Eusebio Cano Jaén: "Sus ojos y su rostro mostraban la sinceridad de un hombre de campo"

 Hay personas que  identifican a una historia social de Alcalá la Real, más bien un grupo productivo de la agricultura  que no se sabe cómo definirse entre los propiamente pegujareros (o pujareros por estas tierras, debido a una haplología dialectal)   y los jornaleros (con sus diversos tipos). De ahí que, cuando acudieron a la llamada del Catastro de la Ensenada para responder a las preguntas particulares, el declarante y el correspondiente escribiente no se atrevía a encuadrarlo a la hora del cómputo general de grupos de la declaración general de los municipios. Ni eran pegujareros que podían vivir de su hacienda (unos pocos pegujales)  y su trabajo; ni tampoco podían sustentarse con el jornal mere (así se expresa meramente en aquellos documentos de hace un decenio más de  siglo y medio)  a expensas de la llamada del  labrador, hacendado o arrendatario de turno.  Este es el retrato humano  de Eusebio Cano Jaén.
    En su adolescencia y principios de mocedad, Eusebio trabajó por los campos del partido de Charilla, una tierra que siempre ha ofrecido al agricultor  la apertura de nuevos terrenos mediante su roturación. Al principio de su laboreo por estos parajes,  Eusebio  se ejercitaba como uno de los trabajadores del campo mediante el trabajo  del mundo de cereal ( desde la  sementera hasta  la siega y recolección en las eras  pasando por el abonado y clareo de las hierbas malas  que proliferan en el mes de mayo).
    También, cuando muchas tierras mantenían el viñedo  este charillero avezado supo de la mejor plantera de  vid, del cavado  y  cuidado apropiados para las viñas y de la vendimia otoñal sin olvidar la producción del vino del terreno con su lagar artesanal en las viviendas donde le tocó vivir. Y, cuando el olivar conquistó las laderas de las tierras de la antigua ciudad de Flora, en su madurez cooperó con la extensión del olivar por tierras charilleras. Pues Eusebio había sido no sólo testigo sino también  actante de los hoyos de los primeros olivos que luego vio crecer en  aquellas tierras conquistadas a  la naturaleza del monte bajo desde mediados del siglo XX en detrimento de  la ganadería. Esta fue su última vivencia al  ver  que los campos de  Aben Jakán se tenían de olivos desde el Rompezapatos hasta los mimos Tajos de Charilla pasando por la Atalaya, Boca de Charilla, Giesa y  las misma torre musulmana- En este mundo tradicional de una agricultura familiar,  todos los miembros de este cédula social cooperaban para la subsistencia, y cada miembro desempeñaba su correspondiente rol: la madre aportaba su trabajo en sus labores de ama de casa;  los hijos hasta adolescencia en labores básicas de la agricultura y cuidado de la ganadería; y el padre dirigía y prestaba sus manos callosas para aportar el sustento diario que no faltaba a su casa. Y como complemento  de sustento,   Eusebio recogía de la tierra todos los productos de los huertos chamarilleros y no se olvidó, en algunas ocasiones, del mundo de la apicultura. Pude comprobarlo  en una visita en el cortijo de la cuesta de arrañal junto a la ribera del arroyo, donde se conservaban unos instrumentos básicos para extraer la miel  y ya no servían mas que para exposición de un museo etnológico como muestra de la inquietud y el ingenio de estos hombres que escudriñaban todos los recursos de la naturaleza. Y, en esta familia Eusebio siempre demostraba el aliento para  que todos sus miembros colaboraran en la medida de posibilidades a la hora de las tareas comunes como una piña; luego en sus años de provectus aetate el ofrecía  todo su esfuerzo a sus hijos.
    No escatimó esta familia abrir horizontes a sus hijos, Cristóbal y Eusebio,  aportándoles los conocimientos agroganaderos o dándoles las riendas de la libertad para que, en sus años de adolescencia, se formaran en los centros educativos de Alcalá la Real, y, luego, buscaran nuevos puntos de trabajos con los conocimientos y destrezas adquiridos en el mundo de la mecánica. Siempre, les aportó el amor por la madre Naturaleza y ambos volvieron a la fuente donde su padre los amamantó. . Incluso, sus nietos no olvidaron la cadena de este amor agroganadero adquiriendo nuevos peldaños en el mundo de la agricultura; algunos como expertos del medio ambiente.
Me impresionaba la figura de Eusebio  siempre que  lo visitaba  en  su casa de la  aldea de Charilla. Su rostro  y sus ojo mostraban la sinceridad del hombre del campo  y la amabilidad de la sabiduría popular, me seguía siempre la conversación con la mímica de sus labios y  me dependía con un saludo de una paz que aportaba la tranquilidad del hombre de bien, su esposa era  el perfecto complemento y la mujer buena  que se asemeja a las buenas matronas romanas.
Hace tiempo que me abrieron las puertas de la casa todos los miembros de esta familia, que recibieron de Eusebio Cano el corazón grande y generoso, del que pueda testimonio  en el jornal extraordinario de la vendimia. Me encantan estas palabras de su nieto Cristóbal: “siempre te recordaré. Ejemplo de trabajador y de como superar dificultades. Viviste en años muy duros y experiencias que ojalá nunca se repitan. Dejas una huella en nosotros que no se borrará. Ahora te toca descansar allí arriba, cuida de nosotros. Un beso Eusebio Cano Jaén. Que descanse en paz un hombre con estatura de lancero de la Corte y  de manos con las que te impregnaba el sentimiento de la amistad.

02 nov 2015 / 20:44 H.