08 sep 2014 / 11:36 H.
Nos estamos desangrando por las mujeres. Ya son 41 las asesinadas a manos de sus parejas o exparejas en lo que va de año; 6 más que en el mismo periodo de 2013. Y esto es preocupante. Es preocupante que un 3% de la población todavía justifique la violencia de género, y que ésta no sea una prioridad máxima para gobierno de este país. También es preocupante que institucionalmente se aconseje a las mujeres que se compren un silbato o que eviten entrar en ascensores ocupados por un extraño, en lugar de instruir a los hombres contra las violaciones. Y es preocupante que, como sociedad, aceptemos esta normalidad cómplice e instaurada, que hace de la posición de poder y de la patología del apego, una asignatura más en la educación perversa contra la igualdad. Pero lo más preocupante es que los asesinatos machistas solo son la punta del iceberg de la sistematización de las agresiones a las mujeres en el mundo. Sin embargo, como a veces ocurre algo parecido a la justicia, la semana pasada nos enteramos de que la periodista Caddy Adzuba, amenazada de muerte por la denuncia de la violencia sexual en su país, va a ser el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia 2014. Precisamente hace unos meses, vi una desgarradora película-documental dirigida por la gran fotógrafa Ouka Leele que se titulaba ‘PourQuoi?’. Con dulce voz, Caddy te adentra en el corazón de África Central para destapar el espanto que sufren las mujeres del Congo; en guerra desde 1996 y donde los hombres vienen utilizando el cuerpo de niñas y mujeres como un campo de batalla y la violación sistemática como arma de destrucción masiva, punzante, atroz. Por desgracia, esta situación está extendida por todo el planeta. Lo siniestro es que en algunos países ni siquiera sale a la luz porque el machismo extremo y criminal hacia las mujeres está tapado bajo el manto de la costumbre, la religión o la honra. Lo bueno es que ahora lo sabemos. El mundo está conectado. Y como decía el crítico revolucionario Walter Benjamin, podemos ‘organizar el pesimismo’ de manera que este terror deje de perpetuarse. El simple hecho de hacerlo visible hace que pueda comenzar la marcha atrás.