Hasta siempre

SERAFÍN HINOJOSA JIMÉNEZ de Alcalá la Real
“Luchaste por los más débiles y por la democracia”

En el último acto público celebrado en Jaén, por el mes de julio, Serafín, te echamos de menos. No acudiste a la cita y tú siempre respondías porque eras un hombre de palabra, como les enseñaron nuestros abuelos a nuestros padres. Contemplé tu asiento vacío y lo llené con tantos recuerdos que habíamos compartidos en estos últimos años. Siempre te relacionaba con esas familias tan numerosas y humildes del barrio de San Juan, entorno a las calles Oteros, Real y Ancha. Me entusiasmaba tu capacidad de esfuerzo porque, desde casi niño, fuiste subiendo peldaños en tu profesión: de campesino a trabajador de la empresa Condepols en sus inicios, pasando por el duro mundo de la emigración.

    30 oct 2011 / 11:14 H.

    Me entusiasmaba tu compañerismo a la hora de defender la noble causa del mundo laboral. Siempre recordaré que fuiste uno de aquellos luchadores anónimos que dieron el primer paso en cooperar para que adviniera la democracia en nuestro pueblo. Me quedaron imágenes tuyas valientes de los primeros pasos de luchar por los más débiles, en fortificarte con una ideología que tenía siempre una opción por los excluidos y más desfavorecidos y con tu constancia en mantener unos principios basados en la defensa de los trabajadores en las duras y maduras.
    Aquel asiento vacío me llevó también al homenaje que te debemos por tu disposición siempre en fortalecer, desde abajo, la democracia. Lo transmitiste a tu familia numerosa y a tus hijos —Antonio, Serafín, Carlos, Ramón, María, Pastora y Sonia—, a los que siempre les inculcaste la pasión por ejercer los deberes ciudadanos y la participación en la vida social. Eso sin olvidar que te desviviste por ellos, vaciándote en todo tipo de trabajos para que unos adquirieran los estudios que los integraran en la vida y otros se capacitaran para afrontar las adversidades de la vida con su honrado trabajo. Fuiste fiel a tu esposa, que compartió contigo muchos años de su enfermedad y te dio el adiós del amor perenne. Muestra de tu generosidad fue tu amor por tu nieto Jonathan, al que siempre integraste en tu casa como un hijo más, paliando la ausencia originada por la emigración de sus padres.
    Ya no te veré en sociedad con tus amigos, rebajando las baldosas del parque municipal, ni defendiendo tus ideales en el Senado junto al Compás de la Música. Ya no te veré más haciendo el servicio del buen militante que trabaja por la sociedad de la igualdad en lo que hoy en día se llama “puerta a puerta”, y tú la ejercías, no solo en los comicios, sino en todos los momentos del día.
    Probablemente, les ganes la partida del mus y la brisca a tus antiguos compañeros que te precedieron en el turno de la otra vida. Estoy seguro de que tu inteligencia autodidacta y tu perseverancia siempre te ayudarán a afrontar tu nueva etapa, porque siempre tuviste en tus manos el carné de la cordialidad y de la persuasión a favor de los más débiles. Espero que se te recompensen toda tu dedicación total por tu familia, tu resistencia dulce ante los difíciles momentos del final de tu enfermedad y tus servicios y voluntariedad por los ideales que siempre luchaste.
    Cuando, el 20 de noviembre, acuda a las urnas, te echaré de menos, Serafín Hinojosa, y mi papeleta tendrá la fuerza de tu último voto, que estuvo envuelto en el amor de llenar con la rosa las urnas a pesar de verse transido por una cruel enfermedad que te llevó y no respetó tus ansias de vivir.
    Por Francisco Martín.

    Antonio Peragón Rincón de Jaén
    Siempre estarás en mi corazón

    Aunque hayan pasado tres meses ya desde que nos dejaste, todavía sigo percibiendo tu presencia. Aún no me he hecho a la idea de tu marcha. Parece como si cada día fuese a tropezarme contigo en un “¡buenos días chiquitín!”, como solía decirte cuando nos cruzábamos muy temprano al entrar al trabajo, o cuando subía a la cuarta planta a cualquier cosa y ahí estabas tú, siempre sonriente, alegre, como tú eras.
    Todavía me pregunto cómo ha podido ocurrir esto y por qué ha tenido que pasarle a un ser maravilloso como tú. No sabes cómo te echo de menos, pues estábamos unidos por varias cosas que ocurrían a nuestro alrededor. Formabas parte de los cinco magníficos, tentando a la suerte todas la semanas para ver si podíamos coger un pellizquillo aunque fuese pequeño, que luego, por Navidad, lo empleábamos en juntarnos y pasar un rato divertido contándonos nuestras cosillas…   
    Y cómo no, formabas parte también de esa gran familia que es nuestra querida asociación y que, por cierto, desde el cielo, habrás visto la celebración de esos 25 años que llevamos juntos. Nos reunimos todos los que la formamos el pasado sábado día 1 y te echamos tanto de menos  esa noche. Cómo habrías disfrutado con tantas y tantas personas a las que querías y que te querían. Porque puedo asegurarte que nos acordamos mucho de ti ese día y todos los días que van pasando con tu ausencia. Sabes que quise que formases parte de la actual junta directiva y me dijiste: “Más adelante estaré encantado de hacerlo, pues el tiempo de que dispongo lo dedico a las niñas y, hasta que no sean un poco más mayores, no podré tener un poco de más disponibilidad”. Cómo me hubiera gustado haber contado contigo… Poco después, Dios te ha llamado para que, en el cielo, junto a todas las personas buenas que ahí hay, formes tu particular junta directiva y organices muchas actividades para todos ellos.
    Antonio, tu marcha ha sido muy prematura, sin apenas dejarte tiempo para realizar tus proyectos, que seguro los tenías, pero ninguno sabemos lo que el destino nos deparará. Aun así, sabemos que desde ahora tienes una estrella que brilla con luz propia en el firmamento. Sabemos que ahí, en el cielo, faltaba una persona como tú, buena, trabajadora, amigo de tus amigos, buen padre, buen hijo y buen esposo. Estoy seguro de que desde ahí arriba nos ayudarás y, sobre todo a tu familia, a caminar y a no olvidarte.
    El mejor homenaje que pudiéramos hacer a la persona con la que hemos compartido con su sola presencia los mejores momentos vividos en cualquier actividad que hayas participado y que tú nos hayas regalado desinteresadamente es que, por medio de estas palabras, sigamos acordándonos de ti para que sigas muy vivo en nuestra memoria y sean bienvenidas todas y cada una de las palabras que se vienen contando sobre tu persona.
    Puedo asegurarte que, de ahora en adelante, la asociación no será igual sin ti y estará un poco huérfana sin tu presencia. Todos te queremos y siempre permanecerás en nuestros recuerdos y en nuestros corazones y estoy seguro de que nunca te olvidaremos. Recibe un beso y un hasta que nos volvamos a ver, querido amigo.
    Por José Rincón Lendínez, presidente de la Asociación de Funcionarios de la Seguridad Social.

    Antonio Gañán León de Villanueva de Córdoba
    “Se sintió muy atraído por la música”

    Nacido en Villanueva de Córdoba en 1932, la infancia y la juventud de Antonio Gañán no fueron fáciles con una Guerra Civil y una posguerra en una España rota y llena de miseria. En su pueblo natal, aprendió lo básico en aquellas escuelas de maestros singulares y, muy pronto, se enroló en la banda de música, que despertó su interés por la música. Allí aprendió a tocar el clarinete y el saxofón y se convertirán en una afición que le acompañará toda su vida.
    Como tantos andaluces, al final de la década de los sesenta, emigró a Madrid en busca de trabajo y lo encontró en la banca. En 1961, se casó con María Migallón, natural de Áñora. Fruto de esta unión nacieron tres hijos, Pepa, Antonio y Curro. Antonio conoció a tres nietos, Almudena, Raquel y Antonio.
    En Madrid, alternó su trabajo profesional  en la banca con la música, y formó parte de varios grupos musicales que ponían alegría en la capital. La ópera flamenca estaba en su apogeo y Antonio tocó en las orquestas de Antonio Molina y Antonio Machín. También hizo una gira con el Bombero Torero.
    Él quería estar cerca de su pueblo y el banco le dio la oportunidad de venir a Andalucía, a Lucena o a Andújar. Se decantó por Andújar por estar más cerca de su Villanueva natal, a cuya romería de la Virgen de Luna siempre asistía. Es el año de 1981. Con el maestro Enrique Moya se hizo de la banda municipal de Andújar, banda en la que estuvo hasta 1998. Una de sus anécdotas, como músico, es la de cuando estaba tocando en la banda de Pozoblanco y presenció la cogida de Paquirri, el 24 de septiembre de 1984.
     A Antonio Gañán lo califican sus vecinos de la Barriada de la Virgen de la Cabeza, como un hombre entrañable. Sus aficiones eran la música —los pasodobles y la copla— la sierra, el campo, sobre todo el de Los Pedroches; gustaba mucho de leer, su prensa diaria, y libros de política, historia y biografías.
    Por Juan Vicente Córcoles.

    Pedro Prieto Serrano  de Valdepeñas de Jaén
    Esa luz cegadora
    Esa luz cegadora que envolvía tus sienes plateadas/ y nimbaba tu cabeza de patricio romano,/ portando una aureola mística e inmaculada/ que elevaba tu maltrecha figura y casi la hacía levitar…
    Esa luz cegadora que se apoderaba de tu mente/ y te hacía presagiar un paraíso infinito de bondades,/ similar al que en tierra la Santa abulense y San Juan/ de la Cruz pudieron, felices y absortos, disfrutar de la divinidad…
    Esa luz cegadora, prístina y blanca que a todos nos conmovía/cuando tú, querido Pedro, pintabas tus pájaros y flores,/ evocadores de ese cielo de primavera, tan real en tu mente,/ y nos impresionaba sin temor, dejándonos un aire silente…
    Y ahora nos sentimos heridos por tu silencio,/ desiertos sin el aleteo de tu sombra blanca junto a la puerta, un poco huérfanos de ti y de tu amada Rosario, que siempre marcaba/ la hora del final de los óleos, acuarelas y pinceles. /Y esa luz cegadora, incomprendida por misteriosa,/ se ha enredado en tu alma y aliento,/ y, cual plumas de tus pájaros, te ha elevado hasta las nubes/ convirtiéndote en alba impulsada por el viento.
    Te recordamos, Pedro, como un meteoro herido,/ perfumado de belleza y de verdad, como el marido/ generoso y cautivo de Rosario, como el padre y abuelo/ que ha destilado amor a raudales,/ como el muy entrañable y querido compañero.
    Por Mercedes Moreno Berrios.

    Te echamos de menos
    “…Si nada nos salva de la muerte, al menos que el amor nos salve de la vida…”, Pablo Neruda

    Hemos empezado un nuevo curso de pintura y  echado de menos  tu  presencia. Hace tres meses te marchaste al encuentro, de lo que tú muchas veces nos contabas y del que no sentías miedo, aunque te emocionabas. Tus experiencias y tus vivencias eran tan elocuentes que nos sobrecogían a todos. Fueron varias las veces que estuviste cerca del más allá, de ese túnel con una luz que te cegaba, pero que te transmitía una paz infinita.
    A pesar de ello, has dejado un vacío aquí, en tu familia y en tus amigos. No solo recordamos los días, sino los momentos pasados. Recuerdo las tertulias en el café antes de entrar al taller. Hablábamos de todo, de Velázquez, Murillo y los grandes maestros de la pintura, a los que muchas veces has copiado imprimiéndoles tu personalidad. Quiero mencionar el cuadro que hiciste de la “Inmaculada” y que, durante las largas noches de tu postración en la cama, te daba aliento y vigilaba. Seguro que en el taller del cielo tendrás los mejores modelos para tus cuadros. Son varias las veces que pintaste tu querido “Cristo de Chircales”. Recuerdo cuando dialogamos sobre el significado de la “Exaltación de la Eucaristía”, versión preciosa que realizaste y de la que nosotros intentamos dar explicación a su significado.
    A pesar de tus limitaciones nunca fallabas. Rosario, tu querida esposa, te acompañaba fiel todos los días, ya que la pintura, para ti, era muy importante y te permitía salir de la rutina de la casa y te ayudaba a seguir luchando con ilusión, hasta que  un día no pudiste más, porque la enfermedad se agravó e imposibilitó tu presencia.
    Poco a poco, fuiste perdiendo el contacto con la realidad y caíste en un estado de dependencia total en el que tu familia, con resignación y amor, han sabido llevar. Ellos lo intentan, pero no pueden llenar el vacío que has dejado y seguro que en sus corazones te tendrán siempre presente. Recuerdo la complicidad que tenías con tu nieta Celia, que, con su alegría y predisposición, te hacía vivir unos de los mejores momentos de tu vida.
    Desde aquí quiero hacer llegar a tu familia un mensaje de esperanza en nombre de todos los compañeros: “No hay que llorar la muerte, es mejor celebrar la vida. Después de todo, la muerte es solo un síntoma de que hubo vida”.

    Por Antonio Rodríguez Serrano.



    Pedro Martos Mellado “Periquillo” de Jaén
    “No hay día que pase sin acordarnos de ti”

    Papá, Pedro. Mañana se cumplirá un año desde que faltas de nuestro lado, pero no de nuestro corazón. No hay día que no pase sin acordarnos de ti, de aquellos tiempos tan difíciles, con tantos hijos, porque éramos diez hermanos, pero, con muchas fatigas, nos sacaste adelante.
    Siempre nos acordaremos de aquellos paseos que dabas por la cuesta de La Alcantarilla para, luego, pasearte por la plaza de abastos y buscarnos y saludarnos con esa alegría que te daba cuando nos veías. Y les decías a tus amigos: “Estos son mis hijos, nietos, biznietos y, por qué no, tataranietos. Vaya qué cuatro generaciones has dejado.
    Bueno, con tus 94 años, ya pesaba un poco y, por eso, Dios te llevó junto a tu mujer, mamá Luisa, que se fue muy joven —con 62 años— y tus tres hijos: Trini, Choni y Pedro. Allá donde estéis, siempre estaréis en nuestros corazones. Os queremos.
    Por Pepi Martos.