Hasta siempre

“Una carta para José Cantero Rueda”

Querido Pepe: Esta carta la tendría que escribir un poeta porque tú, para nosotros eres una poesía, pero te la escribimos nosotros desde lo más profundo del corazón.

    15 mar 2009 / 11:00 H.

    En los próximos días queremos felicitarte porque celebras tu cumpleaños y, también, tu santo, así como el Día del Padre, ese gran padre que siempre fuiste. Un gran hombre que una triste tarde de otoño se marchó y nos dejó llenos de amor, porque ¡cuánto amor nos dejaste gran hombre! Hombre fuerte donde los haya, generosos, bondadoso y cariñoso, que nos dejó con el recuerdo de un ayer, el dolor de hoy y la esperanza de un mañana, esperanza de volver a estar juntos otra vez, aunque para nosotros jamás te has ido de nuestro corazón.
    Si alguna vez se nos escapa una lágrima no lo tomes como tal, tómalo como una perla para tu corona, porque tú eres nuestro rey. Que sea este nuestro pequeño homenaje para ti, aunque, a la vez también para nosotros, porque no sabes cuánto nos gusta hablar de ti, de ese gran hombre al que la vida le ha sido un poco ingrata y al que le quedaban muchas cosas por hacer, como la de ejercer de abuelo, el abuelo perfecto de ese niño que apenas llegaste a conocer.
    Pero ahí estabas tú, afrontando todo sin llegar a quejarte. ¡Ojalá que esta carta llegue, de alguna manera, a ti, allá donde te encuentres y con ella sepas cuánto te queremos y te añoramos!
    Por tu familia de Jaén

    Jesús, amigo

    Cuesta tanto creerlo que te hayas ido, que aún no he sabido reaccionar, si es que se puede reaccionar de alguna forma a tan duro golpe. Me dicen que tenías asumida tu partida y yo tan ajeno a tu dolor y al de tu familia. Abrazaré a Luisa con el mismo cariño de siempre, con el cariño que siempre me demostrásteis, sin más interés que el que da el calor de la amistad. Abrazaré a Luisa recordándote sonriendo, como siempre sonreías. Estas cosas duelen Jesús. Recién llegado de Granada te encontré en aquel hogar en forma de pub en el que, como una buena familia, nos reuníamos cada noche. Y cuando digo cada noche no quiero decir alguna noche que otra, no. Cada noche es cada noche. Una tras otra, allí siempre, el Alfil, el descanso del guerrero tras el curro. Y nadie repite tanto un sitio si es que no encuentra algo allí. Qué grandes recuerdos tengo de aquella época, qué grandes amistades y qué grandes historias se fraguaron entre copas. Cuántos “granaínos malafollás” nos hemos dejado seducir de esta gente de Jaén. Mírame Jesús, aquí hecho un jiennense más, veintidós años después de conocerte, casado y con dos aceitunas de doce y ocho años. Yo que venía para un mes más o menos. Cuánto hemos reído recordando aquello. Pero te voy a decir una cosa: Seguro que recuerdas cuando me invitaste a ir a pasar un fin de semana a Marbella, donde habías alquilado un apartamento. Debía ser verano del 87, la Luna (la casa de verano que teníamos, eh), y tú ya te ibas con Luisa y las niñas (Estrella y Marta) para la playa. Os empeñásteis que fuese a pasar el fin de semana con vosotros, y yo, que tenía el Dyane 6 en la puerta, y que no necesito mucho para calentarme, pues allí me planté. Te aseguro que hubo gente que se extrañó y que me dijo que porqué me pegué la paliza de ir hasta allí, a pasar un fin de semana con unos casados con sus hijas pequeñas. Es fácil, muy fácil. Siempre me sentí a gusto con vosotros, aquel fin de semana fue tan sencillo como eso, como si fuese uno más. Tan simple como eso. La amistad debe ser así y tú siempre lo tuviste claro.
    Y qué me dices de aquellas partidas de póker hasta el amanecer. Qué buenos ratos joder, y eso que casi siempre perdía. Yo creo que de alguna de esas noche nació la frase esa de: “No hay nada como jugar al póker y perder”. Son muchos recuerdos buenos, que ya están en mi disco duro para siempre. Imborrables. Ahora nos vamos a juntar un día todos de nuevo para recordarte. Será un día bonito, como los de antes. Un día lleno de amigos y copas. Y tú estarás con nosotros. Sonriendo como siempre.
    Por Fernando Romacho
    de Jaén

    Jesús zafra álvarez de Jaén

    Que te quiten lo “bailao”
    Ahora nos dejas el recuerdo, el recuerdo de tantas noches de copas y tertulias, de tantos lugares soñados que compartíamos apoyados en la barra del Alfil, cuántos mundos arreglados entre copa y copa, entre canción y canción. Jesús Zafra, nos has dejado, te has ido para siempre. Nuestro amigo Jesús Zafra, tú que peleaste hasta el último segundo de tu vida, tenías proyectos para los próximos días, para los próximos meses y años, no te rendiste ni un momento, siempre fuiste un luchador. Ahora nos dejas el recuerdo de un Jesús en el mítico Alfil, como si fueras Humphey Bogart, en el Rick´s Café, rodeado de humo, amigos y complicidad. En blanco y negro, porque los años del Alfil, los recuerdo en blanco y negro, como los grandes clásicos del cine y la fotografía, porque cosas como amistad, alegría, cariño o amor no tienen colores, son en blanco y negro. Jesús, has sido un amigo de muchos de los que frecuentábamos tu casa, y muy especialmente para mí, has sido mi hermano, porque me siento de tu familia; para toda la vida.
    No hace mucho que nos reunimos un grupo de amigos a los que nos unía haber sido trabajadores de Diario JAEN, ¿te acuerdas?, fue una comida entrañable para recordar los viejos tiempos, y por supuesto, no podías faltar, Jesús. Tú no trabajaste en el periódico pero fuiste uno de nosotros, fuiste uno más de nuestras noches, siempre serás uno más de nosotros. Cuántos recuerdos, todos los días, tras hacer el periódico, nos reuníamos noche tras noche y siempre allí,  Jesús Zafra, para hacernos olvidar lo malo del día y empezar lo bueno de la noche. Creaste un saber hacer, un estilo propio de cómo tratar con amigos, ahora que no estás, no podemos salir por los pubs de moda sin encontrar mucho de lo que nos dejaste, en el decorado, en la música, en el trato con los demás, muchos de los que hoy dirigen la noche, aprendieron de ti. Jesús, sabes que nos has dejado muchas cosas para recordarte, pero además nos has dejado el corazón tocado para siempre a todos los que tuvimos la suerte de ser tus amigos.
    Cuántas noches de fresquito nos regalaste con tu Luna, con esa Luna de donde uno no se podía escapar hasta ya bien entrada la madrugada, o el día en muchos casos, después de soñar despiertos en las largas noches de verano. También allí se iba en busca de sueños, de noches en vela haciendo amistad, haciendo recuerdos para hoy.
    Después, quisiste contemplar el mar y empezar una búsqueda de la vida, de ti mismo, que te llevaría a viajar y a no conformarte con ver pasar la vida delate de ti, sin que intentaras atraparla con tus manos y saborearla muy intensamente, a grandes sorbos, de los que dan hipo, de los que a ti te gustaban.
    Querías ver cómo era el mundo y después de visitar algún que otro lugar, te enamoraste de Tailandia, donde te quedaste una buena temporada como un tailandés más. Luego te hiciste “hippie” a los cincuenta, para recorrer España con un mercadillo medieval vendiendo la plata que comprabas en México. Así eras feliz, muy feliz, incluso cuando una subida de marea se llevó tu coche en Galicia, tu te reías. Luego, claro, volviste con tu familia, con los tuyos, y Luisa, te esperaba, siempre te esperaba.
    Ya no podremos escaparnos a Granada para ver a Luismi y al “Pollo” tocar con los Apache, como tú querías. Ya no podemos hacer todas las cosas que planeamos hacer juntos, pero no sería justo quejarse, también es verdad que hiciste todo lo que te dio la gana. Y que te quiten lo “bailao”.
    Somos muchos los que te recordamos y son muchos los recuerdos que nos dejas, amigo. Te has ido para siempre, Jesús, y nos has dejado un gran vacío en el corazón, pero tú sabes que mientras te recordemos, estarás vivo entre nosotros.
    ¡Hasta siempre Jesús!
    Por Julián Rojas Ocaña
    Jaén

    Antonio Roldán Sánchez de Jaén

    “Duelo por un joven ejemplar”
    “Vendrá la muerte y tendrá tus ojos”, escribía Cesare Pavese mientras la esperaba. La Parca que se llevó Antonio Roldán, no tuvo ojos para mirar la vitalidad de Nono, el irreparable dolor de su familia, el vacío de sus amigos, la pena de sus profesores. Tenía 18 años e iniciaba estudios de Arquitectura. El curso pasado, en el IES Auringis, obtuvo Matrícula de Honor en Bachillerato y también la hubiera merecido en valores humanos. Sus compañeros lo admiraban no sólo por su inteligencia y entrega en el estudio, también porque estaba siempre dispuesto a ayudarles. Los profesores valoraban al alumno brillante que aunaba autoexigencia con sentido crítico. Murió sin sufrir: se cumplió la utopía de una muerte humanizada aunque dramáticamente inoportuna.
    Lo que cuenta no es que la vida sea corta sino la intensidad y el amor con que se ha vivido cada momento único. ¡Es tan débil la línea que separa la injusta muerte del amor que nos hace vivir con dignidad! Ciertamente la muerte de Antonio rompe la continuidad de las vidas que la sufren. Pero a su hermano Jesús, y a sus amigos de ESO y Bachillerato, tenemos que inculcarles en el duelo el sentido de la continuidad. Hace falta una pedagogía para que desde el instituto, los niños y los jóvenes sepan enfrentarse a la idea del sufrimiento y a la realidad de la muerte. Descubrir la finitud de la existencia forma parte de nuestra vida. Aceptar que nuestros seres próximos mueren, no debe conducirnos a la desesperación sino a valorar lo apasionante que es vivir. ¡Qué poca atención prestan nuestros proyectos curriculares a “educar para la muerte”! Sin embargo, educar para la muerte nos prepara para vivir mejor en el sentido ético de “vivir mejor” que la muerte evoca. Antonio Roldán, Nono, se fue para siempre y, como anunciaba Montaigne al recordar la muerte de La Boétie, vivirá para siempre en la memoria de quienes le conocieron y quisieron. Recordaremos al joven inteligente que fue, y a la persona que buscó la cooperación, la libertad y el amor. Por Gabriel Ureña, director del IES Auringis

    Pepi Cañizares de Jaén

    “Fue una hermana mayor”
    Sólo hace unas semanas que nuestra querida amiga Pepi nos ha dejado, y aunque la herida en nuestros corazones es profunda y difícil de cicatrizar, queremos sobreponernos al dolor para rendirle, con todo nuestro cariño, el homenaje que se merece. Pepi fue una mujer sencilla que dedicó su tiempo a sacar adelante a su familia y que, además, supo compaginar las muchas obligaciones de la vida doméstica con su pasión por el encaje.
    Desde sus primeros escarceos con el mundillo de los bolillos se propuso difundir esta labor, en un momento en el que esta artesanía era, prácticamente, desconocida en Jaén. Realizó un ingente trabajo de recopilación de patrones y modelos que, generosamente, puso a disposición de cualquier persona interesada.
    Cuando decidimos crear esta asociación, ahora hace cinco años, tuvimos muy claro quién tenía que gobernar nuestra nave en la difícil singladura del encaje. Y nunca nos arrepentimos de la elección. Pepi ha sido un modelo a seguir: más que presidenta fue siempre como una hermana mayor, velando constantemente por todas, dispuesta a resolver cuántas dudas nos iban surgiendo y ofreciéndose a escuchar pacientemente nuestros problemas.
    Su simpatía y saber estar hacían que nuestras reuniones fueran didácticas y divertidas a un tiempo; la sencillez y espontaneidad que mostraba en cualquier situación favorecían un ambiente familiar en que el aprendizaje nunca estuvo reñido con el chascarrillo o la broma.
    Su ausencia nos produce un enorme vacío; intentaremos llenarlo siguiendo su ejemplo en lo personal y luchando sin descanso por la idea que nos inculcó siempre con entusiasmo: el fomento y la divulgación del encaje de bolillos con el único fin de que esta preciosa labor no se pierda y siga deleitando por mucho tiempo a todas aquellas personas que aman sin condiciones el arte y la belleza. Será una hermosa manera de mantener siempre vivo su recuerdo. Asociación de Encajeras “Jaén, Mar de Olivos”

    ”A un médico entrañable”

    Se ha ido un gran señor y un hombre bueno... Creo que son las mejores palabras con las que le podría definir. El pasado 24 de febrero, el alma de ese gran médico que fue Manuel Pulgar Ruiz, marchó junto a “Aquel” que él tanto amaba, con el Padre Celestial, que a buen seguro sería día de regocijo allá en el cielo, pues era un ser excepcional.
    Haré una breve semblanza de su persona sobradamente conocida, sobre todo por sus paisanos de su querido Torredelcampo. Tuvo más de cuarenta años dedicados al ejercicio de su profesión, ya que él, con su sabiduría y amor, supo sanar el cuerpo enfermo de todas las personas que atendía, transmitiendo esa necesidad que tiene toda persona que está lacerada por el dolor, de ser escuchada. Tenía esa intuición para llegar a conocer hasta lo más profundo del ser humano y darle consuelo, haciendo mucho más cercana la figura médico–paciente ¡qué elegancia en sus formas y qué exquisitez en su trato!
    Yo he sido su cuidadora durante un mes, por suerte le he conocido, aunque poco tiempo, pero aún así me ha bastado para reconocer en él a un Ángel, que desde su cama de hospital supo llegar a todos con su cariño… Como auxiliar de enfermería llevo varios años desarrollando mi trabajo, pero nunca he conocido a un enfermo con la talla humana de él. Ha dado ejemplo hasta el final y todo lo agradecía con una sonrisa …
    Sé que no le olvidaré, ha dejado en mi corazón una huella indeleble. Me consta que los noventa y cinco años vividos junto a su familia han servido para disfrutar de esa compañía tan enriquecida y compartida por todos ellos. No puedo olvidar en mi recuerdo a su hermosa familia, sus hijos Antonio y Juan, sus hijas políticas María Luisa, María del Carmen y Rosa María y a todos sus nietos tan cariñosos con su abuelo.
    Hago una mención especial a María, su nieta. Iba a diario a ver a su “abue”, como le llamaba cariñosamente.  Esa niña me llegó al corazón con un mensaje en mi teléfono al día siguiente de producirse el fallecimiento, entre otras cosas dijo: “Mañana será un día triste sin veros a ninguno de los dos”. A mí me dejó un nudo en la garganta, que no pude contestar.
    Solo añadir el nombre de su sobrina tan querida por él, Rosa María, en sus visitas fui testigo del cariño entre ambos.
    Y a ti Manuel, en tu vuelo de paloma, allá en el cielo envíanos a esta tierra una lluvia de amor que cale hasta lo más profundo de nuestros corazones y nos empape el alma de la bondad que tú tan bien conocías. Hasta siempre...  Por Demetria Martínez Alcaina
    de Torredelcampo