Hasta siempre

Sebastián Ciudad Fernández,de Andújar.- Dejó una admirada huella en el mercado. Se nos fue hace un año, cuando el invierno estaba a punto de asomar por los merlones de la Torre del Reloj o de la Fuente Sorda, lugares entrañables para él. Fue inoportuna e inesperada su marcha y la plaza, el Mercado de Abastos de Andújar, se quedó en silencio. Muchos años en su puesto de embutidos de fabricación casera, con sus chascarrillos de un buen observador. Sebastián Ciudad “El Chico” había nacido en la Andújar rota de 1941. A los nueve años abandonó la escuela para ayudar a su madre en el puesto del mercado. Vivió en la Corredera de Capuchinos, muy cerca de la calle Pablillos, en donde su abuela tenía una carbonería; y luego, en la calle Corta. Ya muchacho fue a la escuela nocturna de don Plácido Molina para aprender y ampliar sus conocimientos. Se casó con Francisca España, con la que tuvo tres hijos varones: Diego, Juan Francisco y Sebastián. El más pequeño siguió la tradición del comercio en el Mercado de Abastos.
Sebastián era muy trabajador. Luchó por darle a la plaza el sentido comercial que se merecía. También fue un buen conversador. Siempre me recordó a mi abuelo Vicente y a mi padre Rafael. Creyente y religioso, participó en la Adoración Nocturna y en la Cofradía del Santísimo Sacramento, prácticas estas que le unían a la iglesia de San Juan de Dios y a la parroquia de Santa María. Su puesto, junto a la entrada de la plaza Rivas Sabater, bajo la bendición de San Nicolás de Bari, fue testigo de las horas y los días de las cuatro estaciones. Siempre con ganas de trabajar y de vivir con su tranquilo optimismo. Hace un año de su pérdida. Sirva este escrito para recordar al hombre que amó su trabajo y quiso a los suyos y a su pueblo. Por Juan Vicente Córcoles, de Andújar.

Tomás Guzmán Soriano y Amanda López Rubio, de Huelma.- Endulzaron la vida de los huelmenses.
Tomás Guzmán Soriano y Amanda López Rubio murieron hace 21 años, el 15 de noviembre de 1991 y el 23 de diciembre del mismo año, con apenas un mes de diferencia entre un fallecimiento y otro. Ambos eran muy conocidos en Huelma por el negocio familiar que regentaron durante décadas, la pastelería Santa Teresa, fundada en 1875 por los abuelos de Amanda y que, posteriormente, pasaría a sus padres, Paco y Antonia, y más tarde a su hijo y su nuera, Paco y Lola. Actualmente, uno de los nietos de Tomás y Amanda sigue la tradición familiar al ejercer el oficio de pastelero, como chef en una cadena de pastelerías de Pamplona.
Tomás era hijo de Teresa y de “Tito el de las Papas”, llamado así porque en la posguerra mandaba vagones repletos de patatas para venderlas en la comarca. Aprendió el oficio de pastelería cuando se casó con Amanda y se convirtió, con el paso de los años, en un gran profesional. Era un hombre elegante, que siempre vestía con traje de chaqueta y sombrero, detallista y meticuloso en sus labores. Le gustaba mucho el campo y, especialmente, el cultivo de los almendros. Tomás tenía plantados un buen número de almendros en una finca a la espalda del Castillo de Huelma, llamada la Huerta Alta, en la que le encantaba pasar las horas. Amanda, por su parte, era una mujer muy querida por todos los huelmenses. De hecho, 20 años después de su muerte, todavía son muchas las personas que la recuerdan con mucho cariño. En el pueblo era conocida como Amanda la de Abajo porque existía otra pastelería muy cerca. Era muy buena comerciante y una mujer cariñosa a la que conocían todos los niños del pueblo.
La pastelería Santa Teresa, que hasta hace un par de años era el negocio más antiguo del pueblo, siempre será recordada por el turrón de almendra, un dulce que empezaron a elaborar los abuelos de Amanda y que continuaron con su fabricación artesanal las siguientes generaciones de pasteleros de la familia. También son inolvidables los caramelos con forma de guitarra o de pistola, que hacían Tomás y Amanda, o su exquisito helado, que fabricaban también en verano con la nieve que bajaban de la sierra a lomos de las bestias. En definitiva, Amanda y Tomás fueron dos personas que dejaron huella en Huelma por su pastelería tradicional y por su forma de ser. Por Teresa Guzmán,de Huelma.

Elisa Alcalá Marín, de Lopera.- “Primera concejal del Ayuntamiento loperano”. Elisa Alcalá permanece en el recuerdo de los loperanos porque fue pionera en muchas cosas. Era una mujer dotada con grandes dotes de sensibilidad que llegó a desarrollar, a lo largo de su dilatada vida, mientras ejercía como telegrafista, un empleo que ganó por oposición en 1915. Fue la primera mujer concejal en la historia del Ayuntamiento de Lopera, durante los años 1926-1929, por el partido de la Unión Patriótica, en plena dictadura de Miguel Primo de Rivera.
Mantuvo una gran amistad con el sacerdote de Arjona Basilio Martínez Ramos, con el que se carteaba en verso. A ella también le debe el pueblo de Lopera que conservara, durante la Guerra Civil, una vieja imagen de la Virgen de la Cabeza, realizada en terracota, que sus antepasados descubrieron al hacer una zanja junto al castillo de la Orden de Calatrava.
Tras la Guerra Civil, dejó su impronta reflejada en varios artículos publicados en los programas de Feria de los Cristos, y también fue la primera mujer que escribió en este espacio. A partir de los años 40, y hasta casi su muerte, fue la directora del Cuadro Artístico de Lopera, con el que representó diversas obras de teatro, como “Manda tu madre a Sevilla”, “La del manojo de rosas”, “El centenario” o “El genio alegre”, de los hermanos Álvarez Quintero. Llevó el teatro no solo a Lopera, sino también a muchos municipios de las provincias de Jaén y Córdoba. Otra tradición que también le debemos los loperanos a doña Elisa, que era como se la conocía, es la del “Mayo perigallo”. Una fiesta que consistía en un armazón de madera que los niños y las niñas decoraban con flores, cintas y dulces. Este armazón lo portaban en andas cuatro niños por las calles de Lopera hasta la casa donde se “echaba” el mayo, que era una especie de presente hacia una persona concreta del pueblo. Cuando se lo entregaban y antes de degustar los roscos, se cantaba la siguiente canción: “Este mayo perigallo, lo han hecho de chocolate para que los envidiosos lo vean y no lo caten”. Esta tradición se recuperó hace unos años en el barrio de San Cristóbal.
También destacó esta loperana, de profundas raíces religiosas, en el mundo culinario y dejó para la historia un libreto escrito de su puño y letra en el que aparecen recogidas algunas recetas de repostería de la cocina tradicional loperana y que sirvió para la publicación del libro “Aproximación a la cocina popular loperana”. En definitiva, fue una mujer de su tiempo que supo adaptarse a todo tipo de cuestiones políticas, sociales y culturales de cada momento. Por José Luis Pantoja,de Lopera.


José Olea Barragán, de Alcalá la Real.-“Todo un referente del fútbol alcalaíno”.
Vivía en el barrio sanjuanero de Alcalá la Real, cuando conocí dos familias que habían venido de Jaén a Alcalá la Real, como especialistas del mundo de la hostelería: era la familia de Joaquín Molina y Estrella Úbeda , y la de Pepe Olea Molina y Rafaela Barragán. Nos unieron lazos de cierta simpatía y amistad a través de mi añorado Eugenio, esposo de Mercedes Barranco. No recuerdo bien los lugares, en los que ejercieron su puesto de camareros, pero siempre me acordaré de esta pareja porque formaban un dúo tan perenne e integrado que me asemejaba a otros musicales de aquellos tiempos como el Dúo Dinámico. Creo que fue en el bar del antiguo Hotel de los Tres Amigos; años después, en el bar de la estación de autobuses de la Parada de San Antón,  pude degustar los primeros calamares fritos de mi juventud  junto con una cerveza, servidos con  gentileza y el deje del ronquío jiennense de estas dos familias. Por aquellos lazos, recuerdo el nacimiento de Pepe Olea, Pepito para los amigos; después, me alegré del traslado del local comercial desde la extinta estación de autobuses al nuevo restaurante “Noche y Día” ( hoy “Andalucía”); donde pude participar, en su salón de arriba,  momentos fundamentales de la transición democrática de Alcalá la Real con reuniones semiclandestinas de la Platajunta o del la fundación local de  la Unión local de la UGT. Murió desgraciadamente el padre Pepe Olea Molina, se traspasó aquel negocio y siempre veo el alma de los Olea Barragán en aquellas estancias, que ahora rigen otros reposteros o restauradores. Pero, mira que, por los azares del destino, en el último tercio del siglo XX, reviví aquella amistad con su hijo Pepe. Fue con motivo de mi participación en la vida organizativa del mundo deportivo: me asesoró cuando ejercí vicepresidente del Alcalá C.F; y ,siempre, me alegré de su pasión por el futbol: su carnet de entrenador de la Federación Española de Futbol  que blandía con gran orgullo y blasón ; de sus horas de monitor de fútbol base, al que amaba con una intensidad especial; su colaboración en las Primeras Escuelas Municipales de Futbol de los años ochenta y noventa; de su asistencia arbitral en tantos campeonatos, cuya presencia fue imprescindible y en la que ligaba partido tras partido sin desmayo, ....y, qué decir más,  de una persona que vivía apasionadamente esta rama deportiva,  y  de su enamoramiento por el Real  Madrid C.F. Con estas letras, te quiero rendir y compartir el homenaje de muchas personas, para que sirvas de testimonio de  una persona voluntarista , con la que inauguramos esa colaboración sincera ( de tí podía echarse mano siempre y sin ningún aspaviento para arbitrar) en aquel primer  el campeonato de 24 horas en 1988 ( en mi bisoñez deportiva  como concejal de este ámbito); me quedo de tu vida con tus alegrías  y éxitos deportivos: el que fueras subiendo peldaños de árbitro en  campeonatos comarcales, provinciales y regionales y en todas las categorías del fútbol. Pues a tu manera, supiste imprimir un sello de pedagogía de la deportividad y del respeto que han cambiado totalmente la agresividad de otros tiempos, y de la que te  sentías ufano( de gringos se ha pasado a fumarse la pipa de la paz). Y lo mismo, puede decirse de tu periodo de entrenador de fútbol, alcanzaste también éxitos subiendo con tus equipos niveles más altos. En la iglesia de el Salvador, cuando el incienso y el agua te envolvían y caían sobre tu féretro, me vino a mi mente cuando te llevaba la revista sanjuanera  por el mes de septiembre y me recibías con gran afecto; me refrescaba de la impronta de tu muerte con el recuerdo  de  los encuentros y de tu abrazos sinceros, con la presencia de tus hijos, tu hermana Nieves, y....recordaba siempre tus buenas intenciones: “ El nivel de juego es bueno y en deportividad mucho mejor. Nos ha costado mucho meter a la gente por vereda. Ya van entendiendo eso de hacer el amor y no la guerra”. El Dios  del Amor siempre espera con la mano tendida y te recompensará tantos arbitrajes en los que fomentaste la armonía, el compañerismo y  la salud  de la juventud, valores tan importantes en estos duros tiempos. Por Francisco Martín Rosales, de Alcalá la Real.


Jacinto Higueras Cátedra, de Santisteban del Puerto.- Un artista polifacético enamorado de su Jaén.
Se han cumplido tres años del fallecimiento, el 25 de diciembre de 2009, del escultor de Santisteban del Puerto Jacinto Higueras Cátedra, fallecido en su domicilio de Molino de la Hoz, en Las Rozas (Madrid), a los pocos días de fallecer, el 6 de diciembre, su querida y fiel esposa, Ana María Rodríguez Aragón, con la que compartió 67 años de matrimonio. Cursó estudios de dibujo, pintura y cerámica en la Escuela Oficial de la Cerámica de Madrid y se formó como escultor en el taller de su padre Jacinto Higueras Fuentes. Al mismo tiempo, estudió Filosofía y Letras en la Universidad de Madrid, en una época en la que figura, junto con Federico García Lorca, como fundador del Teatro Universitario “La Barraca”, del que fue actor, desde su fundación en 1932, hasta su disolución en 1936 a raíz de la Guerra Civil española.
De 1930 a 1932 formó parte de la compañía de Teatro de Aficionados “La Sociedad Española de Arte”, donde representó obras de Pedro Muñoz Seca, de los hermanos Álvarez Quintero y de Jacinto Benavente, entre otros autores. En 1933 participó en el doblaje de la película “Cabalgata”, de Frank Lloyd, galardonada con tres Oscar, uno de los primeros doblajes, si no el primero, que se hace en español y que realiza en los Estudios Paramount de París. Hará más doblajes que ya se realizan en Madrid. Su actividad en el mundo del cine continúa en 1935 con el rodaje de su primera película, “Don Quintín, el amargao”, basada en un sainete de Carlos Arniches y Antonio Extremera, donde interpreta el personaje de “Saluqui”, junto a actores como Alfonso Muñoz y Ana María Custodio, con Luis Marquina como director y Luis Buñuel como productor ejecutivo y supervisor. En 1935 rueda su segunda película, “La señorita de Trevélez”, con argumento original de Carlos Arniches y guión y diálogo de Edgar Neville, quien también dirige la película, en esta ocasión representa el personaje de “Manchón”. En 1946 rueda su tercera película “Consultaré a Mister Brown”, dirigida por Pío Ballesteros, con su hermano Modesto Higueras como ayudante de dirección y junto a actores como Valeriano Andrés y la francesa Monique Thibaut. La Guerra Civil española interumpe por tres años toda actividad artística en la vida de Jacinto Higueras Cátedra, que vivirá esta dura experiencia en la zona republicana, en Madrid. A Jacinto Higueras lo relacionan estrechamente con Federico García Lorca y el Teatro Universitario “La Barraca”, además de haber pertenecido a la Federación Universitaria de Estudiantes, organización vinculada a la izquierda. El 10 de julio de 1939, poco después de terminar la guerra, Luis Escobar redacta un documento para Jacinto Higueras en el que certifica que forma parte como actor de la Compañía Nacional de Teatro, documento que servirá a Jacinto de salvoconducto y que llevará siempre encima durante un tiempo protegiéndolo de cualquier tipo de represalia.
En los años de posguerra, Jacinto Higueras hará también una breve incursión en el mundo de la ópera interpretando los personajes mudos de “Vespone” y “Sante” en las óperas “La serva padrona”, de Pergolesi, y “El secreto de Susana”, de Wolf-Ferrari, en las temporadas oficiales de ópera de 1945 y 1947 en los madrileños Teatro Albéniz y en el Teatro Madrid, así como el personaje de “Maese Pedro”, en el “El Retablo de Maese Pedro”, de Manuel de Falla, en varias representaciones escenificadas que en ocasiones él dirige.
Desde enero de 1952 hasta finales de 1955 dirige el Teatro Español Universitario, representando obras de Calderón de la Barca, Miguel de Cervantes, Lope de Vega, Agustín Moreto, Miguel Mihura y Rabindranath Tagore, entre otros, además de participar en septiembre de 1955 en la IV Delfíada Internacional de Universitarios celebrada en Saarbrucken, Alemania, donde compite con lo más destacado del teatro universitario europeo. Su actividad teatral terminará en el Teatro de La Zarzuela, en la temporada 1958-1959, como director de escena.
Como escultor, al terminar la guerra, Jacinto Higueras Cátedra es comisionado con el arquitecto Feduchi para la formación de la Escuela Nacional de Artesanía. En 1942 se independiza de su padre y monta su propio estudio en la calle José Marañón, 8, y en 1949, en el chalet que compra en la calle Mantuano, 32, en Madrid, donde realiza la mayor parte de su obra hasta 1978, cuando traslada de nuevo su estudio a su residencia definitiva emplazada en la Urbanización “Molino de la Hoz” en Las Rozas de Madrid. En 2009, la Real Academia de Bellas Artes de Granada le concedió la Medalla a las Bellas Artes en la modalidad de Escultura. Pero, ante todo, Jacinto Higueras fue un santistebeño enamorado de su Jaén. Por Justo Sánchez, de Santisteban del Puerto.

    06 ene 2013 / 10:15 H.