Hasta siempre
Juan Fernández Linares “El largo” de Mancha Real
Un portero de altura que lo paraba todo
Nunca olvidaré cómo conocí a Juan “El Largo”. Lo conocí como un rival deportivo antes de ser mi amigo. Aquel portero larguirucho que me paraba todos los balones y que acabó por desquiciarme. Ahí nació mi admiración deportiva por él. Más tarde llegaría la admiración personal. Juan era una persona tremendamente divertida y alegre que se escondía tras una coraza seria. No negaré que costaba romper esa coraza, pero una vez rota, su generosidad para los que le apreciábamos era inconmensurable.
Un portero de altura que lo paraba todo
Nunca olvidaré cómo conocí a Juan “El Largo”. Lo conocí como un rival deportivo antes de ser mi amigo. Aquel portero larguirucho que me paraba todos los balones y que acabó por desquiciarme. Ahí nació mi admiración deportiva por él. Más tarde llegaría la admiración personal. Juan era una persona tremendamente divertida y alegre que se escondía tras una coraza seria. No negaré que costaba romper esa coraza, pero una vez rota, su generosidad para los que le apreciábamos era inconmensurable.
De él sólo podemos decir que fue un ejemplo a seguir. Antes de su terrible enfermedad lo era por su deportividad y durante su enfermedad lo fue por sus ganas de vivir y por sus lecciones de humanidad. Juan fue el alma del Fútbol Sala Mancha Real. Él lo vio nacer y a él dedicó su vida. Siempre al pie del cañón, más allá de su etapa de jugador y luego de entrenador. Ponía su coche, lavaba la ropa en su casa o hacia los bocadillos para los jugadores. Si había que adelantar dinero, allí estaba él. Cuando supo de su enfermedad, tuvo aún fuerzas para hacer a un puñado de chavales campeones de Andalucía de fútbol sala. Y es que Juan no sólo se preocupó del equipo. Nos dio la tabarra hasta aburrir en que había que fomentar la cantera y a ello se dedicó en cuerpo y alma hasta sus últimos días. Dedicó su vida al fútbol sala y a su familia, y todos lo recordamos con enorme cariño.
Un tumor cerebral le quitó la vida, pero jamás borrará su legado. El legado humano que nos dejó es un ejemplo de aferrarse a la vida, el de integridad porque dejó este mundo sin dejar un solo enemigo y su impagable legado deportivo. Sin él, el Mancha Real Fútbol Sala no existiría. Al menos como lo conocemos. Por todo lo que hiciste por nosotros y por ser como eras, estarás siempre con nosotros. Gracias.
Por Bartolomé Linares Gallardo
Jesús David Roldán Sánchez de Jaén
Una muerte que crea tragedia
“No hay mayor tragedia que la de unos padres asistiendo al funeral de su hijo”. Esto es lo que escribí, citando versos de “La Iliada”, hace dieciocho meses, cuando compartimos con Antonio y Teresa el dolor de enterrar a Nono, su hijo mayor, dilecto alumno. Pero los versos de la mítica obra griega no reflejaban en toda su intensidad la tragedia de la vida y de la muerte. Hay una tragedia mayor: la de unos padres enterrando a su segundo y último hijo, Jesús David, con 17 años, víctima de un fatal accidente y de un cúmulo de desgracias que hacen sentirse a la familia rota y desesperanzada.
Jesús era un chico afectuoso, cariñoso, deportista, familiar, cumplidor de las normas, buen compañero, estudioso, que vivía, como dice su padre, “con valores y principios”. Había asumido incorporar a su propia vida la estela del hermano admirado y fallecido y dar así también sentido al vivir traumático de sus padres. Se le veía contento con su novia, Noe, sus amigos y compañeros del instituto Auringis, el cumplimiento de la responsabilidad familiar.
Tenía formalizada su matrícula en Segundo de Bachillerato, se planteaba qué carrera universitaria elegiría el próximo curso, si podría seguir compaginando el esfuerzo de los estudios con el deporte practicado en equipo, se hubiera citado con los amigos en el nuevo estadio de La Victoria, con permiso de la representación municipal, para animar al Real Jaén... Pero esa enemiga que es la muerte no sabe de lógica, ni de distribución equitativa del dolor, ni de mínimos de bienestar familiar, ni de desamparo de compañeros y profesores. Su guadaña siega con una frialdad que hiela las entrañas, que pone en el disparadero el sentido de la existencia y de las creencias.
La situación de la despedida última no pudo ser más desgarradora: la angustia de la madre desafiante a los caprichos de la muerte; el abrazo del padre al ataúd en el momento de introducirse la caja en el nicho, intentado alterar el viaje solitario por la eternidad; la sobriedad doliente de la abuela; el desconsuelo inenarrable de familiares, vecinos, amigos, compañeros y profesores; la veintena de coronas de flores multicolores, alegres, bellas, olorosas, apiñadas en orden ante el nicho, como alternativa humana a la fealdad y negrura traicionera de la muerte. Nos faltaron palabras firmes, precisas, claras, para los padres, Teresa y Antonio.
Palabras cargadas de futuro, con sentido y orientación. Pero las palabras que en su fatídico día dijimos en el duelo de Nono, nos hacían rehén silencioso en el duelo de Jesús. Entonces les pedíamos que asumieran la desgracia sin renunciar a la felicidad por el bien de Jesús. ¿Cómo decirles ahora que es por ellos mismos por quienes deben asumir el destino trágico, sin renunciar a la vitalidad, con aperturas necesarias y voluntarias a la esperanza, la racionalidad, la felicidad? El apoyo humano y la solidaridad cariñosa los ponemos los amigos y conocidos. Las demás palabras; la apuesta decidida, a pesar de los pesares, por seguir afrontando el misterio de la existencia; la búsqueda compartida de nuevos caminos para encontrar oasis en el duro desierto de la pesadilla presente, deben ser una apuesta valiente, la suya, en la que nunca estarán solos.
Por Gabriel Ureña Portero
Director del Instituto Auringis de Jaén
conchi sánchez cuesta de Jaén
Carta a mi esposa
Querida Conchi: Hace ya siete años que te fuiste, y aunque hablamos todos los días, hoy he decidido escribirte, porque sé que te gustaría recibir noticias nuestras. Todos estamos bien, te echamos mucho de menos. Cómo quisiera que tú vivieras, que tus preciosos ojos azules, como el cielo, jamás se hubieran cerrado, nunca, y yo estar mirándolos. Tu eres la tristeza de mis ojos, que lloran en silencio por tu amor. Algunas veces me miro en el espejo y veo en mi rostro el tiempo que he sufrido y sufro por tu adiós es que no consigo acostumbrarme a buscarte, llamarte y no encontrarte. Si a mi vida pudieras volver, yo te amaría otra vez y mil veces más.
He sufrido y sufro tanto por tu ausencia... Desde ese día hasta hoy no soy feliz, porque tú no estás conmigo. El gran consuelo que tengo son nuestras hijas y nuestros nietos. Cuando te fuiste teníamos a nuestro, a tu querido Miguel, que te menciona mucho. A veces me sorprende cuando me dice cosas de ti, y yo me pregunto... si era tan pequeño, cómo puede acordarse de esos detalles tan íntimos. Sé por qué: le diste tanto amor, que eso siempre queda en el corazón. Nuestras hijas están preciosas, aunque sé que desde donde estás las ves y las cuidas y ellas lo saben también. Todo este tiempo las he estado cuidando en todo lo que mi alma puede, les doy todo el amor que tengo, el que tú, mi querida Conchi, me dejaste.
Son felices con sus parejas, estamos muy unidos. Toda la familia está bien, se han casado sobrinos y tienen niños.
Tengo nuevos amigos y muy buenos.
Como verás, me estoy cuidando, que es lo que te prometí, y a nuestras hijas, aunque a veces me cuesta, y quisiera que vivieras y me ayudaras en la oscuridad de mi tristeza.
Querida Conchi, te doy las gracias por los años tan bellos que me diste, sabes que jamás te olvidaré, porque cuando abrí los ojos al amor y de tu mano aprendí lo que era vivir, y a sentir con el corazón “Amor... Amar”.
Conchi, sigue cuidándonos desde dónde estés, lo necesito. Eres mi vida.
Tuyo siempre.
Por Jose Antonio de la Torre Padilla
Tu esposo
enrique iniesta collaut-valera de Madrid
Un hombre excepcional que dejó su huella en Jaén
Sacerdote-educador, escritor, dinamizador de conciencias, biógrafo de Blas Infante y publicista. Solamente unas breves palabras para justificar globalmente la labor de Enrique Iniesta en los cinco títulos que le hemos otorgado. Como Sacerdote-educador, decir que perteneció en vida a su querida orden Escolapia, o de las Escuelas Pías, fundada por San José de Calasanz, en el siglo XVII. Enseñó desde el estrado, junto a la pizarra, durante más de 40 años. Como escritor era genial, los textos lo delatan, autor de decenas y decenas de folletos con garra y atractivo. Como dinamizador de las conciencias era un maestro. Así lo reflejan los que lo oyeron, fueron miles, y cientos de jiennenses, en cursillos, conferencias, novenas, quinarios y mesas redondas. Como biógrafo de Blas Infante era terrible, un verdadero “enfant terrible”. El más prolífico, el que más sabía del personaje. Más de mil páginas, infinitas notas y fichas. Como publicista, finalmente, crítica artística, autor de leyendas basadas en la más auténtica verdad histórica, fue poeta de los hechos históricos. Autor de numerosos folletos, varias biografías, artículos de opinión en los mejores diarios españoles.
Enrique Iniesta falleció el último sábado que coincidía con último día del pasado mes de julio después de mediodía. En Jaén tenía amigos y conocidos, a los que atendía en nuestros ruegos. El tema del territorio y la supuesta identidad jiennense le eran muy queridas. Escribió sobre ellas. Incluso en un prólogo de mi libro titulado “Andalucía desde Jaén”, hace once años. Allí escribía sobre nuestro Jaén y me corregía diciendo que no era, como yo decía, “un lugar de paso”, sino más bien: “no pocos lo llamarían lugar para quedarse”. También hacía referencia a la satisfacción que sentía cuando, viniendo de Madrid en tren, pues vivió bastantes años en la capital de España, se adentraba por Despeñaperros: “la cortada, acantilada, repentina, dura frontera natural entre La Mancha y Andalucía”.
Escribió un precioso folleto sobre nuestra tierra titulado “La Puerta de la Felicidad”, que me dedicó expresamente. En él evoca el protagonismo jiennense en varios momentos históricos. En 1768, la colonización en la segunda mitad del siglo XVII, bajo el reinado de Carlos III, la dirección de Pablo Olavide y la simpatía para reclutar familias católicas de Gaspar Thurriegel; en un segundo y trascendente momento para la Europa contemporánea, 1823. El folleto sólo tiene ocho páginas, pero es una delicia en que se evoca las nanas que las madres, de habla alemana, cantaban a sus bebés en el entorno de las Nuevas Poblaciones de Andalucía. Dio bastantes conferencias en Jaén, en el instituto Virgen del Carmen y en La Económica; en Linares, en la Casa de la Cultura, en el antiguo Banco de España; en Torredonjimeno, en el instituto de Enseñanza Media. No recuerdo otros lugares, pero en los anteriores estuve presente en todos ellos, no estoy seguro si en Andújar y también en Alcalá la Real, cuando vivía en Granada, que fueron, más o menos, los últimos veinte años de su vida. Para finalizar, quiero recordar un día en que fue muy feliz, cuando el abogado linarense Ramón Soler Belda lo invitó a Linares. El objetivo era que Enrique Iniesta viera, in situ, el monumento que esculpió su abuelo Lorenzo Coullaut-Valera a los Marqueses de Linares. Dicho monumento está bajo el altar mayor de la capilla del hospital. Enrique valoraba a su abuelo materno no sólo como escultor, sino también por la amistad que tuvo con Blas Infante en sus meses madrileños. En fin, esto de los obituarios es memoria y es historia. Es cultura y es espíritu.
Por Manuel Medina Casado
Miembro de la Fundación Blas Infante
Francisco Calzado Gómez de Andújar
Se fue sin conseguir pregonar a La Morenita
El verano con su calor y estío es tiempo para recordar, y en este mes de agosto recordé que en el agosto de 1996 se nos marchó Francisco Calzado Gómez. ¡Cómo pasa el tiempo! Francisco Calzado era un hombre entrañable y comunicativo. Había nacido en la Andújar de 1925, y como todos los de su generación, le tocó ser niño con una Guerra Civil y adolescente con una cruda posguerra. Funcionario de Correos, fue un hombre de inquietudes culturales, cofundador del Ateneo de Andújar con Carlos de Torres Laguna, médico y escritor insigne con el que estuvo muy unido. Fue también concejal muchos años del Ayuntamiento de Andújar, perteneciendo a la corporación “puente” que le dio la mano a los ayuntamientos democráticos. También estuvo unido a la Cámara de Comercio. Alternó la faceta de escritor con la de periodista en Radio Nacional, siendo director de la emisora sindical “La Voz de Andújar”. Colaboró con Televisión Española y con el NO-DO. Fue Cronista Oficial de la Ciudad. Sus grandes aficiones fueron la literatura y la fotografía. Son varios los libros que nos dejó. Su librito “El Santuario y la Romería de la Virgen de la Cabeza”, escrito en cuatro idiomas, le llevó a ganar la Medalla al Mérito Turístico en 1964. Un trabajo que ampliaría años más tarde, en 1994, con “La Virgen de la Cabeza y Sierra Morena” prologado por Matías Prats. En 1960 publicó en los talleres de Diario JAEN, del que fue corresponsal y colaborador, “Año Santo en Sierra Morena”, un libro que recoge todos los acontecimientos de la re-coronación de la Virgen de la Cabeza. En 1991 publicó “El enigma de la Virgen de la Cabeza”, un libro sobre la desaparición de la imagen en el Cabezo como consecuencia de la Guerra Civil.
Fue una persona muy vinculada a Diario JAEN, donde escribió unas bellas “Estampas Serranas” que yo mismo tuve el honor de ilustrar con fotografías mías, en la década de los ochenta. Unas “Estampas serranas” que muy pronto verán la luz en un bonito libro.
Se fue Francisco Calzado sin ser pregonero de la Virgen de la Cabeza, su gran deseo. Pero no se fue de vacío. En Andújar hay una calle con su nombre para recordar a este hombre que quiso y escribió sobre su pueblo. Por Juan Vicente Córcoles