Hasta siempre
Ilda Pizzimenti Falva de Argentina
“Ejemplo de compromiso con el teatro”
El teatro le debe de estar agradecido a Ilda Fava, que desarrolló su trabajo en diversos lugares en los que engrandeció la escena. También estuvo en Jaén y dejó su huella en mucha gente a la que formó o a la que contagió el gusto por esa magia tan especial que consiste en dejar de ser uno mismo para descubrir cómo es uno en realidad.

“Ejemplo de compromiso con el teatro”
El teatro le debe de estar agradecido a Ilda Fava, que desarrolló su trabajo en diversos lugares en los que engrandeció la escena. También estuvo en Jaén y dejó su huella en mucha gente a la que formó o a la que contagió el gusto por esa magia tan especial que consiste en dejar de ser uno mismo para descubrir cómo es uno en realidad.
No descubrimos nada nuevo afirmando que Ilda fue un ejemplo de compromiso hacia el teatro y hacia la comunidad. Seguramente, no somos los más legitimados para estar en este obituario, no la conocimos en toda su profundidad, pero, en cualquier caso, pudimos comprobar por nosotros mismos que Ilda atesoraba gran cantidad de conocimientos teatrales adquiridos a lo largo de toda una vida, y que era una excelente directora capaz de imbuir al actor en la situación imaginaria y de ayudarle a crear su personaje con todo tipo de estímulos sensoriales.
Cuando iniciábamos nuestra andadura escénica, tuvimos el privilegio de compartir escenario con ella y comprobamos lo que significa actuar junto a eso que se suele llamar “una gran señora de la escena”. Luego discurrimos por caminos diferentes y la verdad es que no mantuvimos apenas contacto con Ilda, pero permanecía el respeto hacia una mujer que hacía de su pasión su profesión y la admiración hacia una creadora capaz de llevar hasta las últimas consecuencias su instinto y su arte. Fue en 1988 cuando conocimos a Ilda Fava y compartimos aquel momento del grupo La Paca con ella y, también, con José Cazalilla, otro buen amigo querido y admirado por su talento creativo y por su enorme humanidad, que también nos ha dejado recientemente y al que no podemos dejar de rendir también homenaje. Por Tomás Afán y Mari Carmen Gámez, codirectores de Teatro La Paca.Juan Bosco Rubio Vaquero de Pozoblanco
“Entregó su vida a los jóvenes y a Dios”
Juan Bosco Rubio Vaquero (“Bosco”, para los amigos) nació en Pozoblanco (Córdoba) el día 4 de marzo de 1943. Tenía 67 años en el momento de su muerte. Atraído por la figura de Don Bosco (San Juan Bosco, fundador de la obra Salesiana), hizo su primera profesión religiosa el día 16 de agosto de 1960. Y el 9 de julio de 1966, con la profesión perpetua, entregaba su vida definitivamente al servicio de los jóvenes. El 23 de mayo de 1970 recibió el orden del presbiterado en Sevilla. Desde entonces, toda su vida estuvo consagrada al servicio de los niños y jóvenes en las casas salesianas de Ronda, Posadas, Pozoblanco, Santa Cruz de Tenerife, Málaga, Jaén, Úbeda, Linares, Jaén, Ronda, Palma del Río y Córdoba, donde falleció, el año pasado, el 7 de marzo.
Cuando se ha cumplido el primer aniversario tu marcha terrenal al paraíso con Don Bosco para disfrutar de la presencia de Dios, quisiera comunicarte que muchos de los niños, jóvenes y adultos que tuvimos la dicha de compartir nuestras vidas contigo, te seguimos teniendo presente en nuestro corazón, pensamiento y oraciones como ejemplo de humildad, entrega y servicio a los niños y jóvenes de nuestro barrio del Polígono del Valle de Jaén.
En los años que estuviste destinado en la parroquia de San Juan Bosco de Jaén, y en toda tu existencia, no buscaste ningún tipo de reconocimiento, sino construir un trocito del Reino de Dios en cada una de las ciudades en la que estuviste destinado, con tu testimonio personal, trabajo sin descanso y cercanía familiar, volcado por completo con los niños y jóvenes que se cruzaron en tu camino para hacer de ellos “buenos cristianos y honrados ciudadanos”, como decía Don Bosco.
Estas breves palabras no pretenden ser más que un humilde agradecimiento a una de las personas que dejó una huella imborrable y una experiencia práctica del Evangelio de Jesús en la parroquia San Juan Bosco y en el Centro Juvenil DO.SA. de Jaén, y aun en las situaciones más extremas que nos pueda plantear la vida, como la enfermedad que padeció en los dos últimos años de su vida, nos dejó hecha vida la frase de Don Bosco: “Hasta mi último aliento será para mis queridos jóvenes”.
Por Manolo Aranda Fontecha.
“Cuánta humildad nos has enseñado”
Para hablar de Bosco, se podrían decir mil cosas que todo el mundo que lo conoció sabíamos que hacía. Su labor en la parroquia San Juan Bosco, Centro Juvenil DO.SA., Club Infantil Don Bosco, Tómbolas, Veladas, trabajo en los colegios del barrio… Pero también hay otras muchas cosas en las que la mano callada y trabajadora de Bosco estuvo presente, como el Grupo de Scouts, los comienzos de la casa de acogida, del orienta en la parroquia y, sobre todo, el acompañamiento personal y la amistad con la que se entregó a los que se acercaron a él.
Bosco era ante todo un “currante”. Tenaz hasta la saciedad, se vaciaba en tareas a las que no todo el mundo les veía futuro. No es que Bosco fuera incansable, es que él anteponía el bien a los demás a su propio descanso. Buscaba tiempo hasta para acercarse con sus zapatillas, su “rebecón” y su bufanda al parque de en frente de la parroquia por si podía hacer algo por los chavales que estaban allí.
Bosco era, además, un hombre inteligente al que le encantaba la lectura, pero con la suficiente humildad y sencillez para no destacar por encima de nadie en ninguna conversación. Tan humilde y sencillo que siempre le gustaba quedar en la sombra en las tareas que realizaba, en silencio, en segundo plano, sembrando con una mano sin que su otra mano lo supiera.
No se me pueden olvidar cuántas tómbolas salieron adelante por las cosas que solo tú te empeñabas en guardar. Tómbolas y veladas, que llegaron a buen puerto gracias a tu desorden ordenado.
Inolvidables tus misas con los niños, en las que el que más y el que menos acababa disfrazado, y tú el primero, si era necesario, para que tus palabras fuesen entendidas por todos. Y esos bautizos al son de: “¡Qué canten los niños, que alcen su voz…!”.
Muchos de nosotros éramos niños o jóvenes cuando se cruzó en nuestro camino y su fuerza y amor nunca nos abandonaron. Amante de la vida con mayúsculas a la que se aferró siempre, una vida comprometida que compartió generosamente y con la humanidad que lo caracterizaba.
Antes de terminar, quisiera darle las gracias a su madre, que tuvo la sabia intuición de llamarle Juan Bosco, por inculcarle la forma de ser y los valores que, luego, él supo transmitirnos a nosotros. Gracias también a los salesianos, y a Dios, por haberle permitido pasar tanto tiempo en su querida ciudad de Jaén, a la que tanto amaba.
Por último, Bosco, y hablándote directamente a ti, no sabes cuánto me gustaría darte un “tirón de orejas” por haberte ido tan pronto. ¡Con la de cosas que te quedaban por hacer! ¡Cuántos chavales se han quedado sin que les enseñes un oficio! ¡Cuánto te echamos de menos! ¡Cuántas lecciones de trabajo, humildad y amistad nos has dejado!
Desde el cielo, sabes que permaneces con nosotros y que te queremos.
Por Ana Mari Torres Gutiérrez.Alberto Sánchez Estrella de Jaén
El mundo cofrade te echará de menos
Era una fría mañana del mes de enero de 1984 cuando me presenté en tu despacho, Alberto, acompañado por Nicolás Mingorance, allá creo recordar que en la quinta planta de la Caja Rural, concretamente, en la sección algodonera y te dijo: “¡Alberto este es Paco Sierra del que te he hablado!
Tú me dijiste: “Mira, estoy formando una junta de gobierno para la Cofradía de La Borriquilla y me hace falta un secretario y un fabricano general, ¿qué, quieres ser tú?”. Respondí sin dudar que fabricano.
Así es como conocí personalmente a Alberto Sánchez Estrella, hace ya más de 27 años, jiennense por los cuatros costados, pues, no en vano, nació y se crió en la barrio de la Alcantarilla, en la calle Llana, y en la del Pilar de la Imprenta y, lógicamente, ahora solo quedan los recuerdos. Y es que, cuando, este pasado sábado día 5, te veía de cuerpo presente en la caja, vestido con tu túnica blanca de la cofradía, cuántas y cuántas cosas vinieron a mi mente, cuántas horas de vivencias contigo y con tantos otros, que, por desgracia, ya no están aquí. ¡Cuántos cigarrillos fumados en la puerta de la iglesia! ¡Cuántos viajes a Sevilla a gestionar cosas de la cofradía! ¡Cuántos proyectos forjados!
Por eso, cuando este pasado día 11 de diciembre, la cofradía en particular y el mundo cofrade en general te rendían un merecido homenaje, estabas como niño con zapatos nuevos. Oyendo las intervenciones de todos los que nos sumamos a tu homenaje, cómo te divertías con las anécdotas que todos contábamos sobre ti. Y así me lo dijiste cuando nos hicimos la foto en la copa que, en tu honor, celebrábamos en el Condestable y quisiste que estuviéramos todos los hermanos mayores de la cofradía juntos. Parece que tú ya presentías tu inminente marcha. Pues la misma ha sido demasiado rápida, apenas me dejaste que te contara, como te prometí, cómo fue la presentación del cartel de Semana Santa y el que lo pudieras ver. Y has dejado desolado a todos tus seres queridos, a tu mujer Loli, a tus hijas, Mariló, Tatiana, Vanesa y María, y cómo no, a todos los nietos que te adoraban y de los que te sentías inmensamente dichoso y orgulloso.
El mundo cofrade también te echará de menos. Ya no te veremos con tu cámara en ristre fotografiando cualquier cosa por insignificante que fuera, pues eras amigo de fotografiar todos los detalles. De hecho, conservo en mi despacho con cariño la foto que me hiciste un Miércoles Santo entrevistando para la Cope a un costalero. Bueno, he de terminar, que Jesús a lomos de esa Borriquilla te haya esperado en las puertas del cielo para llevarte ante la presencia del Padre, ¡y cómo no!, a la presencia de su madre, de esa Virgen de la Paz que, con tanta ilusión, conseguimos llevar a cabo y a la que tanto querías. Por lo tanto, Alberto, desde allí, ten presente a esta tu hermandad y cuídala para que vaya por buen camino. ¡Descanse en paz Alberto Sánchez Estrella!
Por Francisco Sierra Cubero (hermano mayor 1997-2003).
Cuando un amigo se va
Resulta difícil encontrar palabras precisas para decir adiós a un amigo, Alberto Sánchez Estrella, y además cofrade, cofrade con mayúscula que se nos ha ido al Padre, donde estará disfrutando de su presencia. Comprendo que el sentimiento más profundo se revela en el silencio. Pero he querido pasar la esponja de la verdad, porque es un deber dedicarle unas líneas a mi querido Alberto, porque la amistad que no es perpetua nunca es amistad. Con el corazón nos entendíamos siempre los dos. Pero Alberto ha ido apagándose como luz que nunca daña a los ojos de nadie, sino que sirvió de constante candil, de llama continua en su sufrimiento. Qué bien compaginaba su dolor con sus charlas de lo divino y humano.
Se hizo cargo de la Cofradía de la Entrada de Jesús en Jerusalén en los años no buenos de la Semana Santa de Jaén. Arropado siempre, en un principio, por el que le llevó a ella: Luis López Morilla, gran cofrade también. No era de aquellos cofrades que con su prepotencia utilizaba el yo, yo y yo. Consiguió incorporar a la cofradía el paso de su Virgen de la Paz. Sacrificó muchas horas por “su” cofradía. ¿Verdad que sí, Loli? Y, a veces, no pudo compartir ratos de ocio con sus hijas y nietos.
Al terminar su largo mandato, creo que fue de doce años, los miembros de las posteriores junta de gobierno encabezada por el gobernador, Juan Francisco González, le nombraron hermano mayor honorario, cargo ratificado por el entonces obispo, Santiago García Aracil. Años más tarde, concretamente, el 11 de diciembre pasado, el gobernador de la actual cofradía, Antonio Carrillo Sánchez, y los gobernadores anteriores, Juan Francisco González González y Francisco Sierra Cubero, así como sus directivos le hicieron un emotivo homenaje. Para mí, fue su despedida en el ámbito cofrade. Se le dedicaron palabras muy cariñosas, con la verdad de su trayectoria cofrade por delante.
El homenaje se vio muy concurrido. El salón de Belén y San Roque estuvo completamente lleno de cofrades de distintas hermandades. Y es que Alberto, durante toda su vida, fue modesto. Su sencillez iba unida a su persona y su factor principal fue la perseverancia y ese trabajo callado y oculto, ya que su labor no iba con mira de que se le reconociera, porque lo importante en esta vida es pasar desapercibido y ser constante en lo que uno empieza, como le ha pasado a Alberto. Era amigo de todos y, siempre, de sus labios brotaba una sana alegría y solo el respeto de sí mismo se logró el respeto de los demás, ya que para acceder a la concordia hay que renunciar al ego. Desde aquí pedimos a los titulares de la cofradía y a la Santísima Virgen, en su advocación de la Paz, que ruegue al Altísimo por el eterno descanso de su alma.
Por Luis Escalona Cobo, Luesco.Manuel Antonio de Pablo Martínez de Jaén
Un gran investigador
El pasado domingo, día 6 de marzo, poco después del mediodía, falleció, a los 43 años, en nuestra ciudad, Manuel Antonio de Pablo Martínez, profesor titular de la Universidad de Jaén, adscrito al área de Microbiología. Es una tarea extraordinariamente difícil resaltar en unas líneas la trayectoria personal y profesional de este joven profesor universitario. Cursó los tres primeros cursos de la Licenciatura de Biología en el entonces Colegio Universitario de Jaén, embrión de lo que en 1993 cristalizó como Universidad de Jaén, y desde su licenciatura en el año 1991, se inició en las actividades investigadoras de nuestra área, labor que le permitió doctorarse en la ya Universidad de Jaén en 1995. Poco tiempo después, ocupó una plaza de profesor contratado, desarrollando, una excelente actividad docente e investigadora que fue coronada en el año 2000, cuando obtuvo la plaza de profesor titular de Universidad.
Estos son los datos fríamente administrativos de la vida académica de Manuel Antonio de Pablo, tras ellos se esconde una realidad llena de entusiasmo por la labor universitaria en el sentido amplio del concepto. Una enorme capacidad para desarrollar la actividad investigadora. A él, precisamente por esta capacidad, y por ser un enamorado de Jaén, la tierra que le vio nacer, le encomendé que iniciara primero, y que liderara después, la línea de investigación que pusiera de manifiesto las ventajosas propiedades de potenciación de los mecanismos de defensa frente a las infecciones bacterianas, que tiene una dieta en la que el componente lipídico fuera el aceite de oliva. Él hizo posible que, a nivel mundial, cuando se habla de los efectos beneficiosos que posee el zumo de la aceituna, su nombre figure en todos los foros científicos donde se discute sobre este fundamental aspecto y que sus argumentos sean acatados sin la menor discusión. Ejemplo de esta afirmación es que, cuando otro llorado científico de relevancia incuestionable en el campo del aceite de oliva, el profesor José Mataix, hacer su mejor y póstuma obra de divulgación, “Nutrición y Alimentación Humana”, publicada en 2009, encarga la dirección de tres de los capítulos de este fundamental libro a Manuel Antonio de Pablo.
Junto a su incuestionable categoría científica, además, poseía una aún más extraordinaria valía como docente universitario. Sus alumnos siempre valoraban su actividad como docente, mediante un cuestionario anónimo que cada año la Universidad pasa a todos los alumnos, con una nota media de 4,5 sobre 5. Era, por lo tanto, un profesor enormemente querido por sus alumnos, debido, sin duda alguna, a que él dedicaba una parte fundamental de sus tareas diarias a confeccionar y mejorar su actividad docente, de la que era un enamorado. Dejo para el final el aspecto humano de Manuel Antonio de Pablo Martínez, que él brillaba sin discusión. A ello, fundamentalmente, ayudaba la presencia, tanto profesional como humanamente, de su joven y desconsolada viuda, María Ángeles Puertollano, firme y generoso apoyo que tuvo en los meses de enfermedad. A ella y a su extraordinaria familia, mi más sentido pésame. Descanse en paz.
Por Gerardo Álvarez de Cienfuegos López.