HASTA SIEMPRE

Martín Jiménez Cobo, un cura Hijo Predilecto de Mancha Real

El pasado día 31 de diciembre se fue para siempre Marín Jiménez Cobo un gran querido y estimado vecino de Mancha Real. Don Martín, como se le decía, un cura que era bien acogido en todos los lugares a donde iba, y que tras una larga enfermedad de cáncer, nos dejaba para siempre en el último día del año 2008, a los 80 años. El pueblo entero se volcó en su despedida y de manera especial en el entierro que se celebró en la lluviosa mañana del pasado viernes. El Hijo Predilecto del municipio, único título concedido hasta ahora en vida de una persona, se marchaba en un adiós acompañado de todos los honores tanto religiosos como seglares.

    03 ene 2009 / 23:00 H.

    Un mancharrealeño, que además de Hijo Predilecto de Mancha Real fue cronista oficial de Larva, y conocido en la localidad por su labor pastoral como sacerdote, por sus trabajos y publicaciones como historiador y reconocido investigador. Siempre buscando en los archivos históricos, profundizando en nuevos conocimientos y saberes, don Martín ha sido un personaje referente en la comarca de Mágina y en la provincia de Jaén.
    Nació en 1928 y durante toda su vida no ha parado esa gran proliferación de hacer y construir en beneficio de la sociedad. Destaca en la trayectoria vital de don Martín la incesante tarea investigadora que le han llevado a numerosos reconocimientos. Ha sido escritor de diversos medios, entre los que se encuentra diario JAEN; con publicaciones de escritos, artículos, libros, bastantes de ellas relacionadas muy directamente con su pueblo, la villa de Mancha Real. Ha sido cronista oficial de la población de Larva, elegido por su Ayuntamiento en 1991, y fue también distinguido por el Ayuntamiento de Mancha Real con el nombramiento de Hijo Predilecto de esta villa en el año 1994. Martín Jiménez ha sido un sacerdote que ha ejercido como catedrático de latín y profesor de Griego en diferentes puestos de la geografía andaluza. Finalizando su carrera como docente en el instituto Sierra Mágina de Mancha Real. Como sacerdote ha estado en Jódar, como coadjutor, y luego como párroco estuvo en Larva, La Higuera, la parroquia de El Salvador de Baeza. Martín Jiménez ha sido un investigador y escritor brillante. Infatigable “buscador”, en los caminos de la historia. Ha sido colaborador del Boletín del Instituto de Estudios Jienenses, de la revista “Espacio, tiempo y forma” de la Uned, de la publicación del Obispado “Iglesia de Jaén” y en otras más. También es autor de publicaciones como “Mancha Real, historia y tradición”, “Nuevos escritos sobre Mancha Real”, “Documentos de la fundación de Mancha Real”, “Repartimiento y fundación de La Mancha”, “Obispos y arquitectos de la Iglesia de Mancha Real”, “Sierra y Campiña”, “Por los campos de Larva”, “Jaén romano”, etcétera.
    Su labor no ha cesado a lo largo de toda su vida y tiene un trabajo titulado “Inscripciones romanas de Martos”, otra obra de quien merece el reconocimiento por su eficaz trayectoria, completada, entre muchos más datos y detalles por el hecho concreto de haber participado en congresos en torno a diferentes e interesantes cuestiones históricas en España, Francia, Italia y Méjico.
    Por Ernesto Angulo
    Mancha Real

    José Juan Martínez Gómez de Jaén

    Hasta siempre
    Querido Jose: Con estas letras quiero hacerte un pequeño homenaje y darte las gracias por todo lo que, sin saberlo, nos has llenado en nuestra vida durante estos años. Con lo tranquilo que eras en tu vida y ¿cómo es que te fuiste tan rápido?, sin decirnos adiós, como de puntillas, como si no quisieras que se notara. No dejaste que nadie se despidiera. Por nada perdías los nervios. Llegastes a Jaén desde Granada y nos conocimos por medio de tu mujer. Desde entonces las dos parejas congeniamos divinamente, tanto nosotros como los niños que, poco a poco, se han ido agregando a nuestras vidas. Tu gran capacidad en el trabajo hizo que ascendieras profesionalmente en Telefónica, hace poco más de un año, y Almería fue tu nuevo destino, en el que os encontrabais de maravilla. ¡Quien te iba a decir que, a tus 37 años, ahí encontrarías tu final! Aquí dejaste a mi querida amiga Alicia, tu compañera. Para ella eras una pieza importante ya que le transmitías esa serenidad que te caracterizaba y que ahora, desde la distancia, le tienes que seguir transmitiendo. También a tus dos hijos. Ángel, de 5 años, se asoma todas las noches al balcón en La Zubia para ver el lucero que más brilla. A él le gusta estar en La Zubia, tanto como te gustaba a ti. Y el pequeño Pablo, del que pocas veces pudiste oírle decir la tan ansiada palabra que cualquier padre espera escuchar “papá”, y que ahora la repite sin cesar. También tus padres, toda tu familia y amigos... lloramos tan lamentable pérdida.
    Ayuda a todos ellos desde donde quiera que estés a seguir adelante, a tu esposa y sobre todo tus hijos que son más vulnerables y los que mas necesitan de ti, dales esa fuerza interior para seguir adelante. Servicial ante todo, cualquier cosa que se te decía ahí estabas para ver que se podía hacer. Excelente persona, buen amigo, buen hijo, compañero, no tengo palabras para describir el vacío tan grande que has dejado en nuestro corazón. Mi e-mail está vacío, al igual que el de Juanje, e imagino que como los de tu familia, amigos y compañeros, a los que nos tenías tan acostumbrados a saturárnoslo con chistes, fotos, o cualquier cosa interesante que llegase a tu correo y que solías compartir con nosotros.
    Hay quien dice que no se aprecia a un amigo hasta que se pierde, y qué verdad es, aunque nosotros ya te apreciábamos y mucho, lo que pasa en esta vida es que tenemos muchas cosas en la cabeza y que a veces nos cuesta pararnos y decir a alguien lo que le queremos lo que le apreciamos.
    Maldito mes de diciembre que en tan solo dos años me ha arrebatado a dos personas queridas. No hay día que al abrir los ojos me venga tu imagen a mi mente y unas lagrimas empañen mis ojos, pero ten por presente que mientras yo viva, tanto tú como mi padre, estáis en mi pensamiento y a vosotros irán todos mis rezos.
    De tu amiga Mari Ángeles Arias.

    Juan Adán Navarro de Lopera

    Un hombre trabajador y bueno
    El recuerdo vivo de Juan Adán Navarro sigue muy presente en sus familiares, amigos y vecinos de Lopera. Fue el más mayor de una familia de seis hijos (Juan, Rafael, Manuel, Victoriana, Luis y Manuela), sus padres fueron Félix Adán García e Isabel Navarro Acevedo. La infancia de Juan Adán transcurrió en un pequeño cortijo que su familia tenía en el pago de Valcargado, conocido como “La Granja”. A los 16 años, en plena Guerra Civil, se marchó voluntario al frente y se alistó en el Batallón de Ingenieros de Jaén, después pasó a la 25 Brigada Mixta y estuvo defendiendo a la República en Pozoblanco, Peñarrolla, Alcaracejos y en la Batalla de Segovia, donde cayó herido y tuvo que ser trasladado al hospital de Hellín (Albacete). Una vez recuperado volvió el frente hasta el termino de la guerra. Fue detenido y conducido al campo de concentración de Villanueva de la Serena (Badajoz). Tras ser liberado, fue llamado a filas e hizo el servicio militar en el Puerto de Santa María (Cádiz). Una vez cumplidos sus deberes patrios, regresó a Lopera y trabajó como peón con una yunta de mulos con Juan “El de la Estación” en los Siles. En 1947 se casó con Feliciana Gaitán Holanda. Fruto de su unión nacieron cinco hijos, Félix, Gabriel, Isabel, Juan Manuel y José María. Trabajó en las labores agrícolas (recogida de la aceituna, y en plantación de viñedos) y también en una calera familiar. En el año 1953 la familia Adán se trasladó al caserío San Alberto, de Adamuz (Córdoba), y después a otro cortijo en el término de Cantillana (Sevilla).
    En el año 1957 la familia se afincó en el pueblo de la esposa, Pedro Abad (Córdoba), donde Juan trabajó en las vías del tren entre Pedro Abad y Andújar. En 1963 la Renfe hizo fijos a todos los obreros que trabajaban para ella y entonces salió a relucir su pasado republicano. A Juan sólo le quedaba optar por trabajar en Bilbao o Navarra, y se decidió por la segunda. La familia se instala en Alsasua donde Juan pasó el resto de su vida laboral. A pesar de vivir a más de 800 kilómetros de su querida Lopera, no faltó ningún año al reencuentro con su familia y amigos. Le encantaba pasar sus ratos libres en una huerta que tenía en su casa donde cultivaba todo tipo de hortalizas para el gasto o para regalarlas a sus amigos. Fue un fiel oyente de radio La Pirenaica. Su vida estuvo marcada por ser un hombre que se desvivía por su familia y por su devoción por los siete nietos que llegó a conocer (Alberto, Santiago, Jorge, Amaya, Natalia, Juan Manuel y Elena) con los que les gustaba pasar buenos ratos y les contaba sus vivencias en la guerra y como se vivía en Lopera y lo querían mucho pues era un abuelo muy bueno.
    Por José Luis Pantoja.

    Josefa García Godino de Jaén

    A la madre más bonita del universo
    Madre naciste en Jaén, tierra de olivos, esposa de Juan José Anguita Gámez, un hombre ejemplar de los que poquitos en la vida que podamos encontrar. Fuiste madre de cinco hijos (Paco, Carlos, Miguel, María del Carmen y María José) a los cuales los vistes casar, y te han dado tres magníficos nietos (Rocío, Adrián y Nerea) que siempre te recordarán por donde quiera que vayan. Fuiste una mujer siempre trabajando en la vida, siempre pendiente de todo, para que luego llegue un día y la muerte lo arrebate todo. Madre luchadora y coraje por esa maldita enfermedad que tanto luchastes en la vida para poder superarla. Maldito el 11 de noviembre de 2008 que a tu vida llegó y en el que te marchaste de nuestras vidas con mucho dolor, al cielo, donde habitas junto a Dios. Que sepas madre mía que, por muy lejos que estés de nosotros, siempre estarás presente en nuestro pensamiento. Gracias mamá por la vida que nos diste. Te queremos.
    Tu esposo, hijos y nietos.
    Chiquitita me dejaste abuelita siendo un bebé, pero por mucho que te fuiste de la vida, en el corazón te llevaré. Para mi abuelita Pepi de su nieta Nerea.

    José Barranco “El Patillas”, la esencia de la hostelería

    Jose Barranco Villodres, Pepe “El Patillas”, no tuvo otro día que morirse sino en Navidad; ya sé que uno no puede ser amo de su vida, y que esta es patrimonio de Dios, pero bien podía haberte dado una tregua. Por oídas sé que el mundo de la hostelería fue siempre tu sustento y que diste tus primeros pasos detrás de una barra, con los pantalones cortos en este callejón, del que llegaste a ser patrimonio de la noche.
    Yo también empecé con mi padre en el “Manila”, Antonio Cruz, en edad joven, pero salvando la distancia de años. Luego, nos quedamos con un local al que llamamos Bar Alkazar, junto a lo cines del mismo nombre, y poco después sería cuando nos conocimos. Fue cuando entré a trabajar en la Bodega los Barriles, donde el también difunto Carlos Lois y Juan Carrascosa eran socios, luego durante varios años regenté el citado negocio como propietario en alquiler, siendo en estas reseñadas ocasiones, cuando el roce entre nosotros era casi a diario. Durante muchos años, tu casa era la parada final de los de la profesión, la farmacia de guardia del callejón para los que íbamos cerrando el día y encontrábamos el sitio ideal para la última copa. Con carácter serio, pero noble y siempre en tu sitio, nos tenías acostumbrados a verte sonriente, tras una buena tarde de Curro, un triunfo “der beti”, o el sonido de una guitarra flamenca punteando la noche. No quiero dejar cerrado el círculo ni mucho menos de tus clientes.
    Por el “Auringis” pasó la flor y nata de la sociedad capitalina y regional, quizá, ahora que se da por cierto que los ciegos tienen un sexto sentido, tú vidente claro, llegaste a comentar con motivo del homenaje que te rendimos tus amigos: ¿ya me estáis matando?, desde mi actual devenir hostelero, el Mesón el Tostón, al que tú visitabas en las ultimas fechas, estarás siempre en mi recuerdo bastante mas allá de las lágrimas que solté, todavía el llorar es de hombres, cuando te daba los últimos adioses, tanto en el tanatorio como en el cementerio, veintitantos años son un largo camino recorrido desde que nos conocimos, te puedo asegurar que el Arco del Consuelo está de luto con tu definitiva ausencia. Hasta siempre Pepe.
    Por Antonio Cruz Guerrero
    Jaén

    Afectos intransferibles para un hombre irrepetible

    Con el paso del tiempo, la figura de Pepe Barranco servirá para recordar una parte de nuestra trayectoria jaenera, aquella que combina una propuesta literaria de Alfonso Fernández Malo con un rumor de la ciudad traído por analistas consagrados como Manuel Palomo. Estará presente con el abogado Marcos Gutiérrez Melgarejo, el pintor Miguel Ayala o el periodista José Luis Moreno Codina, tan queridos de siempre. El censo de eruditos reunidos por su amistad supera a la Generación de los 50.
    La referencia poética no es una argucia literaria, sino el trámite que lleva a una biografía configurada con la lírica de los afectos intransferibles. Pepe Barranco no vivió grandes sucesos pero tuvo la impagada aventura de recibir una paliza de la policía franquista por declararse demócrata. Pertenecía a ese colectivo silenciado que provocó la transición poniendo más empeño solidario del que correspondía a sus circunstancias personales. Quizás sea lamentable valorarlo tarde, cuando ni siquiera reclama un gramo de tristeza porque su perfil rondeño seguirá viviendo en nuestra memoria.
    Tampoco es necesaria una fotografía para saber de la sonrisa conseguida con sólo reconocerle que Jaén era su pasado y continuará siendo su porvenir, la ciudad amada como titular de un alma tan limpia como la suya. De consorte, la de Sevilla; quizás influido por las emociones que inyectan esas artes genuinamente andaluzas que cultivaba con las pasiones que sólo pueden motivar las culturas mestizas.
    La de la imponente estatura del Cernuda de Ocnos y la de los mitos cultivados con locuaces silencios. Las del tiempo artístico desgranado por Curro Romero, las modalidades del gozo sugeridas por el “manque pierda” bético, o las de la conmoción seguiriyera de Antonio Mairena, que seguro lo recibirá donde se encuentran las personas de méritos tan difíciles por su sencillez como por inolvidables.
    Por Juan José Fernández Trevijano
    Jaén