogado en honor de San Marcos como nadie desde su infancia hasta su muerte. Y porque sus vacas llevaban el nombre del “Murciano”, animales peculiares, fieles durante todo el año y bravas como las que más durante los 24 y 25 de abril.
“El Murciano, sanmarquero que pasará a la historia”
Amanece el día y, a través de las redes sociales, se difunde la noticia de la muerte de Antonio Rubio Rubio “El Murciano”, de Beas de Segura. Seguro que Antonio de internet no entendía, pero, paralelamente, se había convertido en protagonista. ¿Y por qué? Por su pasado sanmarquero, celebraba las fiestas del toro ensogado en honor de San Marcos como nadie desde su infancia hasta su muerte. Y porque sus vacas llevaban el nombre del “Murciano”, animales peculiares, fieles durante todo el año y bravas como las que más durante los 24 y 25 de abril.
Antonio las criaba, aportaba las reses a la celebración y vuelta al campo una vez finalizadas las fiestas, hasta que, un buen día, la Ley cambió, e imperó el sacrificio. Después de su muerte, he tenido la oportunidad de escuchar una entrevista realizada en Radio Sierra. Precisamente, hablaba de este problema. Una espina que se lleva “El Murciano” a la plaza más grande del mundo —donde comparte tertulia con un ser querido—, y razones no le faltaban en su defensa por la pura esencia de los orígenes sanmarqueros.
“Nene, qué pasa, cómo te explicas”. Era una de sus frases cuando nos cruzábamos y su blusón sanmarquero era otra de las imágenes que guardamos todos de un beatense que forma parte ya de la historia local, a la que aportó sus conocimientos, por medio de muchos años de veteranía. Fue Policía Local, en una época de Algar, Gabino, Isidro, Antonio y algunos más. Antonio se nos fue, pero, como decía al principio, ajeno a internet, sus vídeos, presencias en televisión o de figurante para recordarnos la línea férrea Baeza-Utiel, nos recuerda su vida, camino de la vía, con sombrero o gorra.
Por Francisco Juan Torres
Marcelo Muñoz (“El de las motos”) de Alcalá la Real
“Un gran empresario, siempre al pie del cañón”
En los pueblos hay nombres de un comercio, oficio y afición fáciles de relacionar con una persona. No sé, pero me viene a la memoria que Santiago se relaciona en Madrid con el Real Madrid y el estadio Bernabéu; Benito, en Sevilla, se hace con el estadio del Betis; Federico, con la poesía y con Lorca; San Fermín, con las fiestas de Navarra; en Toledo, nombrar Federico inmediatamente nos salta a la mente Bahamontes y el mundo de la bicicleta; en Alcalá la Real, hablar de Marcelo no nos viene, en modo alguno, a la mente otro nombre sino el de una persona amable, orondo y con una extrema delicadeza en el trato de Mercurio, que se dedicaba desde hace mucho tiempo al mundo del comercio del motociclismo. Marcelo ha sido una persona que ha dado alas a los pies cansados y artríticos de muchos de los actuales nonagenarios. Esta persona ha acortado las distancias a muchos aldeanos en su comunicación con la ciudad de Alcalá la Real para realizar la compra de los alimentos de la semana. Marcelo ha hecho trizas la competencia acortando el tiempo de los trayectos a pie con la venta de sus motos a los obreros, y, con ello, ganaba la productividad de las empresas cuando acudían a los almacenes lejanos del punto de trabajo para adquirir una pieza que necesitaban con el fin de reparar un motor o un mango de un apero de labranza en los años sesenta; o, simplemente, mejoraba los rendimientos de cualquier fontanero autónomo, al utilizar la moto para cambiar el grifo de un cuarto de baño desgastado por el tiempo. Marcelo fue, en Alcalá, un hombre clave de los años que prosiguieron a la mitad del siglo XX, algo parecido a lo que aconteció con el sesillas, divulgó las motocicletas, las mobbilettes, y otras variantes de los vehículos de dos ruedas. Cuando llegó el momento de los triunfos en los mundiales de motociclismo en tiempos de Ángel Nieto creó la afición a la moto de fuerza deportiva, pues a su establecimiento también lo fue de motos de calidad. Hay pasajes de la historia deportiva de Alcalá la Real que no se pueden pasar por alto y ese es el caso del mundo del motor con la celebración de los triales en el cerro La Luna, las pruebas de montaña, concentraciones moteras, etcétera. Y, en ellas, ha jugado un papel fundamental este hombre que ha traído tantos modelos a los jóvenes y menos jóvenes de la ciudad.
Marcelo intuyó la necesidad de mejorar la productividad en el mundo actual y compartió su negocio con la ventas de las vibradoras mecánicas de la aceituna, mejoraba la calidad año tras año y abrió otros canales en su comercio.
Marcelo dejó su estela en la afición motera a sus hijos tanto en el plano deportivo como comercial, pero también disfrutó de una huella que no se puede separar de su personalidad, cual es su mujer Mariqui Gutiérrez, la poetisa popular de Alcalá, que le ilustraba con sus recitaciones de versos y con su memoria fantástica. También, Mariqui le recreaba su casas con sus bellos cuadros de pintora autodidacta; y le animaba acompañarle en todas las actividades relacionadas con la cofradía de la Virgen de las Mercedes.
Cuando paso por la acera de san Antón, miro y remiro, recuerdo algunos arreglos que le hizo a mis parientes en su taller de la calle Capuchinos y, también, me fijo en su hijo y su esposa, y siempre me acuerdo de que me reflejan los buenos modales y atenciones con las que siempre nos han atendido en su quinta del Llano de Mazuelos.
Por Francisco Martín Rosales.
María Auxiliadora Villar Beltrán de Jaén
“En lo más alto del cielo”
Se despidió un frío y lluvioso día de marzo y yo, partida en dos, no supe reaccionar ante aquel dolor de ver partir a un trozo de mí misma, sin poder sentir que se murió también mi corazón. Háblame aunque estés lejos, que me duele este silencio. Nos dijimos hasta luego, nos veremos en el juicio del final y, hasta entonces, seguiré pensando en ti, en todo lo que fuimos y, aunque me parezca un sueño, procuraré dejar intacto el paso de los años que nunca podré tener.
“En lo más alto del cielo”, donde no alcanza la vista, hasta allí llega nuestra pena, un pedazo de nuestras vidas. Hasta donde no hay regreso, donde nada se termina, el destino nos robó lo que más falta nos hacía. Nos dejó hace mucho tiempo, 6 años ha hecho, y aún no puedo comprender por qué se fue. Y nos quedamos muy solos sin su amor y sin su compañía; se marchó lo que más quería. Con su adiós, parte de mi vida se fue sin entender por qué ese fue su destino y, aunque ahora no esté conmigo, siempre sentiré su abrigo.
Ahora, la tristeza me invade, me traspasa el corazón, sigues viva en mi mente, te sigo amando con toda mi razón. Ahora, todo es diferente, tú estás en el cielo y yo, aferrada a la oración…
Entre las tareas cotidianas, el tiempo pasa y el afán del día no deja sentir el paso del silencio, de la pregunta, del vacío, de la soledad. No hay vuelta atrás, el camino continúa, a veces, entre la niebla y la lluvia y, otras, entre luz del sol y la buena temperatura.
Hoy, al escribir estas líneas, recordándote con más pena que alegría, he comprendido que nunca estuve sola, que siempre estuviste aquí, porque, mirando las estrellas, descubrí que hay alguien que nos cuida “en lo más alto del cielo”.
Auxi, mi pequeña hermana, te digo: que vivo con tus sueños, sueños que son recuerdos, recuerdos que serán eternos… Un “te quiero” y hasta siempre.
Por María Mar.
Vicente García Villarrubia de Mora de Toledo
Según se entra a la Judería, a mano izquierda
No era silencioso, ni tímido, menos aún pudoroso. Tampoco quiso ser rico, ni poderoso. Hablaba hasta por los codos; pensaba a raudales, creaba a chorros, investigaba con rigor, experiencia y genio. Curaba, y cura todavía, con la palabra o con su eco permanente en quienes le escuchábamos. Como cualquier médico que se precie, y con el bálsamo de su aceite. La piel de Luisa lo agradece con tanto ahínco como lo odia mi colesterol.
Queríamos a Vicente y admirábamos al doctor Villarrubia. Heterodoxo para la vida, ortodoxo para la ciencia. Así lo entendíamos. Tenía cuerda para todos, a diestra y siniestra. También encajaba, como un buen fajador, pero era insobornable con la pifia, la impostura en el mundo de la ciencia y la investigación, con la política de mesa camilla, decía, y langostinos.
Emprender tenía sentido en su causa. Innovar, en su caso, no era un complemento de moda. Nos divertíamos con él, y con Maite, tanto si se esforzaba en que entendiéramos qué le pasa a las TReguladoras, como si nos contaba historias inverosímiles en subterráneos de Madrid, en el Sáhara o en el desierto de Sonora.
Se ha llevado un viejo sueño: Devolver al Atleti su apellido de Aviación, y quitarle la Peineta para ponerle el viejo Metropolitano. ¡Qué manera de vivir…!
Por Luisa Carpio y Miguel Ortega.
María de los Dolores Pérez Moya “la mari” de Martos
“Repartía cariño y noticias en la casa de los suyos”
¿Quién fue “la Mari”? “La Mari” fue María de los Dolores Pérez Moya, que vino al mundo, en plena primavera de abril de 1962, disminuida en peso y otras facultades. Fue la segunda de cuatro hermanos. El intenso cuidado de sus padres —como es normal en las buenas gentes o familias— la sacó adelante. Siempre con sus limitaciones fue creciendo, tuvo la educación familiar y de colegio en todo lo que su débil mente pudo acumular y, con esa preparación, se ha ido con su edad próxima a los cincuenta años, siendo una persona querida por toda una ciudad como es Martos.
Desde el último día de febrero de este año bisiesto, el cielo tiene un ángel más como lo fue en la tierra. Su humanidad, en lo que podía desarrollar con su limitación mental, estuvo siempre al servicio de sus familias y de cuantos en su entorno, bastante extenso, podía ser útil. Andorrera de casa en casa de los suyos, repartiendo noticias y cariño; en el adiós en la calle como saludo agregaba el nombre del viandante.
Desenvuelta en su caminar, se hizo querer en todos los estamentos políticos y sociales de este pueblo, donde la atendían con cariño. Cómo conquistó a todos aquellos compañeros y profesores de los centros escolares y de formación por los que esta criatura pasó y que, aquel día, unidos todos, lloraron y agasajaron con flores.
En su pequeña mente, “la Mari” tenía memorizados todos los teléfonos de sus familiares y conocidos, a los que insistentemente nos llamaba para hacernos partícipes de alguna nueva noticia o saber de nuestro presente en salud. Bastante escrupulosa en su aseo personal, heredado de sus mayores, en ello no hubo que preocuparse de “la Mari”, quizá en demasía de lo que es normal en cualquier persona, de ahí la pasión que sentía por los centros de belleza y peluquerías, como la de “Tere” y otras, disfrutando de la limpieza con agua y jabones de hoy.
Una criatura como “la Mari” no deja de ser una constante preocupación para unos padres. Desde que vino al mundo, solo Nieves y Enrique, en este caso, lo han vivido como otros matrimonios que solo por el amor a los hijos les es posible soportarlo y que, con el día a día, se termina acostumbrando y por toda una vida de casi cincuenta años, como ha sido la de “la Mari” en casa. El día final por tanto contacto habido y ya con los otros hijos que hicieron sus familias, se echa tanto de menos a esta criatura que, para siempre, quedó en casa en compañía a pesar de sus problemas. Así es la vida, queridos hermanos, Nieves y Enrique.
Querida sobrina Mari: Sembraste bondades y cariño por todo el pueblo, el mismo que te ha llorado en multitud junto a tu capilla ardiente, llenando aquella respetuosa última estancia de tu cuerpo presente de flores y oraciones.
Familiares, compañeros, amigos y representantes de todos los estamentos sociales, políticos y civiles estuvieron allí para dar el últimos adiós a tu cuerpo, a quienes damos las gracias en tu memoria. Sabido que tu espíritu ya está ante el Todopoderoso, como el ángel que fuiste en la tierra, desde la cual te rogamos por la paz de este conflictivo mundo, que a los humanos tanto nos cuesta encontrarla.
Descansa en esa paz eterna.
Por tu tío Miguel.
Antonio Estepa Quesada de Jaén
La flor más bonita de nuestro jardín
No hay palabras para describir todo lo que eras y lo que aún eres para nosotras. “La flor más bonita de nuestro jardín se secó”.
Fue fácil quererte, pero olvidarte es imposible. Había pocas personas como tú. Cariñoso, bromista, fuerte, lo dabas todo por tu familia y, en los malos momentos, tú sacabas una sonrisa. Nunca nos imaginábamos que te sucediera algo así. Dejaste un calor muy grande el día que te fuiste de la gente que había arropándote. Todos llorábamos tu muerte, pero, ahora, lloramos tu ausencia al ver que es una realidad.
A la Peliblanca, tu madre, cuántas caricias le regalaste. Dejaste a tus hijos huérfanos, a tus padres destrozados y a tus hermanos y sobrinos sin ilusión, pero seguimos luchando por tu muerte hasta el final. Fuiste un padre con coraje y valor y siempre supiste salir solo hacia delante ante todos los obstáculos que te pusiera la vida.
Cuánto olvido, cuánto perdón, pero siempre estaremos en tu corazón. Hemos derramado muchas lágrimas, pero estamos contentos porque se fue tu cuerpo y se quedó tu alma.
No sé qué decir porque ya no tenemos más palabras; todo lo que digamos se queda pequeño. Te mereces lo mejor. Decirte que, estés donde estés, siempre estarás en nuestros corazones y nosotros en el tuyo.
Nos despedimos con una dedicatoria final: Tito, siempre estarás con nosotros porque tú eres grande. Tus sobrinas Fátima Estepa, Alba González y demás familia.
Por Fátima Estepa Rodríguez y Alba González Estepa.