08 abr 2014 / 22:00 H.
Menos mal que, en la misa, al terminar la lectura del evangelio se dice “Palabra del Señor”, con lo cual se está reconociendo que lo que sigue después ya no lo es, en este caso, la homilía de Rouco durante el funeral a Suárez. Es lo que pasa cuando no se dijo “no” la primera vez: hay que tragar todas las siguientes. Eso hacía la mayoría de todos los allí presentes: tragarse, impacientes, la diatriba política que el cardenal despachaba tan divinamente. Pero ¿es que no hay quien jubile todavía a este santo varón? ¿Por qué nos tiene que aplicar la ley del camaleón: taparnos con tinta ideológica el verdadero mensaje? ¿Cómo se atreve a predicar sin dar trigo, a pedir concordia incordiando? Menos mal que la bombilla no tiene nada que iluminar cuando se enciende en plena claridad. A ver si sirve esta ocasión para, con un nuevo Papa y un nuevo presidente en la Conferencia Episcopal, modernizar y tomarse más en serio la aconfesionalidad del Estado. Porque, de seguir así, más que asistir a Funerales de Estado parecerá que asistimos al funeral “del” Estado.