Hasta siempre
María José Galdón Flores de Arroyo del Ojanco
El verano de 2009, se apagó una de las sonrisas que con, el tiempo, se hicieron familiares. Aunque estábamos llamados a creer en una recuperación, el tiempo nos ha llevado a vivir lo contrario. María José nos deja con sólo 38 años, la vida trunca la mejor de las sonrisas. De Arroyo del Ojanco hasta Beas de Segura llegó a la peña sanmarquera “La Pajarraca” de la mano de JuanFra, contagiada por el humor y la alegría.

El verano de 2009, se apagó una de las sonrisas que con, el tiempo, se hicieron familiares. Aunque estábamos llamados a creer en una recuperación, el tiempo nos ha llevado a vivir lo contrario. María José nos deja con sólo 38 años, la vida trunca la mejor de las sonrisas. De Arroyo del Ojanco hasta Beas de Segura llegó a la peña sanmarquera “La Pajarraca” de la mano de JuanFra, contagiada por el humor y la alegría.
Desde agosto, caminamos con el recuerdo de un día estupendo en su vida, caluroso y con ambientazo de gala. Ella misma se definió al llegar a la comunión de su hija Laura: “Ha llegado la marquesa”. Y paradojas de la vida, nos dijo adiós en otro día caluroso, que soportamos con la fuerza y entereza que, durante su enfermedad, nos demostró, con las mismas ganas de que algún día pudiera despertar de la pesadilla. Ahora que la vida para en la reflexión, cada uno recuerda de sus amigos las vivencias de la protagonista, infinidades de acontecimientos en los que siempre había una chispa.
Con la vida de María José se marcha algo de todos los familiares y, en esta ocasión, de todos los amigos, no sólo del grupo, sino también los tantos que por el negocio pasaron y supieron quedarse con la amistad. Un vacío que nunca ocuparemos por mucho que intentemos, pero que tendremos a buen seguro en cuenta cuando toque reunirnos y nos falte su presencia. Allí estaremos con los tuyos, JuanFra, Lorena y Laura, para ellos. Todos juntos, aunque sea imposible vivir sin olvidar. Decía Ernesto Sabato: “La vida es tan corta y el oficio de vivir tan difícil, que cuando uno empieza a aprenderlo ya hay que morirse”. Hoy toca enviar al cielo una sonrisa de las que tantas nos dio María José. Por Francisco Juan Torres.Ginés López gómez de Úbeda
Hace ya casi un año que hicieron una “fiesta en el cielo” para recibirte, y nos quedamos los de aquí con el vacío más grande del mundo. Hace ya casi trescientos sesenta y cinco días que te fuiste, con sus trescientas sesenta y cinco noches. ¡Cómo duele! Eras demasiado bueno para estar aquí demasiado tiempo. Sé que sería muy egoísta, por nuestra parte, querer retenerte sólo para nosotros, pero fuiste tan importante para todos que es muy difícil seguir viviendo sin ti.
Este pasado año ha sido negro. No le encontraba sentido a seguir viviendo sin ti a mi lado, pero, hoy, me he dado cuenta de que el dolor me ha estado impidiendo ver la realidad. Y la realidad es que tú realmente no te has ido. Sigues aquí y, si me paro a pensar, estás a mi lado en todo lo que hago. Es cierto, todos te echan de menos. Nuestras hijas, al mejor padre del mundo, el que siempre estaba dispuesto a entenderlas, a corregirlas cuando era necesario, pero, siempre, dejando que se equivocaran, con el dolor de verlas caer. Estabas con la red preparada para recogerlas y el pegamento para unir los trocitos rotos y nunca decirles: “Ya te lo había dicho yo”.
Al mejor hijo, ese que siempre le decía a su madre: “No seas tonta, vive la vida ahora que puedes”. Siempre estaba dispuesto, aunque viniera cansado de trabajar, a decirle: “Mamá, prepara café que voy esta tarde a Úbeda a verte”. Todo, porque sabía quizás que había recibido una carta que no entendía. Al mejor hermano, ese que se desvivía cuando sabía que su hermano estaba en Jaén, para ir a verlo, aunque fuera un momento, y tomarse un café con él. Al mejor compañero, ese que cuando algún compañero le pedía que le hiciera un turno estando de descanso, no le importaba que fuera fiesta, domingo o lo que fuera, jamás tenía un no. Al mejor amigo: cuando sabía que alguien necesitaba algo, no importaba, lo mismo daba que fuera la tontería de ir a pagarle un recibo porque no tenía tiempo, que traerlo o llevarlo. No importaba dónde ni cuándo, sólo decía, avísame para estar libre.
Al costalero del Santísimo Cristo de la Columna de Úbeda, que no faltaba a un ensayo, aunque acabara de llegar de un turno pesado de trabajo y, hasta el último año, aunque ya la enfermedad le iba
quitando las fuerzas, se reía y le decía a todos: “No os preocupéis, que nuestro Cristo me dará fuerzas”. Y al mejor compañero, al que me mandó la vida, como “el mejor regalo”. El que saliendo de una sesión de quimioterapia, no se preocupaba de su malestar, sólo se quejaba para decirme: “Nena, ¿has comido?, nena descansa. Al que estando en una cama de hospital y, notando que la vida se le iba, lo único que decía era: “Qué suerte tengo, qué buena ha sido la vida conmigo por haberte puesto en mi camino” ¡Cómo no echar de menos a ese compañero!
Por todo esto y muchas cosas más. No hay en el mundo palabras que puedan expresarlo. ¡Claro que no te has ido! Se fue tu cuerpo (al que también hecho de menos), pero lo más importante que tenías era tu corazón y tu alma. Esas están aquí conmigo, aunque no haya sabido darme cuenta hasta ahora.
Tengo de ti lo más maravilloso que alguien puede dejar, “el recuerdo de la historia de amor, más maravillosa del mundo”, “dos hijas fantásticas”, una familia maravillosa que se desvive porque no me sienta sola y unos amigos que quieren devolverte un poco de todo lo que tú has hecho por todos dándome todo el cariño del mundo.
Por lo tanto, “en el cielo estarán de fiesta”, pero realmente no estás muerto, siempre estarás vivo en el corazón de los que te queremos. Te quiero. Por Dory Sotos Garrido.Antonia Luisa Huertas Hidalgo de Lopera
El recuerdo vivo de Antonia Luisa Huertas Hidalgo sigue muy presente en sus familiares, amigos y vecinos de Lopera a pesar de que falleció el pasado día 15 de marzo. Fue una mujer de gran vitalidad que dedicó su vida al cuidado de su marido, sus dos hijos y dos nietos. Era la mayor de una familia de 4 hijos (Antonia Luisa, Joaquina Josefa, Jacinto y Alberto), sus padres fueron Manuel Huertas Barbosa y Carmen Hidalgo Padilla. La Guerra Civil Española la pasó junto a su familia en el municipio de Villanueva de la Reina.
Antes de contraer matrimonio, trabajó en la Constructora, en Córdoba, como sirvienta de unos señores. Después, en Lopera, también se empleó como sirvienta en la casa de Manuel Valenzuela. En 1959, se casó con el novio de toda la vida, Manuel Criado Cámara, y fruto de esta unión nacieron dos hijos, Ana (que murió con 4 meses) y Antonio. Siempre que pudo ayudó al sustento de la economía familiar para lo que trabajó en la recolección de la aceituna y en la cogida del algodón en el pago de la Vega. A los pocos años de casarse, cayó enferma del corazón y fue operada en 1980. En 2000, se le puso una válvula de titanio en el Hospital de San Pablo de Barcelona.
Sus ratos libres, además de dedicárselos a su familia, también los empleaba en coser y hacer ganchillo. Su gran pasión fue el cuidado de las flores que tenía en el patio de su casa. Fue una mujer de profundas raíces religiosas y devota de la Virgen de la Cabeza y de Jesús Nazareno. A Antonia le encantaba pasar buenos ratos con sus dos nietos, Ana Belén y Antonio Manuel, por los que sentía gran cariño y a los que crió. Su memoria permanecerá siempre viva entre los que la querían. Por José Luis Pantoja.FRANCISCO CALZADO GÓMEZ de Andújar
El verano, con su calor, es tiempo para recordar y, hace unos días, me acordé de que, un mes de agosto de 1996, se nos marchó Francisco Calzado Gómez. Era un hombre entrañable y comunicativo. Nació en la Andújar de 1925 y, como todos los de su generación, fue niño en la Guerra Civil y adolescente con una cruda posguerra.
Hombre de inquietudes culturales, fue cofundador del Ateneo de Andújar con Carlos de Torres Laguna, médico y escritor al que estuvo muy unido. Fue también concejal muchos años. Además, estuvo ligado a la Cámara de Comercio. Alternó la faceta de escritor con la de periodista en Radio Nacional. De hecho, fue director de la emisora sindical “La Voz de Andújar”. Colaboró con Televisión Española y con el NO-DO. Fue cronista oficial de la ciudad. Entre sus aficiones destacó la literatura, escribir sobre la sierra y la fotografía.
Son varios los libros que dejó. “El Santuario y la Romería de la Virgen de la Cabeza”, escrito en cuatro idiomas, le llevó a ganar la Medalla al Mérito Turístico de la Secretaría del Estado en 1964. Treinta años después lo amplió y le puso el título “La Virgen de la Cabeza y Sierra Morena”. Fue prologado por Matías Prats. En 1960, publicado por los talleres de Diario JAEN, salió “Año Santo en Sierra Morena”, un libro que recoge todos los acontecimientos de la recoronación de la Virgen de la Cabeza. En “El Enigma de la Virgen de la Cabeza” abordó la desaparición de la imagen en el Cabezo como consecuencia de la Guerra Civil. Fue corresponsal y colaborador de Diario JAEN y escribió “Estampas Serranas”, a las que tuve el honor de prestar mis imágenes. Se fue sin ser pregonero de la Virgen de la Cabeza. Hay una calle en la ciudad para recordarlo. Por Juan Vicente Córcoles.Basilio Vico Nieto de Alcalá la Real
Nunca se me pasó por la imaginación que escribiría algo sobre ti por los motivos que lo hago. Como mucho, pronunciando algunas palabras en el acto de homenaje por tu jubilación y, siempre, para hablar de tu trayectoria profesional en la Escuelas Profesionales de la Sagrada Familia (SAFA) de Alcalá la Real.
Por eso, intentar condensar en unas líneas un periodo de casi 27 años de relación personal y profesional me resulta una tarea complicada; más de alguien a quien siempre admiré por su talla profesional y humana. El 17 de abril, a las ocho y media de la mañana, los compañeros nos marchamos a clase con el corazón encogido por la incertidumbre de tu situación y esperábamos que alguien nos diera alguna noticia de tu mejoría. Cuando conocimos el trágico suceso, me vinieron a la cabeza los muchos recuerdos y experiencias que hemos compartido a lo largo de estos años. Todos eran buenos. Aunque hacía esfuerzos por encontrar algún momento de divergencia, no lo había. Para mí, siempre fuiste un buen compañero, un gran amigo y un buen consejero, porque siempre tuviste una forma de analizar y procesar los problemas con la que, en cada una de las ocasiones, dabas la mejor solución.
Tenías un liderazgo natural en todos los ambientes en los que te movías. En el trabajo —tanto en la SAFA como profesor, como de economista en distintas empresas—, con los amigos y en tu ámbito familiar. En todas las responsabilidades que has asumido en el colegio lo has hecho a una gran altura. Como administrador, cuando llegaste del centro de Écija, hiciste un gran trabajo y colaboraste en lo que hoy es la SAFA de Alcalá. Como tenías una buena filosofía y decías que la gente no se debe eternizar en los cargos, pediste el relevo y te pusiste a dar clase en la antigua FP-1 y FP-2 de la rama Administrativa e Informática de Gestión, respectivamente, y, después, en el Bachillerato de Ciencias Sociales. Había que coger la responsabilidad de representar a los trabajadores en el ámbito laboral y, ahí, también hiciste un digno trabajo.
Es una pena que, como dice Sabina, la naturaleza te haya gastado una broma macabra y que tu proyecto familiar —con Loli, Lucía y José— y el profesional se haya quedado inacabado, porque tenías mucho que aportar por tu experiencia profesional y personal. Una de tus grandes cualidades fue tu pragmatismo y en eso nos tenemos que fijar para superar tu ausencia. Me decía nuestro compañero y amigo Javi Coca: “¿Y ahora qué vamos a hacer sin nuestro Basilio, en los desayunos, con nuestras tertulias (políticas, deportivas, sociales, etcétera), con los asesoramientos en el campo de la economía? ¿Quién va a reponer ahora los caramelos? Echaremos en falta tu maletín negro, siempre en el mismo sitio, abierto para todos y, así, poder coger el periódico “El País”, bien para leerlo o hacer el sudoku o el crucigrama...”. “¿Cómo serán las reuniones de departamento?”, me comentaba una de las componentes. ¡Qué difícil será montar en bicicleta los fines de semana sin tu compañía! Sé que muchas veces cuando salga al campo tendré que esbozar una sonrisa cuando me asalte cualquiera de las anécdotas que vivimos juntos.
Estoy seguro de que si hubiera sido al contrario, si hubiéramos faltado alguno de nosotros, habrías dicho: “La vida sigue, no nos podemos parar, solamente podemos recordar los buenos momentos”.
Has sido un ejemplo para tu familia, compañeros y amigos. Espero que tu mujer y tus hijos sean fuertes y sigan hacia delante y siempre te tengan de referente en todos los aspectos de la vida.
(*) Texto publicado en la revista escolar “El Pupitre”. Tu amigo y compañero José Sáez Puerma.
RAFAEL MARTOS NAVAS de Mengíbar
El 5 de febrero del año 2003, perdimos a lo más grande de la familia, mi abuelo, Rafael Martos Navas, a los 79 años de edad. Su ida fue muy dolorosa para mí, porque era “mi abueliche”, la persona que más adoraba. Cuando se fue de nuestro lado pasé por el trago más amargo que me ha dado la vida hasta ahora. Yo sabía que ese momento tendría que llegar, pero no estaba preparada para asimilar esa ausencia que él dejó en mi corazón.
Mi abuelo fue una persona muy luchadora y trabajadora. Pasó muchísimo en esta vida para sacar adelante a su familia. En definitiva, fue un hombre de bandera.
No hay día en que no te recuerde, abuelo mío. Los primeros años sin ti, cada vez que tu recuerdo se colaba en mi mente, se me inundaban los ojos de lágrimas. Aún hoy en día, cuando tu adorada imagen se viene a mi memoria, se me saltan las lágrimas. Abuelo mío, siento nostalgia de ti.
Has significado y, todavía hoy, sigues significando tanto para mí porque de ti he aprendido muchísimo de la vida. Aún recuerdo esa frase que me decías: “Quien guarda halla” y llevo a cabo todos los días, como esas mil y una cosas que intento hacer con el ejemplo que tomé de ti. Te quise, te quiero y te querré. No me esperaba tu marcha y siempre me quedó la espinita de hacerte un homenaje por ser como eras y era algo que te merecías. Por eso, en estas líneas en forma de dedicatoria, te mando este pequeño homenaje y, desde donde quiera que estés, te enorgullezcas con lo que te digo porque tú más que abuelo eras mi amigo y has sido una gran y admirada persona por todos cuantos te han conocido. ¡Te quiero abuelo mío! Tu nieta Adela Martos Baños.