Hasta siempre

A nuestro querido compañero Manuel Liébanas Montero

Querido Manolo, el grupo de compañeros de la visita médica, que te añoran y te recuerdan, deseamos que guíes nuestras manos para que, con la maestría y habilidad con la que tú nos deleitabas, sepamos expresar y plasmar en estas líneas unas breves pinceladas sobre tu vida familiar y profesional.

    07 jun 2009 / 10:26 H.

    Nuestro compañero Manolo, de familia jiennense, conoció en nuestra querida ciudad del Santo Reino a Milagros Pegalajar Fuentes, con la que contrajo matrimonio. Fruto de esta unión vinieron al mundo sus cinco hijos, Cristóbal, Manuel, José Ángel, Antonio y Jesús, a los que, además de toda su dedicación y amor, Manolo y Milagros supieron transmitir los principios y valores que han hecho de ellos unos ejemplos a seguir, tanto en el plano humano como en el profesional.
    Manolo era un gran profesional de la visita médica, profesión a la que se dedicó en cuerpo y alma. Gracias a su gran iniciativa, comenzaron, en el desaparecido Bar Tejadillo, lo que se llamó en su día “Tertulia de los Visitadores Médicos”, de la que formaban parte de la misma, además de Manolo, como tesorero, Pepe Cruz Hermoso, como presidente, Manolo Vallejo y Juan López junto con otros compañeros. En esos momentos se estaba plantando la semilla y surgiendo el germen de la  hoy conocida  Asociación Profesional de Informadores Técnicos Sanitarios de la que tan orgullosos nos sentimos todos los que formamos parte de la misma. Con posterioridad esta “Tertulia” se trasladó a la “Gamba de Oro” y, después, a la calle Hurtado como una sección de la Asociación de Representantes de Comercio y más adelante en la Asociación que hoy día tenemos. Ni que decir tiene que Manolo fue siempre amable y correcto con todos sus compañeros y cumplidor estricto de las normas de la asociación.
    Antes pedíamos a Manolo que guiara nuestras manos por estas humildes líneas y es que una de sus habilidades era la escritura. Recordamos cómo en nuestras cenas anuales, sacaba del bolsillo unas cuartillas en las que nos narraba anécdotas de la visita médica tanto suyas como de compañeros e, incluso, de algunos de nuestros clientes, todas ellas con cariño, gracia y saber estar.
    Entre sus aficiones estaba el tenis en el que se defendía, sin llegar a ser Manolo Santana en aquellos tiempos, con lo que conseguía mantenerse en forma. Pero su gran pasión fue la música, y llegó a formar parte de la Orquesta Sahara, donde, en la antigua piscina Municipal (hoy edificio de Correos), en la Plaza de los Jardinillos, los jueves y domingos hicieron pasar veladas inolvidables con sus boleros a la juventud jiennense de aquellos años. También el flamenco era otra de sus aficiones y en algunas  reuniones de amigos y familiares interpretaba sones del mismo.
    Nos comenta un gran amigo suyo como anécdota de su voz tan portentosa, que siendo joven Manolo y estando cantando en Madrid en Copacabana uno de sus boleros, alguien que escuchaba preguntó si era Antonio Machín quien estaba cantando.
    Esperamos que (allí donde estés) te hayamos transmitido el cariño y el orgullo de habernos sentido amigos y compañeros tuyos.
    Por la Asociación Profesional de Visitadores Médicos

    Diego Peinado Mengíbar de Jaén
    “Cuánto echo de menos nuestras charlas”

    Transcurría la década de los sesenta cuando las salas de billares de la calle Maestra y Obispo Aguilar, edificio de Radio “Jaén”, estaban en su máximo esplendor. En aquellos años, los lugares de ocio brillaban por su ausencia en este nuestro Jaén del Santo Reino.
    En el sótano del edificio de Radio “Jaén”, situado en la calle Obispo Aguilar, estaba el billar más visitado por los mozos de aquellos tiempos.
    Allí, taco en mano, conocí a Diego Peinado Mengíbar, quien, más tarde, sería mi cuñado. Era una maravilla ver cómo jugaba al billar. Las carambolas y las “41” no se le resistían… Con ese humor y con esa gracia… Manejaba el “taco” como nadie. En infinidad de ocasiones, no había contrincantes para él. Jugar con él a las “41” o a las carambolas, era un reto para cualquiera que tuviera la osadía de enfrentarse. Lo difícil para la mayoría, para él era facilísimo… Era un fuera de serie…
    Era Diego amigo de sus amigos. Era trabajador como él solo. Según comentaba mi suegro, Francisco Luis Peinado Ruiz  
    —que en paz descanse—, Diego era un hombre admirado en la calle Capitán Aranda.
    Siempre recuerdan cómo, con pocos años, bajaba la calle, canasta de ajos al hombro, camino del mercado de abastos.
    Tuve el honor de asistir a su enlace matrimonial —con una chica gallega, Virginia—, en Palma de Mallorca. Fui recibido por Diego en el aeropuerto. Como llegué el primero de la comitiva desplazada a Palma
    —procedente de Barcelona—, nos fuimos a visitar “rincones” frecuentados por él. Pude comprobar in situ cómo fuimos recibidos en ellos.
    Tenía infinidad de amigos. Era una persona campechana y buena: amigo de sus amigos, generoso y honesto.
    Cuñado Diego, fuiste un gran hijo, buen hermano, buen esposo y mejor padre. Diego, te echaremos muchísimo de menos.
    Te fuiste en paz. Te fuiste pensando en volver por Semana Santa para ver en procesión a  Nuestro Padre Jesús Nazareno “El Abuelo” —este año uno de los recorridos lo hizo tu sobrino Juan Carlos—.
    Te fuiste acompañado de los tuyos —esposa, Virginia, de tu hija Cristina, de tu hijo político Xisco y de tus nietos, Daniel y Lidia. También estaban a tu lado tus hermanos Paco, Lola y tu cuñada Jaci — que llegaron desde Jaén—.
    Allí estaban todos presentes para acompañarte en tus últimos días y comprobaron tu gran entereza. ¡La que siempre has tenido! ¡Cómo te alegraste de su presencia! ¡Cuánto te echamos de menos! ¡Eras un tío valiente!
    ¡Cuánto echo de menos, tus últimas charlas contigo, vía telefónica, desde tu tierra adoptiva, Palma de Mallorca! ¡Cómo estando tan mal, dabas ánimo! ¡Te fuiste pensando en la última “operación”…! Eras valiente, muy valiente. ¡Te fuiste en paz! Amigo y cuñado Diego, descansa en paz. Tu cuñado Juan.

    Manuel Moreno hernández de Martos
    Sevillano, se te echa de menos

    Hace ahora un año que no estás entre nosotros. Sevillano, se te echa de menos, se echa de menos a la persona y a la figura de Manuel Moreno Hernández, presidente del Club de Tenis Martos. Se echa de menos tu gracejo, tu tez morena, tu sonrisa y tus ganas de guasa en cada reunión. Las cosas siguen adelante, es cierto, pero se echa de menos ese empuje, esa capacidad de hacer grupo, esa especie de memoria e identidad del club que se encarna en tu persona, y con la que te prodigabas de igual modo en las reuniones en confianza en la piscina municipal para preparar los torneos o cuando cumplimentabas a cualquier autoridad, periodista o a cualquier patrocinador de una competición. Por todo eso se te echa de menos en las entregas de premios y se te echa de menos en la grada. Se te echa de menos en las pistas alentando a los niños de las escuelas municipales, con los que aún dibujabas algún ejercicio, a pesar de que tu espalda no te daba mucho margen. Por cierto, que era el único achaque de esa jubilación dorada que vivías plenamente y de la que se te veía que disfrutabas, especialmente en tu huerto, donde no parabas de invitarnos a todos a jugar en la pista de tierra que tenías. Aún nos fijamos muchas veces cuando pasamos por la autovía y la vemos sola.
    Sí que hemos notado tu presencia, Moreno, en la fiesta del pasado fin de curso, como lo volveremos a hacer en unos días; igual que la notamos en la inauguración y clausura del Futures, citas en los que nos acompañaron tu mujer y tus hijos. Incluso el hoy presidente de la Federación Española de Tenis acudió a despedirte, reflejo de lo que en todos estos años ha crecido y ha representado gracias a ti el Club de Tenis Martos. Así pues, en todos esos momentos creemos, Manolo, que te hemos honrado como te mereces. Tus amigos del Club de Tenis Martos

    Joaquín berrios contreras de Jaén
    “No necesitabas grandes cosas para ser feliz”

    Es impredecible de lo que es capaz la mente humana. Pasados ya tres años desde la ausencia de mi padre y amigo Joaquín Berrios, sigo manteniendo inmaculados en la memoria todos los recuerdos perpetuos de su vida, debido a que las cosas si no se recuerdan se olvidan, y eso no deseo que contigo ocurra.
    No pasa un solo día  sin que afloren en mi mente recuerdos tuyos, ya sean de tu cara, que indicaba confianza y a la vez seriedad; de tus palabras, que expresaban sosiego y paz, o tus buenas acciones,  que eran por lo que te marcaba en la vida, siempre pensando primero en los demás y después en ti.
    Me gusta recordarte incesablemente y continúo explicándole a tu nieta Pilar cosas de su abuelo y lo contento y orgulloso que estaría disfrutando con sus nietos un escueto día de campo. Porque tú, grandes cosas no necesitabas para ser feliz si tu afable familia permanecía siempre a tu vera.
    Me da mucha aflicción recordar los buenos momentos que has dejado de vivir junto a tu esposa Rosario y tu cada día más, amplia familia pero, a la vez, una generosa sonrisa ilumina mi faz al estar seguro de ser el responsable, desde allí arriba, que estas situaciones nos acontezcan cada vez que nos juntamos en cualquier sitio y en especial en tu lugar de retiro espiritual que era  La Noguera.
    Cada día me siento más orgulloso de la gran reminiscencia que dejaste en toda tu familia desde el día que tu querida Santa Catalina te iluminó el camino para ascender al reino de los cielos y formar parte del redil de nuestro Señor. Tu hijo que nunca te olvidará: Juan Carlos Berrios Hernández.

    Antonio Galiano Martínez: “Los viejos soldados no mueren”
    Antonio Galiano Martínez falleció, el pasado 25 de mayo, con 77 años. Los que lo conocían aseguraban que era un hombre honesto como pocos y que se sabía ganar la confianza de todos los que lo rodeaban. Fue presidente de honor del Colegio de Agentes de la Propiedad Inmobiliaria, reconocimiento que obtuvo gracias a su buen hacer laboral y al interés demostrado en la defensa de la profesión. Dejó muchos amigos y compañeros que tardarán bastante en olvidarlo. De hecho, su marcha causó gran conmoción en su círculo más cercano. Uno de sus amigos más cercano, José Guzmán Justicia, le dedica estas palabras para rendirle un sincero homenaje y, así, despedirse de él.
    “En el inexorable camino de la vida a la eternidad, en días pasados, se nos fue Antonio Galiano Martínez. Un hombre bueno, honrado a carta cabal, trabajador e inteligente, que dedicó su vida, además de su familia, a su dos grandes pasiones profesionales: la abogacía y agente de la propiedad inmobiliaria.
    Antonio Galiano ha muerto a los 77 años y atendió hasta el final, con la misma puntualidad, interés y entusiasmo que le caracterizaba, su prestigioso bufete, donde ejercía como consejero eficiente y experimentado en el complejo mundo del Derecho y la Justicia. Antonio era, entre otro saberes, un gran experto en el derecho de farmacia. A la profesión de agente de la propiedad inmobiliaria dedicó su eficaz y generosa contribución. Durante muchos años, fue presidente del Colegio Provincial y de la Federación de Colegios de Andalucía y, por tan notorios servicios en defensa de estos profesionales, fue nombrado, en un acto solemne, presidente de honor, distinción que lucía con orgullo. Desde el recuerdo, podríamos decir muchas cosas, evocar su voz, siempre apasionada y constructiva, las numerosas reuniones y tertulias en las que Antonio Galiano contaba su vivencia y sus anécdotas profesionales jugosísimas. De él nació la Asociación de Rutílicos, donde muchos compartimos amistad y visitamos lugares singulares de la geografía vinícola española. Otra de sus grandes pasiones era el Residencial Jontoya, del que fue promotor. El espacio se convirtió en su lugar de expansión y descanso veraniegos.
    Antonio Galiano Martínez era un hombre recio de carácter y sentía, también, profundas convicciones cristianas. Tenía la fortaleza de un guerrero antiguo. En sus últimos días, la enfermedad libró su última batalla y la ha perdido.
    Podría decir muchas cosas más de él, pero quiero compendiarlas en una sola frase: “Era un gran señor”. Ya no podré hacer otra cosa sino recordarlo con añoranza, como se llora a quien ha sido un amigo del alma durante toda mi vida.
    Quisiera despedirme de él, de Antonio Galiano, con la letra de una canción que le gustaba y que yo le oí un día. De hecho, fue escrita para hombres como Antonio y decía así: “Los viejos soldados no mueren... se desvanecen”.
    Nuestro mejor recuerdo y condolencia a su ejemplar familia, que se compone de su mujer, Loli, de sus hijos, Antonio, Matilde y Diego, con sus cada vez más numerosos nietos, que eran su gran ilusión”.
    Por José Guzmán Justicia