Hasta siempre

JUAN BORREGO ARCOS y CARMEN SÁNCHEZ- CAÑETE ORIA de Alcalá la Real
“En memoria de dos profesores del IES Alfonso XI de Alcalá la Real”

La fundación de un colegio oficial de enseñanzas medias fue siempre un reto para la ciudad de Alcalá la Real. El primer intento se remonta a principios del siglo XVII cuando los munícipes, liderados por el regidor de sangre italiana Pedro Veneroso, pretendió contactar con la Compañía de Jesús para establecer un colegio de Teatinos en la fortaleza de la Mota. Gestiones fallidas, a pesar del apoyo económico del abad, del obispo Maximiliano de Austria y de los miembros de la hidalguía de Alcalá la Real, que trataban de que sus hijos no tuvieran que desplazarse a otros lugares para realizar los estudios secundarios. Algo parecido tuvo lugar a finales de este siglo; y, en el siguiente XVIII, una escuela de Gramática y Filosofía en las dependencias de los conventos franciscano y dominico. Con motivo de la Revolución Gloriosa y la I República, nació un primer colegio de Segunda Enseñanza con el nombre de la Virgen de las Mercedes, y otro segundo con el nombre de Santo Domingo de Silos, ambos privados y becados con el presupuesto municipal.

    06 may 2012 / 08:53 H.

    Este último se mantuvo hasta los primeros decenios del siglo XX hasta que fue sustituido en la II República con el nombre de Academia Sadel. Tras la Guerra Civil, de nuevo renació la idea de formar un centro de estudios secundarios con el nombre de la patrona de Alcalá la Real. Pero, hasta 1960, no se regularizó la docencia de los estudios medios en la capital de la comarca alcalaína. Lo hizo bajo la égida del patronato municipal del Ayuntamiento de Alcalá la Real y con el nombre de Copem (Centro Oficial de Enseñanza Medias de Alcalá la Real). Recuerdo que rigió aquel centro una directora, pero varios profesores y licenciados, unos de Alcalá y otros de tierras andaluzas, fueron el “alma máter” de impartir vida, docencia y la puesta en marcha de aquella institución. Estos profesores tenían la huella de sabiduría y prestigio que ha caracterizado a los miembros de la docencia Secundaria; pues los hubo quienes fueron posteriormente profesores universitarios, investigadores, poetas y políticos. Y, entre ellos, la noticia de la apenada muerte de Juan Borrego Arcos y Carmen Sánchez-Cañete me obliga a darle un homenaje sumamente merecido por la huella que me dejaron en mi formación personal y amical.
    En cuanto el primero, nunca fue mi docente de Matemáticas en mi corta estancia en el Copem, pero pude experimentar su capacidad de gestión por participar en la Junta Directiva de aquel centro, que abrió los estudios secundarios a muchos vecinos de Alcalá la Real en los años sesenta y setenta del siglo pasado. He repasado las actas municipales del Ayuntamiento alcalaíno de aquellos años, y no podemos soslayar el interés que Juan Borrego puso para la instalación institucional del Inem “Alfonso XI” de Alcalá la Real. Tampoco, en los primeros cursos de este centro me impartió docencia por mi tendencia humanista que se separaba de su docencia de ciencias. Pero recuerdo las vivencias de mis compañeros de esta rama, alumnos suyos que lograba prepararlos con los mejores resultados posibles en la prueba de selectividad y en los estudios universitarios que catapultaron a aquellos alumnos en puestos profesionales muy significativos de nuestro mundo actual. Luego, compartimos ser colegas de la Enseñanza Media y Secundaria en centros diferentes, uno del otro, pero, sobre todo, mantuvimos la relación amistosa que me otorgaba dedicándome siempre conversaciones muy amables e instructivas sobre el funcionamiento de la enseñanza, con las que además disfruté en el rincón sanjuanero en muchas mañanas de los domingos. Me trataba con una gran exquisitez y respeto, a la que procuraba siempre corresponder. Sé que, incluso, la ciudad le otorgó un reconocimiento público como concejal por todos sus desvelos en implantar el Instituto de Enseñanza Secundaria.
    En cuanto a Carmen Sánchez- Cañete, no podré olvidar la huella que ejerció en mi futuro investigador y en el amor por la docencia, tan solo en el año 1969, año de la inauguración del Inem Alfonso XI, cuando me introdujo en la afición por la investigación encomendándome trabajos literarios, base metodológica para mis posteriores colaboraciones literarias en revistas y periódicos. Además, aprendí muchísimo de la seriedad y profundidad de conocimiento, del dominio magistral que tenía de la Lengua y Literatura Española y de su amor por la docencia. Con ella, conseguí los cimientos de la Literatura Contemporánea, la afición por los escritores del 27, la poesía social y el teatro de la posguerra (Buero, Mihura...). Me impartió la base de mis futuros universitarios; y, esto simplemente es el testimonio de un alumno muy efímero, porque muchos alumnos de todos los cursos de Bachillerato podrían ampliar el currículo de esta profesora ejemplar. Me encantaban sus recitaciones de sus poemas, la escuché con suma atención en varias charlas y conferencias y en el pregón de la Virgen de las Mercedes. Y, tuve el honor de que me corrigiera y de consultarla, con Domingo Murcia, en el libro que escribimos “Cancionero, Relato y Leyendas” con una amabilidad extraordinaria y una sensibilidad en animarnos en aquella empresa compartida.

    Por Francisco Marín

    Trinidad Lendínez Montes de Jaén
    “Volver a verte”

    Mirando esta fotografía quisiera decirte tantas cosas en este día tan especial para las madres, que las lágrimas que todavía caen de mis ojos no me dejan verte bien. Y es que a tan pocos días de tu marcha me has dejado huérfano y perdido y no encuentro consuelo con nada. No hay un solo momento en el día en que no piense en ti y en como podría seguir siendo la vida si todavía estuvieses aquí. Ha sido todo tan rápido e inesperado que aún hoy me parece mentira todo lo que ha ocurrido. Miro el teléfono y me quedo esperando a que suene para escucharte y pedirme que te llevara a casa lo que tu bien sabes que querías y que te gustaba. En estos días de desconsuelo cada vez que he ido por allí, al abrir la puerta por un momento he creído verte por el pasillo o sentada en la salita esperando a que llegara, pero no, no ha sido así, y he sentido un vacío tan grande que espero llenar de todas las cosas buenas y bonitas que hemos compartido juntos.
    Hoy estoy especialmente sensible y orgulloso de tu nieto Daniel, ya que me ha hecho ver en una letra tan sencilla de una canción de José Manuel Soto cuánto te echo de menos y como te percibo todavía. Dice así: “Cuando llego a aquella casa cualquier día, y no te veo, aún te busco desde el patio a la cocina para darte un beso. Aún percibo tu presencia en cada mueble, y en cada cosa; y te siento canturreando entre jazmines, geranios y rosas.
    ¡Cómo añoro tu sonrisa cariñosa a cada paso! Y conservo con amor cada recuerdo de aquellos años, aquellos años, que ya se fueron, ¡ay, quién pudiera parar el tiempo!
    Parar el tiempo, y sentirme de repente, como un niño nuevamente, entre tus brazos; parar el tiempo, y escuchar por un momento, tus palabras de consuelo para mi llanto.
    Volver a verte, que otra vez me regañaras, si a la vuelta del colegio, yo no estudiaba; ¡que mala suerte, que ya no pueda volver a verte!
    El vacío que dejaste con tu marcha, dejó mi alma, tan oscura como siento las paredes de nuestra casa.
    Si es que hay Dios y consintiera concederme verte un momento; te diría simplemente sin palabras, lo que te quiero.
    Y si existe de verdad un justo premio para los buenos; pueda ser que alguna vez vuelva a encontrarte, en ese cielo, en ese cielo que tú soñabas; ¡quién fuera niño, Madre del alma!
    ¡Quién fuera niño, y tuviera un par de amigos, unos lápices “alpino”, cuaderno y goma; y por fortuna tuviera el sol y la luna, y volar por las alturas, como una paloma.
    Ay, quién pudiera, un borrón y cuenta nueva, y volver a la plazuela del viejo barrio; ¡qué mala suerte, que ya no pueda volver a verte!”.
    Quisiera que en esa nueva vida te hayas encontrado con papá y los dos la viváis de forma plena y auténtica, como siempre os habéis merecido. Aquí lo has hecho lo mejor que has podido y lo mejor que has sabido y por eso mi amor hacia ti será durante toda mi vida, hasta que llegue el día en que pueda volver a verte.

     Por tu hijo José Rincón Lendínez


    EMILIO CUADROS MUÑOZ de Beas de Segura
    “A Emilio, el del San Marcos”


    He conocido muchos aficionados a los toros. Los hay “toristas” que gustan más de las corridas duras y los hay más “toreristas” que no exigen tanto en el trapío de las reses y se fijan más en los detalles de los artistas. Los hay más partidarios de Sevilla o los que prefieren ir a Madrid. Otros están más arraigados con los festejos populares en las calles que con las corridas en la plaza, disfrutando y participando como elementos activos de la Fiesta. Pero hay algunos que son aficionados a los toros en plazas y en calles, en el campo y en la ciudad, que están pensando en los toros desde que se levantan hasta que se acuestan y desde que nacen hasta que se mueren. A este reducido grupo pertenecía Emilio. Lo mismo andaba viendo toros en Madrid o Benidorm que participando en los encierros de Las Navas de San Juan o en Castellar. Pero eso sí, siempre muy cerca de los toros. A ser posible pegado a los cajones o subido al camión y ayudando en las faenas de embarque y desembarque. Siempre cerca. Y en San Marcos más. Había tenido reses bravas, ¡no faltaba más!, y no era la primera vez que le pegaba un toro o una vaca. Pero llegó el final. En su pueblo, viviendo la fiesta que marcaba los tiempos de su propia existencia, Emilio fue cogido por última vez recibiendo la cornada que pone fin a sus faenas de emprendedor hostelero, emigrante retornado y torero sanmarquero. Le recordaré sonriente, dispuesto a la tertulia con su ironía y su buen humor, contándonos novedades de “los Esplás”, disfrutando de aquellos sanisidros televisados en su mesón gastrotaurino junto al amigo “Mere”, Antonio Revilla, Campayo, Antonio López o Paco el Marqués. Emilio no ha muerto de un accidente, a Emilio lo ha matado un toro, que para el que lo entienda, y en su caso, es como morir de muerte natural. Como buen aficionado él sabía que en las cogidas la culpa siempre es del torero. Que nadie se rasgue las vestiduras, porque a veces el corazón tiene razones que no entiende la cabeza. Nacer es peligroso y estar en la vida más. Y cada uno elige sus referencias religiosas, místicas, políticas o taurinas para vivirla. Todos tenemos claro que esto se acaba algún día y que cada uno tenemos un toro esperando para cogernos:
    “Cuando eso llegue, amigo
    que alguien diga por mí lo que yo digo
    por ti con voz serena que aparento:
    San Marcos, abre la puerta.
    Abre los brazos, Dios, y dale asiento”.

    Por Lope Morales Arias


    “Su amor a San  Marcos de la mano de Tomás,  el municipal”
    Es muy difícil expresar en pocas líneas quien era Emilio Cuadros Muñoz y la relación que mantenía con las fiestas de San Marcos de Beas de Segura. Emilio era un sanmarquero de los pies a la cabeza; “mamó”  su amor a San Marcos de la mano de  Tomás “el Municipal”, su padre; lo alimentó corriendo las vacas que durante muchos años crió en La Veguilla, y lo ha manifestado a lo largo de toda su vida con actos que forman parte de la historia de Beas de Segura y de la Fiestas de San Marcos: llamando a su bar  “Mesón San Marcos”, fundando la Peña de Benidorm, que durante muchos acudió a las fiestas con una vaca y una charanga que con sus pasacalles animó la diana, en las primeras luces del día 25 de abril, festividad del Evangelista, la procesión y las noches sanmarqueras; comprando y corriendo reses durante las fiestas, unas veces en solitario —la vaca de Emilio el del Mesón—, otras con diversas peñas: El Bobi, El Escándalo, El Vitorino. Si fuera posible establecer una clasificación de los que amamos y sentimos a San Marcos como algo muy nuestro, seguro que Emilio figuraría en un lugar destacado del escalafón, en puestos de Champions como va estar en la memoria colectiva de Beas de Segura y  cuando en la tarde del 24 de abril las trompetas resuenen en la Explanada de San Marcos homenajeando a los sanmarqueros desaparecidos recordaremos a Emilio muriendo como vivió: Disfrutando de las fiestas de San Marcos. 

    Por Peña El Bobi
    “No te olvidaremos nunca”

    Una no sabe qué decir cuando pasa algo así, tan cercano. Solo te queda una sensación de vacío, de tristeza. Pero a la vez, sientes la necesidad de contar que ha significado esa persona para ti, porque al fin y al cabo cuando nos vamos de este mundo, solo quedan los recuerdos, las vivencias. Él siempre le decía a mi abuela que era su medio hermana y a nosotras sus sobrinas. Cada vez que bajábamos al pueblo, la primera parada era para verlo y también para llamar desde su teléfono y decir que habíamos llegado bien (pues no existían los móviles). Íbamos al Mesón a comer y de regalo siempre salía de la cocina para darme un polo. Arreglaba la piscina cada verano para que pudiéramos bañarnos y luego bajaba para enseñarnos las olivas, los animales... Cuantos recuerdos tío... No va a ser fácil pasar por tu puerta y que ya no estés ahí, ni ir a ver cascar los toros y que no estés en esa maldita barrera. No hay nada que llene ese vacío, siempre estará ahí, cada 24 de abril. No te olvidaremos nunca, si de verdad existe algo, lo sabes de sobra... Lástima que una sea tan atea, porque no se encuentra consuelo alguno. Tus sobrinas nunca te olvidaremos. ¡Te queremos!

    Por María Dolores Garrido Torres de Puçol

    “Ha sido el del Mesón”. La voz la escuché en la calle Angosto, y no hizo falta adivinar, que si era el del Mesón, el toro se había encontrado con Emilio. La relación del nombre con el momento, su pasión por San Marcos, se denotaba en cada instante de su vida. Un archivo fotográfico atestigua que las fiestas de San Marcos ocuparon una buena parte de su vida, el mundo del toro, una de sus pasiones. Le recuerdo en un Ciclo Taurino de San Marcos con la presencia de su amigo el torero Esplá, sentado, y al final preguntando. El 24 de abril de 2012 es la fecha del cartel, un momento para la despedida en la barrera en la que todos los años pasaba un rato sanmarquero, también con los mismos. Cuando la mirada se marche a la puerta de la “casa del conserje”, la memoria nos llevará a su recuerdo. 

    Por Francisco Juan Torres Higueras

    “Va por ti, Emilio”

    Doce claveles bordaron
    El albero de la plaza
    Claveles de negro luto
    Mientras el Clarín sonaba

    Dejaron sorda la plaza
    Hasta el agua se callaba
    El río guardo silencio
    Las barreras se vaciaban

    Ni muleta ni capote
    Por que no dio tiempo a nada
    Era negro como la noche
    Como le quedo al pueblo el alma

    Sus pitones alfileres
    De esos que a el le gustaban
    Lo quiso tener tan cerca
    Que dentro se le colaba

    En la plaza de la gloria
    Donde van los san marqueros
    Emilio ya tiene un sitio
    En la barrera del cielo

    Que no paren los collares
    Honrarle todos los sogueros
    Hechar los toros a las calles
    En honor a un gran san marquero

    Por Juan García