Hasta siempre

Manuel Cortés Pulgar de Jaén
Te queremos

El pasado lunes, día 5 de marzo, hubiese cumplido 61 años, pero la vida no se lo permitió. Era una persona alegre y generosa y muy amigo de sus amigos. En Manuel Cortés Pulgar siempre se podía confiar. Era honesto.

    11 mar 2012 / 11:18 H.

    Su familia era su prioridad en la vida. Nos quería a todos muchísimo, pero se le notaba una gran devoción por su nieta Magdalena.
    Uno de los rasgos principales de su carácter es que siempre tenía una sonrisa en el rostro. Esto y que era un padre ejemplar. Una de sus cualidades era que siempre guió a sus hijos por el buen camino y, también, les daba buenos consejos.
    A su mujer, Chelo, la quería con locura. Miraba mucho por ella para que nada le faltase.
    Era un hombre de ideas fijas y muy trabajador. Íntegro, amable y una persona con las ideas claras. Mecánico de profesión, fue una persona desinteresada en el aspecto económico. Estaba cuando se le necesitaba y trataba de resolver todos los favores que se le pedían.
    Por su nuera, María Magdalena Delgado Abolafia.

    Pedro Ramos López de Andújar
    A mi compañero y amigo con cariño

    Eran sobre las nueve y media de la mañana del domingo día 26 cuando me llamó mi amigo Pepe Guti. Debo resaltar que no me dio “buena espina”. Mis primeras palabras fueron: “¿Qué pasa, Pepe?”. Para responderme con la fatídica noticia: “Pedro Ramos ha fallecido”. Durante unos segundos, no pude reaccionar, pues no podía ni quería creer lo escuchado. Tan solo hacía poco más de un mes que habíamos estado junto a él trazando y desarrollando uno de sus sueños.
    No se me olvidará aquella mañana en que don Pedro Ramos me abordó frente a la capilla de la Virgen de la Cabeza y me dijo: “Meca, tengo una idea y quiero contar contigo”. “Tú me dirás, Pedro”, le contesté. Fue entonces cuando me contó que desde hacía algún tiempo tenía en mente montar una exposición acerca de la historia del deporte en Andújar, le contesté que era una idea magnífica de la cual yo no tenía constancia de que se hubiese hecho nada parecido, al menos en la provincia, y que contara conmigo para todo.
    Días más tarde, tuvimos la primera reunión. Pedro ya llevaba trazado el formato de la misma, que, desde ese día, se llamaría “Andu Sport 2011”. E, incluso, aportaba algunas fotografías y camisetas deportivas antiguas. Para todo ello había contactado con un gran número de personas, clubes e institutos. A los allí convocados nos fascinó con su entusiasmo y a cada uno de nosotros nos asignó un cometido, eso sí, él se atribuyó la mayor parte de las tareas. Es digna de mención la capacidad de trabajo que tenía. A cada reunión aportaba una idea nueva para incorporarla al proyecto e, incluso, ya inaugurada  la exposición, él no cesaba y aún seguía incorporando nuevas ideas. La “Primera Exposición de la Historia del Deporte” en Andújar ya no tenía marcha atrás, las galerías del Palacio de los Niños de Don Gome se quedaron pequeñas para albergar la gran cantidad de recuerdos de todo tipo.
    Bajo la bandera del deporte, desde el 15 de diciembre al 15 de enero (periodo de la exposición) y logró aunar un sinfín de personas de todo el arco social, todos ellos dispuestos a colaborar y a poner a su servicio los medios que necesitase. Fueron varios miles de personas los que visitaron Andu Sport y a cada una de ellas le dedicaba un momento, le acompañaba por la exposición e, incluso, le invitaba a un pastelito navideño que él mismo proveía.
     Han sido cinco meses los que he tenido el placer de estar compartiendo con él su sueño: “Andu Sport 2011” y doy fe de que don Pedro Ramos era el motor del mismo. Nosotros tan solo fuimos meros colaboradores. Don Pedro, no sé si alguien tomará tu testigo,  pero espero que, allá donde estés, veas cumplido tu segundo sueño: “El Museo del Deporte”.
    Porque has sido un incondicional del y por el deporte y porque te lo has ganado...Descansa en paz. Siempre te recordaremos con cariño.
    Por Manolo  Meca.

    Alfonso Cantero Molina de Villanueva de la Reina
    Primer aniversario de su muerte

    Cuánto me acuerdo de ti.
    Cuánto te echo de menos,
    qué bonito verte cada noche
    pues tocarte puedo, en mis sueños.

    Eres magia bailando por el aire,
    despistada...
    eres semilla, eres raíz
    eres hoja por el viento levantada.

    Dulce melodía,
    rajándose en nuestras gargantas
    como cuando escucho tu voz
    como cuando tú cantas.

    Con tu risa, disfrazo mi llanto,
    mis lágrimas las secan, tus manos...
    Y no te suelto,
    por lejos que esté del cielo,
    cuánto me acuerdo de ti,
    cuánto te echo de menos, abuelo.
    Por Sara Huertas Cantero.

    Prudencia Montiel López de Jaén
    Un homenaje para mi abuela

    Nunca pensé que algún día tendría que escribir esto. Un homenaje a mi abuela, a la persona que mejor que comprendía en el mundo, a la mujer que me inspiraba. Nunca pensé que tuviera que escribir esto porque nunca quise darme cuenta de que este día llegaría. No quería pensar en que un día tendría que vivir sin mi abuela, sin uno de mis mayores apoyos. Ella fue la persona a la que más admiraba.
    Por muy mal que fueran las cosas, por mucho dolor que sufriera, siempre tenía una sonrisa para mí. Siempre tenía tiempo para escucharme, fuera lo que fuera lo que tenía que decirle. Ella siempre me escuchaba, me aconsejaba y me supo querer mejor de lo que jamás podré agradecerle. Durante toda su vida, sufrió muchos palos, pero nunca dejó que eso la condicionara. Siguió luchando hasta el último momento. Luchó porque sabía que la necesitábamos, que la queríamos. Jamás olvidaré todas las tardes que merendé con ella, nuestras conversaciones y nuestras risas.
    El único consuelo que me queda es que ella sabía que yo la quería. Cada vez que la hice reír, cada vez que la abracé, se lo demostré. Puede que el mundo haya sido injusto con ella no dándole lo que se merecía, pero a ella no le importó, encontró la forma de ser feliz. Porque cuando sonreía, iluminaba el mundo. Siento pena por todas las personas que no la conocieron porque mi abuela era una persona maravillosa. Siento pena por toda la gente que no pudo conocerla como yo lo hice, y siento pena por el mundo, que ha perdido a una gran mujer. Nunca pensé que tendría que escribir estas palabras, pero ahora me doy cuenta de que toda persona a la que nos permitimos querer es una futura pérdida. Aun así, con todo lo que duele perder a alguien a quien quieres, pasaría por ello una y otra vez, por los buenos momentos que pasé a su lado.
    Por Clara Navares López.

    Vicente García Villarrubia de Mora de Toledo
    Para mi amigo Vicente

    Recibo una llamada telefónica de Cele, su hermana, y dijo: “Murió Vicente”. Me surgió un grito de esas heridas que sabía van a ser difíciles de cicatrizar. Después vinieron esos mecanismos que tenemos los seres humanos que consisten en no aceptar que sean verdad esas noticias que nos superan. Era imposible aceptar que tanta vida, tanto conocimiento, tanta presencia en ese cuerpo pequeño, tanto humor, se nos transforme en ausencia.
    Con Vicente nos conocimos, primero, por cartas en una época que no había ni fax, ni emails. Yo vivía en Suecia con su hermana Cele como exilado político. Era el año 1977. En las cartas me trataba de cartesiano y recuerdo que me recomendó el libro “El azar y la necesidad”, de Jack Monod. Libro que aprovecho para recomendar en su nombre y que ejerció una influencia notable en mi manera determinista de pensar hasta ese entonces.
    Cuando nos conocimos personalmente en Mora de Toledo, me dije que era una persona y personaje único. No se parecía a nadie. Cada acto de humor era un estímulo al pensamiento. No daba tregua. Transformaba en pocos minutos cada barra de un bar en su casa y su casa, con su presencia, siempre era una fiesta. 
    Tenía un discurso genial y contradictorio. Se definía judío y defensor del Frente Polisario. Era imposible encuadrarlo, decía lo que pensaba sin anestesia y sin importarle su propia coherencia. Manejaba el absurdo mejor que nadie y siempre nos sorprendía. Colaboré con él en la organización de un gran congreso en Toledo sobre la relación del sida y el cáncer desde el punto de vista inmunológico. Él era el presidente del congreso; su ponencia, igual que todas las conferencia que hacía. Era una mezcla de alto rigor científico y un humor imposible de imaginar. Fue la única intervención del congreso que tuvo asistencia plena de todos los asistentes.
    Sabía cantar flamenco, era un amante del cante, admiraba a Enrique Morente y, cuando se encontraban, producían un encuentro cumbre de dos humores diferentes. Se tenían un gran respeto mutuo y Enrique siempre me preguntaba por Vicente y este por Enrique. Me da pena que no se hayan producido más encuentros entre ambos…
    Entre sus muchas paradojas vitales estaba, por un lado, su preocupación intensa, generosa y fecunda por la salud ajena y, por otro lado, el no haberse nunca cuidado la propia. Su sentido vital y vertiginoso por el presente, quizás, lo llevó a no prestar atención a un cigarrillo o una copa de menos. Lo cierto es que es difícil olvidar los momentos que pasamos con Vicente. Hacía de cada encuentro una circunstancia memorable.
    Mis hijas, Elena y Ángela, comentaban en el cementerio: “Nunca nos hemos reído tanto como con el tío Vicente” y  “¡Cuántas risas se van a perder a partir de ahora!”, decían.
    He bebido con devoción su aceite y supongo que será una gran responsabilidad para su equipo continuar con su trabajo. Sé que tendrán la complicidad de alguna de la mejor gente de Jaén para que su obra no se interrumpa y puedan sustituir en alguna medida lo insustituible.
    Por Horacio (Tato) Rebora.

    No quiero empezar con un “Vicente era...”
    No quiero empezar con un “Vicente era…”, porque estoy convencido de que las personas especiales siguen siendo aun cuando ya no están. Sigue siendo porque en el más insospechado momento te asalta el recuerdo de esa charla o ese chiste que compartíamos uno de esos días en los que nos encontrábamos y nos daba por arreglar el mundo. Sigue siendo porque crees que en cualquier momento te lo vas a encontrar por la calle y te va a contar uno de esos innumerables proyectos que tenía junto a su querida Maite. Y sigue siendo  porque se fue sin avisar, dejando la sensación de que todavía quedaban muchas charlas por tener, muchos chistes que contar y mucho mundo que arreglar.
    Vicente, te vamos a echar mucho de menos, pero al menos me consuela pensar en la cervecita que siempre nos quedará pendiente en La Caleta.

    Por José Poyatos.

    Gran médico, gran amigo, mejor persona
    Dicen que uno nunca muere del todo, no mientras perviva en los recuerdos de quienes lo quisieron, de quienes tuvieron la fortuna de compartir, aunque fuera un mínimo instante a su lado. Es el caso de Vicente García Villarubia. Una de las últimas grandes pérdidas que ha habido en nuestra tierra, en nuestra provincia, en este inmenso mar de olivos del que el doctor Vicente era un enamorado. Un hombre sabio donde los haya, un profundo apasionado de las artes, de todas y cada una de ellas, la pintura, la música, la escritura, la arquitectura… Era una de esas personas con las que da gusto estar, hablar, compartir y, por supuesto, escuchar. Un “Hombre”, con mayúscula, cuya mente no paraba de inventar, de fabular. Siempre para hacer mejor la vida de quienes hemos tenido la suerte de conocerlo, para hacer mejor, más habitable y confortable el mundo en el que vivimos.
    Tengo en la memoria su mirada franca, lúcida, ávida de conocimiento, propia de un ser único en el que los años habían dado forma a una manera de ser, a una manera de pensar, de sentir, de vivir, que lo hacían irrepetible. Mi amigo Vicente siempre tenía esa chispa en su mirada que era el anticipo del ser extraordinario que llevaba en su interior. Amigo de sus amigos, un conversador incansable, un investigador insaciable. Fue uno de los pioneros en ir más allá con nuestro oro líquido, con la riqueza natural de esta provincia, con el aceite de oliva. Desarrolló, cuando aún parecían cosas de ciencia-ficción, líneas de investigación e innovación aplicadas al aceite de oliva, con propiedades sobre la salud, sobre la estética, destinadas a la higiene.
    ¡Qué grande, amigo Vicente! Y siempre estaba ahí, apostando por esta tierra, que la hizo tan suya, por la idiosincrasia propia, por creer en Jaén y en los jiennenses. ¡Cuánto tenemos que aprender de ti, de tu legado, de tu ejemplo! Conocer lo propio para conocerse más a uno mismo. Invertir en conocimiento, que es riqueza y desarrollo personal. ¡Qué extraordinario conocedor de la Catedral de Jaén! De la Historia, de la Cultura jiennenses.
    Amigo, no te olvidaremos, por siempre permanecerás vivo en la mente de todos los que tuvimos la gran fortuna de cruzarnos en tu camino, de compartir momentos contigo, de disfrutar de tu compañía y de apreciar tu sabiduría.

    Por José Francisco Lendínez Cobo,
    presidente del Colegio de Enfermería de Jaén.