Hasta siempre
Rodrigo Checa Lechuga de Baeza
“Echaremos de menos su buena humanidad”
Mal finalizábamos el ya pasado año, con la muerte de uno de los pilares humanos de nuestra Semana Mayor, Miguel Tallada, cuando iniciamos 2012 con la ausencia de otro de esos baezanos que tanto y tanto dieron para lograr que nuestras tradiciones renaciesen y se hicieran fuertes en los corazones de los más jóvenes. Así, nació, entre 1957 y 1958, la Hermandad de La Borriquilla de Baeza para que los niños tuviesen un lugar propio en la Semana Mayor y fuesen creciendo en la fe y la veneración secular de sus mayores.

“Echaremos de menos su buena humanidad”
Mal finalizábamos el ya pasado año, con la muerte de uno de los pilares humanos de nuestra Semana Mayor, Miguel Tallada, cuando iniciamos 2012 con la ausencia de otro de esos baezanos que tanto y tanto dieron para lograr que nuestras tradiciones renaciesen y se hicieran fuertes en los corazones de los más jóvenes. Así, nació, entre 1957 y 1958, la Hermandad de La Borriquilla de Baeza para que los niños tuviesen un lugar propio en la Semana Mayor y fuesen creciendo en la fe y la veneración secular de sus mayores.
Para los baezanos que amamos nuestras tradiciones piadosas siempre ha habido y habrá un nombre inseparablemente unido a la Cofradía de Jesús en su Entrada en Jerusalén y María Santísima de la Esperanza y Caridad: Rodrigo Checa Lechuga, “Rodri”. Él ha sido el alma y, muchas veces, hasta el cuerpo de esta hermandad que debe a su generoso esfuerzo y dedicación el haberse convertido en referente para la juventud y, con tesón, esfuerzo generoso y dedicación, en una hermandad con personalidad y carácter propios. Le echaremos mucho de menos no solo por su buen hacer cofrade y por su humildad, sino también por su enorme humanidad llena de buenos consejos, de apoyo y de comprensión.
Otro gran dinosaurio de la manada cofrade se nos eleva y acerca a Dios, llevará camino del cielo las riendas de un borriquillo al que guiará con sabiduría y gran corazón como lo hizo en esta tierra jaenera y andaluza que ahora abandona, pero en la que siempre quedará su recuerdo imborrable. Gracias, Rodri, por tu aprecio y cariño. Ya sé que este próximo Domingo de Ramos no nos podremos saludar, no podré darte la felicitación de costumbre por la magnífica estación de penitencia de tu hermandad, pero te la enviaré, igualmente, en forma de plegaria cuando vea por primera vez el rostro sereno y misericordioso del Señor a lomos de su Borriquilla. Desde “El Capirote” nos unimos al dolor de la familia y al del mundo cofrade baezano y rogamos una oración por el eterno descanso de su alma.
Por Damián Cruz, presidente de “El Capirote”. Alfonso Fernández Consuegra de La Carolina
“Si hoy soy lo que soy es gracias a ti”
En este mes de enero se cumplen cuatro años del fatal desenlace de tu vida en un maldito accidente de tráfico que nunca debió suceder. Pero la vida es así de dura y, en bastantes ocasiones, acaba con la alegría y el futuro de personas tan valiosas como tú para la sociedad en general. Mi mente todavía no ha asimilado tu ausencia porque éramos tal para cual, tomando las mejores decisiones que creíamos convenientes tanto para nosotros como para el resto de la familia. Ahora más que nunca queda patente aquello de ¡qué rápido pasa el tiempo! Y es que, a pesar del valor que le echamos a la vida, con objeto de honrar tu memoria, es imposible no pensar en ti en el día a día cotidiano. La vida y el compromiso de Alfonso Fernández siempre estuvieron volcados hacia su familia.
Era una persona muy querida por todos y un apasionado de amor con ella. Prácticamente de la nada, y con solo algunos conocimientos básicos adquiridos en la escuela nocturna a la que fue tras finalizar la tarea laboral de cada jornada, logró hacerse maestro de obras. Poco a poco, y con un sacrificio constante, supo ganarse el cariño y la confianza de toda la gente que le confió algún trabajo de albañilería, en un principio, y, después, al adquirir alguno de los pisos edificados en varios bloques de viviendas en su La Carolina natal.
Servicial como nadie, legal y honrado en todos los aspectos de la vida, Alfonso fue una persona entrañable y muy querida en la capital de las Nuevas Poblaciones. Su entrega al trabajo durante más de cuarenta años de trayectoria profesional así lo avala. Y es que en él todo era bondad y alegría, siempre dentro de un ambiente muy discreto y, a veces, lleno de ciertos temores personales que nunca exteriorizó y siempre guardó para él. Tuve el honor de compartir con él los mejores momentos de mi juventud. Se convirtió en obligado consejero de mis decisiones, y fue mucho más que “amor de hijo” lo que sentí por él. Sabedor de mi pasión y mi devoción por imágenes tan populares y jiennenses como El Abuelo o La Morenita, muy frecuentemente sacaba tiempo de donde fuese para llevarme al Santuario de Andújar o a la Catedral de Jaén y, así, contentarme, sintiéndose a la vez feliz de poder agradecer personalmente tanto a Dios como a la Virgen el haberle concedido a su matrimonio con Josefa y la suerte de poder contar en la vida con la ayuda de sus dos hijos, Silverio y Adriana.
Y es que Alfonso siempre se aplicó, a rajatabla, que de bien nacido es ser agradecido. No puedo decirte adiós, Alfonso, porque siempre se recordará tu sonrisa ante las vicisitudes, tu forma de afrontar los problemas sin un mal gesto, el esmero que tenías a la hora de organizar comidas familiares o jornadas de convivencia en el campo, junto a un par de matrimonios amigos, mientras los pequeños jugábamos al balón. Si hoy soy lo que soy es gracias a ti. Te fuiste de esta vida sin ni siquiera tener tiempo para decir adiós. Un maldito accidente de tráfico dejó roto el corazón de toda tu familia. Pero sigo sintiéndome muy orgulloso de ti porque, casi sin darte cuenta, dejaste sembrada en tu casa y en tus dos hijos la semilla necesaria para afrontar la vida con la seguridad, la felicidad y la amabilidad con la que tú la afrontaste siempre. Ahora, estoy seguro de que descansas en paz en el reino de los cielos porque Dios es justo. Por eso, aunque estés ausente, siempre estarás entre nosotros. Por eso, estoy muy orgulloso de mi padre, don Alfonso Fernández Consuegra.
Por tu hijo, Silverio Fernández.Antonia Bergillos Moreno de Villlargordo
“Abuela, allá donde estés”
Hace ya diez años que nos despedimos de ti. Aquel año 2002 vimos contigo la última cabalgata de reyes y una de las más divertidas. Quién nos diría que, en poco más de veinticuatro horas, nos despediríamos de ti con un simple hasta pronto porque, aunque te marcharas de nuestro lado, te sentimos cerca. Te recordamos gracias a tu carácter, alegre y simpática.
Han sido muchas las tardes que pasamos junto a ti en la pequeña habitación de la entrada, en la que pasabas casi todo el día. Era nuestra segunda casa. A diario pasábamos a despedirnos antes de ir a clase. Esperábamos impacientes toda la mañana para salir corriendo a casa de “mamá Antonia”. Una broma tras otra, animaban aquellas tardes de verano sentados en la puerta de la calle.
Tuviste la suerte de dejarnos con cinco mujeres estupendas, nuestras madres, las que, cuando te marchaste, perdieron un pedacito de vida. Pero, a día de hoy, guardan en su memoria todas las vivencias y anécdotas que les proporcionaste a lo largo de toda tu vida.
Ya somos nueve nietos, seis de nosotros tuvimos el placer de compartir tus hazañas y anécdotas. Contamos melancólicos a los más pequeños tu forma de ser y de afrontar la vida. Una de las cosas que nos ha hecho dirigirnos a ti ha sido la mayor alegría que hemos tenido, la llegada hace unos días de nuestro primo Sergio, al que te hubiese gustado mucho conocer. Por fortuna, aún seguimos conservando a otra maravilla, nuestro abuelo “papá Lolo”. Aunque tu presencia se eche en falta, pasamos muy buenos ratos en su compañía. Siempre recordaremos esa risa que adornaba tu cara y que cada día nos ayuda a seguir adelante. ¡Te queremos, mamá!
Por tus nietos.Ramón Ibáñez Martínez de Jaén
“Un fiel seguidor del Real Jaén y un hombre honesto”
Se ha marchado Ramón Ibáñez Martínez, un gran aficionado al Real Jaén, el club de sus amores, pero, ante todo, un gran amigo.
Yo lo conocí hace muchos años. Nos veíamos en el estadio y nos saludábamos, al igual que con otras muchas personas que van al fútbol. Eran los años ochenta. En aquella época, yo era secretario de la Peña Deportiva del Real Jaén y en una de las asambleas entró a formar parte de la directiva. En aquel entonces, el presidente era Alfonso Martínez Campos. Compartimos mucho tiempo de seguimiento al equipo. Organizábamos los viajes deportivos y culturales.
Era una persona muy amable con la gente. Tenía una gran facilidad para las relaciones humanas y estuvo muy cercano al mundo de fútbol. Siempre estaba dispuesto para hablar con los equipos y medios de comunicación.
Nuestra relación se fue estrechando. El presidente nos mandaba a los dos a hacer las gestiones. La peña nos unió. Hacíamos nuestros viajes juntos.
Era un hombre bueno, aunque si tenía que sacar el genio, no lo dudaba. Una de sus características fue que era muy meticuloso con las cuentas. Siempre iba al céntimo. Trataba de que cuadrase todo. Estaba pendiente de que los pagos de la cuota fuesen puntuales.
Fuera de la peña, algún que otro domingo, nos juntábamos en mi casa en el campo e, incluso, estuve en la boda de su hija. Después, él se fue a vivir a Pozuela.
Se ha ido una gran persona y un gran aficionado al Real Jaén.
Por Antonio Ortega Márquez.ANGELA LÓPEZ SANTOYO de Los Pascuales (La Puerta de Segura)
Fue un ejemplo de sabiduría y de saber estar
Todavía recuerdo verla andando por la carretera con ese paso avispado. Y es que para Ángela López Santoyo pasear era su pasatiempo favorito. Lo hacía a menudo desde Los Pascuales hasta el Puente y, cuando llegaba a este punto, daba la vuelta y recorría los cuatro kilómetros de distancia que había hasta Los Pascuales. Y, así, con esta rutina, un día tras otro, sin cansarse ni preocuparse por su edad, pero, ¿de qué se iba a preocupar esta mujer? Ella nos decía: “Pues si a mí no me duele ‘na’, si yo estoy bien”. Así era esta mujer, incansable y buena.
Ángela López Santoyo nos dejó el pasado mes de diciembre a los 96 años. Sus seis hijos, quince nietos y diez biznietos son el legado que nos dio esta gran mujer. Siempre se caracterizó por tener una salud de hierro, algo que le falló en los últimos meses de vida, etapa en la que no se acordaba de los familiares que estaban a su lado. Sin embargo, hasta Dios tuvo piedad con ella en eso, ya que, hace un par de años, falleció uno de sus hijos, Ángel. Era el más pequeños de sus descendientes, pero su demencia logró que no sufriera como lo hizo, hace ya bastantes años con Elías, otro de sus hijos que murió a muy temprana edad.
Todos los que hemos conocido bien a Ángela López Santoyo podemos decir que esta mujer ha representado un ejemplo de sabiduría, saber estar, bondad, generosidad y atención hacia los demás. Recuerdo la época en la que aún no estaba enferma. Entonces, daba gusto conversar con ella. Siempre daba la impresión de que era un libro abierto, pero no un libro cualquiera, sino uno de los que dan ganas de leer del “tirón”. Era una de esas personas de las que tienen un don para la conversación. Entre otros, te hablaba de las dificultades de la vida en tiempos pasados, de las calamidades que tenían que pasar las familias para sacar a los hijos adelante y siempre reseñaba lo cómodos que estamos ahora con todo mecanizado. También insistía en lo mucho que cuesta la mano de obra y de lo poco que se valoraba antes.
Son noventa y seis primaveras que se apagaron, pero que empezarán a brillar en el firmamento, noventa y seis años dando cariño y dejando una huella imborrable en todos los que la conocimos y que, sobre todo, la quisimos.
Ahora ese caminar inagotable descansa junto a su marido Pedro y muy cerca de sus dos hijos, Elías y Ángel. Los cuatro se encuentran solo unos metros de distancia, pero con toda seguridad, que tienen los corazones muy unidos.
A estas alturas, te podríamos decir mil cosas, pero me quedaré con una: te echaremos mucho de menos. Tu ausencia será insustituible. De la misma manera, quiero que sepas una cosa. Tus hijos estaban muy arropados por sus amigos el día de tu entierro, por lo que puedes estar tranquila. Hay personas que los quieren y que los cuidarán.
Por otro lado, somos conscientes de que tus nietos ya no te podrán abrazar más y, aunque eso es triste, también sabemos que se llevan tus besos. De la misma manera, tus biznietos miran al cielo con el objetivo de ver a su súperabuela Ángela, una señora a la que recordaremos siempre.
Por Joaquín Castillo.María Joaquina Medina Moreno de Jaén
“Tenía una bondad tan ancha y tan alta”
Mi abuela tenía la bondad tan ancha y tan larga que no se gasta.
¿Cuántas risas? ¿Cuánto llanto?/
¿Cuántas ilusiones? ¿Cuánto encanto?/
¿Cuántas tristezas? ¿Cuánto dolor?/
¿Cuánto olvido? ¿Cuánto perdón?/
¿Cuántas noches en vela?/
¿Cuántos días anhelando despertar?/
¿Cuánta entrega?/
¿Cuánto trabajar?/
¿Cuántos besos recibidos?/
¿Cuántas caricias regaladas?/
¿Cuántas preguntas a tu almohada?/
¿Cuántos suspiros perdidos?/
¿Cuánto amor traducido en abrazos?/
¿Cuántos hemos seguido tus pasos?/
¿Cuántos momentos vividos?/
¿Cuántos?, mi abuelita.
A través de la vida has sido bebé,/
has sido niña, has tenido riñas,/
has sido inquieta, tal vez un poco coqueta,/
has sido princesa de quince años./
Has recibido regaños,/
te has hecho mujer, te has vuelto señora,/
has sido madre, de esas que añoran/
ver a sus hijos triunfar./
A través de la vida has coleccionado calendarios,/
muchos octubres has visto,/
tus ojos has bañado/
con las lágrimas que producen los recuerdos./
Te has convertido en abuela,/
de la vida como maestra de escuela,/
de mi corazón, refugio para ese amor de segunda mamá./
Y a través de la vida, por muy larga que fuera,/
no me alcanzaría para decirte todo que te quiero,/
mi ejemplo de mujer, mi querida abuela./
Gracias, abuela, por todos los valores humanos y sobrehumanos que tienes, porque sigues con nosotros. Te queremos. Tus nietos Pedro Víctor y Fátima y tu hija Loli.
Por Fátima Estepa Rodríguez.