Hasta siempre

Jacinto Higueras Cátedra de Santisteban del Puerto
El eslabón con la generación del arte

Jacinto Higueras Cátedra nació en Santisteban del Puerto, el 7 enero de 1914. Falleció en su domicilio de Molino de la Hoz en Las Rozas de Madrid el 25 de diciembre de 2009, pocos días después de morir, el 6 de diciembre, su querida y fiel esposa a lo largo de 67 años de matrimonio, Ana María Rodríguez Aragón. Cursó estudios de dibujo, pintura y cerámica en la Escuela Oficial de la Cerámica de Madrid y se formó como escultor en el taller de su padre, Jacinto Higueras Fuentes, al mismo tiempo que estudiaba Filosofía y Letras en la Universidad de Madrid.

    03 ene 2010 / 10:59 H.

    Figura, junto con Federico García Lorca, como fundador del Teatro Universitario “La Barraca” y actuó en él desde su fundación, en 1932, hasta su disolución en 1936.
    De 1930 a 1932 formó parte de la compañía de Teatro de aficionados “La Sociedad Española de Arte”, donde representa obras de Pedro Muñoz Seca, los hermanos Álvarez Quintero o Benavente, entre otros. En 1933 participó en el doblaje de la película “Cabalgata” (Cavalcade) del director Frank Lloyd, galardonada con tres Oscar, uno de los primeros doblajes, si no el primero, que se hace en español y que realiza en los Estudios Paramount de París. Hizo más doblajes, que ya se realizan en Madrid. Su actividad en el mundo del cine continuó en 1935 con dos películas y una tercera en 1946. La Guerra Civil interrumpió por tres años toda actividad artística en la vida de Jacinto Higueras Cátedra, que vivirá esta dura experiencia en la zona republicana, en Madrid. A Jacinto lo relacionan estrechamente con García Lorca y “La Barraca”, además de haber pertenecido a la FUE, o Federación Universitaria de Estudiantes, organización vinculada a la izquierda. Por eso, Luis Escobar redactó un documento para Jacinto Higueras en el que certificaba que formaba parte como actor de la Compañía Nacional de Teatro, documento que servirá de salvoconducto y que llevará siempre encima durante un tiempo protegiéndole de cualquier tipo de represión. En los años de posguerra, Jacinto Higueras hará también una breve incursión en el mundo de la ópera. Su actividad teatral terminará en el Teatro de La Zarzuela de Madrid, en la temporada 1958-1959, como director de escena de obras. 
    Volviendo a su actividad como escultor, en 1939, Jacinto Higueras Cátedra es comisionado con el arquitecto Feduchi para la formación de la Escuela Nacional de Artesanía. En 1942 se independiza de su padre y monta su propio estudio. Gran parte de su obra la realiza por encargo de los arquitectos Antonio Espinosa, Miguel Fisac, Fernando Urrutia, Gonzalo Echegaray, Jaime Ferrater y el ingeniero Eduardo Torroja. Su obra, muy numerosa, entre la que se encuentran importantes monumentos, está repartida por todo el ámbito nacional, y una gran parte por Hispanoamérica, Brasil y Canadá.
    En 1995 se muestra una parte representativa de su obra en la Exposición de Artistas Jiennenses en el Hospital de San Juan de Dios de Jaén. Es, para él un acontecimiento de gran relieve y emoción al exponerse, por primera vez, conjuntamente su obra y la de su padre Jacinto Higueras Fuentes. En 1996 el Museo Provincial de Jaén, a iniciativa de su director José Luis Chicharro, monta su primera gran exposición antológica en la que logra reunir 36 trabajos muy representativos de su trayectoria artística, desde 1951 a 1995. En 1998 el Diario JAEN, lo elige “Jiennense del año”, en la sección Arte. Este homenaje de su tierra fue un momento especialmente entrañable y emotivo para el artista.
    por la Fundación Higueras Arte Madrid


    Diego pérez de la torre
    Lopera
    Trabajador y bromista, dejó una profunda huella

    El recuerdo de Diego Pérez de la Torre está muy presente en sus familiares, amigos y vecinos de Lopera, que lo recuerdan cada día que pasa desde su fallecimiento. Fue el sexto de una familia de ocho hijos (Francisca, Francisco, Carmen, Miguel, Isabel, Diego, Leocadia y Ana), sus padres fueron Antonio Pérez García y Ana de la Torre Alcalá. La infancia de Diego Pérez  transcurre en la calle Dornillo. Como otros loperanos, tuvo que salir de Lopera en las navidades del 1936 y pasó la Guerra Civil con su familia en Mengíbar. En 1943 hizo el servicio militar en Jerez de la Frontera, donde estuvo tres años. De vuelta a Lopera, se marchó a trabajar a la construcción en Madrid y Barcelona. En 1957 se casó con la mujer de su vida, Antonia Herrador Hoyo, y fruto de cuya unión nacieron 3 hijos, Ana, Antonio y Diego. Después de su boda, Diego se tuvo que trasladar durante tres años a Ibiza por temporadas para seguir trabajando en la construcción. De vuelta, en Lopera, continuó trabajando en la Cooperativa Oleícola La Loperana, segando con otros loperanos en los campos de Guadalajara, en la obra con su cuñado Félix Soler y, en el otoño, se marchó durante quince temporadas con su familia a vendimiar en Cairanne (Francia).
    También trabajó en la recolección de la aceituna con Miguel Moreno y aún se  acuerdan sus compañeros de faena de las bromas que le gustaba gastar, tanto en los descansos como en los remates de la aceituna. Le gustaba mucho hacer la matanza de los cerdos que engordaba en su domicilio familiar y que cada año sacrificaba Pepe “el de la bodega” y Juan Huertas “El Perruno”. Dentro de sus aficiones, le encantaba ver las corridas de toros y el fútbol. Era seguidor del Madrid. Era un hombre al que le encantaba a diario realizar un paseo por los aledaños del pueblo con sus amigos “El Francés” y Pepe Peláez. Su vida estuvo marcada por ser una persona que se desvivía por su familia y también tenía gran devoción por sus dos nietos (Juan Carlos e Inmaculada) con los que le gustaba pasar buenos ratos y les contaba sus vivencias en la guerra, cómo se vivía en Lopera y lo querían mucho, pues era un abuelo muy bueno. Fue un hombre muy trabajador y formal. Su  memoria permanecerá siempre viva en el recuerdo más íntimo de todos sus descendientes.
    Por José Luis Pantoja
    Lopera


    Martín Jiménez Cobo de Mancha Real
    Tercera carta al Hijo Predilecto de Mancha Real

    Me propuse en una anterior carta, en esta misma sección, escribir de ti como Hijo Predilecto de Mancha Real, pero, hete aquí que el señor Angulo, don Ernesto, en este mismo Diario JAEN y en la misma sección lo hace. (Diario JAEN,  de 13 de diciembre de 2009).  Me gratificó mucho leer detalles de tu vida y escritos por tus mismos paisanos. Incluso me motivó para seguir escribiéndote desde esta tribuna.
    ¿Qué decir de Martín Jiménez como historiador? Manteniendo el tono distendido de esta sección fundamentalmente obituaria, digamos que fuiste, —corrígeme si lo consideras necesario— un historiador circunstancial, como diría Ortega y Gasset, salvo en una ocasión: cuando te propusiste obtener el grado de doctor, cosa que lograste, pero de la que no te vanagloriabas.
    El tema sobre el que versó tu tesis doctoral que te dirigió el profesor Roldán, de la Universidad de Granada, fue sobre las vías romanas de la parte oriental de Andalucía. ¡Cómo te gustaba salir al campo e indagar sobre vestigios antiguos! El goce era mayor si se trataba de restos de la civilización romana y, más en concreto de vías, carreteras y caminería. Ahí está tu tesis, durmiendo el “sueño de los justos” como tú. Probablemente esperando “la mano de nieve” que la saque a la dichosa luz de la edición, o que al menos saque “luz y conclusiones” de ella.
    Paso, ahora, al campo de lo anecdótico, sin dejar la Historia, esa maestra de nuestra vida, mientras no se demuestre lo contrario. ¿Recuerdas cuando fuimos a Porcuna y Lopera? Yo te enseñé el excelente, bien conservado, auténtico y coqueto puente romano sobre el río Salado de Porcuna, cuando está a punto de desembocar en el Guadalquivir. Tú nos mostraste los restos de calzada romana desde Obulco (Porcuna) hacia el mismo río-arroyo Salado, bajando la cuesta desde la ciudad. Terció el cronista oficial de dicha población enseñándonos la iglesia de la antigua encomienda Calatrava de Porcuna. Bonita tarde.
    En otra ocasión, aunque años antes, fuimos el día de San Marcos, al pueblo del que tú fuiste párroco y más tarde cronista oficial: la villa de Larva. Era el día del patrón. Vimos la procesión del señor evangelista, no sin antes enseñarme el entorno geográfico e histórico que rodeaba al pueblo, sobre todo, el excelente bastión o torreón de vigilancia, ibérico y, cómo no, la fuente de agua que, según decías, era señal de los orígenes de población humana en casi todas las localidades, desde el lejano neolítico.
    Otra excursión, esta menos campestre, pero también relacionada con la Historia, fue cuando estuvimos en el Instituto Barahona de Soto, en Archidona, en la provincia de Málaga. En esta ocasión fuiste tú el generoso, que perdiste la mañana y algo más, para escuchar una charla-conferencia mía sobre Blas Infante, pues en ese Instituto, cuando era colegio de los Padres Escolapios, estudió el “Padre de la Patria Andaluza”. Los chicos estuvieron muy atentos y formales, tú dijiste que habías aprendido cosas nuevas de esa espléndida biografía que fue la de Infante.
    Concluyendo. Salvo tu tesis doctoral, (cuyo texto preciso desconozco) fuiste un excelente divulgador de la Historia, el original de tu libro “Jaén Romano” no fue aceptado para ser publicado en la Universidad de Jaén, pero lograste publicarlo en el Servicio de Publicaciones de la cordobesa CajaSur. Casi toda tu obra tuvo que ver con la Historia, salvo pequeños escritos que considerabas como divertimento. Antes de dejarte, quiero dar a los lectores una novedad periodística, aunque con retraso. Para ti, sin embargo, no lo es. Pienso que tiene su poquito de morbo. Intentaré ser transmisor y no emitir juicios propios.
    Se trata de una especie de crónica que escribió Martín Jiménez Cobo cuando transcurrieron los luctuosos sucesos entre payos y gitanos en la ciudad de Mancha Real, ahora ignoro el año. El Hijo Predilecto de Mancha Real que tú eras, sufría ante comentarios demagógicos y “políticamente correctos” en el mal sentido de la expresión, que circulaban sobre su pueblo en la prensa.
    Martín conocía bien los hechos, pero no quiso tomar partido en la palestra pública en unos momentos de gran crispación. Es por ello, por lo que no hizo públicos sus papeles. Reto a los albaceas testamentarios, sobrinos, o al personal encargado de clasificar, seleccionar, expurgar y catalogar su obra, a que encuentre esos papeles sobre la famosa pelea (me parece que hubo una muerte) a la que aludo. Sería un buen punto para el esclarecimiento de la verdad de los hechos que, cuando son importantes, la prensa, con ser importante, no debe tener la última palabra.
    Bueno, Martín, aquí nos tienes en estas navidades en las que va a comenzar una nueva década, la segunda del siglo XXI de nuestra era cristiana, aunque le pese a ciertos inconsecuentes o resabiados que estarían encantados de borrar de la Civilización Occidental todo lo que no cuadre con su subjetiva, tendenciosa, demagógica visión de la Historia, esa maestra de vida a la que tú dedicaste tantas horas, que consideramos fructíferas los que andamos por aquí. Como decían los romanos: vale. Aún recuerdo esta palabreja que tanto usamos ahora.  
    Por Manuel Medina Casado
    de Mancha Real


    Merce Ayerbe de Alcalá la Real
    “A ti, preciosa”

    La vida que se pierde. Personas de referencia que se salen del mapa a otra dimensión. Siempre tu bondad, tu deseo de ayudar. Tu soledad en los últimos años, tu pérdida de ánimo. Atrapada en esa desgana, sin hambre nunca —apenas te entraba bocado—, con tu valentía totalmente debilitada, con tu energía disuelta. Todo perdido absurdamente; y cuando estabas en pleno naufragio, agradeciste mi visita y me regalaste —de forma sorprendente— tu confianza y tus piropos.
    Tu humanidad, tu generosidad, tu personalidad distinta no se adaptó al mundo, te rechazaron, te humillaron. Tú dejaste dos hijos, en medio de tu perdida batalla, ellos venciendo, sabiendo de la vida y sus desengaños. Y te vas, dejando un rastro de arco-iris por dar pasos distintos de libertad, que a ti te derrumbaron, pero a otros, paradójicamente, mejoran la vida. Ay, jolín, la botella maldita que te bebió los sueños y te dejó vacía, enferma, triste. Aún no puedo aceptarlo, pues siempre estuviste ahí, más cerca o lejos de mi vida, pero ahí, con tu camino peculiar y tu entrega distinta, lejana a los tópicos, a las obviedades, en una búsqueda intensa de autenticidad, de pequeñas cajitas como las que coleccionabas. Detalles pequeñitos para sobrevivir a tantas negligencias, a tantos egoísmos que el día a día sin piedad destapa.
    Estarás ya con esos paisanos tuyos, que a mitad del camino se marchan, y, como tú, Merce Ayerbe, nos dejáis desolados, impotentes, tristes, a los que seguimos por aquí. Alcalá queda ajena, extraña, a las calles les faltan caras, voces, saludos, miradas. La ciudad es otra, está como ausente, deshabitada, rota. Pues vosotros, los que os vais, heridos de pena, de cáncer, de tráfico, de infarto, sois de este lugar pilares simbólicos, auténticos, queridos, y aunque iniciéis antes el viaje, sabed que seguiréis aquí siempre, en nuestros sueños, en nuestros pasos torcidos, en nuestras trayectorias vitales…, siendo fundamentales, y a menudo, vete a saber por qué misteriosa razón, seguís cuestionándonos y orientándonos.
    Claudia Sánchez de Alcalá la Real