Gallardón tiene un plan
Dar un giro de tuerca al sistema judicial hasta que no lo reconozca ni la madre que lo parió. Ese es el plan de Gallardón. Lo ha dicho alto y claro. La polémica ya está servida.

Porque una cosa es que todas las medidas las llevara el presidente Mariano Rajoy en su programa electoral y otra que, efectivamente, diga su ministro del ramo que piensa hacerlo: reformar la ley del aborto y la del menor, la prisión permanente revisable o el copago en segundas instancias. Esa será su hoja de ruta en los cuatro años de legislatura que tiene por delante y con cada una de las iniciativas ha abierto la caja de los truenos. La profunda reestructuración comenzará con la revisión de los instrumentos de elección de los miembros del Consejo General del Poder Judicial, lo que obliga a echar la vista atrás a la ley que los socialistas aprobaron en 1985 y sobre la que Alfonso Guerra, entonces vicepresidente del Gobierno dicen que pronunció: “Montesquieu ha muerto”. En referencia al padre de la separación de poderes y su obra maestra “El espíritu de las leyes” (1748). Ahora más que nunca la independencia de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial debe estar por encima de cualquier otra condición y, como la mujer del César, no basta con que esa separación sea real, sino que, además, lo parezca.La Justicia no es un cachondeo, como pregonó el alcalde de Jerez Pacheco —y bien caro que le costó—, pero a menudo lo parece, porque algunas sentencias dejan perplejo al ciudadano que se encuentra indefenso con fallos que claman al cielo y al infierno. El más mediático y reciente, el del caso Marta del Castillo, pero en la memoria reciente los hay a manos llenas. Se echa de menos una justicia justa, valga la redundancia, y sus señorías deben tener todos los mecanismos para garantizarlo porque, a menudo, las familias tienen el doble castigo de sufrir el delito, primero, y, después, el de un juicio de pantomima solo porque el juez no tiene herramientas para actuar de otra manera. Gallardón pretende la regeneración democrática en las altas instancias judiciales y evitar abusos en la Justicia. Dos principios elementales, aunque ni el mejor fin justifica cualquier medio.
Publicado en la sección "Pongamos por caso" de Diario JAEN del domingo 29 de enero