Formación mínima para casarse

Juan Molina Prieto desde Jaén. Con intervalos cada vez más  cortos, los medios de comunicación nos informan de que un hombre ha matado a su mujer, o a la inversa a veces. Así mismo, recientemente he leído informaciones en las que se estiman que hay en España innumerables hogares en los que el mal trato entre los cónyuges es habitual, siendo los hombres especialmente violentos.

    19 nov 2013 / 15:44 H.

    No hay más remedio que preguntarse con honradez, por qué ocurre esto y tratar de buscar  la solución. En mi opinión, en cada caso habrá unas causas próximas que hayan sido el detonante de esa acción violenta.  Ahora bien, pienso que el problema de viene de lejos. Viene desde el principio de una relación que en muchísimos casos no debió llevar al matrimonio, ni religioso, ni civil, ni a la pareja de hecho. Debió suponer sabiamente una ruptura de ese noviazgo. Pero este paso previo de un noviazgo normal en el que la pareja debe conocerse lo mejor posible, la sociedad actual lo ha banalizado, no se le da prácticamente importancia. Lo que sí suelen hacer muchos es “conocerse en la cama”. Vivimos por tanto en mi opinión, en una clamorosa incoherencia, por la enorme trascendencia que tiene en la sociedad  no valorar lo que es el matrimonio y la familia que de él deriva.
    Mirad, para obtener un permiso de conducir hacen falta unos exámenes exigentes, cosa que me parece bien por las consecuencias graves que se podrían derivar de no conocer muy bien las reglas de la circulación, y aún así, como vemos a diario, muchas personas no las respetan. Pues para contraer un matrimonio, nos olvidamos de formar a las personas. No sé por qué muchos presuponen que están formados. ¿Es que no estamos viendo todos los días las consecuencias negativas para la convivencia de las parejas mismas, de sus hijos, de sus familias y finalmente de la misma sociedad? En muchos casos quedan generados problemas gravísimos. Por ello hay que formar a las personas antes de que den ese paso trascendental. No debemos quedarnos tranquilos viendo que muchos sin casan sin la más mínima preparación. Ciertamente, la preparación no evitará al cien por cien que después haya problemas, como el carnet de conducir no evita la infracciones, pero desde luego ayudará mucho a tener las ideas claras de lo que es el matrimonio y qué hay que poner sobre la mesa para hacerse felices uno al otro. Sin embargo, aquí lo hacemos al revés: ¿Qué la pareja no marcha? ¡Pues se rompe y empezamos de nuevo con otro o con otra! ¡Y si la segunda vez no hemos acertado tampoco, pues se empieza una tercera! Pero el enorme daño que en la gran mayoría de los casos queda atrás ¿quién lo soluciona?
    El primer paso en la formación para un paso tan decisivo en la vida lo debemos dar los padres cuando sabemos que nuestros hijos han iniciado un noviazgo. En ese momento debemos exponerles  los aspectos esenciales de una relación estable para que en la medida de lo posible los tengan en cuenta. Antes de casarse, que yo sepa, la Iglesia Católica es la única que realiza Cursos Prematrimoniales, pero pienso que para el que no quiera recibir el Sacramento aún estando bautizado, o para el no creyente o para el seguidor de otra Religión, sería necesario que antes de inscribirse en el Registro correspondiente,  se le exigiera haber hecho un curso de preparación, impartido por asociaciones previamente acreditadas compuestas por matrimonios que lleven casados al menos 25 años, con la ayuda de un médico, un psicólogo y un abogado. Y que se les explique un programa básico sobre lo que es un matrimonio: la unión de un hombre y una mujer para toda la vida, en bien de ellos, de sus hijos y de la sociedad; para qué se forma y cuáles son las dificultades reales que se pueden presentar. Hay que recordar a la gente si llevan suficiente tiempo de noviazgo para conocerse bien, no sólo si se gustan que es elemental; tienen que ver si reúnen virtudes humanas; si ambos  son trabajadores; si generan ingresos suficientes para vivir dignamente; si se respetan mutuamente; si tienen creencias religiosas iguales o diferentes; si coinciden en las ideas políticas y sociales que se deben vivir; si coinciden en aceptar los hijos y en qué tipo de educación quieren para ellos etc. Debería seguir, pero el espacio manda. Estoy seguro que a los lectores se les ocurrirán otras soluciones más eficaces, o  más completas, que sería de agradecer las expusieran para ir formando un movimiento de la sociedad civil que algún día se pueda presentar a las autoridades. Ahora bien, no nos cansemos, sin una formación seria, muchos de los matrimonios se romperán y la violencia doméstica no se podrá  erradicar, ni podremos eliminar la multitud de problemas que recaen sobre la sociedad  con esos fracasos.