Hasta siempre

José Lozano Chinchilla de Beas de Segura
Adiós a Joselín, una figura del bar “El Paso”

Aunque nació en La Mancha, la tierra de origen de la familia, durante cuatro décadas su vida estuvo en Beas de Segura. Hijo de José Lozano “El Manchego”, a la voz de “Joselín”, sólo él podía contestar. Un personaje tan peculiar como la vida misma que vivió, a su ima- gen y semejanza, un camino, cargado de recuerdos, semblanzas y anécdotas. Trabajó ante el público, en el Bar “El Paso” o Pub “Edén”, asumió la lección de la vida e hizo de su modo, la historia que recordamos.

    15 ago 2010 / 09:39 H.

    Por su forma de ser, “Joselín” no pasaba indiferente. Imágenes de colegio, junto a los Molina, Hornos y una larga lista de amigos. Despuntaba en el balonmano, un equipo que en el entorno de la plaza de abastos y el polideportivo, dejaba buenos retazos. Lejos quedan los partidos de fútbol sala, en los que verle jugar era otro gran espectáculo. Defendió “a muerte” el sentimiento de ser merengue, un Real Madrid que lo enfrentaba en casa con los sentimientos colchoneros de los suyos. Vivió intensamente el Mundial de Fútbol, pero no pudo ver a Iker Casillas, ganarlo. Ahora, tras su marcha, “Joselín” deja para el recuerdo su poder de convocatoria, la sonrisa fiel de su cara, y la mejor forma de ser, de ofrecer todo lo suyo a los demás. En el negocio familiar trabajó detrás de la barra, arropado con el seguro que suponían José y su madre Rosario en la cocina. La “polaroid”, en el salón del fondo, en el estrecho pasillo que comunica la cocina, el aseo y la zona de ambiente. Con la muerte de “Joselín” y, hace poco más de un año , la de su padre, el Bar “El Paso” de- ja sin risa al callejón por donde salía con su bandeja para alegrarnos las noches del verano.
    Por Francisco Juan Torres Beas de Segura

    Miguel rojas garcía de Pegalajar
    Tú escucharás desde donde estés este lamento

    Antes de entrar en el tema de este singular diálogo, es necesario para la tranquilidad de mi espíritu dejar patente el sentimiento que, por tu eterna ausencia, quiero hacer llegar a tu esposa María del Carmen, a tus hijos Manuel y María José y al resto de tus familiares, mi más sincero pésame. Llevas una semana al otro lado de la vida, pero la historia de nuestra amistad no va a ser capaz de alejarme de los recuerdos. Como he escrito recientemente, la historia se escribe y se rescribe, pero los recuerdos perduran un siempre infinito. Miguel Rojas, los últimos peldaños que de forma tan trabajosa has transitado por esta vida, los he vivivo casi a diario por medio de un amigo tuyo y mío: Ignacio Palomares, director de la oficina de Cajasol, entidad financiera en la que has desempeñado tu labor profesional. “¿Cómo está Miguel?” Respuesta: “Ahí está el hombre luchando a brazo partido por seguir en este mundo”. Y mira qué casualidad, Miguel, que la tarde que procesionaba por las calles de Pegalajar, la Virgen de las Nieves, tú entrabas en la recta final de tu propia existencia. El corazón te aguantó veinticuatro horas y, siguen las casualidades, a la misma hora en que saltaba al ruedo de esa coqueta y entrañable plaza de toros del pueblo de La Charca, el sexto novillo del festejo, te acordaste de que antiguamente existía la costumbre de que “en el último toro” se abrían las puertas de las plazas para que los que no habían tenido la ocasión de comprar la entrada, saborearan el colorido final de las tardes de toros. Tú, Miguel, en ese aliento final, tuviste la fuerza suficiente de saltar desde tu estancia hospitalaria y alcanzar, desde la inmensa altura del cielo azul de tu Pegalajar, los últimos tercios de la lidia en la tarde torera que vivían tus paisanos, y como uno más de ellos, batir palmas y flamear el pañuelo en señal de una despedida a la eternidad.
    Atrás quedaban en el recuerdo, aparte de que llegaras a vestirte de torero para alternar con los cordobeses El Puri y El Zuri, aquellas a las que yo llamé “populares novilladas provinciales”, en las que los Paco Delgado, El Andujano, Juan Carlos García, el joven e infortunado El Nete, Pepín Rubio, Joselito Rus… dieron tardes de gloria y prestigio taurino a Pegalajar y a su plaza de toros, porque allí, en aquel ruedo sin barreras, se lidiaban novillos con trapío, pitones y hechuras de toros, que lucían la divisa y el hierro de ganaderos de nuestra tierra, que por entonces se decidieron a prestigiar la historia taurina de la comarca de Sierra Mágina.
    Miguel, tú y yo coincidimos en muchas ocasiones en las que se promocionaba la fiesta de los toros, con La Charca como fondo, la que arraigó siempre en el alma de los bien nacidos. Hablaban de toros Paco Laguna, Paco Dorado, Diego Rojano y hasta yo, tu amigo, que casi siempre te comprometía a que con tu cámara fotográfica ilustraras en las páginas de Diario JAEN la posterior información. Y sí, es verdad, como una foto fija quedó marcada en mi alma una amistad sincera y desinteresada, que con un saludo o un abrazo quedaba firmada y sellada para perdurar a lo largo de los tiempos.
    Por Alfredo Margarito
    Crítico taurino de Diario JAEN


    Benito Casado Bruna de Lopera
    La voz prodigiosa

    Muere la persona y queda la voz. Benito Casado Bruna nos dejó para siempre hace unos años. Fue un trotamundos de la canción pues vivió en México, Buenos Aires, Panamá, Perú, Venezuela, Guatemala, San Salvador... Benito Casado Bruna “El Cholo” como era conocido, nació en Lopera, en 1926. Comenzó en el flamenco a los 16 años muy en el estilo de Pepe Blanco. Se marchó a Madrid y por una serie de contactos comenzó a trabajar en salas de fiestas como Parrilla del Rex y Parque Florida. En 1952 se enroló con la Agrupación “Los Churumbeles de España” con los que cosechó éxitos y prestigio en una gira por Europa y América. Más tarde montó un espectáculo propio y lo llevó a México, Perú, Venezuela, Guatemala, San Salvador, Panamá y Argentina. Hizo famosas las canciones “Te quiero”, “Monísima”, “Algo de España” y otras. En 1954, trabajó con Imperio Argentina en México con el espectáculo “La Maja de los cantares” y tuvo un éxito sin precedentes al cantar “Cucurrucu Paloma” por bulerías. En 1960, la Casa de España de San Juan (Argentina) le reconoció su arte y talento y le rindió un cálido homenaje. En los años 70, fue la primera figura en el espectáculo “W la Nueva Ola” triunfando en toda Latinoamérica. En 1979, estrenó en Mendoza (Argentina) el espectáculo “Galas del arte flamenco” integrado por un gran número de primeros artistas y cosechando un gran éxito con las interpretaciones de “El beso”, “Isabela” o “España de mis amores”. Benito Casado también participó en dos películas, una rodada en México bajo el título de “Música en la noche” junto a Carmen Amaya, Pedro Vargas y Tito Guizar que fue estrenada en el madrileño cine Opera y la segunda rodada en Guatemala bajo el título “Cariveña” junto a Armando Calvo. En España y en su Lopera natal actuó varias veces en el Cine Cervantes donde hizo popular ante sus paisanos la canción “El pocito del amor” y el “Fandango a Lopera”. También participó junto a Antoñita Moreno en el espectáculo “Alma de España” cosechando un rotundo éxito y con el espectáculo “Filigrana Española” junto con Juanita Reina y Caracolillo. Mantuvo una gran amistad con Agustín Lara, Luis Mariano, Juanito Valderrama, Pedro Vargas y Mario Moreno “Cantinflas”, entre otros. Siempre llevó en lo más hondo de su corazón a su querida Lopera  y  su  memoria permanece viva.        
    Por José Luis Pantoja. Lopera

    Concepción lebrón delgado de Alcalá la Real
    Mujer excepcional

    Subir al renovado barrio de las Cruces significa hacer una parada en ese remanso de paz que desemboca en la calle de la Verónica, y sentarse en el poyete desde donde se contempla la blanca cal de “Villa Conchi”. Y al parar era un efluvio de alegría ver salir de aquella casa una mujer de las más simpáticas que el pueblo alcalaíno ha dado. Y esa mujer, una mezcla de sangre de heroína de barrio y de majestuosa matrona, nos atendía. Al detenerte con Conchi el tiempo se estancaba en un mar de diálogos desproporcionados entre sus interlocutores, porque la alegría se desbordaba desde sus labios y se alargaba en una retahíla intemporal de chistes jocosos, de anécdotas llenas de gracejo, risas salerosas y simpatía ilimitada. Y lo más curioso era que no lo hacía fingiendo, sino que ese gracejo le nacía de su interior y quería ofrecerlo a los demás en una reciprocidad generosa, en la que ella se convertía en auténtica terapeuta del afligido contertulio, sin pedir nada a cambio. Siempre que me topaba contigo, Conchi, mi agitado andar y mi estresado trabajo se relajaban como si me hubiera tomado una infusión de unas sedantes valerianas, y mi espíritu se convertía en un meandro casi cilíndrico de sosiego. Tu humor se entroncaba en la ironía socarrona de alma alcalaína con la gracia de una mujer simpática y sumamente original. En tu cara, a veces, me simulabas la seriedad de tu abuelo Ramón para darle énfasis al chascarrillo. Sé que te echará de menos tu esposo Rafael Jiménez Deliches, con el que compartiste muchos momentos de alegría y de lucha. Siempre recordará ese corazón tan grande que llevabas dentro y que ofrecías a todos en lo que mejor le podías entregar, la alegría ante la adversidad, y el humor ante tanta contrariedad. Pero te puedo proclamar que nos faltan muchas personas como tú, que ante la crispación cotidiana presenten la mano tendida, que ante el infortunio y las malas caras alegren este camino que no siempre es de rosas, y que ante la injusticia no se arruguen. No sé cuándo subiré otra vez al barrio del Calvario. Contemplar tu limpia casa sin tu presencia y tratar de apresar tu ausente alegría colgada en la nube del firmamento se me hace bastante amargo, estimada Conchi, un calvario eterno.
    Por Francisco Martín Rosales. Alcalá la Real

    José maría barranco serrano de Sidi Ifni
    Era un policía ejemplar y un buen hombre

    Era un buen policía y un buen hombre. Transmitía seguridad, serenidad y determinación. Como aquella tarde en el Gran Eje, solo entre el gentío y aquel hombre enajenado al que sólo separaba de su hija la hoja de un cuchillo. Dejamos de vernos, de hablarnos, de tratarnos, hace muchos años, cuando se fue a vivir con su familia a Granada, pero nunca he dejado de quererle y respetarle, de profesarle amistad. Él, José María Barranco, era policía y yo, periodista. Y nos conocimos en el tajo. José María dirigiendo la Brigada de Seguridad Ciudadana de Jaén, y servidor haciendo un reportaje de veinticuatro horas con la Policía. Hubo tiempo para observar cómo trabajábamos uno y otro. Y no hizo falta mucho más, salvo compartir amistad unos buenos años. De esos buenos hombres queda siempre la certeza de que al conocerlos nuestra vida ha sido mejor. Un fuerte abrazo para Gloria y para su hija. Por Miguel Ortega /Director de Radio La Carolina

    Sembró amistad y recogió mucho aprecio
    Muchos de sus numerosos amigos jiennenses aún hoy desconocen la noticia que se ha producido a finales de julio, en plena canícula vacacional, y también porque el fallecimiento de José María Barranco se produjo en Granada, la ciudad donde residía en los últimos años. Un infarto acabó de forma fulminante con un gran hombre, de gran talla humana, y un modélico y ejemplar profesional. José María Barranco había nacido en Sidi Ifni, hijo de un militar destinado a esa plaza española. Llegó a Jaén en 1981 como inspector de primera del Cuerpo Superior de Policía, procedente de la Línea de la Concepción. Cuando llegó a Jaén se hizo cargo del Gabinete de Identificación de la Policía Científica y en 1987 se hizo cargo del Grupo de Estupefacientes. A finales de 1992 fue puesto al frente de la Brigada de Seguridad Ciudadana, cargo que desempeñaría hasta que pasó a la segunda actividad en 1997, con 25 años de servicio en el cuerpo. Cuando llegó a Jaén, en 1981, alternó con el ejercicio de su profesión policial los estudios de Derecho y se licenció en la Facultad de la Universidad de Granada en 1986. Cuando pasa a la segunda actividad comienza a ejecer la abogacía y monta un despacho de abogados en Jaén hasta que, finalmente, decide trasladarse a Granada donde residía su familia, y monta el gabinete en esa ciudad en la que se establece definitivamente hasta su fallecimiento. José María Barranco ha sido una persona muy arraigada en Jaén, donde tuvo muchos buenos amigos, pues siempre fue una persona muy querida, reconocida y respetada en diferentes ambientes, sobre todo en el mundo de la judicatura. Profesionalmente siempre estuvo en primera línea y se recuerdan intervenciones suyas memorables que fueron portada en su día en Diario JAEN. 

    Miguel ángel MuñoZ SÁNCHEZ de Arroyo del Ojanco
     Recuerdos de un empresario con raíces en “Las Beatas”

    Miguel Ángel Muñoz Sánchez empresario de Arroyo del Ojan- co, formó parte de un grupo de personas que en las últimas décadas hizo florecer negocios de diferente índole. Tras su marcha en el pasado mes de julio, salen a relucir años de ilusión en un municipio luchador. Y la vida que sigue es la que rezuma también pasado, una juventud en la que Miguel Ángel vivió con el día a día, de un lugar, pletórico de recuerdos, La Beatas, ese entorno del pantano de Guadalmena y las proximidades a la Venta Cabrera. Un cúmulo de lugares, donde volver con la mirada atrás reporta ilusión, cariño y estampas que ayudan a llevar más pasajera su marcha, que aunque esperada, ha sido repentina en el tiempo. Es momento de reconfortar con la historia pasada esos momentos de la discoteca La Galaxia, fructífero negocio, donde estuvo acompañado, e incluso en otras empresas con sus hermanos que hasta el número de cinco, siempre perma- necieron al pie del cañón, de tantas ideas para sacar adelante, a los miembros de la familia. Un rincón para la fábrica de “Las Vigas”, último reducto empresarial, donde cada día se afanaba en poder hacer realidad otro de los pilares, por donde la vida empresarial cruzó un largo camino. Toca recordar su ilusión por el campo de olivos, donde ultimó, a su paso, un camino de ida, y una vuelta, para nunca más ver la cosecha, las ramas, el carril o simplemente, estar donde veía su última apuesta empresarial. Quizás en el final de la vi-da, no mereciera tanto dolor, rodeado de quienes han sabido hacer de la figura paterna, la unión. Una oliva ha comenzado a florecer en Cañada Catena, será el recuerdo a su lucha.
    Por Francisco Juan Torres
    Puente de Génave