Hasta siempre
Juan armenteros de Jaén*
A mi amigo, has ganado la batalla de la libertad eterna
No hace tanto tiempo que nos juntamos y estuvimos hablando de los problemas de la crisis, que si el trabajo, que si los pagos, que si los bancos, en fin, todo lo que lleva aparejado este sinvivir que nos trae por el camino de la amargura.
A mi amigo, has ganado la batalla de la libertad eterna
No hace tanto tiempo que nos juntamos y estuvimos hablando de los problemas de la crisis, que si el trabajo, que si los pagos, que si los bancos, en fin, todo lo que lleva aparejado este sinvivir que nos trae por el camino de la amargura.
Recuerdo que me decías que, con el tiempo y arrimando todos el hombro, saldríamos de esta situación sin pensar, siquiera, que tú tendrías que salir antes de lo previsto, que tu enfermedad se agravaría hasta el punto de arrebatarte la vida y sin darte tiempo para demostrar que lo demás se puede vencer.
Qué triste y qué impotente se queda uno cuando te comunican que uno de tus mejores amigos nos ha dejado para siempre. Después de haber vivido tantas cosas juntos y tantas situaciones difíciles y de las que habíamos salido, unas veces, con mas dificultades y otras con menos, pero, al final, siempre vencíamos los escollos del camino y seguíamos avanzando.
Quién iba a pensar que, precisamente, la batalla a la que te enfrentabas a diario, la batalla de tu enfermedad con la vida te la ganaría la Parca. Pero que no se confunda esta mala cosa, has perdido la batalla de la vida en la tierra, pero has ganado la batalla de la libertad eterna, sin ataduras, sin presiones y sin sufrimientos, esa batalla que, en definitiva, todos libraremos algún día y que hubiéramos querido y deseado que tú lo hubieras hecho mucho más tarde de lo que te ha tocado hacerlo.
Querido amigo Juan, donde quiera que estés, quiero que sepas que te recordamos y te queremos, que te echamos de menos y que siempre estarás presente en nuestro recuerdo y en nuestros corazones.
Por tu amigo Gregorio Vílchez Garrido.
Miguel Rodríguez Arboledas de Ibros
A mi querido abuelo
Hace ya un año que nos dejaste y tu recuerdo sigue vivo en nuestra memoria. Nunca olvidaré el día que fuimos a verte al hospital después de la operación. La alegría que te entró al vernos a Antonio y a mí entrar por la puerta de la habitación. Y cómo presumías delante de los que allí había de tu nieta mayor, la que pronto se iba a casar. Tenías tantas ganas de ir a la boda y, por culpa de esa maldita enfermedad, no te dio tiempo a verme casar. Ese día fue el más bonito de mi vida y, también, el más triste porque no estabas tú, aunque tu recuerdo estaba presente en la mente de toda la familia.
Era demasiado pronto para tu partida. La abuela te necesitaba a su lado, ya que todos vuestros hijos tienen su vida hecha y, así, os teníais el uno al otro para haceros compañía. Siempre estabas de arriba para abajo haciendo los mandados que ella te pedía y, siempre, sin poner una pega porque lo hacías encantado. Aunque tenías tu genio, no eras nadie, lo mismo que regruñías, te entregabas a los demás y todo lo que tenías lo dabas por tu familia.
Muchas veces me pregunto cómo estarás allí arriba. ¿Hace frío o calor? Imagino que cualquier día de estos que vas a echar la lotería del cielo te habrás encontrado con mis abuelos, Francisco y Ana María. Dile que me acuerdo mucho de ellos y que los extraño mucho, tanto como a ti y que sé que, desde ahí arriba, los tres estaréis cuidando de la familia.
Estoy segura de que, aunque los primeros días te sintieras un poco solo allí arriba, te habrás encontrado con viejos amigos, antiguos vecinos y familiares y que, con ellos y con la Virgen de los Remedios, a la que tanta devoción profesabas, estás velando por todos nosotros, añorando aquellos momentos en nuestra compañía, alrededor del brasero o en el huerto que tanto te gustaba, pero que estás bien acompañado de Nuestra Santa Madre.
Bueno, abuelito, ya me despido, solo quería que supieras que dejaste un vacío muy grande en nuestros corazones con tu partida, que echamos mucho de menos tu presencia, tus consejos y tus riñas y que, aunque ya no estés entre nosotros, deseo que sepas que como siempre lo he hecho… Te quiero.
Por María José Rodríguez Cortés.
Juan Antonio Cuevas Jerez de Jaén
“Aquí has dejado tu legado y tus recuerdos”
Querido papá: Ante todo, quiero decirte, o queremos decirte, desearte todos aquellos que hemos convivido tantos años contigo que has sido un padre, un abuelo y, sobre todo, un marido genial para todos. Siempre has estado ahí dándolo todo por nosotros, tus hijos, tus nietos y, sobre todo, por tu mujer, Mary, que estuvo tanto tiempo a tu lado en lo bueno y en lo malo de la vida. Luchando en la tienda que tuvisteis tantos años en el barrio. De hecho, hay mucha gente que te recuerda y te quiere. Te llamaban “el Antonio, el de la tienda”.
Puedes descansar ya por fin en paz, padre, porque, aquí, has dejado tu legado y tus recuerdos, A cada paso que damos en esta vida en la que, por desgracia, ya tú no puedes estar, siempre nos acordamos de ti.
Te diría tantas cosas, pero el nudo que se me hace en la garganta me impide poder decir lo que siento en el corazón. El pasado domingo, día 6 de mayo, habrías cumplido 75 años y las casualidades de la vida hicieron que los miembros de tu familia que tanto te quiere hubiésemos estado todos juntos.
Y, por supuesto, te hemos echado en falta muchísimo. Solo me faltó decirte una cosa en aquel lunes que te me fuiste de mi brazos: Padre, lo has sido todo para mí y para tu familia. Donde quiera que estés, estoy seguro de que nos estas viendo y de que, por fin, estarás tranquilo y feliz.
Por tu hijo que te quiere, Jesús.
Sergio Rosales Higueras de Charilla (Alcalá la Real)
Personas como tú nos hacen ver de otra manera
Desde estas páginas de Diario JAEN que, normalmente, ojeabas para ver y recortar las fotos de tus amigos que, a veces, salían. Luego, cuando te visitábamos, nos las enseñabas. Te mandamos, allá donde te encuentres, el recordatorio, el merecido homenaje que te mereces, Sergio, ya que con tus limitaciones —¡quién no tenemos limitaciones y muchas veces no nos la reconocemos!— nos transmitías esa alegría, ese amor, esa generosidad, esa simpatía que todo el que había a tu alrededor sentía con tu presencia, haciéndonos alegres e identificándonos contigo.
Sí, Sergio, sí, queremos seguir impregnados de esas cualidades tuyas y seguiremos recordando los momentos felices que compartimos contigo, como los goles y las jugadas de tu tocayo Sergio Ramos. Nos comeremos la paella como todos los años —eso sí, con gambas, ¿eh?— y seguiremos hablado por teléfono con Manolo tuyo, con Ángel, con Loli… Yo me encargaré de darles tu teléfono para que te llamen, ¿vale? De tu parte le daré un beso a Fátima y ya mismo, cuando el tiempo mejore, en esta primavera y verano, nos visitaremos más a menudo y le haremos fotos a la perrita y a los gatos, ¡también se han hecho amigos tuyos!
Personas como tú nos hacen ver la vida de forma distinta, tus padres y hermano, abuelos, profesores, amigos de Aprompsi, y los que hemos tenido la suerte de conocerte y compartir contigo esa amistad te recordaremos siempre. Vivirás en nuestros recuerdos, de todos nosotros un fuerte abrazo.
Por Cristóbal Cano.
Sacramento Hoces Hayas de Jaén
No te olvidamos
Hay personas que pasan totalmente desapercibidas por tu vida y hay otras que la marcan para siempre, simplemente, estando ahí. Demostrándote cada día que se puede ser mejor persona. Y cuando se van, solo pueden hacerlo rodeados del amor de toda su familia. Se llevan un trocito de ti, pero, a cambio, te dejan llena de buenos recuerdos y, también, de la alegría de saber que has sido tan afortunada y que he formado parte de tu vida. Siempre estarás en nuestros corazones.
Por tu nieta Sabrina Ruiz.
Manuel Merino Valenzuela de Lopera
Lopera fue el eje central de su vida e intereses
Han pasado cuatro años con sus días y sus noches de tu repentina despedida de nuestras vidas de forma precipitada. Fue aquel día de Santa Margarita. Aún teníamos muchos proyectos pendientes de realizar y se han quedado en el tintero grandes y reconfortantes tertulias sobre un tema principal: Lopera, eje central de su vida. Manuel Merino Valenzuela nació el 2 de mayo de 1950. Su infancia y adolescencia transcurre en Lopera estudiando, jugando con sus amigos y ayudando en casa. Durante temporadas, también ayudaba a su padre Juan en las tareas de mantenimiento de los Pozos de Talero. En 1971, marchó a Madrid en busca de nuevos horizontes, no dejó nunca de pensar en su añorada Lopera.
Completó su formación en la capital de España y se incorporó al mundo laboral en el año 1973. En 1975, tras contraer matrimonio en Leganés con Dominica Sierra Pablo y, por razones de trabajo, fijó su residencia habitual en Málaga, donde nacen sus dos hijos. En la década de los noventa, fundó su propia empresa en Madrid, Novoservi, S. A., de la que fue consejero delegado hasta su retorno definitivo a Málaga, ciudad en la que falleció.
A pesar de que estuvo más de tres décadas fuera de Lopera, su vinculación era total. Siempre estaba pendiente de todo lo que acontecía manteniendo un contacto directo vía teléfono o a través del correo electrónico, donde me manifestaba su parecer respecto a las cuestiones que se producían en Lopera. Dejaba siempre una reflexión acertada y era su deseo más ferviente venir pronto para reencontrarse con sus amigos en su bodeguilla de Villa Imelda.
La bodeguilla, ubicada en el sótano de su casa, era fiel reflejo de lo que él llamaba “crisol de culturas”, pues estaba adornada con azulejos y arcos que rememoraban la etapa árabe, con reminiscencias judías e, incluso, algunos poemas de su puño y letra como el que dedica a la alquería loperana. También recoge el espacio una barra con varios botelleros de vino donde invitaba a sus amigos y visitantes que hasta el lugar se acercaban. Su idea era convertir la bodeguilla en un espacio abierto a la cultura de Lopera. Así es como llegó a ser el escenario para la exposición de óleos del pintor local Antonio Solórzano, amén de albergar un museo permanente de Artes y Costumbres Loperanas y una colección de carteles de tauromaquia, de la Semana Santa de Lopera y de San Roque, del que era hermano y ferviente devoto. En este lugar privilegiado de su casa le encantaba recibir e invitar a una copa de vino a sus amigos y a todos los loperanos emigrantes que volvían por Lopera (Pedro Monje y Félix Adán, entre otros). Mientras, de fondo, se podía escuchar música clásica, verdiales y, todos los años, en su onomástica tenía una cita ineludible con el Concierto de Año Nuevo, que retransmitía en directo desde Viena (Austria) Televisión Española y sobre todo su preferida la Marcha Radetzky.
Su relación con Lopera es la historia de un amor-odio que se fundamenta en su compromiso permanente con las tradiciones, el acervo cultural más puro y una idiosincrasia que fomentaba desde lo que podemos identificar como el adalid del “loperanismo” auténtico. Pero su cariño inmenso hacia Lopera y sus paisanos no era óbice para que en él aflorase un malestar y cierta nota de pesimismo como consecuencia de su preocupación acerca del futuro de la juventud loperana.
Fue colaborador incansable durante una década en el Programa de Feria y Fiestas de los Cristos que, anualmente, publica el Ayuntamiento, y pregonó tanto las Fiestas de los Cristos, en el año 2003, como las de San Roque, en 2005. Miembro nato de la Comisión Ejecutiva de la Plataforma Ciudadana del Castillo de Lopera, creada el 25 de febrero del 2000 y que logró la titularidad pública del Castillo el 27 de diciembre de 2002. Impulsor de los Estatutos de la Orden Gastronómica “El Cachurro loperano”, que pretendía hacer coincidir con los equinoccios y solsticios para la degustación, según la temporada del año, de cachurros, migas, salmorejo y gachas, respectivamente. La sorpresa de su fallecimiento ha impedido llevar a término su gran ilusión, que era la de poder dejar publicado un libro que estaba escribiendo sobre temas loperanos, dando continuidad y culminando la serie de capítulos “Leyendas y enigmas loperanos”.
Siempre que tenía un hueco, le encantaba volver a su taifa loperana en compañía de su inseparable Domi. Recuerdos imborrables nos vienen a la memoria, como los vividos en la I Salmorejada celebrada en el sótano de su casa “Villa Imelda” y en la que participaron las familias Pantoja, Cano, Jurado, Merino y Medina. Manuel era un autodidacta que se había forjado a sí mismo a través de sus miles de lecturas. Cuando hablábamos de cualquier tema, era admirable su verborrea, en la que dejaba mostrar su acervo cultural adquirido como gran lector, de lo que podemos dar fe, pues siempre que pasábamos por su puerta lo veíamos leer en un sillón de mimbre a la entrada de la bodeguilla. Su última aparición en público tuvo lugar en diciembre de 2007, cuando fue invitado por la Concejalía de Cultura a participar en las XIX Jornadas de Historia de Lopera y lo hizo con una conferencia que versó sobre “Los Pozos de Talero”, un tema que tuvo bastante relevancia para el desarrollo de Lopera a partir de los años 50 y que dejó profunda huella entre todos los asistentes. Su última visita a Lopera la realizó junto a su amada mujer, Domi, que falleció unos meses después, coincidiendo con la celebración del Corpus que vieron procesionar bajo la sombra del histórico “tapacular” de la Plaza del Padre Bernabé Cobo. Sus restos y los de su esposa permanecerán para siempre esparcidos sobre la tierra de su amada Lopera.
Por José Luis Pantoja