Hasta siempre

Martín González Montilla de Lopera

“Estarás siempre en nuestro corazón”
Hace 18 años, un 20 de febrero, nos dejó Martín González Montilla y, a pesar del tiempo transcurrido, su recuerdo sigue vivo en su familia y amigos. Nació en 1916 y fue el séptimo hijo de los nueve que tuvieron el matrimonio formado por sus padres, Francisco y Dolores.

    05 abr 2009 / 09:59 H.

    Martín González Montilla se casó en 1936, en plena Guerra Civil, concretamente, en el municipio de Torredelcampo, con Micaela Pedrosa Gutiérrez, con la que tuvo 7 hijos (Francisco, Dolores, María, Rafael, Francisca, Isabel y Carlos).
    Durante la contienda, Martín fue destinado al municipio de Santa Elena como guardia de asalto y, cuando se firmó la paz, regresó con su familia a Lopera. Como todos los de su época, al finalizar la guerra, tuvo que realizar el servicio militar durante tres largos y penosos años. Fue en este periodo de su vida cuando sufrió la pérdida de su primer hijo, Francisco. Pocos años después, también sufrió la pérdida de su hija Francisca.
    Humilde, trabajador y buena persona, después dedicó gran parte de su vida a trabajar en el campo. Era muy habilidoso en los trabajos con pleita y, por ello, nos queda en nuestro recuerdo sus espuertas, guarines, capachos, esteras, etcétera. Aficionado a los caballos y a los toros, trabajó también en una dehesa cordobesa, donde disfrutó mucho de ellos. Fue gran aficionado al fútbol y en su jubilación siempre que podía se iba al hogar del pensionista donde le gustaba participar y ayudar en todos los eventos, llegando a ser secretario. Llegó a conocer a ocho de sus nueve nietos. Intentó dar buenas enseñanzas a sus hijos, y por ello todos los que hoy le recuerdan lo llevarán siempre en su corazón. Tu hija Isabel González.

    Una carta para Lucía Muñoz Almazán , nuestra amiga y, sobre todo, una gran persona

    Querida Lucía Muñoz Almazán: No vamos a contar aquí algo que tú no sepas ya, pues nos has hecho el precioso regalo de podértelo decir en persona, de podernos despedir con esa entereza tuya a la que nos tenías acostumbradas. Hasta el último momento, has llevado el timón de tu barco y el de los que te rodeábamos y nos has dado la paz y tranquilidad necesarias para afrontar este momento. Pero vamos a hacer todo lo posible para intentar transmitir lo mucho que has sido, eres y serás para nosotras, aunque puedes tener por seguro que lo mejor quedará por decir, porque no sabemos cómo expresarlo.
    Hoy te queremos hablar de lo que nos acompañó tu presencia desde que te conocimos, pero especialmente en estos últimos años, en los que  nos has dado una auténtica lección de vida. Es en los momentos comprometidos donde se conoce a las personas y tú te has enfrentado a la enfermedad mirándola de cara, luchando con la tenacidad que te caracteriza, sin flaquezas, sin dudar, con dignidad, quitándole siempre importancia, tranquilizándonos a todos. Y durante todo este tiempo nos has permitido disfrutar de ti, de tu espontaneidad, tu sabiduría, tu integridad, tu sencillez, tu naturalidad y sentido del humor, tu sinceridad, tu sonrisa…
    ¡Gracias por tu sonrisa hasta el final! Siempre te conocíamos feliz y animosa. No te conformaste con pasar por la vida. Querías vivirla intensamente. Cumpliste tu sueño de ser médico. Tu curiosidad por todo lo que te rodeaba era inagotable y siempre querías aprender cosas nuevas. Te preocupabas y resolvías los problemas, aunque fueran de otras personas. Tú no podías soportar la injusticia. Luchabas porque todo fuera lo mejor de lo que tú eras capaz, incluso te llamábamos la “Agustina de Aragón del siglo XXI”. Y esa mirada tuya, tan viva, tan chispeante… Te queremos agradecer el tiempo que nos has dedicado. Tiempo presencial y tiempo a hurtadillas, cuando ya se te escapaba de las manos, tiempo sin cuotas. Nunca hemos sabido lo que era la prisa cuando hemos necesitado tu ayuda. Ese tiempo sí que ha sido oro. Te queremos agradecer que nos hayas hecho sentir tantas veces especial en el mejor de los sentidos. Tenemos la presunción de que para ti fuimos alguien valioso y eso es sólo mérito tuyo por ser capaz de ver siempre lo mejor de cada uno de nosotros. ¡Gracias por tu confianza!
    Te queremos agradecer las conversaciones que hemos tenido, las confidencias, el habernos permitido formar parte de tu marido, en el que personas que no nos conocíamos de nada tejíamos una red de  relación y afecto a través de ti. En estos días, hemos conocido a algunas de esas personas de las que tú nos has hablado y hemos reconocido en ellas  cualidades que nos hacen entender por qué eran parte de ese universo. Tu enorme patrimonio espiritual vivirá fragmentado en todas nosotras. ¡Dios mío, un trocito de Lucía en nuestros corazones!  En estos días, desde que faltas, hemos estado intentando encontrar consuelo y fuerza para seguir adelante. Y esa fuerza nos la estás dando tú.
    Ya nos lo decías en tus últimos días: “Siempre estaremos juntas, porque este amor no puede desaparecer”. Y llevabas razón Lucía, porque tu espíritu está con nosotras en cada uno de los momentos.
    Lucía, amiga, queremos que sepas que has sido una de las mayores suertes el haberte conocido y haber disfrutado de tu amistad y que la suma de los días nos irá dando el peso exacto de tu ausencia, que aún hoy no somos capaces de asimilar. Ha sido un placer quererte y sentirnos queridas por ti. Nos vas a acompañar el resto de nuestras vidas, que hoy sabemos que es más frágil. Cuídanos, querida Lucía, cuídanos. Sus amigas.
    Inés, Marisa, Rosa, Pilar, Delia y Carmen

    Antonio cruz  sánchez de Úbeda

    “Gracias por enseñarme a amar la vida”
    Para mí ha sido como un padre y he tenido la suerte de estar mucho tiempo a su lado. Antonio Cruz era una persona entregada a los demás, un ubetense hasta la médula. Amaba a su pueblo con mucho orgullo y devoción. Fue un gran apasionado del arte y de la música clásica, un cristiano ejemplar. Antonio Cruz tenía una generosidad sin fronteras. Amigo de sus amigos. Lo que hizo por tantísima gente —y sin esperar nada a cambio, sólo por ver feliz a los demás— será difícil de olvidar. Era bueno y honesto. A cualquier problema le buscaba la solución fuera como fuera, sin importarle la circunstancia en la que estuviera.
    Estando enfermo, sacó fuerzas para asistir al acto del hermanamiento del Club Deportivo Úbeda Viva con el Atlético de Madrid y el organizado por el Ayuntamiento para reconocer la labor del club. Su objetivo era ver cómo crece en buena dirección y comprobar con orgullo que lo había dejado bien consolidado y a sus integrantes bien concienciados y capaces de seguir su propósito, que era el de estar unidos. Como tantas veces repetía, “de la unión nace la fuerza”.
    Antonio, por todo ello, te quiero dar las gracias por enseñarme, sobre todo, en estos cuatro últimos meses, a amar la vida y a esos valores humanos que también me dejaste aprendidos y que tanto me enseñan cada día. Ahora no estás, pero tu ejemplo sí y lo seguiremos cada día sin dudarlo.
    Quiero que sepas que estarás siempre dentro de muchos corazones. Has dejado una gran familia. Te quiere mucho, tu “Joselillo”. José Manuel Campos Expósito.

    Eduardo Pimentel Rufián

    Me dije que yo podía decir o contar algo de Eduardo Pimentel para que la gente lo conozca más y mejor. Pensé ¿o mucho o poco? Mucho, porque de Eduardo podría escribir un libro y me atrevería a decir que no os aburriría, ya que la vida de Eduardo es, perdón, fue tan amena que se nos iría en un abrir y cerrar de ojos la lectura de ese texto por muy voluminoso que fuera. Pero, por otro lado, también pensé: poco, ya que no me pide el cuerpo hablar de mi amigo, pues todavía no me hago la idea que se haya marchado para siempre. Conocí a Eduardo Pimentel Rufián, Rufián de apellido, como a él le gustaba apostillar, allá por los años setenta, a principios de esa década. Por esas fechas, y como buen jiennense el que os escribe, ya recorría todos los rincones de nuestro Jaén y allá, en el rincón de nuestra Alameda, cómo no, estaba Eduardo, en un encantador y coqueto mesón que tenía instalado frente al colegio Jesús y María, lindero con el Campo Hípico, al que bautizó con el nombre de Mesón don Lope. Ay si hubiéramos tenido los adelantos de hoy, como los vídeos... Los ratos en el Mesón don Lope eran de tertulia con gente de nuestro Jaén, la guitarra de Rafael Villanueva, el humor de Antoñete Miñán... Aquello fue un lujo para los que acudíamos, como mi hermano José Luis (Chama para los amigos). Antes de todo esto yo no lo conocía, pero me lo contaba Eduardo.
    Eduardo pimentel fue empresario de una “fábrica” de productos de droguería y perfumería, como se puede observar tocó todos los palillos. A mediados de esta década de los setenta, y una vez que se cerró el Mesón don Lope, fue el fundador y quien abrió “El Pato rojo”. Allí echamos unos buenos ratos hasta que se lo dejó a mi amigo Manolo. Entre todo este ajetreo, no dudó en ser agente de seguros, su especialidad fueron los seguros de vida, los más difíciles de hacer. Pero ahí estaba Eduardo comiéndose el mundo y llegó a ser el numero uno en España de su compañía en la captación. Eduardo se cansaba de todo, porque su horma de zapato no era ninguna de las que había probado. Era un “bohemio” y así llegó a su taller de cerámica, donde pasó los mejores días de su vida.
    Era un correcaminos, pisaba fuerte y sabía lo que quería, amigo de sus amigos, no se doblegaba ante nada ni ante nadie, de ideas fijas, pero muy claras. Sencillo, enamorado de su mujer, por cierto, que su Manuela era su Manuela, que nadie se la tocase, es una gran mujer como las grandes mujeres que siempre hay detrás de un gran hombre. Enamorado también de sus cinco hijos, quizás estos calificativos le impidieron destacar en nuestra sociedad, pero Jaén, su sociedad, reconocerá siempre a ese gran luchador y defensor de nuestra tierra. Su corazón de lo grande que era no le cabía en el cuerpo o, quizá, ni lo tenía dentro, ya que al primero que se lo pedía se lo daba. Así era Eduardo. No sé como terminar, pues como decía al principio, puedo escribir un libro de Eduardo, pero este no es el caso. Os he contado algunas pinceladas de su vida, pero mis vivencias con él son infinitas. Tal vez, algún día, si el tiempo me deja, las relate. Por último he de deciros que fue el fundador de la Cofradía de la Buena Mesa, allá por los años ochenta, que, pese a haber estado algún tiempo “inactiva”, el rescoldo de las brasas estuvo hasta finales de 2008, momento en que volvieron a encenderse. Dios le dio vida para poder verlo. Lamento que para esta fiesta de las habas del mes de abril, Eduardo no nos pueda acompañar, pero allí donde esté, yo sé donde está, nos verá y compartirá la alegría y el buen comer de sus amigos de la Cofradía de la Buena Mesa, que jamás lo olvidaremos. Gracias Eduardo y un fuerte abrazo de tu amigo.
    Alfonso Sánchez Herrera.

    Francisco Almagro Herrera de Pegalajar

    “Tus coplas son como los suspiros del aire”
    Parece que fue ayer cuando te llevamos flores a tu floreada y definitiva residencia, mas he de decirte que el ayer sin ti no existe porque es una mentira muy gordota. Te explico, Paco. Tú eres un hoy y este hoy nunca muere. Tu vida está en nuestras vidas. Tú tienes la culpa por habernos enseñado a vivir con un beso en tu mejilla —¡te dimos tantos!— y un verso a flor de suspiro recitado. Decía Séneca, el cordobés más cordobés de todos los tiempos, que la vida es larga si la sabemos aprovechar. Esta sentencia filosófica la tuviste bien aprendida. Tu proximidad al siglo fue un hecho. Y para hechos gloriosos, tu caminar por la vida con tus teclas de achacosa máquina de escribir, con la guitarra sin afinar “colgaíta” en la pared y con esa gracia andaluza que la Virgen de las Nieves, ¡tu Virgen, Paco, tu Virgen! a la que tantos altares levantaste en los madriles, en los jaenes o a la vera de tu Charca que tú, más de una vez, la llenaste cuando llorabas, porque la sequía o los abusos la privaron de los imaginarios barquitos veleros y las gaviotas como fieles compañeras. Te lo digo otra vez. Tú nunca has muerto. Estás junto a tus incondicionales que cada año iban a Pegalajar para echarte auténticos piropos, un haz de abrazos y un torrente de besos que sólo se merecen hombres como tú, amigo de los amigos, y que no fue tu amigo, él se lo perdió. Tu generosidad consistía en querernos como a esos cachorrillos alrededor de la madre, que no saben estar si ella no está presente. Letrista como la copa de un pino. Tus coplas son los suspiros del aire y con alas como paloma blanca que lleva en su pico mensajes de paz, concordia, arte, filigrana y otras cosillas que me reservo, no vaya a ser que te me pongas colorado y me repitas, como tantas veces hiciste, que tú no las merecías. Sí, Paco Almagro, tú no has muerto, es una mentira. Sencillamente, porque siempre vivirás en nuestro corazón. José Sánchez del Moral.

    Manuel Paulano Úbeda de Jaén

    “Fue un privilegio tenerte como amigo”
    ¡Qué buena gente! Manuel Paulano Úbeda, orgulloso de ser jiennense y del barrio de San Ildefonso donde nació, nos ha dejado a todos los que convivimos con él con un vacío interior y una tristeza, que tardaremos mucho en olvidar. Manolo era el centro de atención entre los amigos por su alegría, por su forma de ver la vida, siempre optimista y, sobre todo, por sus anécdotas ficticias que nos contaba en los viajes y en las reuniones de los viernes de la peña “La buena gente”.
    De su faceta profesional, nos contaba que, cuando sólo tenía doce años
    —aunque le dijo a su jefe que tenía catorce— empezó en unos grandes almacenes de la calle Cerón y, de inmediato, debido a su valía y a sus ganas de trabajar, viajó por la provincia para vender como representante los artículos del catálogo del almacén.
    Más tarde le llegó el espíritu empresarial y las ganas de emprender una aventura. Así, abrió, junto a su esposa Loli, Maylo, una tienda de confecciones de caballero y señora. Gracias a su esfuerzo, trabajo y profesionalidad consiguieron un prestigio reconocido por todos los que hemos disfrutado de sus servicios y su amistad.
    Estas líneas que escribo, en mi nombre y en el de todos los que hemos convivido con él, en recuerdo de nuestro amigo Manolo, quiero expresar que ha sido un privilegio encontrarnos entre sus amigos y que siempre lo tendremos presente en nuestros corazones. Por último queremos decirle a Loli que estamos con ella en el dolor y en la pérdida que ha supuesto su fallecimiento, que sea fuerte y que seguimos contando con ella porque también sigue siendo de “La buena gente”. Pedro Illana.