Escalada violenta de Israel

La tensión histórica no resuelta entre Israel y Palestina depara que cualquier acción violenta, con la suficiente dosis de descontrol político en cada una de las partes, cause un amago de guerra explícita. La implícita ya se vive en los territorios ocupados en los que no se vive en libertad y a cuyos moradores se les niega la posibilidad de crecer en su propia tierra.

El asesinato macabro de tres jóvenes ha desatado una oleada de sangre que el Estado de Israel es incapaz de frenar. En su cruzada con los terroristas, no le importa como país democrático bombardear de manera indiscriminada a todo un pueblo. De los objetivos seleccionados se pasa a operaciones indiscriminadas que siembran de muerte y miedo a los más débiles, pero que a la par consiguen que generaciones de niños crezcan con el odio como único aliado y elemento vertebrador en la pobreza para luchar contra el enemigo israelí.

En las últimas semanas 37 palestinos han muerte, 29 de ellos civiles. Es una cifra elocuente del despropósito que se permite con la nula implicación de una comunidad internacional incapaz de reconducir el despropósito. Otra de las declaraciones de Barack Obama que quedarán en agua de borrajas. Al otro lado, los misiles de Hamás cargan de razones a los ultras para que Israel dé otro paso. Si finalmente, como quieren los socios extremistas de Netanyahu, se invaden los territorios ocupados, la oleada de violencia puede hacer retroceder la situación a las horas más duras. Pedir a la complaciente comunidad internacional que afee la conducta a su aliado es la única opción. Hasta ahora, se ha demostrado del todo insuficiente. Mientras Palestina no cuente con la suficiente estructura de estado y país, estará a la merced de iluminados que hacen frente al gigante. Una foto fija y dolorosa.

    09 jul 2014 / 22:00 H.