Diario JAEN plantea el primer foro del Aceite
Manuela Rosa Jaenes / Jaén
Los industriales son una pequeña parte en el sector del aceite, aunque cada vez cobran más fuerza. Su máxima es luchar por el aceite de oliva virgen extra y, sobre todo, por clarificar el sistema de clasificación del producto para hacerlo más asequible al consumidor. Aseguran que el exceso de oferta y la falta de profesionalidad en las cooperativas tienen estancado el sector.

Los industriales son una pequeña parte en el sector del aceite, aunque cada vez cobran más fuerza. Su máxima es luchar por el aceite de oliva virgen extra y, sobre todo, por clarificar el sistema de clasificación del producto para hacerlo más asequible al consumidor. Aseguran que el exceso de oferta y la falta de profesionalidad en las cooperativas tienen estancado el sector.
Un debate organizado por Diario JAEN dejó claro cuáles son las inquietudes y las propuestas de futuro de los industriales o empresarios privados del aceite de oliva de la provincia. El director del periódico, Juan Espejo González, invitó a cuatro máximos representantes para debatir sobre el presente y el futuro de un sector “poco dinámico, pero muy productivo”, según dijo en la presentación del Foro del Aceite. Se trata de José Gálvez González, gerente de Galgón 99, S. L.; Pedro Melgarejo Cordero, gerente de Aceites Campoliva, S. L.; Isidro Gavilán Linares, gerente de Aceites San Antonio, S. L. U., y Damián Salcedo Martínez, gerente de Aceites Viana, S. L. Son profesionales que tienen sus centros de producción en Villanueva de la Reina, Pegalajar, Escañuela y Bedmar, respectivamente, y que luchan por potenciar la calidad del producto estrella de la provincia.
Todos coinciden en señalar la necesidad de, en el presente, controlar el exceso de oferta para que los precios no caigan en picado, como ocurre en los últimos meses. En cuanto al futuro, pronostican que la única solución para que el sector se fortalezca y pueda enfrentarse a las adversidades de un mercado cambiante será la profesionalización y la reconversión de las cooperativas. En este sentido, abogan por una mayor formación en torno al aceite de oliva para que los jiennenses tengan garantías de competitividad a la hora de comercializar dentro y fuera de España.
Virgen extra. La voz unánime fue, durante todo el debate, la apuesta por la calidad. Los cuatro invitados hicieron especial hincapié en la necesidad y la urgencia de perseguir los fraudes, evitar las mezclas y la defensa a ultranza del aceite de oliva virgen extra. Galgón 99, Aceites Melgarejo, Aceites San Antonio y Viana son empresas que producen y envasan aceites exclusivos que, en algunos casos, gozan de reconocimientos de prestigio.
El debate aportó soluciones de futuro para el olivar. Juan Espejo aludió a la necesidad de promover encuentros de este tipo: “El periódico tiene como bandera el aceite y estamos siempre a vuestro lado”. Estuvieron presentes la redactora jefa de Diario JAEN, Juana González; la jefa de Sección de Local, Manuela Rosa, y el redactor Enrique Alonso. La cita dio para dos intensas horas.
Debate
Los cuatro invitados al primer Foro del Aceite organizado por Diario JAEN coinciden en señalar que uno de los mayores problemas que tiene el sector radica en las dificultades en la clasificación de los aceites. En este sentido, plantean un sistema que sea mucho más fácil y, sobre todo, en el que el consumidor tenga clara la diferencia entre un refinado y un virgen extra. Las respuestas a las preguntas que se generaron dieron para mucho.
¿Por qué la sociedad no precia la distinción entre virgen y virgen extra?
—Pedro Melgarejo (PM). El problema es que la norma es muy genérica y no está bien hecha.
—Isidro Gavilán (IG). No se le puede llamar aceite de oliva a un aceite refinado. Por ahí es por donde hay que empezar.
—José Gálvez (JG). Es más, si entramos en la clasificación de virgen extra, yo tengo en mi fábrica uno de tres euros el litro, que es virgen extra, y otro que medio litro cuesta 7,60 euros. ¿Por qué? Porque en este último me gasto un dinero en certificaciones privadas ya que, hoy por hoy, no creo en las denominaciones de origen.
—Damián Salcedo (DS). No me lo digas, que yo hace cuatro años que me quité de la Denominación.
—PM. ¿Cómo le explico yo al consumidor en una etiqueta las diferencias que hay entre un virgen extra y otro? Y, después, entramos en el virgen, ¿dónde está?
—JG. Es más, ¿dónde están los aceites de orujo, el maíz, parte del girasol, la colza, el cacahuete?
—DS. Dónde va a estar, pues muy fácil, en las mezclas.
—JG. No hablamos de que los vírgenes extra tengan mezclas, no, sino los refinados, que son los que hacen daño al sector.
Si el problema es de norma, ¿la Ley del Olivar no lo contempla?
—PM. El problema es que la norma es muy antigua. ¿Qué ocurre? Que es fácilmente manipulable y que esos aceites que se ven bajo la denominación de virgen extra en los lineales son productos que cumplen con la composición química, pero no con la organoléptica. El problema es que a los que apostamos por la calidad nos aburren, porque para obtener uno de nuestros aceites los costes son mucho más altos. Yo ya he detectado que fuera de España se sabe más de aceite que en Jaén. A mí me echaron de una reunión porque yo llevaba mi virgen extra y me dijeron que era pipí de gato. Me fui, y soy olivarero, fabricante y envasador, y lo he mamado de mis tatarabuelos. Entonces, viajé a Italia para aprender a producir aceite. Me da vergüenza decirlo.
—JG. Si el consumidor supiera diferenciar un virgen extra del resto de aceites, sería mucho más fácil. El problema es que está tomando aceite trujado cada mañana en Jaén, la cuna del aceite.
—PM. Una buena herramienta es la Interprofesional. Sin embargo, ¿por qué no promociona el aceite de oliva virgen extra?
—DS. Porque quien más tiene es quien más aprieta, es decir, los grandes, los que vienen a nuestras casas a comprar aceite.
¿Qué opinión les merecen la Interprofesional y la Agencia del Aceite de Oliva?
—PM. Yo lo voy a decir claro. A mí me ha llamado un distribuidor que tengo en Francia para decirme que la Interprofesional está invirtiendo en promocionar el aceite y no aparece que se hace en España, y a mí eso me da hasta vergüenza. No estamos haciendo bien las cosas. ¿Qué ocurre con la Agencia del Aceite de Oliva?
—JG. Es una institución que sólo sirve para entorpecer, para hacer inspecciones absurdas; no tiene sentido inspeccionar algo que no se subvenciona. Me parece inútil.
—DS. En cuanto a la Agencia del Aceite de Oliva, es mejor que les demos el sueldo y que no vengan, porque te piden facturas de todo tipo. Yo, este año, he tenido un problema con Endesa, que han puesto a mocho lo que consumo, estoy peleando contra ellos porque se me ha ido un 40 por ciento la facturación de la luz… Temblando estoy por que venga el de la Agencia y vea las facturas que no son reales y me diga que cómo he consumido tanta luz y he producido tan poco aceite. ¿Para qué quiero yo a ese hombre?
¿El sector tiene futuro sin subvención?
—IG. Yo soy partidario de haberlas quitado hace mucho tiempo. Quizás el sector hubiera espabilado antes y mejor. Sin embargo, creo que es muy difícil que desaparezcan. Las enfocarán más en términos de sostenibilidad. El problema es que recibimos más de cuatrocientos millones de euros cada año y no nos lucen.
—DS. Que sí nos lucen, vete el día de San Isidro a mi pueblo y verás.
—JG. No nos luce en el sentido de que no le sacamos rendimiento.
—DS. Como es una ayuda a la renta, no hay quien diga: “Es que no tengo para comer”.
—PM. Si lo analizas fríamente, ¿quién vive del olivar?
—JG. No me importaría que las subvenciones desaparecieran en un momento dado, ya me las arreglaría yo para dedicarme a esto.
—PM. El problema real es que cada vez recibimos más sorpresas, porque a mí me cuesta cada vez más vender.
—DS. Y a mí, cobrar.
¿La sociedad paga la calidad?
—IG. Sí, pero, sobre todo, fuera de España.
—PM. La gente paga la calidad, pero el problema es que cada vez recibimos más “etarras” y, con esto, me refiero a los grandes. Lo que ocurre es que esto no se debería decir porque se le hace daño al sector, al aceite de oliva virgen.
—JG. Con la papeleta que tenemos, por la crisis, y con el cambio de aceites de oliva por otros más baratos, no podemos decir que no todo el aceite de oliva virgen extra es virgen extra, y que no todos los olivas refinados son olivas refinados. Sería una catástrofe.
—DS. Recordemos lo que pasó con el benzopireno.
—PM. A un grande de estos no lo puedes quitar del medio, porque tienen químicos que hacen virguerías y te sacan el aceite dentro de la normativa.
¿Qué les parece la futura IGP Aceite de Jaén?
—JG. Es la mejor fórmula para sacar nuestro aceite de calidad bajo el lema “Jaén”. De una vez por todas, deben aprobar la Indicación Geográfica Protegida (IGP) y que se dejen las denominaciones de origen de gastar dinero.
—PM. Yo tengo miedo a la IGP, porque como se baje el listón olvídate de virgen extra, de Jaén y de historias.
—IG. Precisamente, hay que luchar por eso, porque no se baje el listón y por que haya una buena denominación de origen.
¿Cuál es el futuro del sector oleícola?
—PM. Reconversión, reconversión desde la base. Las cooperativas son el 70 por ciento de este sector y son empresas que no funcionan y que nos arrastran. Hay que profesionalizar el sector. Como no se toque el aspecto de la formación, vamos muy mal. No hace falta más que darse una vuelta por las cooperativas, donde no saben distinguir un aceite de oliva virgen de un lampante. Yo envaso a cooperativas, y cuando me traen el aceite me traen lampante, y entonces los llamo yo para que hagan un curso de cata.
—JG. Es fundamental la formación. Tenemos el Ifapa y tenemos formación específica en el instituto El Valle y en la Universidad.
—DS. ¿Pero cómo le vas a decir a un señor que lleva treinta años en la cooperativa que se vaya a hacer un curso, si él lo sabe todo? El futuro es incierto. Ahora bien, hay que profesionalizar el sector y quitar a los mismos de siempre.
—PM. Insisto, conversión, formación, profesionalización y cambio de la normativa. Hay que convertir las cooperativas en empresas.
—IG. Yo propongo cambiar la ley de cooperativas, ese es el futuro. Sin embargo, sinceramente, no sé lo que nos deparará el futuro. La esperanza es lo último que se pierde, pero no sé qué solución tendrá esto. En mi caso particular, seguiré apostando por la calidad, porque es una empresa pequeña y yo a volumen no puedo vender, sino a pequeñas tiendas gourmet, restaurantes y al público que demande aceite de gran calidad.
—PM. Yo, donde estoy, tengo que apostar por aceites de alta gama. Sí tengo esperanza porque creo que las cosas están muy mal, peor no se pueden poner. Mi demanda es que el sector tire del carro, no las administraciones. ¿Qué tenemos que hacer? Controlar el exceso de oferta persiguiendo los fraudes, promocionar todos los aceites y profesionalización. Hay que dar un toque a asociaciones agrarias y a cooperativas para que “se muevan”. Hay una herramienta muy positiva, como el Mercado de Futuros, que no está bien aprovechada, porque parece que esto no va con nosotros. Echo en falta un cambio de estructura y de mentalidad en el sector cooperativo. Yo veo a las administraciones con ganas de oírnos, pero el sector no hace nada.
—DS. Estoy totalmente de acuerdo con ellos, pero es cierto que me llena de ilusión como aceitero la evolución del sector de la restauración. Afortunadamente, hoy, en muchas cocinas se guisa con un buen aceite, y eso hace quince años era impensable. Eso, insisto, me llena de satisfacción y de orgullo y, además, de optimismo. Hoy por hoy, nadie cuestiona que el aceite es un elemento con grandes bondades para la salud y tenemos todos los parámetros para que esto siga para adelante. Desde el sector tenemos que cambiar lo que hay que cambiar y darle el empuje que necesita. Se tiene que llegar a aprobar lo de quitar las aceiteras. ¿Cómo no se ha hecho ya? Y nosotros, el sector, somos los que lo tenemos que exigir.
—JG. En el total de las grasas comestibles, el aceite de oliva es sólo un dos por ciento. ¿Sabéis lo que es eso en el ámbito mundial? Nos quedaríamos sin aceite en el mes de marzo. Hay mercados que no son tangibles para nosotros, que es ahí donde la Interprofesional debe ir con los aceites baratos, con el fin de sacarlos del mercado. Quizá no es todo regular la oferta. A nivel personal, la mayor ilusión que tenemos en nuestra familia es el aceite, aunque no va a la velocidad que nos gustaría. Yo estoy ilusionado y ese aceite de premio va arrastrando al de los cinco litros, que está teniendo unas ventas residuales.
¿Sus opiniones sobre la concentración de la oferta?
—DS. Cuál, la de la izquierda, la de la derecha o la del centro, la de COAG, la de Asaja o la de UPA.
—PM. Yo creo que estamos hablando de algo muy serio. La concentración de la oferta es necesaria. Tú analizas el mercado y te das cuenta de que hay muy pocos demandantes frente a muchos ofertantes, lo que genera mucha inestabilidad, pero sólo eso, porque el precio no depende de la concentración, sino por la ley de la oferta y la demanda. El problema que tenemos es de oferta.
—IG. Yo estoy totalmente de acuerdo con lo que dice Pedro.
—JG. Yo añado una cosa: es importante que el aceite de Jaén suene en todo el mundo. Y eso es un rol que tenemos que asumir nosotros, porque la figura del corredor es de puro trámite.
—DS. Yo tengo otra percepción de la figura del corredor. Es el que está a disposición del que compra, no del que vende.
¿Debe costar una botella de calidad lo mismo en una tienda de barrio que en un lujoso comercio?
—JG. Cuando hablamos de 2,40 euros, hablamos de eso, de cubrir costes y tener margen a granel. A partir de ahí, súmale la calidad y todo lo que nos gastamos en promoción, certificación y foros, entre otras muchas cosas.
—PM. Depende del aceite que producimos, los márgenes son más altos o más bajos. Hay unos hechos relevantes y es que antes había mucha diferencia en la variedad picual, pero hoy hemos demostrado al mundo que se pueden sacar los mejores aceites de la variedad picual. Estamos arrasando con los aceites españoles, por lo que hay que apostar por la calidad; una normativa que la regule; una Agencia del Aceite de Oliva que se encargue de controlar eso, y no de tontear; una Interprofesional que se encargue de promocionar todos los productos, y desde España, y digo más, el Patrimonio Comunal Olivarero, donde estoy pagando un dineral por tener un aceite almacenado, y lo están derrochando, cuando a los olivareros que vamos allí para intentar que el mercado mejore nos crujen.
—IG. Es que es todo un descontrol.
—DS. Si es que lo que ocurre es que el propio Ejército te dispara.
—JG. La solución está en que el consumidor esté formado y los cooperativistas no están por aprender, porque llevan toda la vida produciendo aceite. Hay que incentivar la formación profesional. ¿Por qué en la provincia, con la capacidad que tiene para dar trabajo en las almazaras, no se potencia formación de este tipo como salida laboral?
—IG. Las cooperativas no se encargan de formar a su gente, pero en tecnología sí están a la última.
—DS. A nosotros, en el año 1997, cuando yo venía del morrococo y las patatas a lo pobre, nos sirvieron de mucha ayuda dos técnicos del Consejo Regulador de Sierra Mágina. Fue una locura, porque yo venía de la hostelería, un compañero era conductor de autobús y el otro procedía de una granja, por lo que éramos tres inútiles integrales. Hasta el punto de que yo llegué a mi casa y le dije a mi padre: “Toma este aceite”. Él me dijo que se lo echara a los coches. Yo, en 1997, hice mis dos cursos en la Universidad. Tenía necesidad de formación e hice un proceso autodidacta de aprendizaje y luego tropezando y cayéndome he aprendido bastante. Hoy todo ha cambiado, pero hace falta incentivarlo, porque al de la boina cómo lo vas a meter por ahí.
¿Cuál es el precio justo del aceite?
—PM. El valor del aceite lo fijan los mercados. Ahora bien, si el aceite está a seiscientas pesetas (3,60 euros), nos cargamos el consumo. Para mí, el precio tiene que cubrir el coste de producción y tener un margen comercial de en torno al 20 por ciento.
—JG. Hay un tope de precio, de 2,40 euros, que yo creo que es el que cubre los costes.
—IG. ¿Por qué preguntamos cuánto debe valer el aceite? No lo preguntamos en otros sectores. Cada producto valdrá lo que el consumidor esté dispuesto a pagar. Lógicamente, si hay una competencia que tira los precios, con grandes marcas, contra eso es muy difícil luchar, y más nosotros, que somos pequeñitos. Tenemos que batallar con la calidad como bandera. De hecho, pones el aceite mucho más caro y hasta que la gente no lo prueba, no lo compra.
—DS. Ahora bien, cuando los consumidores pican, y son para siempre, no los pierdes.
¿Qué hace la Administración que no debería hacer?
—DS. ¿Cuál de ellas, la central, la autonómica, la local...?
—PM. Yo creo que la Administración hace lo que el sector le demanda. La culpa no la tiene nadie, es del sector, que no hace nada. No entiendo cómo se empecina en que nos arbitren un almacenamiento cuando eso no es tan complejo. ¿Qué problema hay? Ahora tenemos Cecasa, pero si no la tuviéramos, lo podemos hacer las propias organizaciones.
—IG. Si queremos, lo hacemos nosotros, y punto.
¿Qué hacen las cooperativas que no deberían hacer?
—DS. No hacen bien los deberes, que es llegar a la profesionalización, además de vender como venden, con la mentalidad de que sacando el aceite al mercado barato hacen marca. Eso lo he escuchado yo, es decir, engañar al agricultor. En estos momentos, sí hay un diferencial de precio para el virgen extra y el lampante, pero otros años la diferenciación no existía. Nosotros luchamos por la calidad, pero llega un momento en el que no hay diferencia de precio en el mercado.
—PM. ¿Qué porcentaje hay de virgen extra en la provincia? Un diez por ciento. Sin embargo, tú hablas con la gente del sector y el aceite suyo es virgen extra y, además, es el mejor. Este año te puedes inflar, porque es más malo el aceite. Con la aceituna del suelo no se puede tener virgen extra.
¿Qué no han hecho ustedes bien hasta el momento?
—JG. Yo no tengo ni idea, porque empecé con una fábrica con ciento cincuenta hectáreas y produzco ciento veinte toneladas. Además, hoy por hoy, estoy sacando el 50 por ciento en botellas de cristal, y sólo en cinco años. Cuando Pedro me propone pertenecer a la Asociación Provincial de Envasadores (Apeva), a veces pienso que esto no es mi guerra.
—DS. Otro que está en el monte conmigo.
—JG. Yo sé lo que hago mal en mi negocio, porque es una actividad nueva para mí, además de ilusionante y motivadora.
—PM. Lo que haces mal es que no vendes, porque no puedes.
—JG. Sí, pero eso hay que verlo desde una estructura superior, porque no se venden ladrillos, ni coches... no se vende nada.