Evidencia de la descomposición

Tras la caída intelectual del símbolo multicéfalo: capitalismo salvaje, globalización, pensamiento único, cultura de masas, etcétera, el modelo de conciencia universal y de justicia infinita resurge de sus cenizas con toda la crueldad ensayada y reprimida en decenas de campos de exterminio repartidos por los lugares más sustanciosos del planeta.

    10 ago 2013 / 09:04 H.

    Tal demostración de ira justiciera no es algo repentino, simplemente es la descomposición que, en estado latente, estaba a la espera de lo que pudiera ocurrir. Y como ya ha ocurrido, está ejerciendo todo su poder cáustico. La revelación ha sido inevitable: cómo los sectores del reformismo político-financiero, ávidos de suculentos trozos de carne, han elaborado un aparato logístico para la constitución de una democracia universal. No es difícil hacer un cálculo de beneficios. ¿Las vidas humanas? ¿A quién le importan las vidas humanas? El olor producido por la descomposición del cadáver de esta primera década del siglo procede de la moralidad corrupta de los poderes públicos y su reflejo en una sociedad aturdida por la exhalación de sus propios vapores donde visualmente se reproducen y afirman los símbolos y silogismos que las instituciones desarrollan en su proceso de descomposición.

    El modelo de conciencia social diseñado por los firmantes del pacto de la transición española, envuelto en el sudario de los valores de libertad, igualdad y otras pamplinas, ocultaba un verdadero sistema totalitario bajo el control de los grandes poderes económicos internacionales. Esto mismo lo dije hace doce años en este periódico. Durante este tiempo, la moral política se ha retorcido tanto, que solo unos pocos agoreros no albergábamos la más mínima duda de lo que iba a ocurrir, que es lo que está ocurriendo. ¿Profecía? No. Evidencia. También escribí entonces que “la corrupción de la moral social y por lo tanto, la ética individual, se había desplomado y su ruina, de material inflamable, seguirá ardiendo mucho tiempo”. Dice Enzensberger que “sólo es visible lo que no es transparente”. La transparencia del negocio que supone la manipulación de las conciencias a nivel industrial ha tomado cuerpo. Solo en este aspecto España ha sido transparente. Cualquier noticia de primera plana es una veladura. El secuestro enmascarado de la voluntad individual ha terminado. Ahora asistimos al reciclaje de sus restos.

    Guillermo Fernández Rojano es escritor