Hacer el bien

Considero que la manera más clara y concisa de hacer el bien es la de “tratar a los demás como queremos que ellos nos traten”. En este tiempo en que priman el egoísmo y el individualismo, hacer el bien siempre, con decisión y constancia, es ir contracorriente, pero se nos presenta como necesario salir de ese círculo en que nos encontramos presos, y darnos a los demás. Tenemos la capacidad para hacerlo y muchas oportunidades para realizarlo. Esta conducta implica, lógicamente, no hacer el mal a nadie, contando para ello con la constante ayuda de Dios, que está siempre presente en nuestra vida. Para nosotros los cristianos, hacer el bien significa asemejarse a Cristo, que lo hizo durante toda su vida, hasta la extenuación. No es sólo cuestión de solidaridad, sino más bien, una necesidad vital que emana de nuestro ser de creyentes. Es ponernos en el lugar del otro y ayudar a aquel que lo necesita. Es ver en cada persona al mismo Dios, sabiendo que Él se identifica plenamente con el pobre, el débil, el humilde, y que nos ama a todos por igual, y sin medida. Consiste en sentirnos instrumentos de su amor y de su paz, como se consideraba a sí misma, la beata Teresa de Calcuta. Si comprendiéramos el verdadero sentido y alcance de hacer siempre el bien, y lo lleváramos a la práctica, nuestro mundo se transformaría, sin lugar a dudas, en ese mundo mejor que todos anhelamos. 


    26 may 2014 / 22:00 H.