Fuerte del Rey.- El legado de un alcalde del PP con alma de izquierdas
José Rodríguez Cámara /Fuerte del Rey
El socialista José Luis Murillo decidió un día que más valía mirar por los intereses de su pueblo que hacerle la vida imposible a un alcalde, Juan Antonio Galán, que, además, era muy querido por sus vecinos. Aplicó aquello de “si no puedes con el enemigo, únete a él” y, dos años después, está al frente del Gobierno local.
El socialista José Luis Murillo decidió un día que más valía mirar por los intereses de su pueblo que hacerle la vida imposible a un alcalde, Juan Antonio Galán, que, además, era muy querido por sus vecinos. Aplicó aquello de “si no puedes con el enemigo, únete a él” y, dos años después, está al frente del Gobierno local.
Fuerte del Rey es un pueblo pequeño, con una iglesia, con una farmacia y con un par de bares. Poco más hay salvo una residencia de mayores. Es una especie de Macondo, la villa fundada por José Arcadio Buendía, que inventó Gabriel García Márquez para su simpar “Cien años de soledad”, en la que todos se conocen, casi tienen lazos de sangre. “Aquí somos una gran familia”, dice el alcalde, el socialista José Luis Murillo. Su llegada al poder no está exenta de ciertos toques novelescos, como del realismo mágico que estaba en la esencia de la obra del colombiano. Murillo, que de niño vivió en Guinea Ecuatorial cuando era colonia española, regresó en 1979, cuando en España se recuperaba la democracia. A punto estuvo de quedarse allí para siempre o regresar en una caja de pino, cuando, junto a otros españoles, el golpe de estado del teniente coronel Teodoro Obiang le pilló dentro de la embajada española. La legación estuvo sitiada por los insurgentes durante tres días. Lo más curioso es que uno de sus mejores amigos es un alto cargo del Gobierno de Obiang, “un dictador” que casi lo liquida.
Cuando tomó posesión del cargo, desde Guinea, su colega le envió, como gesto de cariño, un bastón de mando, que, en sus palabras, “vale un capital”, hecho de marfil y ébano. La vara, que tiene en su despacho y es lo primero que muestra a sus invitados, para darle más emotividad al acto, se la entregó su hija, María Teresa. Su niña es licenciada en Ciencias Políticas, número cinco de la lista que encabezaba y su mano derecha en el equipo de Gobierno. Murillo tiene otro curioso amigo además del guineano, el que fue su rival político más directo, el que hasta el 22-M era el alcalde de Fuerte del Rey, desde 1999, Juan Antonio Galán. Las tres mayorías absolutas consecutivas que Galán obtuvo como cabeza de lista del PP, lejos de enervar a Murillo, le dan pie para admirarlo.
Es camarada de Murillo, a pesar de las siglas, y, por eso, no le duele afirmar que su gestión continuará la de su antecesor. Esto, en otro cualquier municipio desencadenaría una tormenta política. Tampoco, en otras circunstancias, les debería de sentar muy bien a los responsables populares que, del que ha sido su alcalde durante tres legislaturas, se diga, exagerando un poco: “Era más de izquierdas que nosotros”. Pero Fuerte del Rey, en eso, es especial. Murillo vio claro lo que tenía que hacer durante la anterior legislatura: adiós a la crispación que marcaba la vida política local y hola al trabajo conjunto por el pueblo. Esto, además, le resultaba fácil por las políticas progresistas del anterior “alcalde de derechas”. “Lo más importante es que hemos tenido buenas relaciones, que hemos colaborado en beneficio de los vecinos”. “Es un ejemplo perfecto de lealtad institucional”, asevera el regidor socialista que, eso sí, asegura que Juan Antonio (Galán), en sus palabras, “ha hecho lo que ha podido”. Con ello se refiere a que, en ocasiones, él, como miembro del PSOE, tuvo que hacer de mediador, con las administraciones de su mismo signo, para tratar de desbloquear proyectos que eran importantes para el municipio y no salían adelante con toda la facilidad que debieran. Ese espíritu de ayuda le sirvió, según dicen los vecinos, para dos cosas. La primera, ganarse la simpatía de los posibles votantes y, la segunda, la de su contrincante. “Le hice llorar (a Juan Antonio Galán) cuando fui nombrado alcalde, le dije que lo consideraba un amigo”. Él, respondió, precisa, al dejar claro que el pueblo “quedaba en buenas manos”. “No le tuvo que sentar muy bien al candidato del PP (Manuel Sánchez Valderrama)”, juzga José Luis Murillo.
Los lazos entre el alcalde y su antecesor van más allá. La hija de Murrillo, con 25 años, realizó sus primeras prácticas en el Ayuntamiento de Fuerte del Rey. “Fue él (el exalcalde) quién insistió en que me formara aquí”, explica la concejal, que está al frente de Empleo, Asuntos Sociales, Mujer y Tesorería. El padre y la hija, en la línea que marcó Galán, protagonizan gestos como no percibir sueldo alguno de la Administración local. Con lo que se ahorran, tratan de mantener un fondo con el que asistir a las familias más desfavorecidas de Fuerte del Rey.
Juan Antonio Galán: 'Ni siquiera busqué un sustituto'
Tiene en su casa las carrozas de la cabalgata de Reyes Magos, dirigió el tráfico, al no poder hacerlo el policía local del municipio y hasta ofreció parcelas de su familia para construir infraestructuras. Gestos como estos hacen que Juan Antonio Galán fuera un alcalde muy querido.
No fue un alcalde al uso, Juan Antonio Galán nunca usó teléfono móvil, el celular está en un armario olvidado. Se arremangó, cuando tuvo que hacerlo, dirigió el tráfico y ofreció fincas para construir equipamientos. Siempre, deja claro, por el bien de sus vecinos y no duda al afirmar que ejercer el Gobierno local de su pueblo fue, para él, “una obsesión”. En el que era su despacho en el Ayuntamiento guardaba ropa cómoda, para estar a gusto si tenía que entregarse a una larga jornada de trabajo, y eso que vive a cinco minutos de la sede de la Administración local y, a pesar de que ha cedido el testigo del poder a José Luis Murillo, en una cochera de su propiedad se guardan las carrozas del desfile de los Reyes Magos. “Me dijeron que las pusiera en la puerta de la calle. ¿Cómo iba a hacer eso?, aclara. Galán, que viene de familia de derechas, se presentó como candidato a la Alcaldía por primera vez en 1999. Fue un flechazo lo que vivió con sus vecinos. Por tres votos, obtuvo su primera mayoría absoluta y revalidó su victoria en dos ocasiones más. “El pueblo me quiere muchísimo”, reconoce, aunque sin soberbia.
Doce años después, por problemas de salud, se retiró. Pensó en sí mismo, explica, y no en el PP, el partido bajo cuyo paraguas, fue alcalde. Claro que, como matiza: “Nunca tuve carné, nunca acudí a las reuniones de alcaldes, porque no era afiliado”. Su relación con los populares era esporádica, aunque cordial y, agradece, porque muy útil a veces, como cuando su grupo preguntó en el Parlamento andaluz por las obras en el colegio del pueblo. Como nunca le hicieron la campaña, él tampoco se la hizo a nadie, se limitó a ser un votante más en los últimos comicios electorales que le tocaban vivir como alcalde, los del pasado 22 de mayo. Aunque él no entra en la derrota de los populares en las pasadas elecciones, analiza que el hecho de que él no fuera el cabeza de lista no le ha venido bien al Partido Popular. “A mí me votaba gente de derechas y de izquierdas. Quizás lo que ha ocurrido es que la gente de izquierdas, al no estar yo, ha regresado a su sitio”, argumenta Juan Antonio Galán.
Igual que le ocurre a José Luis Murillo, a Juan Antonio Galán no le duelen prendas en reconocer la valía del que fue el portavoz del PSOE durante cuatro años. Deja claro que la relación fue excelente entre ambos, sobre todo en los dos últimos años de la legislatura, y lo llama amigo, igual que hace con él el socialista. Desde que dejó el Gobierno local, el contacto entre ambos es frecuente y, por ejemplo, cuando el Partido Socialista organizó una comida para celebrar su victoria en las elecciones municipales, acudió para responder a la invitación que le habían hecho, como admite.
Un tarea de gobierno marcada por la cercanía
Juan Antonio Galán es de esos políticos que dice que las siglas no son importantes en los pueblos, que se vota a las personas. Y no es demagogia, se lo cree a pies juntillas. Cuando era alcalde, comentan en el pueblo, que dio dinero a los sindicatos para que acudieran a manifestaciones en contra del PP, el partido al que representaba y él deja claro que lo hizo y que también lo hubiera hecho para respaldar una protesta por alguna medida de los socialistas. Se presentó a alcalde, relata, porque, en 1999, solo el PSOE tenía lista. Nunca pensó que iba a vencer en las urnas. ¿Su secreto? Según él, que gobernó de la misma manera en la que trató a los vecinos, de una forma justa, como cuando contrataba a gente para trabajar en sus fincas.