¡Feliz el último!

Cuando, entre nosotros, los medios se convierten en fines, surgen los ídolos: El dinero, el poder, el prestigio, el placer, el sexo, el bienestar, el culto al cuerpo, etcétera. Son simples medios que se convierten en fines en sí mismos, en absolutos, ocupando el lugar de Dios, el único absoluto, y por tanto, aprisionando al hombre. Estos “pequeños dioses” se transforman en tiranos, que alteran el orden natural de la vida; son los “nuevos becerros de oro”, que se interponen entre Dios y su criatura, para justificar, desde un “dios hecho con nuestras manos”, nuestras propias inconsecuencias e infidelidades. Realmente, hemos convertido la vida en una carrera de obstáculos, en la que apartamos a los que nos estorban y pisamos a los que nos molestan. Se trata de llegar el primero, ser más que nadie. Jesús, en la sabiduría de su palabra, invierte los valores de este mundo: “Quien quiera ser el primero, que sea el último; quien quiera ser señor, que sea vuestro servidor”. Vivir así hoy, supone romper muchos ídolos, destruir el molde de nuestro egoísmo, y poner todo al servicio del amor a Dios y a los demás, aunque ésto suponga ir contracorriente y ser incomprendido. Jesús nos deja esta enseñanza evangélica, con una imagen pedagógica, llena de candidez y ternura: “Quien acoge a un niño, a mí me acoge”, y nos reclama el desprendimiento de éste y su generosidad, en la carrera de la vida. Por tanto, !quien quiera ser el primero, que corra en la vida con corazón de niño!

    24 jul 2015 / 09:08 H.