Hasta siempre

José Cortés Bailén de Jaén
Ha muerto un maestro de la pintura jiennense

Tus manos se nos han ido y tu brillante mirada se ha apagado, dejando a tu mujer —compañera incansable en tu vida—,  a tus hijos huérfanos, a tus amigos desolados y vacíos y a Jaén huérfano de tu arte. Aun así, estaremos siempre juntos, en cada gesto, pensamiento y actos diarios siempre habrá un espacio para tu recuerdo.

    04 mar 2012 / 11:09 H.

    Tus manos pintaron original y diferente el color de los paisajes que rodean el Jaén de la Sierra Sur, sus pequeños rincones de olivos y almendros y el paisaje urbano deteriorado por el desordenado crecimiento urbanístico de nuestra capital. Su paisaje urbano es memoria viva del transcurrir del tiempo desde los años cincuenta hasta nuestros días, de la Catedral, el Castillo y sus aledaños y las hermosas vistas desde la Senda de los Huertos o la Alcantarilla —su último refugio— y un poco más allá, en la periferia el Portón de los Leones (ahora sin los leones), y sus diversas miradas hacia la Catedral.
    Eras un pintor, sobre todo, pintor y maestro al que sus pinceles llevaron a sus bodegones los cacharros, frutas y objetos humildes y cotidianos que él encontraba, dignificando su esencia y elevando la sencillez al interés del arte. Sus figuras no son menos importantes, aunque sí es cierto que son menos numerosas. Muchas están ocupando espacio en sus paisajes como pequeños elementos circundantes, colores saturados dispersos que se integran en el paisaje. Otros son protagonistas de la obra y, generalmente, son personas cercanas, familiares, amigos o él mismo en sus autorretratos maravillosos que proclaman su alma desde su mirada. Su gitana pintada en varias ocasiones era observada por mí para entender que, con tan rotundas y escasas pinceladas, conseguía transmitir el alma de la retratada.
    La verdad de tu destino te llevó en tus últimos momentos a estar cerca de un hermoso almendro en flor… ¿Casualidades? ¿Cuántos almendros pintaste? Son innumerables tus obras con este bello árbol majestuoso en esta época que nos dejas a orillas de la primavera. Estos rodeados, a veces, de casonas semiderruidas, flanqueadas también con olivos plateados por un sol que empieza a despertar. Siempre fresca tu paleta, tus pinceladas “allá prima” y tus colores saturados con fuerza y rotundidad. Espátulas, peines, pinceles que acarician, resbalan o hieren el soporte previamente texturado. Volcada también tu bondad y la sencillez de tus gestos que tanto engrandecieron tus actos y tu pintura.
    Qué difícil resultaría en los años cincuenta contemplar tu pintura inédita y originalísima en la salas de La Económica de Jaén. Si hoy vemos cómo es complicado entre el público entender la pintura-pintura, y no se llega a comprender que, desde el impresionismo, la pintura se aleja de la realidad representada para ser un objeto único. Por esto, además de muchas otras razones, su pintura, aunque aborda los temas locales y encuentra inspiración en lo más cercano, se aleja desde su estilo personal de los gustos provincianos y su pintura se torna, de esta forma, universal.
    ¡Qué  buena generación de “artistas pintores” dieron estos años! Junto a ti, ahora están tus amigos y compañeros de pinceles: Hidalgo, Ballesteros, Horna, Cerezo, Ortega, Matías Rus, Damián, Fausto, Lendínez… Me recuerdo que, entre las pesadas cortinas azules de La Económica —donde tantas veces expusiste… y que tanto olvido has recogido— de niño jugando, mientras los visitantes curiosos paseaban para admirar tus cuadros.
    Esta generación, como tantos otros artistas de esta tierra, necesitan un lugar para el recuerdo. Y, ahora, en el momento de tu muerte, se me hace aún más fuerte esta reivindicación. El desconocimiento de tu obra y la de tantos otros artistas que han pasado por esta tierra bien llamada del “ronquío” debe ser una asignatura a aprobar definitivamente en este nuestro presente por parte de las instituciones correspondientes, críticos, coleccionistas, gestores culturales, artistas, amantes de las artes plásticas, estudiosos de la cultura jiennense, etcétera.
    Que nuestra realidad plástica jiennense es una gran desconocida o conocida muy parcialmente es innegable. A veces, está más difundida fuera de nuestras fronteras y no se entiende el presente ni el futuro sin un conocimiento justo de los que pusieron las bases en tiempos aún más difíciles de los que ahora atravesamos y que tanto aportó mi padre en Ansiba, en el Grupo Jaén o en la llamada escuela paisajística de Jaén. Es necesario, por lo tanto, para ajusticiar su trabajo, hacer un estudio profundo realizando una cuidadosa catalogación que ponga de manifiesto el alcance real de su plástica y dejar este continuo olvido en muestras en las que representan el arte de Jaén (un ejemplo de los muchos olvidos es su notable ausencia en las salas permanentes de artistas de Jaén en nuestro Museo Provincial).
    Ahora y siempre estás difuminado entre los paisajes que tanto amaste, diluido en el aire preprimaveral de Jabalcuz con blancos colores en lo más alto, El Zumel, Las Peñas de Castro… y estás presente sobre todo en tu Fuente de la Peña, rodeado y mezclado entre los personajes apostados junto al nacimiento del agua.
    Por José Gaspar Cortes Zarrías, 28 de febrero de 2012.

    “Ya no estás con nosotros”
    Ya no está con nosotros, pero nos ha dejado toda una vida de recuerdos. La vida hoy me ha enseñado los dientes, me ha quitado a mi padre. Un padre al que intento imitar todos los días de mi vida, una persona que siempre tuvo una buena palabra para todo el mundo, que supo callar antes de llegar a un conflicto, que supo saber estar en cada uno de los momentos en los que la vida se lo puso difícil.
    Yo pierdo a un padre, pero tú, Jaén, pierdes al mejor paisajista que ha dado la provincia de Jaén. O como twiteaba para Jaén: “A Jaén, se le ha ido un trocito de vida, el pintor que mejor resaltaba su belleza. Yo pierdo un padre, tú, un artista”.
    Él como nadie veía las formas de tus olivos, el florecer de sus almendros... Y que como te portaste tan bien, la muerte te brindó la suerte de perder tu vida, cerca de una almendro en flor que te abrazaba, que, incluso, brotaba y pedía que, como hacías con tu paleta, te fundieras en él. Que tus texturas y esos colores fuertes lo destacaran a él sobre todo el Neveral.
    Ya no estás conmigo, ya te he llorado, me estas dando la entereza de escribir, de manifestar mis sentimientos, de aprender de esto que llamamos vida. De pensar que, quizás, haya tenido tantas cosas buenas en mi vida y tan pocas malas como para empezar a colocar cada una en su sitio.
    Ya no estás con nosotros. Ahora te has mezclado en los paisajes que pintabas de tu Jaén, la Fuente de la Peña, el Cristo del Arroz, Jabalcuz, Otiñar, El Zumel, tu Catedral, el Castillo, los almendros en flor, los olivos…
    Te despido, papá, y seguiré intentando ser un buen hombre, como tú fuiste, y que cuando me vaya contigo, que mis hijos oigan lo mismo que yo he oído estas horas sobre ti: “Qué suerte haber podido andar cerca de José Cortés, de conocerlo y de apreciar lo buena persona que era”.
    Por tu hijo Fernando, que te quiere siempre.

    A nuestro padre el pintor

    Antes de que se nos fuera, y en un momento de desahogo, escribí estas letras. Era el 18 de febrero. Días después (madrugada del 22 de febrero) se nos iba, dejándonos un enorme vacío en nuestros ánimos.
    Un beso, una caricia a su rostro cansado,
    su pelo blanco alborotado,
    su mirada ya perdida más allá de aquellos olivos,
    almendros y pinos de la ventana, se va...
    más allá de los méritos humanos
    a encontrarse con nuestro recuerdo
    de su gran magisterio humano y artístico.

    Un beso, nunca olvidaremos tus colores,
    que se mezclan con nuestra tristeza,
    tu trazo ágil y tu palabra lenta y callada.
    Ahora siente la paz de los tuyos que te cogen la mano…
    también de los que has deleitado con tu arte,
    y relaja tu pesada carga que ahora está contigo
    para depositarla al infinito de tus musas.

    Un beso, para tus labios secos del aire que te retiene aún.
    Tus palabras difusas que son sentencias claras
    que sobrecogen nuestra alma al intentar descifrarlas
    ahora te sentimos y nos miramos en silencio…
    y encontramos en tus gestos deseos de vida
    que se agotan en el tiempo
    en un deseo de que acabe este transido momento.
    Al calor de sus manos, sus pinceles se agarran.
    …Febrero, febrerillo que te llevas con tus fríos
    el color de sus manos…
    De esta manera presentía unos días antes su muerte.
    Siempre estaremos juntos. 
    Por tu hijo José Gaspar.


    Juana de Dios Cárdenas García de Jaén
    “Estoy seguro de que nos ayudarás”

    Es difícil empezar una carta describiendo esta lamentable pérdida. Ahora que hace dos semana que te marchaste para siempre, con un nudo en la garganta y los ojos enrojecidos, quiero decirte adiós. 
    Aunque no lo parezca, y a tus 90 años, nos dejaste para siempre. Cuando me dieron la triste noticia de tu muerte, y tras los primeros instantes de incredulidad, el primer recuerdo que me vino a la mente fue tu cara con una leve sonrisa preguntando quién era el “Rey Negro”. Después, tuve que esperar un poco hasta que pude asimilarlo. No fue fácil, pero era algo que sabía que ocurriría más pronto que tarde.
    Te fuiste un domingo, ese día que hace de bisagra entre una semana y otra. Fue algo repentino, que no lograste soportar y, aunque tenías una “mala salud de hierro”, esta vez no fuiste capaz de aguantar. Te fuiste sin que nos pudiéramos despedir de ti, tal vez, para así evitar ese momento tan duro de decirte adiós para siempre.
    Viviste unos tiempos duros y la vida no fue fácil, pero sacaste adelante a 9 hijos. Has visto a un sinfín de nietos y biznietos, que ni siquiera yo soy capaz de recordar, pero que tú, cada vez que te preguntaba, recordabas uno por uno. ¡Bendita memoria la tuya!
    Aunque en el fondo me lo imagino, desconozco dónde te encontrarás ahora. Espero que estés en un lugar privilegiado, donde el tiempo ya no correrá en tu contra y, desde donde estés, estoy seguro de que nos verás a todos y nos ayudarás en esta época que nos esta tocando vivir.
    Dejas un hueco irremplazable, un hueco que intentaremos llenar con los recuerdos que has dejado al marcharte, no solo en la familia, sino con tus compañeras de aventuras, en esa nueva vida que iniciaste, hace unos años, en Los Villares.
    Te fuiste porque era tu hora, pero te llevas el regalo más grande que hay en la vida. El cariño de todos los que te acompañaron a lo largo de tu vida. Nosotros nos quedaremos con todos los recuerdos y momentos que pasamos a tu lado. Siempre estarás en el recuerdo de todos.
    Ahora me paro a ver la vida que has concluido, y quiero que sepas el afecto que para mí has tenido. Me paro a pensar, y sé que ya no te veré, pero quiero que sepas algo, siempre te recordaré.

    Por David Rueda Hermoso.

    Carlos Francisco Serrano de Alcalá la Real
    Luchó por los trabajadores del campo y sus derechos

    Carlos Francisco Serrano había nacido en la Casa del Pueblo y le nacieron los dientes entre camaradas y compañeros que luchaban por un convenio justo del campo y un jornal escaso en aquellos difíciles años treinta del pasado siglo. Sabía lo que era servir un vaso de vino del terreno en un cuenco de cristal y poner de aperitivo unas avellanas o aceitunas que rellenaban el vacío y gaseoso estómago. Su padre vivía de lo poco que sacaba del bar de aquella sede ubicada en los barrios de la Viñuela de Alcalá la Real, en una casa de portalón grande de la calle del Pintor.
    A Carlos Francisco Serrano le resonaban, ya mayor, en sus oídos, las palabras reivindicativas de los derechos adquiridos al principio de la instauración de la II República, los  que se vinieron abajo en el Bienio Negro, porque la sede se vio varias veces cerrada. También recordaba el desbordamiento de aquella casa cuando alcanzó el mayor número de socios con motivo del triunfo el Frente Popular. Poco, sin embargo, recordaba de los primeros intentos fracasados de las colectividades agrarias y de las conquistas de los muchos asociados de la sociedad obrera de los albañiles, truncadas un 30 de septiembre de 1936.
    Luego, sufrió tiempos de silencio, de sufrimiento, de cartillas de racionamiento, de auxilio social, la gota leche, el  plato único y de las dádivas que podían alcanzarse en los difíciles momentos de la posguerra.
    Y, ya avanzado en edad, regentó la barra del Casino Primitivo, antaño conservador y, ahora, la sede de un sinfín de cortijeros. Allí, el rojo solo servía para llamar a un salón con ricos sillones y sofás de damasco y terciopelo de ese color. Era un profesional como la copa de un pino. Tenía arte para echar el vino y para sacar el salario de una familia numerosa y con muchas dificultades porque, a la sobrecarga familiar, se añadía la dureza de la naturaleza y de la vida.
    Le caló muy pronto la muerte de su esposa, a la que tanto amaba. Se hizo cargo de sus tres hijos y de su cuarto hijo, Félix. Los sacó con la mayor honradez posible. Y se convirtió en el voluntario servidor de la casa de todos. Era tan limpio como el jaspe y el cristal brillante con los paños blancos. Compartió muchos momentos felices de los socialistas de la comarca de la Sierra Sur, guardó la compostura y la discreción de una persona que sabía que se encontraba en un lugar serio y la trascendencia de aquel foro alcalaíno. Resistió todo lo que pudo, supo poner orden a lo desarreglado, su servicio a la causa lo hizo con sumo oficio y lo demostró de un modo insuperable.
    Cuando ya no podía más, se juntó con sus amigos del senado local, y tertuliaba, durante todas la mañanas, los asuntos de la ciudad. Hacía propuestas para la tercera edad y siempre lo exponía con la educación de los viejos descendientes de Pablo Iglesias. Le había dejado una huella imborrable su padre para reivindicar con buenas maneras. Estaba orgulloso de toda la familia, sobre todo, de su hermano Regino. Parecía que compartía sus vivencias en la creación de la Casa del Centro Andaluz de Alcalá la Real en Tarrasa, como si fuera un socio más. Con él había compartido oficio y trabajo y, también, con sus hermanas formaba una piña familiar. Estoy seguro de que, si el cielo tiene alguna barra de bar, Paco le escanciará, con su mejor arte, la botella del amor dulce a uno de los santos anónimos. También le pondría de aperitivo tapas de paciencia y fortaleza en la adversidad. Que en paz descanse. No te olvides de reservarme un número del décimo de Navidad de Barcelona.
    Por Francisco Martín Rosales.

    Manuel Antonio de Pablo Martínez de Jaén
    Siempre te recordaremos

    El próximo martes, día 6 de marzo, se cumplirá un año desde que nos dejaste, desde que cerraste tus ojos y te quedaste dormido. Has emprendido un viaje a tu nueva vida.
    Me dejaste sola y muy triste porque cerraste tus ojos y, ni siquiera, pude despedirme de ti.
    Sin embargo, te fuiste físicamente dejando recuerdos, esos que nadie podrá borrar de mi mente.
    Siempre te recordaré, hasta el momento en el que volvamos a estar juntos. Gracias por estos 43 años en los que hemos podido compartir muy buenos momentos.
    Tu madre, tu esposa, tu hermana, tu sobrino y toda tu familia nunca te olvidan, campeón.
    Por Pepi.