España en el diván

España no necesita un debate del estado de la cuestión, requiere un tratamiento intensivo contra la mediocridad. La cura de humildad económica como país no es lo peor ni lo más preocupante, porque antes caló, como la lluvia fina de estos días, el triunfo de los mediocres. Con ellos guiándonos hemos llegado hasta aquí, así que somos cómplices de su éxito y de nuestro fracaso. Están por todas partes, agazapados unos, altivos aún otros. No se sabe cómo, o sí, pero llegaron para quedarse. 

    24 feb 2013 / 23:00 H.

    Al rascar en ellos no hay currículum que los avale, ni valía personal que les adorne, si acaso unas siglas políticas o directamente una estirpe que garantice la continuidad de la especie. Están en política, en sus aledaños de negocio o en la última rama de la tupida cosa pública. A algunos los focos los delatan, pero otros, sin embargo, viven tranquilos en su anonimato.  España está en el diván por méritos propios, porque edificó su milagro económico en el pelotazo amoral y relegó el talento a un segundo plano. Ahora ese capital humano emigra en una donación de savia a precio de saldo, mientras España se medica contra la depresión. La clase dirigente, preocupada en lamerse sus heridas y abstraída en sus asuntos de despacho, se sorprende de la reacción de la calle. Está desbordada, cuando no asustada porque perdieron el contacto con la ciudadanía. Su credibilidad está por los suelos y sus votantes son ahora desahuciados, jubilados, parados o funcionarios que los miran con desdén. Ya no son de los suyos. Esa energía social es la única que puede regenerar esta sociedad enferma. Está demostrado que ellos saben convivir con la gangrena, acostumbrarse a su olor, a sus regalos, incluso pueden ponerle despacho o sacarla de paseo a un congreso en hotel de cinco estrellas. Es uno de los peores síntomas: no ser consciente del mal y evitar el tratamiento. La falta de beligerancia ciudadana nos llevó a este estado de la nación. España es mucho más que una agenda mafiosa, un duque empalmado o detectives de florero, pero también es eso. Hay que extirpar y vigilar, aunque solo sea por nuestro interés.

    Palabra Perdida

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