Europa, pobre Europa

No podemos creerlo, para las personas de mi generación Europa era un ideal, una aspiración, un paraíso. Era la tierra de la libertad, de los derechos humanos, del Estado social y al mismo tiempo democrático por contraposición a esos dos mundos egoístas y enfrentados por la 'guerra fría': USA y URSS.

    11 nov 2011 / 10:11 H.

    El defecto que encontrábamos a la potencia rusa es que basaba toda la grandeza del Estado en la anulación de la individualidad personal para llegar al paraíso comunista. No podíamos aceptar ese sacrificio de varias generaciones porque el paraíso nunca llegaba, era quizá la excusa y mientras tanto la libertad quedaba vapuleada. En el otro lado la fortaleza y la admiración por la potencia americana chocaba con el liberalismo feroz y despiadado que mantenía marginados a millones de seres humanos compatriotas de los pocos inmensamente ricos en el país más poderoso de la tierra, cuántos sin seguridad social, olvidado el principio de igualdad. Europa pues era ese ideal que había conseguido equilibrar la libertad, con la seguridad, con el pluralismo y la justicia. Suecia, Noruega, incluso Reino Unido y Francia eran nuestra meta. No lo neguemos, también admirábamos a Italia, país que con sempiternas crisis conseguía mantenerse con gobiernos de coalición formados por cinco y hasta siete partidos políticos como la sexta potencia del mundo, con una industria y un comercio formidables: vehículos, motores, informática, diseño, moda, turismo, etcétera. Los políticos europeos fueron elogiados durante décadas por su visión de futuro después de dos desastrosas guerras mundiales, eso no podía volver a repetirse: ¡unidad! Ha sido el triunfo durante más de treinta años de las grandes palabras, el ideal europeo ha sido real. Pleno funcionamiento para el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, Parlamento Europeo, libre circulación de personas y capitales, extensión de los derechos humanos, etcétera. ¿A dónde ha ido a parar todo ese inmenso caudal de fortaleza moral, de ejemplo mundial? Hemos bajado la guardia y nuestra utopía de extender con la globalización los derechos sociales, las libertades individuales, nos ha sido devuelta en sentido inverso: menos libertad y menos derechos. Hemos permitido que los países que explotan a los seres humanos, con la excusa de salir del subdesarrollo y la miseria nos inunden, nos degraden, nos hipotequen. Han ganado mucho dinero las empresas, pero ahora son de ellos. No es que no tengamos un “euro”, es que ya no podemos ni toserles, ni un reproche sobre derechos humanos. Quizá debimos exigir comercio sí, pero también libertad para todos.
    Francisco León Valenzuela es abogado