Hasta Siempre

Se fue un buen hombre: Cristóbal Marchal Puche (Tobalín)

Tobalín nació poco antes del comienzo de la guerra. Sus primeros petardos de Navidad fueron los de la sinrazón de una contienda inútil que marcó sus primeros años. Guerra, posguerra y hambre serían las primeras asignaturas que cursase. Pero Tobalín tuvo suerte. En el sorteo le tocó la “Universidad de la Posada de la Parra” y, como catedrático en este difícil arte que es enseñar a vivir, a un posadero: “Cristobicas”, como a él le gustaba llamarlo.

    11 ene 2009 / 10:45 H.

    El abuelo Cristobicas le enseñó esas materias que hoy tanto echamos de menos en nuestros diseños curriculares: “el bien se hace, no se dice”; “que lo que haga la mano derecha no lo sepa la izquierda”; “ve siempre por la vida con la cabeza bien alta, que no tengas que agacharla ante nadie”; “haz el bien y no mires a quién”, etcétera, fueron las enseñanzas que recibió en su posada y que marcarían toda su vida.
    Creció entre huéspedes, mulas y el cariño de Cristobicas y la abuela Carmen y, llegado el momento, Cristóbal, estudió y opositó a uno de los pilares de su vida, “su” Correos. Enamorado y entregado a su trabajo, desempeñó diferentes cargos postales a lo largo de su vida profesional, terminando como secretario de Correos. No fue funcionario de reconocimientos públicos, de noticias y flashes. Sin embargo, una cosa pueden decir todos los que trabajaron con él: su puerta siempre estaba abierta. Esa puerta a la que llamar cuando había un problema. Cuando el hijo no encontraba trabajo o cuando había que preparar oposiciones.
    Con la edad uno descubre que lo grande no son las instituciones. Que lo que las hace grandes es el trabajo callado de muchos héroes anónimos, de esfuerzos singulares, como el de don Cristóbal. Esos que, por amor a lo bien hecho, se entregan y levantan lo que la estructura, muchas veces, no sería capaz de soportar sin su trabajo, serio, sin más recompensa que el olor a lo bien hecho, a “pan caliente”, a sonrisa, a tantas cosas. Pero, la mayor de la empresas que acometió fue sin duda su familia. Marido y padre ejemplar, se sacrificó junto a su “Cari” para sacar adelante a unos hijos que serían su mayor orgullo. Con el humilde salario de un funcionario dieron estudios a seis hijos, con dificultades, con no pocos apuros: “hay que hacer todo lo que se pueda por ellos”. Y lo hicieron.
    Papá fue un modelo. Desde el primer recuerdo (en sus brazos en la piscina municipal con muy pocos meses), hasta el último (esa sonrisa de la fotografía, prestada con esfuerzo por el dolor pocos días antes de su marcha), uno se ha sentido orgulloso de su “viejo”. Porque, la vida, la mejor de las escuelas, una vez te hace padre te enseña que, si complejo es algún oficio, ese es sin duda el de ser padre. Sin reglas concretas, cambiante, distinto según cada hijo, pero, con una materia común: el amor, el cariño por todas y cada una de sus “cosas”. Y, papá, te puedo decir que en eso has sacado sobresaliente. Con el tiempo te hicimos abuelo y, aunque esta etapa ya llegara con tu enfermedad, tus nietos te han llorado y se han despedido de ti con mucho amor: el que tú les diste.
    Es difícil glosar toda una vida en tan pocas palabras. Una vida sencilla, noble, sin grandes hazañas ni memorias que publicar. Pero si de alguna manera tengo que acabar es con esta: Abuelo, nos has dejado un vacío muy grande. Te recordaremos siempre como ese gran hombre que supo ser como nadie: hijo, amigo, compañero, marido, padre y abuelo.
    Dile a Cristobicas y a la abuela Carmen que te den la mejor habitación en la posada del cielo. La que da al patio, frente a tu Correos. Para que por las mañanas te despierte la luz, el “trajín” de los mozos, los relinchos de las mulas y, cuando abras la ventana, que una bocanada de aire limpio llene esos pulmones hasta arriba. Desde aquí mandaremos mucho aire. Con nuestro afecto, nuestro recuerdo y, nuestras oraciones. Tobalín, Cristóbal, don Cristóbal, Toba, Papá, Abuelo… Gracias y, vete en paz.
    Por tu hijo Nicolás. Jaén


    Rafael Martos Arroyo “el maca” de Jamilena

    Tu bondad y alegría seguirá siempre con nosotros
    Querido tito Rafael, nunca llegué a imaginar que después de tanto tiempo de dejar de escribir en este periódico, lo iba a volver hacer en este espacio, para hablar sobre la triste noticia de tu muerte. Y quiero que estas tristes letras, sirvan como homenaje por todo lo que nos distes, que no fue poco. Rafael “El Maca”, era mucho Rafael. Te has ido para siempre y lo has hecho el Día de los Inocentes, no podía ser otro día, ya que sólo eras tú, un inocente con el corazón más grande del mundo y te has ido dejando entre todos los vecinos de tú pueblo Jamilena, un enorme hueco que será imposible de volver a rellenarlo.
    Un pueblo entero, que se paralizó este día, el de tu muerte y el día siguiente, el de tu funeral, para acompañarte durante todo el tiempo que permaneciste en el tanatorio y para darte el último adiós en el cementerio de tú pueblo. Te recordaremos siempre, por tú bondad, tus buenas obras, tú alegría y esa sonrisa que siempre ofrecías a todo aquel que se cruzaba en tú camino. Has sido un buen esposo y un buen padre, que has sabido llevar siempre por el buen camino a tú esposa María Jesús y a tus hijos Carmen y Rafael, a los que me consta que adorabas.
    Fuiste más que un hermano y sobre todo un fabuloso tío, para todos tus sobrinos en los que por suerte siempre me he contado yo, a pesar de ser esposo de tú sobrina, por todos nosotros te desvelabas y a todos nos querías por igual, como nosotros siempre te hemos querido a tí. ¿Quién puede decir que no te recuerda, en las romerías de la Virgen de la Cabeza, de la que eras fiel devoto, teniendo la gran dicha de servirla como hermano mayor? Romerías, a las que nunca faltaste acompañado siempre de tú familia y amigos, haciendo de las mismas momentos inolvidables.
    De igual modo, queremos recordarte, en las romerías de San Isidro, vestido con traje de gitana, sin parar de cantar y bailar, visitando una a una todas las casetas para animarlos y alegrarles la fiesta. La fiestas de Carnaval, disfrazándote de todo cuanto te quisieron poner, como también te podíamos ver disfrutando en las fiestas patronales en honor de Nuestro Padre Jesús Nazareno, al que siempre has acompañado llevándolo sobre tus hombros como andero en tus años más jóvenes y más tarde, cuando te hiciste un poco mayor, seguías acompañándolo junto a sus andas en todo sus recorridos procesionales por las calles de Jamilena.
    Qué emotiva fue la última procesión de nuestro patrón, el pasado catorce de septiembre, cuando lo acompañabas y tus lágrimas recorrían tus mejillas, pidiéndole que te curara, de esta maldita enfermedad, que al final ha podido contigo. Quién té iba a decir, que era tú última procesión junto a Nuestro Padre Jesús Nazareno.
    Has trabajado sin descanso desde muy joven, en el campo, como mulero y como tractorista, después tuviste que emigrar a la costa brava para trabajar en los hoteles, volviendo a tú pueblo para crear una pequeña empresa familiar dedicada a la manipulación del ajo. Tus últimos años laborales, los dedicaste a trabajar en la empresa de conservación de carreteras, hasta tú jubilación. Todos han sido trabajos duros y cuando estabas disfrutando de tú vida, junto a tú esposa y tus hijos, te vino esa maldita enfermedad, como es el cáncer de colon, la que por cierto tú llevabas con resignación y sufrimiento, haciendo que los demás no sufrieran por tí y que en apenas dos años, te ha llevado de esta tierra para siempre, para llevarte a otra casa más grande, como es la casa de Dios, en la cual a partir de ahora, seguirás, disfrazándote, tocando los platillos para alegrar a todas las personas buenas que como tú, están junto a ÉL.
    No podía olvidarme, de tú última etapa en esta tierra, como es la vivida en el hogar del pensionista. Allí llegaste como a todos los sitios donde has estado, para hacer buenas obras y para alegrarles la vida a tus compañeros pensionistas, participando como miembro de la Junta Rectora del Hogar y últimamente como miembro del Coro, en el que tocabas los platillos.
    Un Hogar que supo agradecerte en vida, tú trabajo y dedicación, rindiéndote un homenaje en las pasadas fiestas de septiembre el cual continúo agradeciéndotelo después de tú muerte con esa corona que con tanto cariño y tristeza te enviaron al tanatorio donde reposaba tú cuerpo, tus compañeros del Coro del Hogar del Pensionista de Jamilena, quienes con lágrimas en los ojos, decían: “Y a partir de ahora quién nos va a alegrar nuestras fiestas y quién va a tocar los platillos”.
    Por todo ello y de parte de todos, el mayor afecto de gratitud por el mucho bien que nos ha hecho, gracias y que sepas que para mí y para toda mi familia, seguirás siempre entre nosotros, ya que seguiremos sintiendo tú alegría y las buenas obras que has dejado por todos los lugares que has ido pasando.
    Tu sobrino Crispín Colmenero Martos.


    Antonio Navarro Mellina de La Puerta de Segura

    El “Tito Antonio”, un emigrante retornado
    Un repentino adiós, nos deja la sensación, amarga de un abrir y cerrar de ojos. Quizás sólo el “Tito Antonio” llegará a comprender, su marcha, tan efímera como preguntona. Los que tuvimos la oportunidad de conocerle, nos queda, aferrarnos a la frase “Año nuevo, vida nueva”, nunca mejor dicho. Antonio Navarro Mellina, deja huérfana la Plaza de la Constitución, lugar sigiloso, plácido y de buenos recuerdos. Hace casi diecisiete años que, junto a su mujer, Juana, me abrieron sus puertas y su sabiduría mundanal, como a tanta gente.
    Nació en Cañada Catena, aldea de Beas de Segura, fraguó su vida en matrimonio, rodeado de su familia y sobrinos, como si fueran sus propios hijos, al no tener descendencia. Después de una docena de años, pasados en Alemania y Valencia, donde trabajó como empleado e incluso como camionero, retornó a sus orígenes, afincándose en La Puerta de Segura, donde le tentó la política y las ganas de cambiar el mundo y fue concejal. Aficionado a la meteorología, nos facilitaba la lluvia cada día en Radio Sierra.
    Un lugar donde acudía para hacernos una visita, que compartía según el día, con Carlos y Pedro en Talleres Carpe, o con la familia en Tejidos La Milagrosa, donde encontraba la complicidad de Juan Vicente, su cuñado. Mañoso en sus ratos libres, nos deja una imagen para el recuerdo, paseándose con su bastón por el pueblo. Cambió el Renault por el Ford, un turismo con el que convivió, en viajes cercanos, con su mujer la “Tita Juana”, testigo de una vida para el recuerdo. “Querido ‘Chacho’, me quedo con tus chistes, y con la sensación de que tocarás el cristal de la ventana para abrirte la puerta”.
    Por Francisco Juan Torres Higueras.

    Primera carta abierta al cronista oficial de Larva, el sacerdote y estudioso Martín Jiménez Cobo

    Amigo Martín: Puesto que estas líneas son para un medio periodístico al que tú fuiste fiel, Diario JAEN, no sólo con tu lectura asidua, sino también con tus colaboraciones, voy a comenzar por citar alguna de ellas. La veintena de colaboraciones que escribiste, sobre tus paseos ecológicos por la Sierra y Campiña de Mancha Real. Matabas de esta forma, como suele decirse, “dos pájaros de un tiro”, o incluso más. Por un lado, dabas a conocer los bellos paisajes del entorno en el que te criaste, por otro, era un divertimento para tu estudio en las largas mañanas de tu sabrosa jubilación como docente. Aunque muy escasamente, decías algo de tu infancia. Tú, tan poco dado a contar intimidades. No obstante, me cabe la alegría, que queda entre nosotros, de haber sido tu confidente tantas, tantas veces. Las decenas de anécdotas y confidencias van a quedar, para otro momento. Ahora, sólo decir unas pinceladas biográficas de tu personalidad y de nuestros encuentros en este, como dice Manuel Urbano “Jaén de nuestros pecados”. Pero antes de seguir, quiero decirte, ya que estamos en el género epistolar, cómo me emocioné el día 2 de enero en la parroquia de tu pueblo que, junto con Cristo Rey de Jaén, era donde tú celebrabas la eucaristía, cuando más de 60 sacerdotes, concelebraban con nuestro obispo en el templo del que, no sólo estudiaste cuanto a su historia y formas arquitectónicas se refiere, y del que, como historiador que eras, publicaste buenas páginas, sino al que amabas como creyente y sacerdote. Todavía ahora me emociono al recordarte y apreciarte como persona comedida, que no criticaba por criticar, que en momentos de la mayor gravedad, no odiaba ni denigraba a nadie, aunque sólo estuviéramos los dos y no hubiera peligro de que trascendieran las confidencias.
    Tal vez no sea yo el más indicado para hablar de tí como sacerdote, pero me llenaba de orgullo cuando me contabas tus lejanos problemas, casi juveniles, cuando se fraguan las personalidades, y la tuya tenía muy pocas dobleces. Por eso a alguno le pareciste algo simple e inofensivo, cuando yo sé, a ciencia cierta, que era, un como querer “estar por encima de las circunstancias”, como buen clásico y cristiano que eras. Más de una vez me hiciste una pregunta, tú no te diste cuenta de la repetición de la pregunta, en momentos diferentes, pero yo sí. —Oye Manolo, tu sabes si Fulanito (aquí el nombre de un cura sin cargo pastoral concreto) celebra la eucaristía y se considera cura? Y yo, como no sabía nada, te lo decía: —Pues no lo sé.
    Deduzco de esta repetida anécdota tu conciencia y fidelidad. Y, que seguías siendo fiel a aquella ordenación que tuviste que esperar porque habías acabado la carrera académica antes de tu edad cronológica. También me referiste, en otro momento, como te prometieron que realizarías estudios de ampliación académica, dados tus buenos rendimientos, en la Universidad de Salamanca o Comillas. Luego no ocurrió así. Me lo decía sin la más mínima acritud ni resentimiento. Una vez, me mostraste algunos recortes de periódico a los que eras tan aficionado, y que solías colocar entre los libros, como complemento temático de los mismos. Aquella vez comprendí cómo fuiste avanzando en tus años de joven sacerdote y la envidia, de algunos, pocos afortunadamente, tal vez orientaron también, tus circunstancias. Me enseñaste unos recortes, que incluso me traje a mi casa para ver más detenidamente. Me refiero a tu viaje a una concentración veraniega en centroeuropa. Aquello fue organizado por la Democracia Cristiana Europea para intentar cerrar las grandes heridas que había causado la Segunda Guerra Mundial (1939-1945). Martín, acudiste solo. Eras valiente y joven. También fuiste de los primeros que tuviste moto entre el clero. Ello también te ocasionó problemas. Eran tiempos difíciles en Europa y en España, pero tú, como joven mirabas más al futuro. Por ello pensante en tu vocación a la pastoral de la cultura y al estudio. Un estudio que “gratis et amore” no has abandonado nunca. Es más, lo intensificaste durante tu jubilación. Todos tus libros, excepto la confección del doctorado sobre las vías romanas, los realizaste tras tu jubilación. Por eso yo te decía, mitad guasa, mitad en serio: —Martín, cuando yo sea mayor me gustaría ser como tú.
    Sólo a partir del verano de 2007, me decías que no te sentías productivo (escribiendo o investigando) y que leías cosas para relajarte, como El Quijote, al que eras tan aficionado. En fín amigo Martín, de los que sois tan discretos no se puede escribir mientras vivís en este valle de risas y lágrimas. Ahora me siento más libre porque te das cuenta, más aún que cuando estabas entre La Mancha y Jaén, de que “los caminos de Dios, no son nuestros caminos”. Un abrazo.
    Por Manuel Medina Casado
    Jaén


    Marcial Sánchez Vico de Benatae

    “Un alcalde ejemplar al servicio de sus vecinos”
    En un verano caluroso, el de 1994, conocí a Marcial Sánchez Vico. Me tocó cubrir la información de la llegada a la alcaldía de un hombre, caracterizado por su semblante. El que fuera alcalde de Benatae, nos deja a los 72 años de edad. Esta semana su corazón se paró en Córdoba y puso camino de regreso a su pueblo, al que dedicó durante nueve años, las 24 horas del día. Fue en junio de 2003, cuando dejó la alcaldía, y desde entonces poco a poco, su actividad en la política dejó de ser su principal, inquietud en el servicio a sus vecinos. Marcial era de esos tipos, que nada más hablar, realizar un gesto o hacer una mueca, te caía bien. No importaba que fuera del Partido Popular, para ganarse la amistad de sus compañeros alcaldes socialistas. Supo entender que el bien, prevalecía por encima de otros valores, en política. Cuando el paso por el difícil mundo de ser alcalde en un pueblo pequeño, se recuerda, la explicación se encuentra, Marcial se lo ganó. Muchas anécdotas podría contar, pero faltaría papel, o como bien decía, Marcial, “Haber lo que vas a escribir, que no me fío”. Marcial tuvo en la ONCE, la fortuna de la suerte, pero también puso los cimientos para labrarse un futuro en el difícil mundo de la hostelería después de haber regresado de Alemania. Orgulloso, contaba una vez todo lo que la historia le había dado organizando verbenas, guateques o fiestas. Alquiló algunos bares, antes de fundar todo un clásico en el municipio de Benate, el Mesón Peñalta. Punto de encuentro, de amigos, vecinos, políticos y vivencias, no pocas. Marcial, pasa a formar parte de la historia local de Benatae, su pueblo por el que lucho, durante muchos años.
    Por Francisco Juan Torres.