Fervor rociero

Ayer, lunes de Pentecostés, la Virgen del Rocío volvió a pasearse entre la marea que esperaba ansiosa a las puertas de la ermita. Año tras año, los almonteños saltan la reja antes de que se rompa el alba, impacientes de sacar a su Señora y mostrársela al mundo entero.

    29 may 2012 / 14:44 H.

    He escuchado opiniones poco favorables, tal vez, desde la incomprensión de la no experiencia y lo desconocido, que menospreciaban el fervor rociero, respetables en todo caso pero no compartidas ni generalizables. Cierto es, que existe un Rocío de lujo, de chaquetas recién planchadas y botos limpios, donde la fe ya no es seña y don dinero maneja hermandades al capricho de unos pocos. Pero también, más allá de lo que se pueda comprar o no, existe un Rocío de corazón palpitante, de caminos silenciosos que atraviesan el alma, de gentes generosas que anda al son de los latidos y cantan lágrimas emocionadas al cruzar su mirada con la Señora. Yo he conocido un Rocío de hermanos, de puertas abiertas y mesas compartidas,  donde nada es de nadie, sino que todo es de todos, un Rocío en el que la fe es símbolo de máxima expresión. Hoy comienza el camino de vuelta, con el corazón encogido y los ojos puestos en próximo calendario, con el deseo absoluto de volver, porque si algo os puedo asegurar, es que El Rocío no deja indiferente a nadie. Hay algo que cambia, algo que marca, algo que se queda para siempre amarrado al alma. Hay una sevillana que dice: “Hay quién dice del Rocío que es mentira y vanidad y yo le digo que vaya para saber la verdad”.
    Sonia J. Tirado es relaciones públicas