Hasta siempre

Juana Clemente Sánchez de Jaén
Para la reina del cielo

Querida abuela, ante todo, queremos decirte todos aquellos que hemos convivido tantos años contigo que has sido una madre, una abuela y, sobre todo, una mujer ejemplar.
Son ya cuatro meses y medio sin ti. Es duro entrar a la casa y no verte en tu sillón. La casa sin ti está muy silenciosa. Eras tú la que dabas alegría. Nos contabas chistes y, también, cantabas villancicos. Todas esas cosas se echan de menos.

    27 may 2012 / 09:53 H.

    Nunca olvidaré las últimas sonrisas que me echaste a mí y a todos lo que entraban a verte, cuando me dijiste: “Sire, ya mismo nos vamos a la casa”. Y ya no volviste a la casa con nosotros.
    Era demasiado pronto para tu partida. El abuelo te necesita a su lado, como también te necesitamos nosotros, cada día más. Pero a él le haces mucha falta, porque siempre estabais juntos y os hacíais mucha compañía el uno al otro.
    No sabes lo que añoro tus consejos, tus risas y, sobre todo, cuando me decías Sire. Es muy difícil vivir el día a día sin ti porque me haces muchísima falta, pero yo sé que, en el rincón del cielo que estás, nos cuidas a todos.
    Hoy cumplías 81 años y era un día muy especial, pero desde lo más profundo de mi corazón te digo: “Feliz cumpleaños, abuelilla. Te queremos”. Y que nunca se te olvide que siempre serás mi segunda madre para mí, porque, para mí, eres lo más grande de este mundo. Tus nietas y tu hija Josefa no te olvidan.
    Por Miriam, Minerva y, en especial, Desirée.

    Concepción Díaz Rodríguez de Arjona
    “Con quién me voy a poner a reír”

    Hoy en día, para hablar de la muerte ponemos encima de la mesa multitud de corrientes filosóficas, científicas o religiosas para ayudar a la persona a encontrar algún sentido. Pero la muerte siempre es un suceso traumático y, al mismo tiempo, el hecho más cierto de nuestra propia existencia, nunca podremos desvincularnos de ella.
    Yo me enfrenté a sus ojos, creo, demasiado joven y me hizo presenciar cómo los ojos de mi alma gemela se cerraban poco a poco, con lentitud, despacio. En aquel momento, hace tiempo ya, no supe comprender por qué tuve que presenciar en su cuerpo y en su alma esa tormentosa destrucción, que me hacía estrangular hasta las entrañas. Durante tiempo, cuando le perdí, solo recurrí al silencio, a no hablar, a estar callada. Huía mi alma y mi cabeza.
    Sin embargo hoy, cuando se habla de la muerte, por mi condición de creyente, yo pongo encima de la mesa mi visión eterna de la persona. Solo estuve a su lado 14 años, pero merecieron la pena vivirlos. ¡Y de qué manera! Yo que estaba sana, solo podía mantener la media sonrisa a su lado y él era capaz de expresar la plena felicidad, a pesar de su enfermedad. Las personas no pasan por la vida por pasar o como un producto de la naturaleza, es lo que humildemente pienso yo. Él tuvo que estar para que aprendiera, aprendiera a ser feliz, aprendiera a ser apasionada, aprendiera a amar la literatura, aprendiera a descubrir la naturaleza, aprendiera a no ser cobarde, aprendiera a cuidarme, aprendiera a confiar, aprendiera a comprometerme…
    Una persona así no aparece en tu vida por la varita de Merlín o simple casualidad. Aparece, porque todos tenemos una misión muy especial para desarrollarla en plena libertad. Él supo hacerlo, mucho mejor que muchas personas que conozco y encima en pocos años. Yo sí creo que estuve al lado de una persona tocada por los dedos de Dios.
    Te fuiste sin decirme nada, te fuiste agarrada a una almohada. Te fuiste y nos has dejado solos, pero que sepas que me has dejado con más fuerza en esta vida. Con quién me voy a poner a reír. Ya no subiremos al puente ni al santuario. Te acuerdas cuando entramos juntos, el mismo día, a casa de tu suegra. Qué nervios ese día.
    Por Manuel Carmona Caño.

    Concepción Díaz Rodríguez de Arjona
    Concepción Díaz Rodríguez había nacido en Arjona, hace 52 años. Pero muy pronto se fue a Jaén. Casó con Sebastián Pérez, teniendo el matrimonio dos hijos Sebastián y Conchi. Profesionalmente en la enseñanza había estado en varios centros de la provincia, centros de Jaén y de Jódar; el IES “María Bellido” de Bailén fue su último lugar de trabajo. Enseñando Economía.
    Muy vinculada a Andújar, lugar que visitaba asiduamente; la última vez en la Romería pasada, hace unos días. De Andújar le gustaba todo, sus gentes, sus tradiciones, sus bares, su vida.
    Por Juan Vicente Córcoles.

    Ana Gallardo Gámez de Los Villares
    Tenías una forma de ser muy dulce

    Con mi más sincero cariño para todas las madres jóvenes que esta enfermedad traicionera se ha llevado. Cada día es más difícil vivir sin ellas porque, cuando estaban entre nosotros, todo era fácil, sencillo, rutinario y, cuando nos dejan, todo parece desmoronarse a nuestro alrededor.
    Nada parece que va a funcionar como antes porque, ahora, es cuando valoramos que las madres son el regalo más preciado que nos ha dado la vida, que dan todo a cambio de nada, que para todo tienen una solución y en el momento adecuado. La vida en sus hogares, su dedicación para toda clase de tareas, sin horario, y con ese amor que lo hacen todo que no se puede describir con palabras. Especialmente, mis pensamientos siempre son para ti, Ana, porque destacabas por esa forma tan dulce que tenías de ser, por tu sencillez y humildad.
    Cada día me levanto intentando aceptar con resignación lo que ha pasado, pero es que todavía no puedo hacerme a la idea de no poder compartir todo contigo como antes. No poderte ver ni oír y lo más injusto de todo para mí son tu marido y esos tres hijos que dejas. Hacen su día a día cara a los demás haciéndose los fuertes en una lucha constante por aprender cualquier tarea que antes no sabían porque no quieren sentirse una carga para nadie. Quieren demostrar detrás de esa coraza que ellos se han forjado, que son capaces de salir adelante, pero la realidad es que les falta todo sin ti. Porque cada uno en su edad te necesita de una forma distinta y, así, lo sufren callados, guardándose todo para ellos mismos y pensando en su soledad, en que tenían muchas cosas por hacer contigo y tú con ellos muchas ilusiones por realizar. En definitiva, dejas una familia rota llena de dolor y sin consuelo porque la huella que has dejado para todos ha sido muy grande.
    Yo espero que, con el tiempo, lo que ahora es una profunda herida pase a ser un recuerdo hermoso porque fuiste un ejemplo a seguir en optimismo, fuerza, ganas de seguir adelante y por enseñarnos a no perder esa sonrisa que tenías hasta el final y que siempre recordaremos con amor. Siempre te llevaré en mi corazón.

    Por Concha Gallardo.

    Daniel Soria Márquez de Úbeda
    A mi estrellita del cielo

    Estas palabras van dedicadas a mi gran amor, que, aunque hoy ya no esté con nosotros, siempre estará en lo más profundo de mi corazón. Él sigue siendo mi fuerza y mi inspiración. 
    Tú, esa persona que siempre creyó en mí, esa luz que siempre me alumbraba el camino cada vez que me sentía perdida, el que me ayudaba a corregir mis errores desde el respeto y la comprensión. Fuiste mis ojos y mi voz y lo mejor que había en mí. Me diste fe, pues tú creías diciéndome que no había estrella que no pudiera alcanzar. Tú, mi gran verdad y mi sueño y ahora sé que no solo fue un sueño. Tú, mi mañana; tú, mi orilla; tú, mi alegría.
    Tú ibas camino a la ciudad que un día cantamos, aquella que tanto soñamos y solo fue la ciudad de tu despedida. Aún no comprendo cómo el coche se paró y la vida se rompió. Fue entonces cuando supe de la angustia helada, amarga angustia, dulce angustia que sellaba en lo más profundo un amor eterno.
    Tu despedida fue decir adiós con un hondo silencio y dejar tu nombre escrito sobre el tiempo. Sin ti quedó mi pena fría y serena y aunque en el hueco de tu ausencia es mucho lo que queda y volvería a dar en tu mano todo cuanto tengo, sé que donde quiera que hoy estés, siempre estarás cuidándonos e iluminando nuestras vidas, porque en ti nace el verbo amar y vivo sintiéndote.
    Hoy, lejos, pero tú me sigues dando fuerza, tú sigues creyendo en mí, lejos, pero a tu lado puedo avanzar. Hoy el sol brilla de nuevo con fuerza. Hoy el atardecer  vuelve a oler a primavera, hoy clara y tranquila, mecida en el mar, vuelve esa luna que un día brilló en los ojos que dieron luz a los míos y sé que es lo que tu quieres, que estemos bien y saquemos lo mejor de nosotros mismos.
    Es por esto y mucho más que estoy agradecida por cada día que me diste, por haberte conocido, pues, aunque fueron otras tierras las que te dieron la vida, aunque recorriste otros lugares, fue Jaén, donde yo nací, la tierra que nos cruzó. Entre montañas y valles nos conocimos, sus calles nos envolvieron, el Castillo de Santa Catalina fue nuestro testigo y la Catedral y su plaza, la celestina.
    No hay lugar en el mundo con mejor escenario, al cual amo, para amar a un hombre de la cabeza a los pies, que siempre actuó en consecuencia con sus ideales, sus principios y sus valores.
    Su trayectoria en la vida fue discreta, sin ruidos, pero intensa. De carácter observador, cortés, sencillo, humilde, amable, con un cierto sentido del humor, profundo, de ideas claras sin ambigüedades, no creías en el relativismo, pero, sobre todo, tienes —porque para mí siempre estas presente—  un corazón enorme y eres un ser humano excepcional.
    Por supuesto que encajaste en mi vida y en mi ciudad, porque a ella también le gustaba tenerte.
    Estas palabras son una muestra más de agradecimiento y una forma de conmemorar tu ausencia haciéndote lo más presente posible, enviándote un haz de luz. Donde quiera que hoy estés, hasta siempre en el corazón mío. A mi estrellita del cielo. Atentamente, tu amada.
    Por Carmen Moya.

    Cristóbal Relaño Cachinero de Marmolejo
    Al caballero comendador de la Orden de la Cuchara de Palo

    A veces me vienen a la memoria los versos de Gabriel Celaya que nos hablan: “Las manos que se quedan inmóviles y abiertas sobre ese blanco absorto de una cuartilla muerta”, cuando sobre el entorno de la muerte tengo que escribir. Ya no se suele escribir sobre cuartillas blancas que se quedan muertas, pero sigo percibiendo una sensación extraña de manos muertas sobre el teclado cada vez que pretendo escribir sobre un amigo que nos lo ha arrebatado la muerte. Dicen que la amistad tiene mucho de cristales rotos. Sobre todo, dicen los que desesperan que cuando una amistad se rompe, o la vida te la quiebra, lo mejor es no tratar de recomponerla, porque en el vano intento, tarde o temprano, acabamos cortándonos y desangrándonos frente a la evidencia de la muerte.
    He comido en muchas ocasiones junto a Cristóbal Relaño, siempre que hemos tenido la oportunidad de conjugar el verbo convidar en su etimología más vital: la de compartir la vida. Recuerdo en una de ellas, cuando estando a su lado, se me perdió una de las dos servilletas que siempre utilizo a la hora de comer: una para proteger mi camisa de todas las salsas, y la otra para limpiarme el bigote. Cristóbal, confundido con mis dos servilletas, comenzó a utilizar la de mi bigote que estaba inmaculada porque aún estábamos en los entremeses que no manchan. Era una de sus primeras comidas en la Orden. Le dije entonces: “Cristóbal, en la Cuchara de Palo, más importante que lo que se come es quien te pierde las servilletas”. Nunca me faltaron desde entonces en nuestros capítulos mis dos servilletas, ni su grata compañía cuando nos reuníamos a compartir la vida en el entorno mágico en el que se reparte y se come el pan en paz y como hermanos.
    Cristóbal Relaño fue nombrado “Comendador del agua” de nuestra Orden por ser entonces alcalde de Marmolejo, en el otoño del año 2009, pasando a ser esta ciudad nuestra “Sede del agua”. Cuando dejó de ser alcalde, por unanimidad en votación de los miembros numerarios pasó a serlo él también. Nuestro reglamento interno no permite que un alcalde, mientras lo sea y ejerza sus funciones, pueda ser miembro de número participando en las reuniones en las que se acuerdan los premios anuales y los nuevos miembros.
    Formaba parte también de la Academia de Gastronomía del Alto Guadalquivir, con sede en la aldea de La Mesa, de Carboneros, y siempre propugnó la gastronomía como un vehículo cultural que une a las personas y a los pueblos. Dentro de la Cuchara de Palo se alineó siempre con los que han defendido la teoría de comer en torno a la sartén por el rito de la “cuchará y paso atrás”, por lo que tiene de fraternal. Cristóbal, ante todo, creía en lo que hacía y en lo que pensaba y lo exponía en las tertulias de sobremesa, en las que solemos participar “gente de todas las esquinas ideológicas”, con convencimiento, pero con una sonrisa y sin una brizna de acritud.
    Como mandan nuestras reglas, cuando un caballero de la Orden de la Cuchara de Palo nos lo arrebata la muerte, con el dinero de las flores que no solemos enviar a su sepelio, pagamos los “brindis de sus honras”, que serán durante el próximo capítulo en Baeza, en el homenaje al poeta Antonio Machado. Como siempre, dejaremos su cubierto puesto, su copa llena y su pan partido, haciendo presente su irremediable ausencia. Estoy convencido que me volverá a esconder la servilleta, esa que, en ocasiones como esta, debemos utilizar para limpiarnos la comisura de los ojos. Descansa en paz Honorable Comendador del Agua.    

    Por José María Suárez Gallego
    Presidente Maestre Prior de la Orden de la Cuchara de Palo.


    Emilia Torres Martínez

    No pudimos decirte adiós, abuelita
    Ya hace más de dos meses desde que nos dejaste y, sin embargo, sigues presente en nuestras vidas. No paramos de utilizar tus expresiones, de recordar tus anécdotas y de tenerte muy viva en cada momento. El 21 de mayo cumplirías 96 años y volveríamos a celebrarlo con una tarta y rodeada de todos los tuyos, como siempre, porque nunca fuiste una simple abuela, te convertiste en una segunda madre a la que duele despedir.
    No pudimos decirte adiós, abuelita, el fatídico día 10 de marzo. Por eso, hoy nos encantaría decirte felicidades y, especialmente, gracias. Gracias por tantos años de cuidados, de sacrificios, de esfuerzo, de preocupaciones y de rezos para que todos y cada uno de tus hijos, nietos y familiares estuviéramos bien.  Gracias por enseñarnos el valor de la familia y por habernos querido tanto. Calaste tan hondo en nosotros que es difícil no recordarte, “abuela pizquillo”, e imposible sacarte de nuestra alma. Es un honor haber formado parte de tu vida, nuestro amor irá contigo donde estés.
    Por tu familia.