Hasta siempre

José bermúdez cortés de Martos
Genial futbolista y mejor persona

Por última vez has hecho saltar por los aires cualquier cosa ya creada, que estuviese preestablecida, pero ¡los talentos no acatan normas! Porque lo tuyo era siempre inventar, seguir inventando, rompiendo cualquier muralla que se antepusiese en tu camino hacia el gol, utilizar tu letal magisterio futbolístico para acabar siempre con el balón dentro de la portería.
¡Y dicen algunos que en fútbol estaba todo inventado! Tuve el honor y la suerte de compartir contigo alguna de esas batallas futboleras, y por mucho empeño que ponía en realizar acciones que veía en ti, he de decir que hay cosas que no se entrenan y que solo vienen adheridas a muy pocos elegidos, y tú eras uno de ellos.
Ahora nos vanagloriamos de esos pequeños grandes futbolistas que han puesto un país boca arriba haciendo cosas tan sencillas que nadie más sabe hacer, cuando yo ya lo había visto hacer a un futbolista pequeño y genial llamado Pepe Bermúdez. Eras de esos futbolistas que se miden con otro calibre, como el de Maradona o Messi, pero una vez más has sido más rápido y escurridizo para entrar primero en la leyenda del fútbol marteño y en el cielo de las grandes y buenas personas. Gracias, Pepe Bermúdez, por hacernos disfrutar de esos momentos que tú solo sabías inventar. Siempre en nuestro corazón.

José María Bonilla Pareja, amigo y compañero.


El día 6 de agosto hizo su último regate, pero ahora no pudo superar al contrario, se fue de nuestro lado una tarde de verano, una tarde que se cubrió de nubes inquietantes y llenas de llantos, porque ya no lo volveríamos a ver, ni a estar a su lado.
Persona querida entre sus amigos y admirada como deportista, “extremo izquierdo” del Martos CD, con el dorsal número 11, con el apodo “el ratón del área”, que jugó en la época dorada de los años 80.
 Quería a su Ciudad de la Peña tanto como el primero, a su parque, a la Plaza de la Constitución y, cómo no, su Fuente de la Villa, donde conoció a uno de sus más entrañables amigos, “El Pájaro”. Nunca se olvida de su Virgen de la Soledad, de toda la Semana Santa marteña, era peregrino inseparable de la Virgen de la Cabeza, peregrino incansable y perpetuo de todas las marchas diurnas o nocturnas que se hacían.
Se fue en silencio porque era una persona que no quería que fuera conocido como alguien grande, no, él era sencillo, campechano y, porqué no decirlo, un poco tozudo, era pequeño de estatura, pero como persona “muy grande” y como buen deportista, le gustaba el Real Madrid. Te vamos a echar de menos Pepe, los pequeños quizás más que los adultos, pero donde quieras que estés, sabrás que entre todos te tenemos en lo más profundo de nuestros corazones. Jamás de ti se olvidará donde tu naciste, te criaste y por desgracia has fallecido, Martos. Hasta siempre, amigo.
Manuel Albín Extremera

ADELAIDA FREIJÓO CANO de Alcalá la Real
“Mi bisabuela Adelaida, sencilla y de corazón grande”

Mi bisabuela Adelaida fue una mujer especial. De mediana estatura, buen porte y aspecto de mujer rural como las galleguiñas del norte, hacía honor a su apellido, Freijóo. Por eso, siempre se han preguntado los miembros de mi familia por sus orígenes, y al reparar en este extraño nombre, remontaban intuitivamente a Galicia como patria de origen de la saga. En las diversas ramas de la familia Freijóo, existen pequeños buscadores e investigadores particulares que han tratado de saber cómo vinieron a Alcalá; y además, entre ellos, se ha formado un profundo debate sobre la grafía exacta del apellido. Unos decían que mi bisabuela se apellidaba “Freijóo” y así la rama de los Gómez lo recoge en sus documentos de identidad; otros, por el contrario, le quitan la vibrante en contacto con la fricativa y se denominan “Feijóo” —parece como si quisiera entroncar con la familia el actual presidente gallego o el escritor ilustrado del siglo XVIII—; en algunos libros oficiales, sin embargo, se reduce la doble vocal cerrada y quedan como Feijó o Freijó.
 Y hace unos meses, mira por dónde, que, leyendo un documento del siglo XIX en el Archivo Histórico Provincial de Jaén, topé con el Freijóo que caló por primera vez en tierras alcalaínas. Y no coincidía con ninguno de los anteriores nombres de este apellido, ya que al castellanizarse su origen gallego dio lugar a las diversas variantes. En concreto, se llamaba Francisco Fraijóo y Ferro; y fue el primero que arribó por estas tierras en tiempos de Fernando VI. Provenía, según sus declaraciones en el testamento personal ante el escribano alcalaíno Sola, escrito en 1800, de la ciudad gallega de Santa Comba, perteneciente del Obispado de Santiago de Compostela. Y cual fue mi suerte que, en el mismo documento, encontré que era hijo de Alberto Fraijóo y María Ferro. Pero se casó, por 1760, en Alcalá la Real y vivió por los barrios de extrarradio de esta ciudad, hasta que una rama de esta familia se instaló en las aldeas de la Fuente del Rey y Santa Ana. A partir de sus descendientes, Fraijóo se transformó en Freijóo, lo que debió acontecer también en Galicia.
Sobre su apellido, gracias a las nuevas tecnologías, he podido descubrir que los Fraijóo y Fraijo procedían de Francia, y están extendidos en todo el mundo. No obstante, el origen gallego de mi bisabuela me hizo inclinarme que su auténtica grafía es la actual Freijóo, que, en algunos casos, se nos muestra como Feijóo y en pueblos gallegos, con las variantes Feixo, Feixóo...
Mi bisabuela Adelaida vivió los primeros años de su matrimonio con José María Gómez Atienza, en Alcalá la Real. Pero, después, se fue a Fuente del Rey, donde su marido se dedicaba al campo y solía vender leche de vaca en las casas alcalaínas. José María, el de las Vacas, le transmitió el amor a La Morenita, lo que no tuvo dificultad alguna para ello, ya que Adelaida fue siempre una mujer muy religiosa. Lo acompañó a la Romería del Cerro del Cabezo en muchas ocasiones, por los años del primer tercio del siglo XX, pues fue hermano mayor. En su casa, las imágenes de santos y advocaciones de Jesús y María siempre ocupaban un lugar destacado. Un Ecce-Homo del siglo XIX se alumbraba con la luz de las mariposas encendidas en un vaso de aceite y agua durante todo el día para imprecar la protección de sus hijos. Una pequeña imagen renacentista de madera de pino, deteriorada y rescatada de algún desaprensivo, presidía el Ángelus diario y los rezos del mes de mayo. A todos los hijos le inculcaba la formación cristiana hasta tal punto que le salió un seminarista en medio de una familia puramente campesina. Pues cada uno debía hacer el rezo del rosario diario para que se hicieran practicantes de aquel rito.
En aquella casa arrendada a la familia de los señores González de Lara, sita en la aldea de nombre, se formó una saga al amparo de aquella mujer cariñosa y generosa con todos los miembros de su familia y personas indigentes. Muchos acudían bajo su protección, y expandía todo lo que en su despensa había y paliaba el apetito de muchas personas en aquellos años de hambre.
Quedó viuda en los primeros meses de la Guerra Civil y, años después, acompañó a sus hijos solteros en diversos destinos. Con su hijo el maestro Luis Gómez, a Ermita Nueva y Santa Ana. Allí fue la mujer servicial y generosa con visos de santidad y acudía a la iglesia de la Abuela diariamente. Me decía un sacerdote joven que frecuentaba su casa que “si él tuviera la posibilidad de canonizar a una persona, lo haría con mi bisabuela Adelaida”. A aquel cura le impactó la bondad, sus manos caritativas y su sencillez, la de las personas rurales que lo daban todo por el seguimiento cristiano y, sobre todo, por los más humildes. Como ella, sencilla y de corazón grande.
Por Francisco Martín Rosales

Javier Joyanes Castilla de Jaén
“Tu vida llenaba nuestra vida. Tú lo llenabas todo”

Javier, vida mía, hoy es tu cumpleaños. Cuando te fuiste acababas de cumplir 27 años, tus 27 años, llenos de ilusiones, de proyectos compartidos con Fátima. Cuando tú vivías, todo eran sonrisas y felicidad. Con tu marcha nuestros corazones, que te amaban, no dejan de llorar. Tu vida llenaba nuestra vida, qué ilusión, en este día, ver en tus ojos siempre sonrientes, la alegría del regalo, la alegría del cariño, la alegría de la familia alrededor tuyo, esperar que volvieras, feliz con el regalo que te habían hecho tus amigos y oír tus comentarios, salpicados siempre de esa sonrisa que te hacía más guapo, aún, por la nobleza que despedía. Tú lo llenabas todo. Si me veías triste, me decías que no pidiera tanto, que pensara en las cosas pequeñas de la vida, que estas cosas pequeñas eran lo mejor. ¿Te acuerdas cuando salías del instituto o de la universidad y te acercabas a mi trabajo a verme? Como te gustaba la Informática, te enseñé a hacer lo que yo hacía, y qué orgulloso te ponías cada vez que el ordenador me daba la lata y me decías lo que tenía que hacer para arreglarlo. Luego te invitaba a algo, mientras me contabas tus cosillas y nos reíamos de cualquier cosa. Estar juntos ya nos hacía sonreír. Llevabas razón, las pequeñas cosas eran lo mejor. Ahora no puedo vivir sin ellas.
Ver cómo cada año traía algo nuevo, este, te traía la perspectiva de un nuevo trabajo. Pronto terminarías el máster: “Para el 15 de septiembre, mamá”, me decías. Solo salías por las mañanas, a tu trabajo de becario, y yo que siempre iba pinchándote, te decía: “Javier, que estás estudiando más que para hacer tu carrera”.
Hablabas con Fátima todas las noches y yo intentaba escuchar por darte marcha y saber quién le estaba robando el corazón a mi niño y tú cerrabas la puerta con un: “Mamá, que eres muy mayor para gustarte tanto jugar”. No he vuelto a jugar, Javier. Luego, los fines de semana, Fátima, tu cordobesa, venía o tú ibas a verla. Preparábais vuestro futuro y nada os despistaba de él. “¿Cómo será mi futuro?”, me preguntaste una vez, y yo, ilusa, te dije:” ¡Qué preguntas! Pues tal y como te lo estás preparando, tiene que ser bueno a la fuerza, encontrarás un buen trabajo y tendrás unos hijos como tú, buenos y muy guapos y que te llenarán de satisfacciones como tú nos llenas a nosotros. Es lo bueno de coger un buen camino, que todo son alegrías cuando lo recorres”. ¡Qué equivocada estaba! Solo te dieron tiempo para que encontraras un buen trabajo.
Alguien extendió su negro manto, tu alegría le hacía daño, tus triunfos le dolían, tu amor por Fátima lo destrozaba y acabó con todo, contigo, con nosotros, nos mató a todos matándote a ti. No merece más palabras, las palabras son para los hombres y él no es un hombre, en ninguno de los sentidos, si lo fuera daría la cara, un hombre da la cara, no se oculta. La injusticia terrenal lo protege, ¿y la conciencia?, ¿y la celestial? ¡No matarás! A esas no podrás burlarlas, allí no se es familia de fulano de tal. Y yo, en nombre de mi inmenso amor de madre, yo os maldigo, a ti, y a quien impide que mi hijo tenga Justicia, cada segundo os maldigo.

Mamá, papá, Fátima, tus tíos, tus primos, tus amigos
Las personas no mueren, solo se olvidan. Por eso, Javier está hoy más vivo que nunca, porque la gente que tuvimos la suerte de cruzarnos en su vida, ya nunca podremos olvidar a una persona tan especial: sensible, empático, buenazo, noble, inteligente, simpático, creativo... Así le recuerdo yo, y con el paso del tiempo, mi memoria se acentúa y solo puedo sonreír cuando pienso en él. Y aunque ya no pueda disfrutar más de su pasión por la vida, tengo mis grandes recuerdos y, quizás, algún día, me lo vuelva a encontrar a la vuelta de la esquina. ¡Felicidades Javi!

Silvia Aguilar Joyanes

Querido Javier: Pronto harán cinco años del día en que nos dejaste para siempre y nos quedamos sin ti. Cinco años de tristeza, recuerdos y desesperación.
Tristeza, por perder a una persona extraordinaria, llena de vida, ilusión y alegría. Todo el que te conociera sabía en qué gran cantidad desbordaban en ti estas cualidades, siempre con la sonrisa en la boca, esa sonrisa que transmitía una sensación de paz, tranquilidad y sosiego, siempre dispuesto a ayudar y colaborar con cualquier petición que se te hiciera si estaba en tu mano el poder hacerlo, y esa alegría de vivir como las de cualquier joven que veía cómo casi todos los deseos y proyectos de futuro se le iban cumpliendo, apoyado siempre en unos padres y hermano, de un entorno familiar de felicidad y estabilidad. ¿Cómo no vamos a estar tristes todos los que te queríamos y disfrutábamos con tu compañía y tu cariño?
Recuerdos, ¡cuántos recuerdos! Desde pequeño fuiste un niño alegre, tranquilo y feliz, siempre junto a tu hermano con las disputas propias de niños que se llevan poca diferencia de edad, pero sin el cual no podías estar. Aquellos veranos en el campo, disfrutando del descanso después de un largo curso de los que siempre salías airoso. Toda tu vida fuiste un ejemplo de honestidad y de bondad gracias al desarrollo de tus muchas cualidades y a los valores inculcados desde pequeño por tus padres y maestros.
Desesperación, porque después de cinco años de lucha de tus padres y de muchas personas que les apoyan, aún no se haya podido conseguir esclarecer lo ocurrido ese maldito día, y no porque no esté bien claro con todas las pruebas y datos que se han presentado, sino por algo que se llama Justicia, que debería ser para todos igual, pero parece ser que solo defiende y lucha por los que tienen el poder.
Javier, ya solo queda seguir luchando para que se te haga Justicia, y antes o después se conseguirá.
Siempre  estarás  presente  en  nuestras vidas y en  nuestros corazones, siempre te querremos.

Diego, Conchi, Diego y Virginia

Son muchos los días que el recuerdo de Javier me acompaña. Eres de esas personas que indudablemente dejaban una huella imborrable en todos aquellos que tenían la suerte de compartir algún momento contigo. Vital, alegre, jovial, amigo de sus amigos, son solo algunos de los adjetivos que me vienen a la mente y que podrían describir perfectamente tu personalidad.
Ahora, escribiendo estas líneas, no puedo evitar hacer balance de todos los momentos que hemos compartido y, como no podía ser de otra manera, los positivos ganan a los negativos. Porque hasta en los momentos negativos tú siempre mostrabas ese optimismo tuyo y ayudabas en todo lo que estuviera en tu mano.
Y es que si hay algo que tengo claro es que no has desaparecido de nuestras vidas, ya que sigues en el recuerdo y en el corazón de mucha gente, y eso, amigo, es algo que nada ni nadie podrá borrar u ocultar.

José Manuel Martínez Gallardo

Amar a alguien es decirle: “No morirás”. Por eso, entre otras cosas, tú estás siempre vivo entre nosotros. Te recordamos todos los días; tus bromas, tu humor, tu sonrisa...
Alguien dijo una vez que aquello que una vez disfrutamos, nunca lo perdemos. Todo lo que amamos profundamente se convierte en parte de nosotros mismos... ¡Qué gran verdad! Por eso, tú has sido parte de nosotros y lo seguirás siendo siempre. Que tu sonrisa no deje de brillar nunca en el cielo. Te queremos.
Tus amigos

Te quieren y no te olvidan tus amigos, y te recuerdan cada día, pero de forma alegre, recordando lo bueno y divertido que nos diste. Un beso.
Lucas, Edu, Rocío, Isa, Maru, Antonio, Juanjo, María y Javi

    18 ago 2013 / 09:19 H.