Hasta siempre

Amén, Fernando, amén...

Juan Espejo

Fin de semana de fiesta en Valdeastillas. Esta noche es noche de todo lo bueno, es la noche del pregón, del anuncio de la fiesta, del fin de semana que más brilla en su calendario. Es noche de estreno por un nuevo pregón, nueva edición de un pregón que ya se ha hecho un hueco importantísimo en el mundo del asociacionismo vecinal.

    02 ago 2009 / 10:39 H.

    Estamos ahora mismo en la antesala de ese pregón que este año corresponde a un prestigioso profesional de las ondas, a un hombre de a pie querido y respetado y a un excelente valedor de la cultura popular, la que hace pervivir el contacto humano por encima de cualquier otro considerando.
    Esta antesala, que como habrán comprobado le corresponde al pregonero del año pasado, un servidor. Pregonero anfitrión de pregonero, pórtico de bellas palabras que ahora vendrán. Y créanme que lo hago sumamente complacido porque estoy convencido de lo que hago y por qué lo hago, tratándose de quien se trata, de un maestro en esto de juntar letras. Vaya pues por todos ustedes, que hoy se encuentran aquí.
    Sobre Fernando Arévalo Ruiviejo recae esta noche una importante responsabilidad, una trascendente responsabilidad, la de pregonar a Valdeastillas, una palabra singularmente llamativa, un mundo, un sentimiento, una entrega, una isla singular en su idiosincrasia y en su cercanía y una pasión en fe popular a la Virgen del Carmen. Y también una forma de hacer vida, de compartir, de departir, de incontestable y permanente sentimiento de apoyo al de al lado con el barrio como pretexto, con el amigo y el vecino como vehículo permanente de expresión y comunicación. A las faldas de Jaén y bajo el manto de su castillo me encomendaba yo el año pasado y ahora quiero hacerlo igual con el nuevo pregonero de la Fiestas de Valdeastillas 2008.
    A Fernando Arévalo seguro que debe Jaén muchas cosas, pero una, sobremanera, resalta sobre todas las demás, su dedicación sincera por y para los ciudadanos de a pie a través del periodismo, para que lo singular sea conocido, lo cercano aplaudido o criticado. Y para que aquello que hace grande a una ciudad sea motivo de ejemplo público, gentes que se apegan a sus tradiciones, a sus buenas costumbres, las que nacen del sentimiento y de la fe y tienen en el contacto humano su mejor pedestal de vida feliz y placentera. Socarrón y directo, Fernando nunca elude la pelea si de principios se trata. Maestro de periodistas y forjador de nuevos lenguajes literarios, a Fernando siempre lo encuentras cuando lo buscas. A los dos, a él y a mí, la vida nos encontró hace dos décadas y desde entonces siempre mantuvimos un especial cordón umbilical de relación de afecto y fidelidad, aderezada siempre de sana amistad. Además, claro está, de respeto y consideración hacia quien lo ha sido todo en el mundo del periodismo local, especialmente a través de la radio. Por su gran voz, pero también por su valentía innegociable y su perspicacia constante de analista comprometido.
    A fe que os digo que el pregonero que os va a proclamar una nueva Feria de Valdeastillas siempre tuvo presente que el roce hace el cariño y el cariño lo tuvo y lo retuvo de todos cuantos le conocimos, que no es baladí en esta profesión, a la que llaman canalla, la de periodista, pero que tiene a gente a carta cabal como Fernando como uno de sus mejores bastiones de proa en Jaén. Por lo que dice y por cómo lo dice. “Amén”, que diría Fernando.
    Fernando Arévalo Ruiviejo es jiennense de Alcaudete. De Jaén provincia a la que permanece ligado sin desmayo y con encendida pasión. Con tres hijos, locutor, periodista, escritor, un sinfín de profesiones unidas por el placer de comunicarse con la gente, viene esta noche a deleitarnos con su sabio conocimiento de la realidad jaenera. No será por tanto este pregón uno más. Así lo creo, Fernando, porque a tu innegable e infatigable entrega a esta ciudad, a esta provincia, a esta profesión, acompañas también una fina sensibilidad que te permite apreciar algo más que el lugar físico en el que nos encontramos hoy. Algo más también que el hecho concreto, un pregón pórtico de un fin de semana de fiesta.
    La relación está por encima de todo y una ciudad se percibe feliz si sus barrios son felices. Valdeastillas se siente jiennense, pero sobre todo, se siente útil a la ciudad, está incrustado en la ciudad, forma parte activa y alegre de la ciudad. Así lo percibí yo el año pasado en este mismo marco y así lo percibo cada día que vengo a ver a la familia. Porque un barrio es un pequeño pueblo dentro de una ciudad y en el que se huele a hermandad, a servicio, a entrega, a cariño, a armonía, a confraternidad, a protección, a camaradería. En definitiva, a esa palabra mágica que marca que es la amistad. La amistad que desborda la gran humanidad de Fernando Arévalo Ruiviejo, vuestro pregonero, nuestro amigo, el periodista que hizo de la comunicación algo más que puro periodismo, exclusivista compromiso con los ciudadanos. Lo tuvimos siempre cerca en las ondas, y hoy lo tenemos más cerca aún, que lo disfrutemos todos.                  

    (Palabras pronunciadas por el director de Diario JAEN, Juan Espejo, en la presentación de Fernando Arévalo como pregonero de las Fiestas de Valdeastillas)

    Obdulia García Delgado de Lopera
    Fue una mujer muy activa y generosa

    El recuerdo vivo de Obdulia García Delgado sigue muy presente en sus familiares, amigos y vecinos de Lopera a pesar de que su fallecimiento tuvo lugar ya hace dos años y unos meses. Obdulia fue una mujer de gran vitalidad que dedicó su vida al cuidado de sus dos hijos. Fue la tercera de una familia de cuatro hijas (Carmela, Juanita, Obdulia y Josefa), sus padres fueron Pedro García Bellido y Josefa Delgado Morales. En 1973 se casó con el novio de toda la vida, Alfonso Raya Gómez, fruto de cuya unión nacieron dos retoños, Loli y Cristóbal. Su infancia transcurre en el Colegio Miguel de Cervantes con sus maestras doña Paca, doña María y doña Carmen “La Perejila”.
    A los 12 años comenzó a trabajar cosiendo con Antonio Gutiérrez el “Sastre de la Fonda”, junto con su hermana Juanita, Aurora Herrador, Juana “La Chocera” y Beni Torres. Cuando se jubiló el sastre continuó cosiendo con Pascual Coca, con sus compañeras Juani Morales, Paqui y Angustias la “Tarabilla”, Carmen la hermana del “Taturro” y su hermana Pepi García.  También compaginó el trabajo de la sastrería, ayudando a su padre, Pedro García “El Moreno del helado”, en la fabricación de helados. Y, en los inviernos, iba a la aceituna con Frasquito “Caradura” y Pepe “El Pelao”, y con las mujeres de los dueños de la finca y su hermana Juanita García. También trabajó algunos años en la recogida del algodón con Cecilio Rodríguez. Durante toda su juventud le encantaba salir por las tardes y poder bailar con sus amigas Conchi Monje, Mercedes Gil, Ani Vallejos, Tere Sanz y Ana la de Anguita. Una vez casada siguió ayudando a la economía doméstica trabajando en la aceituna con Pijita, Porrillas, Barberito y Godoy, en Villa del Río y, en la Molina del Carmen, con Nicolás Cruz. También durante algunos años el matrimonio compró unas tierras en las que cultivaron algodón. Obdulia era la encargada de recogerlo, ya que su marido trabajaba en otras fincas como encargado.
    Obdulia era muy devota de la Virgen de la Soledad y cada año le gustaba salir de mantilla en la procesión del Viernes Santo, y también era hermana de las Hijas de María. Dentro de sus aficiones le encantaba tener su casa muy bien puesta, con todo tipo de detalles, le gustaba cuidar sus flores, hacer labores de costura y, sobre todo, hacerle alguna que otra ropa o prendas de vestir a sus hijos.
    Se fue al otro mundo conociendo a dos de sus nietos (Juan Carlos y Aizea), por los que sentía gran pasión y cariño y con los que le encantaba pasar buenos ratos. Fue una mujer participativa, dispuesta siempre a ayudar, dentro de sus posibilidades, a todo aquel que lo necesitaba y sobre todo muy trabajadora y generosa. Era una mujer muy apreciada y querida por todos sus vecinos. Su memoria permanecerá siempre viva en el recuerdo más íntimo de todos sus descendientes.

    Por José Luis Pantoja

    Elena María Romero Pozuelo, de Jaén, deja una profunda huella en quienes la conocieron
    ¡Que sí, que las cosas siempre pueden ir a peor! ¿Te suena? Es tu mensaje de entrada al “messenger”. Siempre que entrábamos a chatear contigo nos encontrábamos con unos preciosos mensajes de esperanza que nos hacían reflexionar y concienciarnos de que la vida hay que vivirla intensamente y no desaprovechar ni un minuto. Tú, como siempre, preocupándote del estado de ánimo de los demás. Pero, parece ser que  sí, que efectivamente las cosas pueden ir mucho peor y que ya es verdad que tenemos que hacernos a la idea. ¡Mira que hemos intentado evitar no hacérnosla! ¡Pero qué va! No te creas que es fácil, porque ya han pasado más de dos semanas y aún no hemos despertado de esta horrible pesadilla que, desgraciadamente, ha pasado de ser una un mal sueño, a convertirse en una cruel realidad. ¡Si supieras cuánto te echamos de menos! Y, cada día que pasa, más notamos tu ausencia. Más nos acordamos de ti y de tus cosillas tan especiales y alegres que tenías y, cómo no, mucho más te añoramos. Has llenado de vida tantos corazones y has dejado tantos recuerdos vivos que ahora nos cuesta llenar el vacío tan grande que nos has dejado y, lo peor de todo, la rabia que más me conmueve  es pensar que ha sido contra tu voluntad. ¡No es justo! Por mucho que  busquemos una explicación a todo esto, jamás encontraremos indicios de por qué ha tenido que ser así. Personalmente nunca imaginé que terminaría escribiéndote estas palabras. Me lo temía. Pero no me hacía a la idea. Es la única manera que me queda de expresarte lo que siento una vez que ya ha pasado todo. Cuando me desplazaba últimamente hasta Jaén para hacerte una visitilla, al regresar a Linares pasaba por la puerta de la iglesia de tu barrio y pensaba: ¿Cómo va a entrar ella por esas puertas sin que sea por su propio pie? Sabíamos que, con todos los casos que conocemos, podía pasar, pero jamás nos hacíamos a la idea.
    Te encontrabas muy malita. Sobre todo las últimas semanas en las que, por mucho que pusieras de tu parte para intentar  comer un poquito, para combatir contra la debilidad que tenías y, sobre todo, para no preocupar a tu madre, que con tanto esmero y cuidados te la preparaba. Tu organismo estaba ya tan castigado que, por mucho empeño que pusieras, no te respondía como tú esperabas. A última hora te encontrábamos muy débil y apagada. Sé que hacías un gran esfuerzo en recibirnos cuando íbamos a visitarte, pero no eras capaz de darnos un sinsabor y buscabas de donde no tenías fuerzas para por lo menos decirnos:  “Yo estoy bien pero háblame de ti. ¿Tú cómo estás? ¿Cómo te va el trabajo? ¿Y Alejandro, ya ha terminado el cole? ¿Y ha sacado buenas notas?”. Como siempre preocupándote de los demás. Dejando tu persona a un lado y haciéndonos ver que lo que te estaba pasando era una etapa más que había que pasar para llegar a la meta que tanto estábamos todos añorando: curarte de la terrible enfermedad que te diagnosticaron hace 6 años y que te ha arrebatado el bien más preciado que tenías: la vida. ¡Qué dura realidad¡ ¡Qué tristeza tan grande! Cuanto más empeño tiene una persona por una cosa, basta que la desees con todas las fuerzas para que te la arrebaten de la forma más cruel. Y sí, es muy  duro aceptarlo. Como nos decías, hay que acostumbrarse a encajar los golpes. Y no siempre con una sonrisa. Pero hay que hacerse a la idea. Al final, sin quererlo, tenemos que acatar lo que la misma vida nos vaya presentando. Sé que nos estás viendo y que siempre estarás cerca de nosotros, guiándonos los pasos y mirando por tu familia. A nosotros nos queda hacer lo que nos has pedido tantas veces, cuidar de tu madre y hermana para ayudarles a superar esta terrible situación. Te estaría escribiendo todos los días y me faltarían páginas para plasmarte todas las cosas que tengo que decirte y que no nos ha dado tiempo a contártelas. Ya nos las comunicaremos de alguna manera. No me quiero despedir, porque de ti no quiero despedirme nunca. Sólo decirte un hasta siempre y transmitirte que, aunque físicamente no estés, sí que lo estás en nuestros corazones. Te quiero Primi, y toda tu familia también te quiere. Hasta siempre.
    Por Rosa  María García
    Linares


    María dolores Aranda de Monte Lope Álvarez
    Poema para Mari Lola

    Te diríamos tantas cosas,/ hermana nuestra,/ señora de nuestros sueños,/ musa de canciones y poemas,/guapa mujer./ Gozaríamos si te cubrieran/ con cenefas bordadas a mano/ o con lazos de bolillos/ y cintas de seda azul,/ ¡qué bien lo hacías todo!/ Quisiéramos vestirte/ del crespón que llevaban las novias,/ tan bonito, suave y con brillo/ y así realzar tu belleza,/ que era tanta./Nos gustaría ponerte el vestido nuevo/ con aquella mantilla de seda/ y el mantón blanco o negro/ bordados de verde, azul, rojo y amarillo,/ ¡y lo llevarías con tanto garbo!/ Y también enaguas/ con puntos de cruz/ que dijeran claro, muy claro/ ¡cuánto te quisimos!/ ¡hermana nuestra!/ Plantaríamos en tu cabello/ una moña de alelíes/ y en tu pecho/ un ramo de hierbabuena,/ de la que había allí enfrente./ Te haríamos pasear por el cielo,/ y te envidiarían las estrellas/ que no tienen nuestro amor;/ y los luceros galantes/ escoltarían tu pasear./ Seguramente el sol/ que todo lo ha visto/ al contemplarte de cerca/ comprendería tu primor./ ¿Sentiría envidia?/ Seguro que los demás astros/ admirarán el brillo de tus ojos/ y la gracia de tu boca/ y el rojo de tus labios/ y el salero de tu cuerpo./ Quisiéramos que el cielo entero/ gozara por ser suelo para tus pies/ y corona para tus sienes,/ pues te lo mereces./ Te recordamos como fuente de agua/ en el desierto, una flor en el seco rastrojo,/ una mano amiga que toca/ la frente cargada de fiebre/
    y llena el alma de dulzura./ Te vemos como luz de la tarde,/ mezcla de plata y de oro;/ semejas la hoja de olivo/ blanca y verde/ y eres suave como el aceite bueno./ ¿Qué más podemos decirte,/ hermana nuestra?/ Todo es poco,/
    palabras o recuerdos…/ pero tú te llevaste nuestro corazón.
    Tus hermanos

    Francisco Hidalgo (Ives roy) de Jaén
    Un fotógrafo que triunfó en París

    Francisco Hidalgo, también conocido por el seudónimo de Ives Roy, fotógrafo y dibujante nacido en Jaén, murió la semana pasada en París a los 80 años. Francisco Hidalgo, que antes de dedicarse por entero a la fotografía destacó como dibujante de cómics en España y Francia. Nació en Jaén en 1929 y estudió Bellas Artes en Madrid, Barcelona y París, donde, desde el principio se interesó por el cómic, publicando su primera obra en 1943, “La secta de Tong Khan”. Colaboró con numerosas revistas españolas de la época como Mundo infantil, Coyote o Victoria. Durante esos años ilustró algunos guiones de Víctor Mora, creador de “El Capitán Trueno”, como “Doctor Niebla”, basadas en las novelas de Rafael González, o “Al Dany”. A mediados de los 50 emigró a Francia, donde comenzó a hacer cómics para la revistas Spirou y Pierrot, para las que crea “Zalta el Libertador”. Su serie más famosa en el país galo fue el western “Teddy Ted”, de la que dibujó los tres primeros episodios. Para la revista Pilote, donde se publicaban las historías de “Astérix” y “El teniente Blueberry”. Ilustró una gran cantidad de historias cortas y las series “Luc Lancier-Prototype 2000” y “Èric Murat”. A finales de los 60 dejó el cómic y dedicó su tiempo a su otra pasión, la fotografía.
    En los 70 y 80 se convirtió en un fotógrafo célebre, conocido sobre todo por sus libros sobre ciudades como Madrid, Nueva York o Venecia, y su libro sobre el “Oro de Perú”. Durante esos años su obra fue expuesta en galerías parisinas, madrileñas e incluso en Japón y Hong Kong. Trabajó para varias agencias y bancos de imágenes como Ganma, Image Bank o Getty Images. Durante su carrera fotografica recibió diversos premios como el del mejor Libro de Fotos del Festival de Arles en 1976 o el Obelisco de Oro del Salón Mundial Photokina de Colonia. Su formación de Bellas Artes, que como hemos comentado la realizó en Madrid, Barcelona y París, fue una sólida base formativa para su futuro profesional. Eso propició también que, desde su primera juventud, se decantase por el cómic. En su primera obra “La Secta de Tong Khan”, de 1943, deja entrever su calidad. Colaboró en esta faceta de dibujante en diversas revistas españolas como “Mundo Infantil”, “El Gran Chico”, “El Campeón”, “El Coyote”, “Victoria” y “Alcotan”. A partir de 1954 se instaló en Francia, donde sus trabajos fueron editados por grandes publicaciones ilustradas en esa época, como “Vaillant”, “Pierrot”, “Coeurs Vaillant”, “Lisette”, “Bayard”, “Pilote”, “Chouchou” o “Record”. En los 60 dejó el tebeo en favor de la fotografía. Agencias.