Gozos y sombras del Guadalquivir
Cercana ya la hora del crepúsculo caminaba de vuelta a casa con una mostela de espárragos trigueros bajo el brazo, hermoso trofeo que había conseguido buscando toda la tarde en las entrañas de los olivares, por la Vía Verde de Guadalimar entre los términos municipales de Torreblascopedro y Begijar.
Desde esa hermosa atalaya que aprovecha la infraestructura del fallido proyecto de ferrocarril entre Baeza y Utiel, contemplaba con arrobo los espléndidos paisajes de fecundo verdor del valle del Guadalquivir cuajado de olivos en flor, esas laderas suaves que caen hasta el curso del río para remontar luego hacia el sur hasta las estribaciones de Sierra Mágina. Ese paisaje tan cercano ahora y tantas veces añorado por todos los que sabiendo que allí están nuestras raíces más profundas hemos tenido que hacer nuestra vida lejos de allí. La soledad del camino, la quietud de la tarde y el silencio del campo invitaban a relajar la mente y disfrutar ahora del paseo, a veces interrumpido para contemplar una liebre encamada que a su vez vigilaba con ojo avizor al caminante, otras para observar el vuelo lejano de alguna tórtola, y en algún otro momento aún más mágico para escuchar el canto de las perdices que corretean entre los olivos antes de alzar el vuelo. Meditaba en cómo compartir tanta belleza con esa gente de Jaén que vive lejos y sólo puede volver alguna que otra vez de vacaciones, y quise hacerlo de la mejor forma que conozco y quizás soy capaz, que es tomar la pluma e intentar plasmar en palabras y frases los sentimientos y sensaciones que siente un hijo de esa tierra cuando después de toda una vida trabajando fuera, tiene la suerte de poder volver y disfrutar de ella. La bondad de esos campos y el fruto del trabajo de los hombres que los cuidan deberían ser garantía suficiente para asegurar el bienestar de los pueblos y ciudades que salpican de vida los rincones de esa tierra ubérrima, y sin embargo no es así, nunca lo ha sido. Jaén y de manera mucho más acusada sus pueblos ha sido y es tierra de emigrantes. Hay muchas razones para ello, una de las principales es la falta de inversiones para fomentar industrias e infraestructuras por parte de los diferentes gobiernos de uno y otro signo. Una prueba palpable es ello es precisamente la infraestructura del ferrocarril Baeza-Utiel que quedó abandonada cuando estaba casi finalizada por motivos que nunca se explicaron. Ese ferrocarril hubiera permitido mejorar las comunicaciones y el flujo de personas y materias primas entre Andalucía y Levante con un indudable impacto positivo en la economía de Jaén. Ahora volvemos a tener un ejemplo de abandono con las interminables obras de la A-32 que parecen seguir el mismo camino que el ferrocarril. Pero eso sí, tenemos una Vía Verde.
Paco Casas es escritor