Hasta siempre
Marciano Aguilar Romero de Úbeda
“Adiós, compañero, fue muy difícil escribir este texto para ti”
Esa fría mañana del gélido mes de enero de 2009, la noticia corrió como la pólvora. El boca a boca repetía por todos los rincones de Úbeda la terrible crónica. Receloso, nos resistíamos a creerlo.

“Adiós, compañero, fue muy difícil escribir este texto para ti”
Esa fría mañana del gélido mes de enero de 2009, la noticia corrió como la pólvora. El boca a boca repetía por todos los rincones de Úbeda la terrible crónica. Receloso, nos resistíamos a creerlo.
En nuestro ámbito sanitario, aunque esas son noticias de primera mano, nos costaba asimilar su muerte. Estupefactos, la sangre se nos helaba en el cuerpo. Nuestro compañero Marciano Aguilar Romero había muerto en la madrugada del jueves 15 de enero de 2009, a la edad de 51 años. Me vinieron a la cabeza muchos nombres de amigos comunes, quise llamarlos, pero no podía, no quería dar esa noticia. Son muchos los años trabajando junto a Marciano. Incansable, formó parte de la Comisión de Procedimientos de Enfermería a finales de los años 80, siendo la primera vez que se completó el Manual de Procedimientos en el Hospital San Juan de la Cruz de Úbeda. Enfermero, supervisor de Enfermería... todo un profesional de arriba a abajo.
Para quienes nos dedicamos a la Enfermería, encontrar personas como Marciano, que tanto amaba esta profesión, siempre ha sido reconfortante tenerlo de compañero.
Tengo que mencionar algunos momentos entrañables, que son muchos, pero no puedo olvidarme de aquel Congreso Internacional de Enfermería en Madrid en el año 1993. Quince mil profesionales de todo el mundo, con cincuenta enfermeros de Jaén, que este Colegio subvencionó.
También recuerdo el Curso-Taller sobre Diabetes, en el año 2006. Difícil de olvidar tantos recuerdos, que durarán toda la vida, ya que construyen un camino que llega hasta el corazón y logra que los amigos siempre se sientan cerca. Su labor de entrega y eficacia a favor de la profesión de Enfermería durante tantos años ha sido un gran ejemplo para todos.
Marciano Aguilar Romero era ese hombre sencillo de corazón, entrañable, de trato directo y, cómo no, eficaz en el trabajo. En definitiva, fue un gran profesional.
Tal vez, lo único que duele más que decirte adiós es no haber tenido ocasión de ayudarte aquella noche.
En nombre de todos nosotros, compañeros de Úbeda, amigos y demás conocidos. Descanse en paz.
Sólo queda decir una última cosa a modo de postdata: no ha sido nada fácil este testo para el compañero Marciano Aguilar Romero, al que echaremos siempre de menos.
Francisco Lagunas Navidad.Pepe Pérez, un taurino de raza
Fue un almeriense con alma jaenera. Después de alejarse de su Almería natal, con el rostro vuelto hacia el mar Mediterráneo, perdida la vista de las olas que causan las cálidas aguas que hacen ribera al Este de Andalucía, se adentró en la misma hasta detenerse en este mar de olivos que es nuestro plateado Jaén. Aquí, tras los avatares de la incivil guerra del 36, José Pérez López anidó para siempre en esta ciudad que hizo suya porque nuestra tierra es escogedora y sensible a quienes llegan a ella cargados de soledad.
El almeriense se convirtió en jiennense y, como uno más de los nuestros, se nos ha ido al otro mundo el pasado día 14 de este abril, tan lluvioso él, que ha hecho realidad el popular dicho: “Abril, aguas mil”. Aquí se encontró Pepe Pérez con una pizpireta tan pequeñita de estatura como grande fue su amor por sus semejantes. Él, alto y buen mozo, que en sus años de juventud llegó a pensar en ser torero, se unió en matrimonio con Carmen Serrano, y de aquella unión nació su hija Capilla que, llegado su tiempo de casadera, lo hizo con Juan Luis, otro joven que quería ser torero de fama, siguiendo la línea marcada por su suegro, y vistió de seda y plata hasta bien entrados los años ochenta. Tres jiennenses, Ana, Rocío y Jesús, y que han vivido con la mirada puesta en el Cantón que se ilumina los Viernes Santo, y le han dicho adiós a su abuelo, el que nos ha dejado ahora, a la edad de noventa y un años. Ya estarán de nuevo cogidos de la mano Pepe y Carmen, allá donde se haya producido el reencuentro deseado. Pepe Pérez no renunció nunca a dos ideales que llevó con orgullo hasta en los momentos mas difíciles. Ser torero, que sin conseguirlo le hizo quedar para toda la vida ligado al mundo de los toros, y su otro ideal: ser de izquierdas, respetando siempre cualquier otra opción política. Ha sido, hasta su difícil y doloroso final, nuestro amigo, nuestro sabio maestro a la hora de darnos a conocer los ocultos secretos de la fiesta de los toros.
En el negocio taurino lo ha sido todo o casi todo. Primero aficionado y, sucesivamente, aspirante a vestir de luces, inspector provincial de ganaderías de reses de lidia, eficaz gestor en su condición de empresario y colaborador de la mayoría de cuantos de ellos han pasado por nuestra tierra. Desprendido hasta la saciedad, con tal de hacer bien al prójimo… Te has ido a decirle adiós a tu Jaén nada menos que a uno de los más bellos lugares de nuestra ciudad. Al cerro de Santa Catalina, por la parte en la que pierde su imagen lo urbano para despedirte de todos, flameando un pañuelo más cerca del cielo que de las miserias terrenas. Tu última “plaza” ha sido El Neveral y la gravedad de la “cornada” no te ha dado más opciones que las de irte con el orgullo del deber cumplido.
Ya tus paseos de los últimos años, por la Plaza Santa María, son un recuerdo para tus amigos. Ya no tendremos ocasión de conversar con quien ha sido uno de los últimos taurinos fraguados en la vieja usanza del apretón de manos para sellar un compromiso. Recibe Pepe, nuestro dolor, pero guarda para siempre nuestra amistad. (En la imagen, Juan Serrano “Finito de Córdoba”, Pepe Pérez y Miguel Báez “El Litri”). Por Alfredo MargaritoPedro Cano Ramiro de Jaén
“Gracias por tu amistad y por ser como eras”
Cuando un allegado nuestro fallece, el dolor y el estupor llegan a nublar tu sensatez. Suele aparecer entonces el amigo íntimo, la persona más valiosa que nos rodea, a veces incluso más valiosa que tu propia familia que, con su serenidad y su quehacer callado, se ocupa de llamar a la funeraria, avisar al resto de amigos y conocidos, ofrecerte un abrazo donde cobijarte y ocuparse de que los duros momentos que vives, transcurran sin tropiezos.
Esa labor abnegada y desinteresada, cuando hace veinte años murió mi padre, la desempeñó Pedro Cano Ramiro, nuestro amigo más querido, que murió recientemente. Cuando Pedro se jubiló hace unos años, recuerdo que apareció en algún sitio una hermosa carta, donde un compañero suyo ensalzaba su persona. Lo mismo que yo intento hacer ahora de forma más torpe: rendir un modesto homenaje a una de esas personas que se cruzan en tu vida con cuentagotas, de espíritu noble y corazón enorme. Las andanzas de Pedro Cano no ocuparán páginas de libros, ni de internet, pero el universo de su querido Jaén debe conocer quién fue uno de sus más ilustres hijos. Su vida ocupó la de los que tuvieron la suerte de conocerlo con generosidad y con desinterés. Cariñoso, amable, culto, inteligente, profesional modélico. Físicamente bajo, pero yo siempre tenía la sensación de que me miraba desde arriba, incluso cuando superé su estatura. El único que le cantaba las cuarenta a mi padre: jugando al tute y también cuando alguien debía poner freno al genio indómito de su amigo Antonio. Espero que juntos, ahora, reanuden sus partidas de cartas, de dominó y sus broncas.
Quiero que su mujer, Juanita, y sus hijos, Pedro, Jesús y Luis, sepan lo mucho que los queremos, y qué dolor tan profundo sentimos en estos instantes para que, juntos, podamos afrontar mejor la pérdida de su marido, su padre y nuestro mejor amigo. Gracias Pedro por tu amistad.
Antonio Ángel Gallego Peragón.Marisa Martínez González, jiennense de adopción
Marisa Martínez González había nacido en el corazón de Granada, en la calle de Elvira, la calle de los romances y de las coplas que tanto evocaría ella en sus clases de Lengua y Literatura. Por desgracia, la vida se le agotó el día 11 de febrero de 2009. Granadina, pues, de pura cepa, cursó los estudios de Bachillerato en el colegio de Niñas Nobles de su ciudad natal, y se licenciaría poco después en Filosofía y Letras, sección de Filología Románica. Pronto conoció a Juan Vargas-Machuca, mancharrealeño afincado en Jaén, donde ejerció como médico estomatólogo, con quien se casaría; de ahí la vinculación de Marisa con nuestra ciudad, a la que se aclimataron fácilmente y se desarrolló profesionalmente como docente en el colegio de Cristo Rey. A partir de entonces, fue Marisa una jiennense más y se sintió como tal. “Su optimismo y alegría vital desbordantes —en opinión de su paisana y amiga Ángela del Río— jamás hicieron mella en su espíritu cuando procesos reumatoides graves la atacaban una y otra vez y la llevaban al quirófano”. “Siempre se levantaba con nuevos bríos y volvía a ser la mejor amiga de sus amigos, la mejor profesora, la mejor esposa, la mejor abuela. Es más, se dejó llevar por las tres grandes pasiones de su vida —prosigue Ángela—: la enseñanza, la pintura y sus cinco nietos”. Nosotros, sus compañeros de pintura en La Económica, así lo corroboramos y recordamos el realista retrato que hizo de algún nietecillo. Descansa en paz, querida Marisa. Desde que nos dejaste en febrero, tu recuerdo nos acompañará siempre. Por eso, te dedico este poema, “El cuadro inacabado”:
Cuando la vida muestra su rostro de dulzura/ e irradia placeres no gozados por la prisa,/ cuando disfrutábamos del encanto de Marisa/ en nuestro humilde laboratorio de pintura,/ donde se armonizan las sombras y colores vivos,/ segó la parca un pincel que pintaba olivos,/ pincel grácil y menudo, pero de gran virtud,/ aislado ya en tinieblas de profunda quietud.../ Y el cuadro de olivos quedó mustio e inacabado,/ y llora Marisa en su eternal reposo,/ con un torrente de lágrimas, mudo y melodioso,/ que espera la mano de vestir enlutado,/ que acabe serena el lienzo de la bóveda azul,/ del mar de olivos entretejidos con belleza/ de sollozos que exhalan incurable tristeza,/ en un cielo infinito bordeado de tul.../ Y la mano maestra y amiga de Aurora/, con mis versos, que ahora florecen entre las brumas,/ y el recuerdo de todos, mecido entre espumas,/ te ayudarán a alcanzar el cielo, cual pintora/ que ensambla un paraíso dentro de la tierra,/ y que espera un triunfo en la eternidad,/ y cual profesora que enseñó en honestidad,/ y cual madre, esposa y abuela imperecedera,/ sabedora de que arriba hay un cielo,/ y aquí, un mundo que cubre tu último afán/ —medio bosque, medio lago medio luz y volcán,/ que te dieron y darán músicas y colores,/ encerrada, Marisa, en orla celestial, que eres, en nuestras mentes y corazones/ rumor que nos extingue, eco de tus canciones/ y luz que no se apaga en la onda terrenal./ Porque fuiste faro de muchas generaciones,/ porque fuiste poema de muchos literatos/ porque fuiste amiga, como dicen los mandatos/ de discípulas y compañeras de lecciones./... Una rosa, entre todas las criaturas,/ la más rosada y llena de rocío y brisa/ —como tantas veces leyó en sus clases Marisa—/ eso fue ella con sus mensajes de blancura. Por Mercedes Moreno Berrios. Jaén.Manuel Martínez Moya de Villanueva de la Reina
“Su único ‘defecto’: ser un amigo de sus amigos”
El pasado día 6 de abril, nos dejó Manuel Martínez Moya, un vecino de Villanueva de la Reina a la edad de 82 años. Nació en el seno de una familia humilde y trabajadora, criado junto con sus cuatro hermanos en una viña situada en la zona conocida como La Dehesa.
Su infancia y adolescencia, como la mayoría de los jóvenes de aquella época, no fue nada fácil. Trabajó en el campo, en la construcción de carreteras, pero su gran vida laboral la dedicó a la carnicería.
Se casó en el año 1960 con el amor de su vida, con Francisca León, que, aunque era trece años mayor que él, luchó hasta que se dieron el “sí, quiero”. Vivieron una vida de pareja feliz y plena. Eran capaces de transmitir su alegría. Una vez casados, la familia tuvo cuatro hijos: Francisco, Blas, Antonio y Eva. Junto con su mujer y sus hijos mayores mantuvieron un puesto de venta de carne en el antiguo mercado de abastos de Villanueva de la Reina. Un negocio familiar “muy duro y en el que todos teníamos que arrimar el hombro para poder seguir adelante”, apunta un miembro de la familia. Manuel era conocido en la localidad como “el bundio”.
En su entierro, en plena Semana Santa, sus amigos y conocidos no dudaron en acompañarlo en su último paseo por la localidad. “Era una gran persona, inteligente y que sólo tenía un defecto: “era muy amigo de sus amigos”, apunta uno de ellos. “Le gustaba juntarse con sus amigos para tomarse unas cervezas, para charlar, sin prisas, sin mirar el reloj, y no le importaba gastarse el dinero con sus amistades”, señalan varios de sus amigos. Pero si había una pasión, en los últimos años de su vida, era la de sus nietos, especialmente su nieta María Ángeles, una joven promesa cantaora flamenca. “No hay nadie que cante las tarantas como mi nieta”, decía con orgullo cada vez que acudía a oír cantar a su nieta en algún festival.
“Siempre tenía un reproductor con una cinta que le grababa su hijo Francisco con cantes de su nieta”, subraya un familiar. Precisamente su hijo Francisco se encargó de meterle este reproductor con la cinta para “allá donde esté siempre escuche y presuma, como siempre hacía, de los cantes de su nieta”, matiza un familiar. María Ángeles Martínez, “la del bundio”, es el nombre artístico de su nieta cuando se anuncia en una actuación. Ahora, este nombre cobra más valor sentimental, por lo menos para la familia de Manuel Martínez Moya. José Carlos León. Villanueva de la Reina.