Habemus papam
Sobre la cúpula de la Basílica de Génova se podía ver el humo blanco elevándose al cielo como columna de mejores augurios. ¡Habemus papam! Nada como la oración y la perseverancia: 'Y si persevera en cumplir mis leyes y mis normas, como lo hace hoy, entonces afirmaré su reino para siempre'. (Crónicas 28:7) Y así ha sido.
Rajoy no ha dejado de invocar la ley de Dios para poder llevar a cabo sus designios: poner orden y destrucción en esta Sodoma de derrochadores, ateos, homosexuales, lesbianas y abortistas, y asegurar el paraíso fiscal al único Dios electo: el dinero. He aquí el gran misterio: que sin votar físicamente y sin presentarse a elecciones, haya elegido y haya sido elegido a un tiempo; que sin poder contarse, se multiplica; que siendo déspota, gobierna democráticamente el mundo. No podía ser otra maravilla sino Dios, esa ambigüedad absoluta de cuyo verbo todo discurso es creado: que sin decir nada, lo dice todo. Esta divisa le ha dado a Rajoy su victoria, con perseverancia y oración: un plan energético como Dios manda, unas cajas de ahorros como Dios manda, una política económica como Dios manda, un país como Dios manda. “Se lo vamos a demostrar a toda Europa”, “haré lo que siempre he dicho y como Dios manda”, “quiero ser el presidente del Gobierno de todos los españoles”. “Pero tú, persevera hasta el fin y descansa, que al final de los tiempos te levantarás para recibir tu recompensa.” (Daniel 12:13) ¡Qué presidente!, Mariano ha sido proclamado PaPa, como Papademos y Mario (Monti), y lo va a ser de todos los españoles por deseo de un Dios que lo tiene en su nómina de apóstoles para que consoliden su empresa, reclinados en la tierra ante un cónclave sometido al FMI, el Banco Mundial y el Banco Europeo, santísima trinidad guardiana de las puertas de los paraísos fiscales. Lo que se ha instituido como gobierno del mundo no es una tecnocracia, sino una democracia teocrática, siendo su Dios dinero, el único capaz de crear ilusión, esperanza, confianza y seguridad en el futuro, el que nos infunde a los mortales coraje y fuerza para ensalzar a quienes van a ser nuestros verdugos. Los españoles no hemos elegido, pues todo nos ha venido dado misteriosamente, y sobre nadie ni nada seremos soberanos, porque nosotros mismos nos lo hemos arrebatado todo en las urnas; eso sí, la mayoría en un acto de constricción, en sus dos acepciones: obligación y estrangulamiento, impuestos por fuerza sobrenatural. Desde el balcón de la Basílica de Génova, el nuevo papa de todos los españoles abrió sus brazos, miró al cielo y, con alma mariana, dijo: Totushshsh tuushshsh.
Guillermo Fernández Rojano es escritor