Hasta siempre

Angel Liébanas Jiménez de Jaén
“Te echo de menos, papá”
Hola papá. A pesar de que nos dejaste hace ya unos días, sigo aprendiendo de ti.
Todas las muestras de cariño que recibimos desde tu ausencia, los comentarios sobre tu persona, tu forma de entender la vida, siempre dispuesto a ayudar a los demás, no hacen sino confirmar lo que ya sabíamos: que eras una gran persona.

    22 mar 2014 / 23:00 H.


    Ante las pequeñas dificultades, siempre con una palabra amable, quitando importancia a las cosas y siempre atento a lo que necesitaran tu familia o tus amigos.
    Estoy seguro de que, desde el cielo, estás pendiente de nosotros y ayudándonos a pasar estos malos momentos. Me faltan esa mirada y ese abrazo que me dabas cuando nos veíamos y que no hacían falta palabras para expresar lo que sentíamos. Te echo de menos.

    Por Ángel Liébanas Carrillo.

    RAFAEL CASUSO HONTAVILLA de Boo de Guarnizo (Cantabria)
    Un buen jugador de fútbol
    Rafael Casuso se nos marchó en el mes de marzo de 2001. Nunca sé valorar si el tiempo transcurrido es poco o es mucho. Nacido en la cántabra Boo de Guarnizo, nació en 1918. Perteneció a la generación que, de niño, vio la dictadura de Primo de Rivera; de joven, la II República; con 18, la Guerra Civil y, con 21, se puso a trabajar para sacar a España de la ruina que fue la guerra. Amante del deporte y del fútbol, fichó por el Rácing de Santander. Jugó dos temporadas en Segunda División. Debutó, un 29 de octubre de 1944, frente al Alcoyano.
    Disputó casi cuarenta encuentros y formó la media con Miguel Muñoz, que sería más tarde centrocampista del Real Madrid y seleccionador nacional. Mi amigo Fabio Calle, exjugador de fútbol, me cuenta que los observadores del Real Madrid se trasladaron a Santander para ojear a Casuso, que, en la camiseta, llevaba el 6, pero, en ese partido, se cambió por el cuatro, llevando el 6 Miguel Muñoz. En la temporada 1951-52 fichó por el Real Jaén y participó en el ascenso del equipo a Primera División. Militó en este club dos temporadas más. Se casó, en 1953, con Consuelo Quesada, matrimonio que tendrá cuatro hijos: Consuelo, María Luisa, Rafael y Mercedes.
    Acabada su etapa, en el Jaén fichó por el CD Iliturgi, época dorada del fútbol en Andújar en el añorado “San Eufrasio”. Jugó con el mítico Campanal. Por aquellos años, perdió el Real Betis un ascenso a Segunda División, partido en el que Casuso tuvo una actuación memorable. En Andújar colgó las botas, aunque no dejó el club, pues siguió como secretario técnico. Recuerdo verlo con Juanito Gámez, presidente del club, y García de Miguel, entrenador, en el Bar de Silvano, en la calle Ollerías. No se había retirado del fútbol cuando decidió poner un establecimiento, la “Fonda Casuso”. Se convirtió en una casa de hospitalidad y santuario gastronómico con platos propios de su tierra cántabra y de Andalucía. Recuerdo haber comido, entre otros platos, un marmitako, un guiso de bonito con patatas y, sobre todo, la lengua escarlata, un plato único, supremo, salido de los fogones de Rafael y Consuelo. Al final de la década de los 80, la fonda cerró sus puertas y un poco de nuestro pueblo se cerró también. Rafael Casuso conoció a diez nietos: Rafael, Fernando, Ana, Jesús, Eduardo, Belén, Mario, Rafa, Begoña y Javi. No llegó a conocer a Victoria y a Celia, las pequeñas de la familia.

    Por Juan Vicente Córcoles.

    Jacinto Urbán Caballero de Alcaudete
    Mantendré vivo su recuerdo
    No hay cosa más bella que recordar con palabras a un ser querido. Las palabras inundan de recuerdos, las historias vividas, y guardan en el corazón el cariño de un familiar que nos dejó. Siempre mantendré el vivo recuerdo de mi tío, o, mejor dicho, de mi chacho Jacinto. Hombre esbelto, con una mirada profunda, lleno de alegría y, sobre todo, inmenso de sabiduría, que nos invade de gratos recuerdos a todos los que hoy tanto y tanto te echamos de menos. Siempre es complicado escribir esto porque, probablemente, no lleguen todas las palabras que existen en el mundo para poder describir el cariño, el respeto y el reconocimiento que mereces. Aun así, me enorgullece poder decirte lo mucho que todos te recordamos.
    Alcaudetense de nacimiento. En este pueblecito jiennense se crió y pasó parte de su infancia. Tuvo buenos momentos, llenos de felicidad junto a sus hermanos, entre ellos, mi abuela Manuela. Aquí, también conoció a su esposa, en la aldea de La Bobadilla. Pronto tomaron una decisión que les llevó lejos de su lugar de origen. Se marcharon y dejaron llenos de tristeza a sus familiares. Emprendieron un nuevo rumbo y, como tantos y tantos jiennenses, emigraron a la capital catalana en busca de un futuro mejor. Allí, junto a su mujer, mi tía Carmen, hizo su vida. Se dedicó al sector de la industria. Crió a sus dos hijos y siempre llevó a Alcaudete en el corazón. Nunca se olvidó de la tierra que le vio nacer, a la que quería, amaba y viajar con frecuencia. Le encantaba, cada año, visitarnos en verano.
    En Alcaudete, sus familiares, sus hermanos, sobrinos y amigos lo esperábamos de forma impaciente. El calor del estío era símbolo de reencuentro en la familia. El verano, para nosotros, era un tiempo de alegría, sobre todo, de reencuentros. Mi tío arrastraba a toda la familia: todos, sus hijos, su esposa y sus nietos le acompañaban. Eran tiempos de buenos momentos, de reuniones, de anécdotas y, como decía mi abuela, de noches al fresco. Y es entonces cuando vienen los recuerdos. No puedo olvidar, ni yo, ni ninguno de mis hermanos, a mi chacho Jacinto.
    Su alegría nos hacía pasar unas vacaciones. Eran épocas en las que la familia unida recordaba tiempos pasados, como lo que yo hago sobre estas líneas, hasta que todo eso terminó. Poco a poco, los años pasaron y el tiempo se llevó esos veranos de alegría. En los últimos veranos de tu vida nos abandonaste. La salud te impidió despedirte de nosotros. Ahora tu esposa, tus hijos y tus nietos te añoran, pero más aún nosotros, tus familiares de Alcaudete, que vemos como cada verano ya nada es igual. Ya no vienen maletas ni familiares, ni hay noches de compañía recordando los buenos momentos. Ahora, aunque sé que a él no le hubiera gustado verme así, no puedo evitar la tristeza y la emoción al recordarlo. Pero bueno, en estos instantes, nos quedan a todos los buenos recuerdos, las vivencias, sus anécdotas, sus entrañables visitas que tanto anhelamos ahora.
    Desde la distancia recibimos la triste noticia, más aún con mayor tristeza. Mi familia ha estado muy pegada a él desde siempre y su muerte nos causó gran dolor. Fuiste luchador contra tu enfermedad hasta justo minutos antes de fallecer en tu tierra de adopción. Eres digno de elogio, de palabras que llenan la memoria de cariño y, sobre todo, digno de todo el reconocimiento del mundo. Un abrazo muy grande de toda tu familia, que te echa de menos.

    Por Carmen López.

    Miguel Barrio Dávila de Mancha Real
    “Nunca te olvidaremos. Te queremos”
    Qué tristeza estar sin ti, qué dolor en el pecho más fuerte y profundo siento al pensar que no estás, que te has ido. Solo me consuela hablar de ti: “Mi papá me decía, mi papá haría, mi papá...”.
    El hombre más bueno para todos. Siempre estaba dispuesto a ayudar a quien lo necesitara sin recibir nada a cambio. Fue muy recto en su trabajo, un maestro para sus hijos, detallista para su mujer y el mejor abuelo que puede existir para sus nietos.
    Sé que todos te lloran en silencio. Mamá se hace la dura; nos tiene como la mujer fuerte que es: todos juntos a su alrededor; nos tiene que ver todos los días, nos llama y yo sé qué le hace sentir mejor.
    Tu hijo, “callaíto”, como siempre. Te echa bastante de menos. No hace falta que lo diga. “La Isabelita” te llora mucho. Cada vez que ve una foto o algo que los niños escriben de ti ya está con las lágrimas en los ojos.
    Y qué decir de tus niños. ¡Qué nietos más guapos tienes! Siempre con su abuelo en la boca, pasándose fotos y frases tuyas a todas horas. Tú ya me conoces a mí. Me dejaste al frente y al cuidado de todos. No te defraudaré. Seré fuerte porque sé que estás a mi lado, dándome esa fortaleza para seguir y seguir hacia adelante.
    No te has ido. Sigues con nosotros en todo momento. Nunca, nunca te olvidaremos. Papá, eres el mejor padre del mundo. Te queremos.

    Por Dolores y Juan Antonio Barrio.

    Marcelo Góngora Ramos de Úbeda
    Cuando un amigo se va: “in memoriam”
    Hace apenas unos días, al pasar por tu estudio, llamé a la puerta por verte, pues hacía tiempo que no sabía nada de ti. Fue como una corazonada, como una necesidad de hablar contigo como tantas veces hacíamos. Eran conversaciones cortas, pero sabrosas, con tus maneras educadas, con tu sonrisa y tu mirada franca, leal y dulce y tus manos grandes, como era grande también tu corazón de artistas para poder plasmar en un lienzo tus “ensoñaciones”, esculpir “un Cristo descendente” con esos brazos caídos que invitan a la humanidad a sostenerlos.
    Por fin se abrió la puerta y apareciste con tu querida Salomé. Ni siquiera en estos momentos puedo describir la impresión que me llevé. Intenté disimular y, como siempre, bajaste a darme dos besos y... “Ya estoy mejor”, me dijiste, pero, al coger tus manos, un frío recorrió todo mi ser. Estaban heladas. “Son las medicinas, que me bajan la tensión”, me dijiste. “Anda, súbete, no te vayas a enfriar”.
    Te invité a que me hicieras una visita, pues tenía un regalo para ti. “Descuida, ‘chiquilla’, que en cuanto me reponga iré”. Y ya no te vi más.
    Dicen que cuando la amistad es verdadera no hay diferencia de edades y, a pesar de ser yo una persona muy mayor, Marcelo era mi amigo, como yo lo era de él.
    Lo conocí muy joven, junto con mi querido Andrés. He seguido su trayectoria y, a través del “maestro”, nuestro “querido, casi hermano Paco Palma”. Este siempre que se refería a Marcelo decía: “Mi discípulo preferido”.
    Ahora, Marcelo, ya no necesitas hacer una charca en el río para bañarte como cuando eras niño, ni te encontrarás solo visitando y recorriendo calles y monumentos de piedra caliente y dorada, casi con vida aún en su interior de aquella época. “Sin gente” de tu “pueblo” que te acompañen en tus paseos. Estoy segura de que las “gentes de tu pueblo”, que es Úbeda, no te olvidarán y en algún rinconcillo habrá un letrero que diga: “A Marcelo Góngora Ramos, pintor y escultor”.
    ¡Ah! Y como cantante... ¿Recuerdas a tu amigo, que, después de acompañarte muchos ratos en tu estudio, admirando tus manos manejando el pincel o la gubia, te decía: “Vente a mi casa y te grabo mientras cantas para que tú te oigas”? ¿Recuerdas?
    Con esa preciosa voz que, junto con otras personas deseosas de hacer el bien, has ido “sembrando alegría” en las residencias de la tercera edad, hiciera frío o calor, daba igual. Se trataba de dar ese calor humano a personas que sufren y algunas, quizá, por el abandono de su familia. Amigo Marcelo, las horas del reloj ya se han parado para ti y amigos familiares han salido a tu encuentro, especialmente “tu madre”, que, al abrir sus brazos, han caído esos membrillos que tan magníficamente pusiste en su regazo. “Hijo mío”, fundiéndoos en un abrazo, eterno, eterno. Los brazos de tu Cristo se extienden hacia ti, no inertes, sino llenos de amor por todo lo que tú has sembrado.
    Ya no hay sufrimiento ni dolor. Descansa en paz, querido Marcelo, descansa en paz. Aquí nos quedamos tu familia sufriendo por tu ausencia. Y yo me he quedado esperando a que me enseñaras a pintar una bombilla de esas que lucen sin estar encendida... Y con la tristeza que embarga cuando un amigo se va.
    Dedicado a María Salomé Borrego Mañosa e hijos, con mi más sentido pésame.

    Purificación Rodríguez Tobarra.

    Natalia Barragán Cortecero de Jaén
    “Recuerdo tu sonrisa, tus ojos negros y tu dulzura”
    Querida Natalia: son tantos los recuerdos que, en este momento, asaltan mi mente que no sé por dónde empezar. Recuerdo el día en que naciste; la felicidad que trajiste a tus padres. Una niña tan deseada y, por fin, ya estabas en casa. Bajé a verte. Recuerdo tu sonrisa, tus ojillos negros, tu olor y esa dulzura en tu cara, que, hasta el final de tus días, te acompañó. El día de tu bautizo fue todo un acontecimiento. Estabas preciosa.
    Para mí has sido siempre una niña especial y no sé por qué, pero esa carita me cautivó en el momento en el que pude tenerte en mis brazos. Han sido muchos los ratos pasados contigo y con tus papás y, ahora, los recuerdo más que nunca, pero no con dolor, sino con el convencimiento y la esperanza de que estarás en algún lugar junto a Álex, tu gran amor, y caminaréis juntos para siempre.
    Gracias por haber podido conocerte y solo decirte que el destino nos ha jugado una mala pasada. Ha sido la de llevarte demasiado pronto.
    No te decimos adiós, solo un hasta luego, porque, algún día, estaremos juntos y nos daremos los besos que, por tu partida rápida, nos han faltado.
    Siempre en nuestro corazón.
    Por Juana Arenas y Cándido Cobo.