Hasta siempre
PAQUI PANCORBO DE LA CHICA de Jaén
No te olvido
Mamita, qué rápido se ha pasado un año, un año en que hemos luchado y seguimos luchando por intentar superar y aprender a vivir con que ya no te encuentres junto a nosotros.
Para mí es la mayor cruz que llevo cargando desde que te despediste aquella noche de nosotros, tus tres niñas, papá y la tita, con una mirada a todos y a cada uno de los que estábamos junto a ti, que, aunque ya no pudieras hablar, fuiste tan cumplida como siempre y todos entendimos en ese momento tu adiós.
No te olvido
Mamita, qué rápido se ha pasado un año, un año en que hemos luchado y seguimos luchando por intentar superar y aprender a vivir con que ya no te encuentres junto a nosotros.
Para mí es la mayor cruz que llevo cargando desde que te despediste aquella noche de nosotros, tus tres niñas, papá y la tita, con una mirada a todos y a cada uno de los que estábamos junto a ti, que, aunque ya no pudieras hablar, fuiste tan cumplida como siempre y todos entendimos en ese momento tu adiós.
Mami, está siendo muy duro vivir con esto porque te echo mucho, muchísimo, de menos y, aunque ahora ya estoy más recuperada por las circunstancias que me rodean, —como el nacimiento de un nuevo sobrino, tu segundo nietecito, que en el trabajo todo va bien o lo maravilloso que está siendo convivir con Zeus y que tanto me hubiera gustado compartir contigo—, hay momentos en los que no me basta nada de esto porque me vence la desesperación por querer verte, escucharte, sentirte, acariciar tu carita, tus manos y decirte: “¡Guapa! ¡Te quiero, mami!”, como hacía en los últimos meses. Me es imposible luchar contra ese dolor tan grande y es cuando me derrumbo y nada de todo esto me consuela. Y esas lágrimas que no dejaron de brotar por mis ojos desde aquel instante de tu despedida y que solo hoy ya han cesado porque encuentro el consuelo cuando te siento cerca, porque yo sé que estas conmigo cuando me ves llorar y que nos estás cuidando a todos como ya hacías mientras vivías.
Para mí fuiste la mejor madre, esposa, hija, nuera, tía y sobrina. Tuviste un corazón abierto a todo el mundo. De hecho, yo sabía que eras querida por la familia, los amigos, el barrio, etcétera. Pero, cuando yo vi a tantas personas que acudieron a decirte el último adiós, fue cuando de verdad comprendí lo querida que habías sido para todos. Sembraste amor y lo recogiste porque tú siempre has estado ahí, para lo bueno y para lo malo. Muchas personas que te conocían me han dicho que como tú no habrá otra igual y que esa bondad, generosidad, humildad e inocencia hacían de ti un ser único, siempre atenta a todos. Por eso, siento que eres mi ejemplo a seguir, aunque nunca llegaré a estar a la altura.
Con esto solo quería expresarte lo que antes no pude por falta de fuerzas. Y es que mi vida sin ti no tiene el mismo sentido por muchas cosas buenas que me pasen, porque siempre me faltarás tú, mi mamita, lo más grande de mi casa y es que esa ausencia nunca cicatrizará la herida que hay en mi corazón y que, desde entonces, yo y como tantas personas han sufrido la pérdida de un ser querido se preguntarán: “¿Por qué tú? ¿Por qué ahora?” Ahora que te quedaba disfrutar y ver crecer a tus nietos, que tanto ansiabas siempre vernos a las dos pequeñas en el altar y haber disfrutado de todo esto con papá. Te quiero, mamita. Siempre vivirás en nuestros corazones.
Por tu María José.
Ernesto Aguilar Azañón de Robledo (Albacete)
Intercede por nosotros
Se nos ha ido nuestro querido amigo y compañero adorador Ernesto. Fue el día 25 de diciembre, Navidad, el día en que conmemoramos el nacimiento de Jesús. Él se nos fue en un día alegre, pasada la Nochebuena, reunido con los suyos. Se convirtió en un día triste para todos nosotros, aunque, seguro que ese día Ernesto se alegró de estar sentado disfrutando del banquete divino de Jesús Sacramentado, que era parte de su vida, porque la otra parte era su mujer, Anita, y sus hijos, que tanto él quería, como a sus amigos y a sus compañeros adoradores. Ernesto era una persona muy querida por todos. Hombre sencillo, humilde, trabajador y con una fe tan grande que nos sorprendía con su gran entereza, aún en los peores momentos, siempre se le veía con una sonrisa en la cara. Era amable, gran conversador y siempre dispuesto para hacer aquello que más se necesitaba, ayudar como fuera.
Nació en el Robledo (Albacete), el 15 de agosto de 1931. Se considera un jiennense con raíces serranas de Segura de la Sierra, donde permaneció hasta que se trasladó con la familia a Jaén. No fue nada fácil su juventud, pues eran tiempos difíciles. Sus padres eran David y Rosario. Fue el número doce de los catorce hijos. El fallecimiento de su padre, en 1948, hizo que su familia decidiera trasladarse a Jaén. Empezó trabajando de comerciante aprendiz en la Ferretería Teruel. Pasó a una tienda de comestibles para más tarde colocarse en Tejidos Gangas. Compaginó su trabajo con los estudios. Obtuvo el título de Perito Mercantil allá por 1956. Ingresó en el Colegio de Agentes Comerciales, en 1970, y se hizo asesor fiscal en 1986. Contrajo matrimonio con Ana María Morago, el 21 de enero de 1956, y tuvieron cinco hijos, David, Jesús, Antonio (fallecido), Ernesto y Francisco Javier, cinco varones, cinco columnas de gratitud a Dios nuestro Señor. El 17 de julio de 1950, ingresó en la fábrica de cerveza “El Alcázar” como administrativo y, más tarde, ocupó el puesto de jefe comercial hasta su jubilación. Sus destinos fueron Jaén, Puertollano, Ciudad Real y Córdoba y dejó una labor digna de todo elogio. Fue cursillista de Cristiandad. Formó parte del Consejo Parroquial de San Félix de Valois, colaboró con otras parroquias.
Ernesto ingresó en a Sección de la Adoración Nocturna de Jaén, en 1950, perteneciendo al Turno I “Santo Rostro” cuando las vigilias se hacían en Sal Ildefonso. Al ser destinado fuera de Jaén, hacía las vigilias en los lugares donde estuvo trabajando. Ocupó los cargos de secretario de turno, jefe de noche y vocal del Consejo Local. En 1995, fue designado presidente diocesano de la Adoración Nocturna de Jaén con el respaldo de todos los presidentes de las secciones de la Diócesis. Diez años de trabajo para esta gran obra, aunque no acabó ahí. Fue secretario diocesano. Hizo de tesorero diocesano, aparte de ser el coordinador del Boletín Eucarístico que la obra difunde mensualmente. Además de toda la ayuda prestada a este Consejo cuando más falta nos hacía. Fue nombrado presidente diocesano honorífico en el pleno de marzo de 2011. Ha estado en actos y vigilias de la Adoración Nocturna Española por todo el territorio nacional, ondeando la bandera del Consejo Diocesano y la Sección de Jaén, viajando de día y de noche tan solo por su amor que profesaba a Jesús Sacramentado. Hizo multitud de amigos. Respaldado por el presidente del Consejo Nacional fue nombrado miembro de la Mesa del Consejo Nacional de la Adoración Nocturna Española. Ayudaba en la Peregrinación a Fátima, con su compañero y vocal del Consejo Nacional, Jorge Lence Adrio. Fue tan grande el trabajo realizado dentro del consejo que este le brindó un homenaje. Pedimos a todos los adoradores y amigos que eleven plegaria por el alma de nuestro querido Ernesto en las vigilias, turnos y secciones de la Adoración Nocturna. Querido hermano Ernesto, tú que ya conoces la morada eterna, tennos presentes tanto a tus seres queridos como a los demás mortales e intercede por nosotros ante nuestro Señor Jesucristo. Descanse en paz. Amén. (Extracto del texto publicado en el Boletín Eucarístico de la Adoración Nocturna).
Por José Luis Guerrero Rubio, presidente diocesano de la Adoración Nocturna de Jaén.
Antonio Alba López de Alcalá la Real
Un año sin el alma del bar de la estación
El tiempo pasa inexorable. Parece que fue ayer cuando los alcalaínos recibimos la inesperada noticia del repentino fallecimiento de Antonio Alba López, propietario del Asador Rabillo, el bar-restaurante de la Estación de Autobuses. Parece que fue ayer, pero ya ha pasado algo más de un año. Sin embargo, casi trece meses después de la muerte, la ausencia de Antonio es más que patente. Así lo evidencia el estado del recinto en el que trabajó durante décadas.
Hoy lo que fue un local de referencia de la hostelería de la Sierra Sur, donde el bullicio y la animación eran la nota dominante, se ha convertido en un espacio fantasmagórico. Tras la retirada del mobiliario poco después de la defunción, la barra quedó prácticamente sola. Hace unos días, las incipientes obras de remodelación del espacio derrumbaron muros y techos.
Qué escena tan distinta a los tiempos en los que Antonio Alba, un verdadero maestro de la restauración, desplegaba su campechanía y alegría ante todos los que visitaban su negocio. A pesar de su ausencia, el recuerdo de Rabillo persiste imborrable en las miles de personas que lo conocieron y lo trataron. Esperemos que pronto el restaurante de la Estación de Autobuses de Alcalá la Real recobre el esplendor que tenía cuando Antonio Alba reinaba en él.
Por Juan Rafael Hinojosa.
Ángel Fernández-Cuevas Arboleda de Jaén
¿Para qué sirve un “cuñao”?
Hace mes y pico que llevo oyendo en la radio, cuando voy de casa al trabajo, una cuña radiofónica sobre un libro que ha escrito el equipo de un programa humorístico que se emite en Onda Cero de madrugada. El libro se titula “¿Para qué sirve un cuñao?” y, cada vez que la oía en ese periplo mañanero que tenemos que recorrer los que vivimos en una gran ciudad como Madrid para llegar a nuestro lugar de trabajo no podía dejar de sonreír. Al escucharse esa pregunta, que desde hace ahora 48 horas no deja de repetirse una y otra vez en mi cabeza, siempre me acordaba de mi cuñado Ángel Cuevas y de alguna de sus múltiples ocurrencias.
Como he dicho, desde hace un par de días, esa “cuña”, ahora ya no radiofónica sino mental, no deja de sonar una y otra vez en mi interior, lo que me obliga a contestar a esa pregunta con una respuesta que seguro que los autores de la misma no era la que pretendían obtener al plantearla. Por eso, y aunque no suelo escribir mis sentimientos, probablemente, porque dedico demasiado tiempo a cosas sin importancia, necesito responderla y que la lean todos los que tuvieron la suerte de conocer a Ángel, aunque solo sea para que la cuña deje de sonar dentro de mí.
Ángel sabía mucho de “cuñas” y de “cuñaos”. Las primeras tuvo la oportunidad de hacerlas, y muy bien, en su época de locutor de Antena 3 Radio-Jaén y en sus colaboraciones con Calero Publicidad. Tanto su magnífica voz como su alegría personal, capaz de hacerla fluir por un micrófono, le permitieron acceder a ese medio, el de la radio, donde habría tenido un magnífico futuro si las circunstancias y esas compras entre grupos radiofónicos competidores le hubieran sido un poco más favorables. Pero tampoco importó que fuese así, porque Ángel, ante todo, sabía luchar y trabajar y querer; y supo alcanzar lo que realmente hace feliz a una persona, por lo menos, a una buena persona, el amor de su familia, el cariño de sus amigos y el aprecio de todos los que le conocieron.
Y, por eso, sabía también mucho de “cuñaos”, entre los que tengo la infinita suerte de encontrarme. Bueno, no exactamente suerte, porque en eso sí que tuvo mucho que ver el buen criterio de Aurora, su mujer, quien con solo 15 años ya supo escoger al que sería el mejor marido y padre que una mujer puede soñar. Y, de camino, nos regaló a nosotros, sus tres hermanos, al mejor cuñado que se puede tener. Y eso que ellos, con solo 15 y 18 años, se escondían entre los jardines del Parque de la Victoria cuando veían a su futuro cuñado mayor, osea a mí, siempre demasiado serio y preocupado por lo que le pudiera hacer a la “niña”, por lo que no apartaba la vista de ese muchacho delgaducho y desgarbado que, a la postre, tan feliz iba a hacer a mi hermana y a toda nuestra familia. Una familia grande, siempre unida, en la que él, su mujer y sus dos hijos, Ángel y Pablo, que basta mirarlos para darse cuenta de que su padre consiguió transmitirles el secreto de cómo hacer felices a los demás, son y siempre serán una parte imprescindible de nuestra felicidad.
Por eso, ya puedo ir contestando a esa pregunta que se repite una y otra vez. Mi cuñado servía para hacernos felices y para enseñarnos a ser felices. Porque él era de los que sabía que ser feliz no es conseguir lo que quieres, sino querer lo que has conseguido. Él era quien nos repetía “sin problemas”, cuando las cosas a veces no iban del todo bien; o nos aconsejaba, en ocasiones de manera demasiado insistente, “relájate cuñao”, cuando te acelerabas y comenzabas a intentar resolver los problemas dominado por las prisas o los nervios. Él siempre sabía mantener la calma y, sobre todo, el optimismo, cuando los demás perdíamos esas cualidades.
Mi cuñao también era el mejor tito de nuestros hijos. Era el que siempre tenía preparada una broma para sus sobrinos y un piropo para sus sobrinas: “Tiene piernas de modelo”, le decía, desde pequeña a una de sus sobrinas, sin duda la más presumida, que recibía con adoración esos piropos, ya que venía no solo de tu tito, sino de un entendido en la materia, que había sido presentador de Pasarela durante muchos años. Y es que Ángel, aunque tuvo que dejar el mundo de la radio, siempre que tenía oportunidad cogía un micrófono y comunicaba. Esa capacidad de trabajo y comunicación es lo que le llevó también a levantar su negocio y el de su mujer, que le había traspasado su suegro al jubilarse, y que él supo modernizar, adaptándolo a una nueva situación donde el comercio era cada vez más competitivo. Eso lo hizo, una vez más, con su trabajo y empleando su mejor cualidad, el saber transmitir cariño, simpatía y confianza a todo aquel que entraba en su tienda.
Yo no sé para qué sirven los cuñados de los demás, a los que hace referencia la ya repetida cuña radiofónica, pero sí sé para que ha servido mi “cuñao” y es para hacernos más felices. Solo siento que estas cosas a uno solo se le ocurren decirlas cuando le falta la persona a la que quiere. Por eso, y por todas las veces que tenía que habértelas dicho, esta vez lo escribo para que lo lean todas las personas que te conocieron. Que sepan que eras el mejor de los “cuñaos” que nadie puede tener, que eras nuestro amigo, nuestro hermano y que te vamos a echar mucho de menos. Pero que nos queda el consuelo de haber vivido junto a ti los mejores momentos de nuestra vida.
Ahora sabemos que estás en el cielo, donde ya te has apropiado del mejor asiento para ver tus películas favoritas, el cine era otra de sus grandes aficiones. Por ciento, ya les habrás dicho a todos por allí arriba que cada una de esas películas, empezando por El Padrino, es un “peliculón” y, eso sí, le habrás reventado el final de más de una al mismísimo San Pedro, como te gustaba hacernos también a nosotros. Siempre te querremos.
Por tu “cuñao” y hermano Alejandro Ureña.
“Angelito, sé feliz”
El lunes pasado, desayunando como cada mañana, frente al periódico que usted tiene en sus manos ahora mismo, Diario JAEN, leo la mala noticia del fallecimiento de Ángel Fernández, solo leí el nombre, pero un mal presentimiento recorría mi mente. ¡Dios mío! Ese amanecer soleado se ensombreció. Mi corazón latía de forma incontrolable, comenzó a temblarme el cuerpo, diciéndome a mí misma que no serías tú. Ni duda, ¿por qué? Porque para mí, desde que te conocí en el año 92 en Antena 3 Radio, has sido Angelito Cuevas.
Contrasto la noticia. ¡Eras tú! Silencio absoluto en plena calle. Todo se paró a mi alrededor. Aún no puedo creer que ya no estés en este mundo, que ya no te veremos paseando al perro mientras acompañabas sonriente y feliz a tus criaturitas al colegio.
Me siento triste, Ángel, fuiste un gran compañero. ¿Te acuerdas cuando llegué por primera vez a Antena 3? Lógicamente, estaba asustada ante la novedad, mi primer trabajo, nuevos compañeros, nuevos jefes, etcétera y tú saliste del control de radio, andando tranquilo —como siempre, tu estrés, el justo—, te acercaste a mí, sonreíste, me saludaste con dos besos y la bienvenida. Tu sonrisa y aspecto campechano me relajaron considerablemente. Tenías un sitio privilegiado en la orientación del piso que estaba en San Clemente. El sol te deslumbraba, tú bajabas la persiana, rodeado de revox, la mesa de mezclas y todo lo necesario, técnicamente hablando, para que todo funcionara a la perfección y la emisión no sufriera error alguno. Yo, por el contrario, subía la persiana y salía disparada de la sala de control. Corrías detrás de mi jugando y diciéndome que no la subiera. Cómo me reía haciéndote “rabiar”. Fuiste un control técnico extraordinario. Con solo una mirada sabía lo que se tenía que poner en cada segundo. Tenías una paciencia encomiable, recuerdo, en las primeras cuñas de radio, que no te importaba estar hasta las tantas de la noche, hasta que saliese con el tono requerido, pero, sobre todo, no olvidaré esos ratos de conversación de planes de futuro, tú los tuyos yo los míos. Siempre decíamos al final: ¡Ea, ya hemos arreglado el mundo! ¡Ahora todo el mundo a su casa!
Aurora, tu mujer, cada día llegaba, te recogía, siempre sonriente, paciente, guapa por fuera y por dentro, os admiraba, hacíais tan buena pareja. Os casasteis, tuvisteis vuestros hijos, te retiraste de este mundo de locos, el de la información, para dedicarte a tu familia. Sé que has sido muy feliz y has vivido con los tuyos momentos inolvidables.
Hace poco, me dabas ánimos para mis hijos por el fallecimiento de su padre, que tanto te impactó. Quién nos iba a decir, querido Ángel, que poco tiempo después sería yo la que tuviese que hacerlo con los tuyos. Aún no lo puedo creer.
Angelito, sé feliz. Sé que estarás en el lugar de las personas magníficas y grandiosas. Verás a algunos compañeros y amigos que, en estos años, marcharon dejándonos un vacío enorme. No estarás solo.
Aurora, salud y fuerza para continuar y, a tus hijos, mucho amor; a la familia, un fuerte abrazo de quien compartió años de trabajo con él y que tan magníficos fueron.
Por Carmen Nieto.