Hablemos de impuestos
Hoy he pensado que podría comenzar compartiendo con los lectores las hermosas sensaciones de paz y bienestar que se disfrutan contemplando en soledad buscada, el mar iridiscente a la luz de la luna llena una noche de finales de invierno. Es esa una sensación gratificante en grado sumo, sobre todo si se acerca uno a ella con la ilusión de escuchar en el murmullo de las olas la voz de la vida que vuelve a nosotros una y otra vez con los recuerdos del pasado y los anhelos que todavía el futuro pueda concedernos.
Entre esos recuerdos me recreaba, engolfada mi mente en la voluptuosa sensación de que con mis últimos escritos publicados estaba contribuyendo de alguna manera a la toma de conciencia de nuestro pueblo sobre la situación que padece, las causas de la crisis y alguna de las vías de solución posibles. Pero hete aquí que uno de mis lectores me ha dado una pedrada en el ojo, me ha hecho caer de la nube y ya desde el duro suelo, espero que algo más despierto, vuelvo a contemplar la realidad de forma quizás más objetiva. Insisto en lo ya dicho, hay que reducir la estructura del Estado, pero no nos engañemos, la solución a los complejos problemas que aquejan esta sociedad, no pasa sólo por mantener el gasto público en niveles soportables. Otra cuestión fundamental es resolver un problema que aqueja a la humanidad desde los inicios de la sociedad tribal. Se trata de un concepto muy sencillo de comprender y que todos conocemos, nada más y nada menos que aplicar la justicia distributiva. Y no olvidemos que esa justicia exige un compromiso colectivo para cumplir nuestro deber con la sociedad, y es deber de todo ciudadano pagar los impuestos correspondientes a su nivel de ingresos. En esta sociedad casi nadie paga impuestos, excepto el IRPF, y desde luego los que menos acostumbran a hacerlo son aquellos que tienen la riqueza en sus manos. En una sociedad tan compleja y sofisticada como la actual, que podríamos definir como sociedad cibernética, el dinero se mueve de forma rápida y silenciosa sin dejar apenas rastro de su paso depredador, por tanto es necesario incrementar los recursos para luchar contra el fraude, sin que esto signifique un aumento de la presión fiscal sobre los ciudadanos y las empresas, solo exigir el cumplimiento de la ley. Esto es una prioridad para cualquier gobierno sea del signo que sea, porque es la única manera posible de salir adelante sin necesidad de seguir cercenando cada día el estado de bienestar, que ya no lo es tanto. Quizás sea demasiado decir que además es muy deseable que algún día se aplique una política impositiva que contribuya a redistribuir la riqueza pero eso quizás sea volver a subir a la nube de la que me había apeado mi estimado lector al sugerirme que hablase de impuestos. Ya se sabe, las noches de luna llena suelen tener algo mágico.
Paco Casas es escritor