Esa política de ascensor
Hoy los tiempos adelantan que es una barbaridad, cantaba un don Hilarión cachazudo y verbenero entre chulapas zarzueleras. Y va a ser verdad, hoy aun más. Pero no hablamos de ciencia, descubrimientos o avances médicos. No. Los adelantos también nos inundan desde otros aspectos socio-político-culturales. Reconozco que mi brújula política de antaño se movía atraída por los polos derecho e izquierdo del espectro. Lo del centro ya se sabe que era una invención de los diestros para no parecerlo y asemejarse a los siniestros y un lugar al que tanto unos como otros aspiraban a ocupar aun a riesgo de pincharse con el soporte de la aguja. Pues bien, don Hilarión volvería aterrado a su libreto si observara que ahora las saetillas políticas ya no miran a los lados. Dicen los de uno de esos grupos recién nacidos que nos inundan con cantos de sirena que los polos están ahora arriba y abajo.
Sí, como en una serie de esas trascendentes de la BBC. Siglos de proletariado, de lucha de clases, de ideologías marcadas quedan sepultados entre las nuevas nomenclaturas. Aquella orgullosa izquierda que sacaba la cabeza —tiznada muchas veces por el carbón o curtida de sol a sol— ya no tiene el espejo pulido y enmarcado de la derecha poderosa en que mirarse. O al que tirar un desesperado guijarro que alertase conciencias. También las ideologías hacen las maletas. De la derecha se mudan al “Principal” y de la izquierda bajan a los sótanos. “¿Ustedes son de izquierdas o de derechas?”, preguntó el locutor. Y el político le contestó: “Podemos afirmar que somos ‘de abajo’”. Y el espectador imaginó al cuerpo de casa de Downton Abbey en su catacumba escuchando la campanilla anunciadora del té de Milady. Qué ganas de jugar con el lenguaje para aturullar lo más posible al personal. Hubo tiempos en que, para despistar, también existían el centro derecha y el centro izquierda. Pero, ¿cómo los llamaremos ahora? Habrá que colocar, sin duda, a los políticos por plantas: Sótano 5, izquierda radical. Piso 39 con vistas al Mediterráneo, gentes de sobre y rasga. Y así con todas las graduaciones que nos permiten los botones del ascensor. Política por pisos. ¿Verdad, don Hilarión?